Implantación de la TV digital terrestre

Mariano Cebrián Herreros

La  Unión  Europea  ha  establecido  como  fecha  máxima  para  la  emigración  de  la  televisión  analógica  a  la  digital  terrestre  (TDT)  el  año  2012.  Sin  embargo,  hay  países  europeos  que  han  adelantado  el  denominado  apagón analógico.  Suecia,  Finlandia,  Alemania,  Luxemburgo,  Holanda  ya  han  dado  el salto.  Dinamarca  y  Noruega  lo  realizarán  en  2009.  En  España  se  ha  fijado  el  3  de  abril  de  2010.  Francia  lo  hará  en  2011  y Reino  Unido  y  otros  países  lo  han  pospuesto  hasta  el último  momento:  2012.  Estados  Unidos  tenía  previsto  haberlo  realizado  en  febrero  de  2009,  pero  la  decisión  se  aplazó  por  el  cambio  de  administración.  Japón  lo  hará  el  24  de  junio  de  2011.  Las  fechas  señaladas  serán  el  punto  final,  pero  todos  los  países  han  entrado  ya  en  la  fase  de  experimentación  e  implantación  parcial.

En unas fechas o en otras finalizarán las emisiones analógicas. Esto permitirá que el espectro radioeléctrico incremente el número de canales en los diversos tipos de cobertura de cada país. El sistema no quedará cerrado ya que a medida que la compresión de señales avance podrán crearse más canales o bien ampliar los anchos de banda para potenciar los servicios interactivos que son sus componentes más innovadores. Pero el crecimiento de canales lleva consigo una mayor competividad por la conquista del mercado de audiencias. Si ya en el sistema analógico actual se han generado grandes dificultades para la viabilidad económica, con la extensión de los canales los riesgos serán mayores.

Las nuevas fuentes de ingresos como las de las llamadas telefónicas con tarificación especial a los programas o el envío de mensajes SMS, que ciertamente no alcanzan a amortiguar la caída de la publicidad en la actualidad, y menos aún mientras persista la crisis económica y financiera, no apagan la guerra. Desde hace tiempo las empresas operadoras de los canales presionan para que se libere el mercado y tener presencia en dos o más cadenas.

La Unión Europea ha sido bastante estricta en este sentido ya que ha querido promover mayor competitividad y, sobre todo, mayor pluralismo informativo y de ofertas de ocio. Sin embargo, tales objetivos han empezado a resquebrajarse y algunos países ya han autorizado que, además de poseer un canal con accionariado total o mayoritario, se pueda entrar en otro aunque con ciertas restricciones. Es el salto a las fusiones y a reforzar los grupos del monomedio televisivo, que a su vez se integran en otros grupos de multimedios con periódicos, revistas, otras publicaciones, emisoras de radio, otros sistemas de televisión, productoras, Internet y otros negocios de comunicación. Es una potenciación del grupo para reducir costos de trabajadores, de equipos técnicos y de producción, y afrontar con mayor capacidad la situación de crisis. Pero esto lleva a una mayor concentración de medios la cual puede reforzar la independencia en el uso de la libertad de expresión frente a otros poderes económicos y políticos de presión, pero también agravar la reducción del pluralismo comunicativo.

La televisión analógica hertziana se ha caracterizado por ser un servicio universal gratuito. Las primeras implantaciones de la televisión digital terrestre han seguido los mismos pasos. Pero ante la falta de rentabilidad del sistema, las empresas reclaman disponer de canales de pago para obtener otras fuentes de ingresos, además de mantener los canales gratuitos financiados con publicidad, llamadas telefónicas, mensajes SMS, ventas y otras opciones. Parte de los países europeos estudian esa posibilidad. De este modo, cada empresa que cuente con varios canales digitales terrestres dispondrá de unas ofertas mixtas: unos canales generalistas o especializados en abierto y gratuitos, y otros especializados en temas altamente rentables cerrados o codificados por los cuales habrá que pagar. Entre todos ellos aportarían mayor rentabilidad a la empresa. Sin embargo, al aumentar la competitividad entre los diversos grupos, las luchas se reproducirán con más ferocidad por conquistar audiencia en los canales gratuitos y por conseguir contenidos atractivos de pago.

La nueva situación requiere que haya muchos contenidos. La experiencia en los países europeos no ha sido halagüeña en otros campos como en los de las plataformas de televisión por satélite y por cable. En gran parte de los países europeos, la televisión por satélite arrancó al menos con dos plataformas de pago con decenas de canales cada una. Sin embargo, con el transcurso de los años y al no cubrir las expectativas han tenido que fusionarse en una y ni siquiera con esta operación se logra una rentabilidad beneficiosa. Algo similar ha sucedido en la televisión por cable de pago. La competitividad de dos o más ofertas en el mismo territorio no les ha permitido sobrevivir. Incluso en aquellas zonas donde distribuye una sola operadora se mantiene por la triple oferta: llamadas telefónicas, Internet y televisión, aunque con grandes dificultades. La televisión digital terrestre llega en última posición y los contenidos atractivos suelen estar adquiridos por las otras modalidades. Para salir adelante tendrá que apostar fuerte en los mercados internacionales de producciones ajenas o en las negociaciones de las exclusivas para sus ofertas de pago.

La cuestión radica en que tampoco hay tantos contenidos por los que los usuarios quieran abonarse. En Europa se han creado, dentro de la TDT, algunos canales deportivos de pago dedicados especialmente al fútbol y a algunos otros eventos según el liderazgo nacional, continental o mundial que tengan determinados deportistas del país. Pero apenas se han desarrollado ofertas con otros contenidos. Los canales de pago necesitan mayor diferencia respecto de las ofertas gratuitas, mayor originalidad temática y de enfoques y mayor creatividad en las tramas narrativas. Esto exige contar con profesionales de alta cotización en el mercado para ofrecer una buena calidad de producto con su correspondiente elevado costo de producción y, en consecuencia, se desata la necesidad de un número elevado de abonados o de compradores.

Inicialmente, los anales de pago se desarrollaron por la imagen de alto estatus o de prestigio de quienes estaban abonados a ellos, pero a medida que se ha ampliado el número de abonados han perdido su factor de distinción social. La creación de clubes específicos para los abonados que les daba la posibilidad de acceder a la compra de determinados productos que no se encontraban en el mercado, tampoco ha generado entusiasmo. Alcanzado un nivel de abonados difícilmente se logra ampliarlo.

Una de las vías más prometedoras del nuevo sistema es la de la oferta de servicios interactivos como el teletexto avanzado, guía electrónica de programas, informaciones vinculadas a los programas, canales nacionales y extranjeros de radio, acceso a Internet, recepción en movilidad o en desplazamientos en automóvil, autobuses, trenes. Pero esto tampoco es suficiente. La experimentación de esas ofertas, a pesar de las exaltaciones de sus bondades, da como resultado que el usuario apenas los utiliza y no está dispuesto a pagar por ellos. El horizonte puede estar en ofrecer canales de servicios de las entidades financieras para efectuar determinadas operaciones, de compra de productos a distancia, de videojuegos y de otras modalidades de entretenimiento. Pero a medida que la Internet va entrando en los hogares, tales ofertas quedan superadas y ya no se pueden vender como algo relevante y exclusivo de la televisión. Aunque la TDT amplía los niveles de interactividad,  las variables que aparecen en Internet los superan con creces.

Se constata que la televisión prácticamente está implantada en todos los hogares con uno, dos o más televisores, pero la TDT para ofrecer sus servicios interactivos requiere unos decodificadores adecuados. La entrada está realizandose con decodificadores que permiten seguir los canales, pero no acceder a la interactividad de los servicios. El paso a los decoficadores con mayor capacidad de interactividad, como el que trata de incorporarse en Europa, el MHP, todavía resulta caro y salvo que los usuarios aprecien sus beneficios, difícilmente van a desechar uno para adquirir otro. La solución provendrá de la incorporación de estos equipos a los televisores y que sean compatibles para el acceso a todos los canales de pago de las diferentes operadoras.

Existe un discurso que resalta mucho las aportaciones de la TDT, pero apenas entra en la realidad del sistema comercial. Por el contrario: las empresas operadoras abandonan el planteamiento teórico y buscan la rentabilidad del sistema mediante todo tipo de argumentaciones y de presiones para obtener un múltiplex con varias programaciones, establecer estrategias de concentración y diseños multimedia, así como tratar de conseguir autorización para la emisión de ofertas de pago. A pesar de todo ello sigue sin vislumbrarse un horizonte claro. Persisten las incertidumbres y no acaba de asumirse que más allá del cambio tecnológico, aparece una mutación que obliga a plantear la cuestión no como en tiempos de penuria de canales analógicos, sino en tiempos de multiplicación de canales, de sistemas de emisión y de una apertura de mercado.

La televisión digital alcanzará un desarrollo tal que ya no sobresaldrá tanto por el incremento de canales cuanto por la exigencia de crear programaciones y productos que logren una implantación rentable. De todos modos, siempre quedarán las opciones que busquen otras funciones sociales, culturales y educativas con la misión de desarrollar modalidades comunicativas distintas a las de la rentabilidad económica.

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