Tiro de gracia – La política en tacones
La semana anterior, la ciudad de Xalapa fue escenario abierto e inocultable, por primera vez, de enfrentamientos entre el ejército y hombres de la delincuencia organizada. La capital veracruzana es una ciudad de tamaño mediano, por lo cual un hecho violento o sangriento de esa naturaleza resulta pronto del conocimiento de una buena parte de la población.
Vino primero la incredulidad ante lo grave de los acontecimientos, el estupor ante la comprobación de que nuestra ciudad pasaba a formar parte de los contribuyentes en la estadística de sangre que tanto nos duele en todo el país; después una sensación de orfandad, de soledad ante el peligro, la percepción de que con gran facilidad podemos ser testigos o víctimas de una situación violenta. Es muy probablemente la sensación que han experimentado o viven cotidianamente los habitantes de muchas otras ciudades en el país donde la violencia se ha desatado sin control.
La información oficial tardó unas horas en llegar, fue escueta e insuficiente para responder a muchas dudas. Si el operativo contra la casa de seguridad se daba a resultas de una denuncia ciudadana, surgen varias preguntas: ¿las autoridades federales están atendiendo denuncias ciudadanas? ¿a qué teléfonos o correos se debe llamar? ¿con qué rapidez se atienden las denuncias? ¿cuándo se hizo la denuncia que derivó en los hechos de la zona llamada Casablanca? ¿hubo o no hubo disparos en varios puntos de la ciudad? ¿el desalojo de escuelas sólo fue resultado de la psicosis colectiva?
El diario Reforma publicó días después un trascendido donde se afirma que los hechos del jueves 13 en Xalapa se gestaron en la ciudad de Puebla y eran en persecución de un conocido narcotraficante. Por fin, ¿fue por una denuncia ciudadana o era el resultado de acciones de inteligencia que venían de tiempo atrás?
La falta de información o la tardanza en ponerla a circular dieron margen a una serie interminable de especulaciones y de rumores. El viernes 14 muchas calles de Xalapa estaban desiertas. Los habitantes tenían temor a salir de sus casas porque los lugares que se mencionaron como escenarios de enfrentamientos con armas de fuego son muy concurridos o lugares obligados de paso para circular por la ciudad. El temor se apoderó de los habitantes xalapeños y una forma de exorcizarlo fueron los rumores. La ciudadanía temerosa y con la percepción permanente de que no recibe información oficial adecuada, suficiente o confiable se dedicó a repetir todo aquello que oía en taxis, grupos de amigos o familiares y a subirlo a las redes sociales.
Los celulares intercambiaron muchos mensajes, sobre todo para aconsejar no salir a las calles. Grupos en Facebook comentaban los acontecimientos, los adolescentes dieron rienda suelta a su imaginación y a su sentido del humor para hablar de los hechos, se crearon grupos como “No le temo tanto a las balaceras como a cinco llamadas perdidas de mi mamá”, algunos propusieron Casablanca como nuevo destino turístico, se subieron videos a Youtube en los que no se ve absolutamente nada, pero tienen miles de reproducciones porque se afirma que son imágenes del enfrentamiento. Todo ello habla de que la población quiere saber qué sucede en su ciudad y percibe una gran falta de información.
El sábado 16 ocurrió un fenómeno que me llamó la atención. Las plazas y las zonas comerciales estaban sumamente concurridas, la gente volvió a hacer su vida con toda normalidad. Incluso parecía haber más gente en la calle, quizá como reacción al encierro que se recetaron a sí mismos el día anterior. Eso no habla más que de una cosa: los humanos amamos con vehemencia nuestra libertad, no sabemos hasta qué punto es un bien tan preciado hasta que la vemos amenazada. Nos explica también por qué hombres y mujeres y distintas épocas y diversos lugares del mundo se atreven a desafiar poderosísimas estructuras por defender libertades ciudadanas.
Las autoridades federales a cargo de estos operativos deben adquirir conciencia de que la desesperación puede apoderarse de una sociedad si siente que la tranquilidad y la confianza son las que han recibido el tiro de gracia, porque los hombres y mujeres de carne y hueso se resisten a vivir en vivir en un ambiente opresivo como el que sirve de trasfondo a los personajes de la novela Tiro de gracia de Marguerite Yourcenar; historia de ficción que recoge puntualmente la tragedia humana que se vive en un entorno de guerra.
Es preciso que las autoridades federales mantengan un enlace informativo oportuno tanto con las autoridades estatales como con la ciudadanía; necesitamos información cierta, confiable y creíble. No sólo la información que nos tranquiliza o la que deseamos escuchar sino la que es útil para protegernos. Nos corresponderá como ciudadanos actuar de manera responsable para no enrarecer todavía más nuestra atmósfera con rumores y versiones de las que nosotros mismos somos los primeros perjudicados.
20 de enero de 2011
ramirez.pilar@gmail.com
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