Violencia y nuevos medios

Una mirada desde las neurociencias

Fotografía: "Tv Violence" por Newtonia @ Flickr

La  violencia  se  hace  presente  en  todos  los  medios,  analógicos  y  digitales,  masivos  y  no  tan  masivos.  La  violencia  en  los  medios  no  es  sólo  una  proyección  social:  es  consecuencia  de  infinidad  de  prácticas y  conductas  sociales que  derivan  de  una  depreciación  de  la  persona  que  integra  a  una  sociedad  en  su  conjunto.

La violencia en los medios no es sólo una expresión social, sino también una necesidad de mostrar a la sociedad como se ve y como se le ve. En este caso, las pantallas asumen la función de espejos. No es que los medios generen a una sociedad violenta, ni que una sociedad violenta genere medios que proyectan violencia en sus diversos espacios y lenguajes. La violencia simplemente es.

Son múltiples las causas que podrían explicar el incremento de la violencia no sólo en México sino en gran parte del mundo: crisis económica, falta de empleo, deterioro del medio ambiente, bajos niveles de educación y fracturas familiares.

Dentro de tal marco puede decirse que no todas las sociedades ni los grupos sociales son igualmente violentos; unos lo son más, otros menos. Hay historias y culturas que en sus prácticas denotan una presencia constante de la muerte; en México data de tiempos prehispánicos. Pero lo indiscutible es que la violencia ha ido incrementándose en todas sus formas y modalidades de expresión durante las últimas décadas, y ésta se empecina en enraizarse en los más jóvenes familiarizados con las tecnologías digitales.

Frecuentemente ocurren asesinatos en espacios educativos, o bien son escenarios de violencia irrefrenable. Tampoco puede adjudicarse la causa sólo a los contenidos de la televisión, el cine o la internet. Como una multiplicidad de contextos toman parte en cada uno de esos hechos, resulta imposible adjudicar la violencia a un solo motivo.

Hay culturas más o menos tolerantes a las imágenes violentas. Algunas de ellas tienen suficiente con ver una manta sobre un atropellado, otras necesitan ver la escena en sus mínimos detalles.

Las comunicaciones instantáneas han contribuido al salvajismo de las imágenes en este sentido y a difundirlas rápidamente por los medios digitales. ¿Las consecuencias? No se pueden predecir científicamente, pero se puede disertar sobre ellas: una sociedad cada vez más tolerante hacia la violencia de las imágenes o una sociedad que se resiste a verlas rechazándolas e ignorándolas. Aun así en México la nota roja llega a ser leída diariamente por 800 mil personas: un record sin precedente.

Sin embargo, la industria audiovisual y de los nuevos medios algo explica. Cada vez, la velocidad con que circula la información es más rápida al igual que la celeridad con que alguien sube una imagen violenta a YouTube. Lo importante es vender antes que formar e informar. Pero la imagen no termina allí, pues de YouTube pasa a la televisión y luego a la prensa escrita: una espiral interminable.

En muchas ocasiones, las imágenes que se suben a la red de redes son imprecisas y están destinadas –más que a informar–  a incrementar el morbo de la gente. Gran parte de estos materiales que circulan por internet (salvo los de medios debidamente acreditados), carecen de rigor y tratamiento serio de la información. Desafortunadamente son los que más consultan niños y adolescentes.

Hay también un derecho al tratamiento de imágenes que debe ser respetado, es decir: las personas tomadas por una cámara deberían dar su consentimiento para circular por todos los medios. Esto resulta especialmente significativo en el caso de padres que suben imágenes de sus hijos en Youtube con el fin de alcanzar ratings notables, incluso si dicha imagen lo degrada o contribuye a ser burla de una mayoría.

Por motivos comerciales, políticos y sociales, la imagen violenta no tendrá fin ni en los medios clásicos ni en los nuevos medios, porque la imagen en sí  misma vive una euforia sin precedentes. Incluso tiende a incrementar su crudeza porque dentro de los circuitos comerciales importa contar con mecanismos para retener a su víctima.

Si la violencia no se puede detener, ¿qué puede entonces hacerse? Algo esperanzador deriva de la formación neuronal de quienes a diario ven imágenes violentas, en  México, casi todas ellas derivadas del narcotráfico. ¿Qué pasa en las mentes de quienes constantemente se exponen a tal tipo de imágenes? ¿De qué manera les y nos afectan? Si bien un filme avanzaba ya sobre algunas tesis (Natural Born Killers, Stone, 1994), no se pueden hacer muchas precisiones.

Estudios notables realizados por el Consejo Científico del Audiovisual Francés refieren que cada imagen violenta observada, se va almacenando en el cerebro y que estas imágenes permanecen allí  por 30 años. Una base de datos inmensa que de alguna manera afecta a quien la transporta justamente en su mente. Sin pasar a la acción, es como llevar  un filtro. ¿Es esto lo que hace a una sociedad más violenta? ¿Son esas imágenes las que llevan a cometer crímenes a los más jóvenes? Como se señaló anteriormente, no podría existir ni una sola causa ni una sola explicación sino un conjunto de factores interrelacionandos.

Las neurociencias señalan que las neuronas de los jóvenes detienen su crecimiento a los 18 años. Después de esa edad para mantener una expansión adecuada de las mismas, hace falta establecer contacto con un mundo altamente gratificante y formativo como lo es la música clásica, la novela y la poesía, la pintura, la danza o cualquier expresión artística o científica. Las neuronas largas son las encargadas de formar estos extendidos filamentos cerebrales que se entretejen unos con otros y que permiten a la persona proyectar, prever, planear, innovar. Es raíz, entonces, de la creatividad.

Cuando los sistemas sociales, educativos y familiares no permiten que estos tejidos sigan creciendo, la neurona cerebral se queda muy corta. Entonces hay una gran habilidad motriz, una gran capacidad para responder rápidamente, para ver imágenes a gran velocidad y grabarlas en el fondo de la memoria, pero no hay elementos para cuestionarlas y neutralizarlas. Aquí radica preocupante porque podría convertirse hoy en el único antídoto para reducir los niveles de violencia.

¿Cuál será el futuro en México cuando los jóvenes de hoy, mañana lleguen a ocupar espacios de toma de decisión política, social y económica? Su visión, no hay duda, será corta e inmediata, pero no podrá pensar ni planear a largo plazo.

La Internet no parará; seguirá siendo de todos y desde donde todo se vale. La televisión se verá en una situación cada vez más desamparada porque a medida que los jóvenes se hagan de una computadora e Internet, la preferirán a la linealidad de las imágenes. Por tanto, la TV comercial tenderá a incrementar el discurso de la violencia como tal, pero en cuadros/segundo cada vez más cortos, y por ende con un potencial enorme para incidir en el subconsciente de los telespectadores.

¿Será la única forma de ganar audiencias de aquí a 20 años? ¿Y la educación? La educación, tan olvidada en México, seguirá siendo la única llave posible para lograr cambiar la mirada y abatir la manera como las imágenes y los medios violentos afectan a los usuarios del siglo XXI. La violencia no se detendrá. La mirada es, en este caso, la única barrera que la podría desviar.

* Investigadora. Correo electrónico: cegomo_8@hotmail.com

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