Año Nuevo
Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Comienza un nuevo año. ¿Algo cambia cuando las campanas del reloj tocan el primer minuto de la nueva era? En el mundo exterior no, pero como dijera el llorado Oscar León Camelo, en lo hondo de nuestro ser renace la esperanza. Maravilloso misterio. Yo, como cada año, publico, actualizada, la misma columna.
Por lo menos hasta la mitad de enero andaremos por ahí dando sonoros palmetazos en las espaldas de cuanto conocido se tope con nosotros -y sobadas de palma abierta para las damas, en particular aquellas que más nos alegran la vista a los ya no tan jóvenes. Es tan arraigada la costumbre del abrazo de año nuevo que se da incluso entre quienes se tienen antipatía.
Intrigante, esto de las costumbres. Por ejemplo, ¿alguien me podría decir por qué apenas comienza y ya estamos contando los días para el final del año? En el momento en que escribo, según mis cálculos, faltan 357 días, u ocho mil 547 horas, o 514 mil 498 minutos, o 30 millones 869 mil 884 segundos para que doblen las campanas por el 2008 y entonemos las fanfarrias por el 2009. ¿A quién diablos le importa eso?
La celebración del Año Nuevo no es occidental y tampoco ha sido siempre el primer minuto del primero de enero. Fueron los antiguos babilonios los que iniciaron el rito hace unos cuatro mil años para conmemorar el nacimiento de la vida con la primera luna nueva del Equinoccio Vernal (también conocido como Equinoccio de Aries o, para los más conservadores, Equinoccio de Primavera). Esta tradición fue heredada por los romanos, pero los emperadores le metían mano al almanaque con tanta frecuencia que pronto se desfasó del paso del sol. Julio César, en el 46 a.C., publicó su “Calendario Juliano” y la volvió al primero de enero (aunque para compensar los caprichos de sus antecesores tuvo que dejar al año anterior durar 445 días).
Durante los primeros siglos de nuestra era la Iglesia declaró la fiesta como rito pagano y la prohibió hasta entrada la Edad Media, cuando la costumbre (¡otra vez!) se impuso. Algunas denominaciones conmemoran el primero de enero la Circuncisión de Cristo.
Cuando llegó Hernán Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser reformado para ser de 365 días con un año bisiesto intercalado. El año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro 1 de marzo.
El Año Nuevo Lunar es la más importante festividad para los chinos (y no coincide con “nuestro” año nuevo). La tradición dice que durante el último día del año, Nian, una feroz bestia, desciende a la tierra a devorar a los hombres. Sólo la alejan el color rojo y el ruido de cohetes y los fuegos artificiales. Así que en las ciudades chinas esa noche todo mundo pega adornos rojos en las puertas, prende antorchas y echa palomas y buscapiés. A la mañana siguiente la gente se saluda con un “gong si” que en chino quiere decir “¡felicidades!”, por haber mantenido a raya a Nian un año más.
En el Japón el shogatsu es la celebración más importante del año y dura del 1 al 3 de enero. Los hijos del Sol Naciente creen que cada año es un nuevo comienzo, así que se apuran a cumplir con todos los deberes antes de que termine y celebran el bonekai o “fiesta del olvido”, para despedir a los problemas y preocupaciones del año anterior. Esa noche hay la tradición de echar a volar las campanas de los santuarios. Quizá algunos lectores recuerden el párrafo inicial de Lo bello y lo triste de Yasunary Kawabata: “Viajé a la ciudad de … porque tenía nostalgia de escuchar las campanas del templo…”
Hay tantas costumbres como pueblos para recibir el nuevo ciclo. Algo generalizado es la costumbre de dar regalos, vestir ropa especial, adornar las casas, celebrar fiestas y elaborar listas de “buenos propósitos”. Entre nosotros no faltó quien prometiera dejar de fumar, bajar de peso, leer un libro, hacer ejercicio o ejercer al límite de lo posible la fidelidad. Los babilonios tenían como intención preferida el regresar aperos de labranza prestados.
Así pues, el inicio de un nuevo año, en todo el mundo, tiene un significado especial, aunque las fechas y las cuentas no coincidan.
“Mi otro yo”
A propósito de proyectos de año nuevo, desde Bélgica escribe Tess Uytterhoeven: “En el marco de un documental para la televisión nacional belga estamos haciendo una investigación mundial. En concreto estamos buscando gente que nació en fechas específicas. Para esto queremos la más grande variación posible en el ámbito de su nacionalidad, descendencia étnica, estado social, profesión, religión, etcétera. Luego haremos retratos paralelos de personas que no tienen nada en común salvo su fecha de nacimiento. Con el documental queremos dar una respuesta a la pregunta: ‘¿cómo hubiera sido yo, si hubiera nacido en otro parte del mundo?’ .
“Queremos encontrar a personas de su región (México) que hayan nacido en las siguientes fechas: hombres: 29 de abril de 1933, 18 de julio de 1948, 19 de julio de 1948, 20 de agosto de 1949, 11 de febrero de 1952, 18 de enero de 1956, 5 de mayo de 1956, 27 de agosto de 1958, 30 de diciembre de 1969, 24 de julio de 1962, 14 de enero de 1965, 27 de enero 1965, 5 de octubre de 1968, 5 de febrero de 1969 y 3 de mayo de 1981. Mujeres: 5 de abril de 1943, 2 de mayo de 1950, 20 de julio de 1963, 24 de marzo de 1964, 10 de febrero de 1965, 26 de marzo de 1975, 4 de noviembre de 1977, 27 de diciembre de 1979 y 24 de julio de 1982.
“Las personas interesadas que hayan nacido en estas fechas, nos pueden mandar un correo a la dirección: twins@docfish.be; si nos ponemos de acuerdo, iremos a México con un ciudadano belga que haya nacido en la misma fecha para que puedan conversar durante algunos días sobre sus diferencias o similitudes. Así haremos una comparación entre sus caminos de vida y sus culturas.”
Presidente honorario de la Fundación Manuel Buendía.
Correo electrónico: sanchezdearmas@gmail.com
Profesor – investigador del departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP, Puebla.
El siguiente es un ejemplo de cómo debe de citar este artículo:
Sánchez de Armas, Miguel Ángel, 2008: «Jesús Blancornelas, in memorian«,
en Revista Mexicana de Comunicación en línea, Num. 108, México, enero. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/magsa.htm
Fecha de consulta: 14 de enero de 2008.