Espacios virtuales y medios informativos

Mecanismos de configuración del deseo y de la verdad

«Este estudio plantea la comunicación actual desde el manejo y la distribución del deseo, así como desde la virtualización de la imagen. Para ello nos serviremos de algunos planteamientos de Foucault sobre  las formas de poder, sus prácticas y representaciones; de Burke sobre los tres enfoques psicoanalítico, semiótico e histórico para interpretar las imágenes. Y en las categorías de ver mediático, función mediática y contenedores de memoria visual, acuñados por la autora de este estudio».

Foto: Juan Pablo Zamora / Cuartoscuro.

Por Sandra Liliana Pinzón Daza

Introducción

El presente acercamiento a las prácticas comunicativas actuales se inscribe en los estudios en torno a los medios de comunicación, particularmente en la identificación discursiva y visual del deseo y sus representaciones en el tipo de intercambios que se realizan entre los sujetos y los medios, con el fin de realizar una aproximación crítica a su incidencia y sus posibilidades. Ello porque es innegable la actual injerencia que los espacios virtuales y los medios han desarrollado no solamente a nivel tecnológico o comercial, sino en el conjunto de la vida cotidiana de los individuos. Específicamente hablar de los medios es entrar en la reflexión sobre las actuales maneras de sentir, pensar, conocer y actuar que se nos abren a partir de las más tradicionales como la televisión y prensa, hasta los espacios en la red como el chat, MySpace, Hi5 y por supuesto Facebook. Cada uno de ellos ha replanteado los comportamientos y la vida diaria de los individuos, así como su relación con su cuerpo, la imagen y estereotipo que quiere reflejarse a través de él, y con el otro, hasta el punto de cargar de sentido y de significación socializante estos espacios virtuales.

Las sociedades y las diversas culturas funcionan a través de la emergencia, reproducción y permanencia de una serie de prácticas discursivas y no discursivas (imágenes) relacionadas o susceptibles de ser tomadas como sistemas simbólicos de creencias, comportamientos y maneras de conocer.

En principio, retomando a Foucault (1970), las prácticas discursivas son un conjunto de reglas anónimas, históricas, determinadas en el tiempo y en el espacio que han definido y establecido para una época dada, las condiciones de ejercicio de una función enunciativa. Esto alude a que las prácticas discursivas y las no discursivas (en este caso las imágenes) permiten crear las formas y modos de percepción de la realidad, a partir de las posibilidades enunciativas, comunicativas y significativas de las cuales se logren cargar.

En este caso puntual, haremos referencia a la preeminencia de nuevas maneras de conocer, actuar y controlar el cuerpo y las percepciones acerca de la realidad por parte de los sujetos, sobre la base de las prácticas actuales asociadas con la virtualización del deseo y con la  imagen como verdad. De suerte que el discurso se ha ampliado hacia una suerte de potencialidad semiótica de los espacios, las prácticas y los modos de intercambio significativo en que los sujetos logran canalizar su deseo, sus interpretaciones y sus modos de actuar con el otro y con el mundo.

1. Formas de virtualización del deseo

En el caso concreto que queremos presentar, las prácticas discursivas están asociadas a nuevas dinámicas de poder sobre la vida, el cuerpo y la sexualidad, y a diferentes maneras de conocer y sentir por parte de los sujetos. Nos referimos a que tanto las prácticas discursivas y no discursivas de la virtualización del deseo, como las de la imagen como verdad, implican que nuestra época está caracterizada por estas dos formas de saber visible y enunciable, manifiestas desde diferentes discursos, así como determinadas en formas de poder, a través de las cuales se potencializa la capacidad de unos para “conducir” las acciones de los otros. Así mismo, se habla de una nueva consciencia centrada en el temor por el cuerpo, por
la aniquilación del objeto concreto y real del deseo (llámese hombre, mujer) transformado por una no singularidad que se refleja en una imagen sin identidad, sin memoria y sin compromiso.

Se plantea entonces un sujeto de conocimiento actual basado en la mediación del deseo, en la reconstrucción de un erotismo simulado y en la obtención de placer por otros medios. En términos de la virtualización del deseo, del control del cibercuerpo, suceden situaciones como si dos personas mantienen una relación digital sólida, pueden desear, celar, sufrir, gozar, excitarse, inducir placer como si se estuvieran realizando un acto realmente materializado. De suerte que una manera eficaz de influenciar en las conductas es apuntar al deseo del otro mediante el ejercicio del biopoder, que reglamenta lo que los demás deben hacer con sus cuerpos, con sus apetitos, con sus presuntos placeres.

La desaparición del cuerpo detrás del sexo virtual, surge en el siglo XX, en el marco de la  proliferación mediática y digital; la aparición del virus del sida; el desarrollo de la biotecnología. Son estos los aspectos referenciales que dan lugar a otras maneras de goce, a otros modos de conocimiento del cuerpo y de sus posibilidades de acceder sin un objeto pleno, sin el temor de contagios, de rechazos o de frustraciones. La sexualidad es ahora una manera más de extensión del cuerpo en una máquina, en una representación simbólica de sujetos posibles en espacios virtuales de intercambio y de satisfacción individual o interpersonal. En la época actual se refuerza la idea de Deleuze sobre que el deseo en sí mismo no tiene objeto, simplemente desea. Eso sucede en los espacios de Facebook, en los portales de pornografía y en los nuevos contactos de Messenger que permiten el acceso a nuevos usuarios y a nuevas comunidades. Es la idea de un acceso directo y sin compromisos, es gozar sin el cuerpo, y desear sin tocar ni poseer; no hay compromisos, no hay riesgos, es el goce por el goce, sin importar si del otro lado se es correspondido, es la voz que anima y proporciona placer, son palabras sugestivas que no se corporizan, sino que se vuelven detonantes, significantes vacíos que se llenan en múltiples intercambios y prácticas simbólicas de placer virtual. A pesar de la idea de un goce sin cuerpo, de un deseo no concreto en un él o ella, cuando se quiere ejercer dominio sobre los cuerpos o la vida de las poblaciones, se codifica el deseo, se le da una representación. Esto se ofrece en la publicidad, en donde encontramos simbolizado el ideal de belleza, de masculinidad, de feminidad, de poder y de éxito en un sujeto.

Lo anterior permite advertir que la sexualidad ha sido gestada desde el poder real simbólico y social, no porque la finalidad de los poderosos haya sido acrecentar el deseo de los domesticados, con el fin de permitirles conocer, reconocer y disfrutar de su cuerpo y el cuerpo del otro, sino porque el control incentiva el deseo. En tal sentido, es posible advertir en los espacios virtuales y en las prácticas con las últimas tecnologías que subsiste la aparente gratuidad de exponer imágenes y discursos privados sin garantías de encontrar eco. Lo cual da lugar a la identificación de  la soledad e individualidad actuales, como formas de control social, de dominio simbólico y de inmersión en una realidad alternativa, en aparentes grupos que se unen y desvanecen con la misma facilidad con la cual se enciende y apaga un equipo. Con todo, la sensación de los sujetos que permanecen largas horas al frente de una pantalla, es la de una infinita socialización, un intercambio de deseo que aunque no se corresponda, permite que el cuerpo tenga en la máquina una extensión y en el otro una posibilidad, es una simulación de placeres y de goces continuos. Un grito en el desierto o en la multitud virtual, una llamada de atención, una señal de vida que gratifica por el sólo hecho de ser emitida imaginando que alguien la acaricie aunque sea con la mirada.

Siguiendo a Gilles Deleuze (1994), el deseo, de manera explícita en nuestra época, es entonces una producción social, ya que determina un control sobre el cuerpo, sus prácticas y posibilidades de extensión a través de las máquinas y espacios de interacción posible. No son los sujetos los reales dueños de su cuerpo, de su deseo y de sus posibilidades de placer, todo está bajo el dominio de los sistemas de representación impuestos por las sociedades y por las estructuras de poder, propios de cada época. Es la dinámica que se origina por el juego de represiones y permisiones, a partir de la cual el deseo es codificado por el poder (real o simbólico en el caso de la política, la publicidad y los medios) y significa que quienes ejercen poder buscan “interpretar” el deseo de aquellos sobre los que ejercen hegemonía. En otras palabras, tanto los medios, como la política y en especial la publicidad como agentes reproductores de poder real y simbólico, y adicionalmente como instituciones que establecen niveles de verdad, logran configurar una serie de representaciones a los sujetos y a las sociedades, para que de manera consciente se reproduzcan en las prácticas discursivas y no discursivas imperantes. Todo ello gracias a que este tipo de representaciones impuestas que circulan en los entramados humanos de cada época, y con gran énfasis en estos tiempos de mediatización y marketing, se fundamentan en la imagen, la verdad y el deseo, como unidades de conocimiento, de saber y de manejo deliberado de sí mismo y del otro.

Como consecuencia, la virtualización del deseo, el discurso de placer simulado en una máquina, se construye a partir de un poder ser uno, otro o muchos. El sujeto actual está frente a la posibilidad de crear sus espacios, sus prácticas y sus conductas, así como dirigir las de los otros, gracias a los ciberespacios y a los recursos tecnológicos que le permiten esconder o sobredimensionar su condición de ser concreto, por un ser posible, múltiple. Así mismo, las formas de control sobre la sexualidad del otro actualmente se enriquecen con las últimas tendencias en el orden sexual, por lo menos en Colombia, referidas a la posibilidad de mantener relaciones sexuales intercambiando parejas en los denominados bares swinger, a los cuales se asiste voluntariamente con el firme conocimiento de lo que allí se propone: compartir, o mejor intercambiar durante toda la noche tu pareja con las de otras y otros.

Tanto la virtualización del deseo, es decir el desplazamiento de la sexualidad real a un tipo de prácticas mediadas por una máquina o una voz (espacios en Internet o líneas calientes), como el sentido verdad que se logra al mostrar, al construir con la imagen argumentos de realidad, son formas actuales tanto de poder como de reconocimiento de una conciencia individual y colectiva, enmarcada en una construcción de sentido, de significación y de configuración de discursos epocales que reflejan las prácticas y dinámicas de los sujetos actuales. En términos concretos, el cuerpo se ha convertido en una extensión de la máquina y no en sentido contrario como históricamente se conoce. Es decir encuentro mi placer a través de una máquina que hace las veces de un cuerpo, cuya imagen me cautiva y logra un sentido de sexualidad transformado.

2. La imagen como verdad

La imagen ha obedecido a múltiples usos entre los cuales sobresale el adoctrinamiento, la manipulación de la voluntad, el reconocimiento de un poder real, simbólico o divinizado y hasta el manejo del pensamiento y de la conducta de los sujetos y de las sociedades. No en vano la iglesia utilizó las imágenes para reforzar su poder y los militares y líderes políticos se sirvieron de ella para mostrar su poder y generar respeto; así mismo, los artistas (pintores y escultores) hicieron de las imágenes una forma de crear y representar aspectos u objetos de la realidad, con cierto nivel de imaginación y de conocimiento de la técnica. La imagen entonces ha estado relacionada con la vida religiosa, mágica, política, histórica, artística, cultural y social de los individuos y de los diferentes grupos humanos a pequeña o gran escala, dependiendo de sus necesidades y de sus avances técnicos y tecnológicos.

Importante también tener en cuenta la categoría de imaginario social, trabajada por Esther Díaz (1996) ya que resulta útil al interpretar los fenómenos sociales, no solamente en su perspectiva política o económica, sino en el ámbito de las imágenes como un componente de lo simbólico y sus manifestaciones. Es así como lo vamos a entender en tanto una compleja red de relaciones entre discursos y prácticas sociales, esto refiere a la manera como las asociaciones, comparaciones y niveles de sentido en el ámbito social, están determinadas por la interacción entre los sujetos y los modos de representación de la realidad en las diferentes épocas.  Particularmente, las imágenes se constituyen en flujos de sentido que crean, imponen y reproducen formas de conocimiento, de comportamientos y de necesidades colectivas. De ello se sigue que son una serie de ideas regulativas que  no existen en la realidad material, pero que no obstante, existen en la imaginación individual y en el imaginario colectivo, produciendo materialidad, es decir, efectos en la realidad, gracias a que se activan bajo cualquier tipo de representación, reconocida entre los sujetos y asimilable a los referentes que circulan significativamente en el entramado social. Es evidente entonces que la materialidad del dispositivo imaginario, en este caso concreto de las imágenes y de otras formas de goce, reside en los efectos que logra sobre la realidad, ya que amplía el potencial de sentido entre los sujetos y el mundo, y adquiere múltiples y variadas maneras de interacción simbólica.

Sin embargo, las imágenes como condicionantes del imaginario social, no suscitan uniformidad de conductas, lo que hacen es señalar tendencias y reflejar, casi como en un espejo, las situaciones conflictivas, ideales y necesarias para los individuos. En este aspecto se sintetiza el poder actual para imponer verdades a partir de las imágenes, ya que ellas son fácilmente asimilables, sugestivas y son portadoras de una enorme eficacia simbólica útil en el ámbito que se requiera. Las imágenes tienen un componente adicional, y es la inmediatez, la simultaneidad y la gran descarga de información que ofrecen en un instante. Es por ello que las imágenes permiten afirmar que el sujeto de una época histórica no es la suma de sus individuos, sino el imaginario social  de lo que significa ser sujeto para esa época determinada. Actualmente podemos afirmar que los individuos son creaciones mutantes que se corporizan en un producto, en un líder, en un ideal colectivo o incluso en un programa televisivo que adquiera el estatus de realidad social compartida.

Se puede decir entonces que una de las características más importantes del imaginario actual es, justamente, un profundo cambio en la administración de la verdad.  No porque la ciencia no siga generando lo que se acepta como verdad, sino porque la ciencia –hoy– necesita otra instancia para convalidar sus verdades. Esa instancia está dada por los medios masivos de comunicación, los cuales, paradójicamente, son ciencia aplicada. La ilusión de transparencia informativa unida a la seducción estética de los medios audiovisuales, logran lo que antes lograban específicamente los santos o los sabios: confiabilidad. Si se ve a través de la pantalla, entonces debe ser verdad. Y no sólo la verdad es confirmada por los medios: la realidad misma depende de ellos. Si algo no fue registrado por los medios, no es real. A ellos hay que agregar los que llamaré medios intensivos de comunicación que son los relacionados más íntimamente con la informática, como las tarjetas magnéticas, las computadoras, la internet y todas las excelencias comunicativas de última generación. Estamos en la sociedad del espectáculo. Pero nunca como ahora, lo audiovisual estuvo potenciado por la electrónica. No se trata por cierto de un mero cambio cuantitativo, sino también-y fundamentalmente- cualitativo. Los medios se convierten en fin (en finalidad) independientemente de que, al mismo tiempo transmitan mensajes unificadores e impactantes con tintes de verdad.

En tal sentido y siguiendo los planteamientos de Michel Foucault (1980), cabe agregar que cada época determina los modos de conocimiento y las prácticas de saber e interactuar de los individuos. El saber para Foucault está constituido por dos formas: el ver y el decir. Existe interacción porque “vemos” las cosas con relación a como las nombramos, y las “nombramos” de acuerdo con como las vemos. Dicho de otro modo, nuestra manera
de conocer hace que las cosas se conviertan en objetos. Pero en distintas épocas históricas se ve de distintas maneras y se dicen diferentes cosas ante referentes que, en sí mismos, permanecen iguales. Este es el caso de la política, la publicidad y el entretenimiento, los cuales están enmarcados en ejercicios de poder, control y manipulación de las formas de actuar, pensar y conocer de los sujetos. En la concepción foucaultiana, no hay saber que se sostenga si no está avalado por algún dispositivo de poder, es esta la relación entre los medios y la política, entre los medios y la religión y entre
los medios y el conocimiento y manejo del deseo de los sujetos, a través de las imágenes y su potencialidad virtual actual.

Resulta interesante entonces la pregunta por el momento en que unas imágenes comienzan a relegar a las otras, y cómo de esta manera las representaciones mentales se transforman, así como los comportamientos y la forma de interacción social, de acuerdo con las estructuras de poder, y las mismas necesidades colectivas. Otro de los interrogantes proviene de si las imágenes responden a un proceso psicológico o mágico, o si son construcciones culturales que históricamente requiere una sociedad para establecerse como tal. Para realizar un acercamiento a posibles respuestas o conjeturas interpretativas, es preciso recurrir a autores como Foucault, Deleuze y Peter Burke, quienes logran una lectura de las sociedades a partir de la manera como los diferentes modos de representación de los sujetos en su posición ideológica, sexual y simbólica, hacen que la imagen se constituya en una herramienta de poder entre los sujetos o entre instituciones en una misma sociedad.

Se plantea una interpretación de la relación entre la razón y la imagen, lo objetivo –lo que es compartido por todos en el conocimiento, lo comunicable– y lo subjetivo aquello que en el conocimiento es producto de la singularidad de quien conoce. Las vías de análisis son dos: la primera examina de qué manera las nuevas tecnologías subvierten el ideal de verdad propio de la ciencia, al producir un segundo status de realidad (la de los medios de comunicación y las tecnologías de realidad virtual) que construyen sentidos tanto o más poderosos que los del conocimiento racional. La verdad que cabe a la relación de representación entre la imagen y la realidad es reemplazada en el vínculo entre los medios y las audiencias, que se plasma, más que en la verdad de la representación, en la confianza, la credibilidad y la autenticidad. Los medios son constructores de imágenes o representaciones. Y es posible conocer e investigar de qué tipo de representaciones se trata y cuáles son sus modos de producción. Se inscriben bajo esta pauta todos los shows de la realidad (reality shows) cuyo éxito reside en hacer que lo real se vuelva aún más real, amplificado por el ojo de la televisión. Esta televisión-verdad apunta a promover las emociones que desencadenan las trasmisiones en directo.

En cuanto a la imagen como verdad, la institución que organiza, establece y reproduce su potencial regulativo y enunciativo son los medios. En ellos cada día y con más frecuencia, nos encontramos con imágenes escabrosas, amarillistas y sensacionalistas que ganan en veracidad, en objetividad y en versión única sobre cómo se debe leer la realidad. Otro caso particular es el enorme auge de los realities gracias a los cuales terminamos involucrados en la vida y en las prácticas discursivas y no discursivas que se nos imponen. Estas grandes instituciones: la WEB, la publicidad y los medios, permiten identificar a los sujetos y a nuestra época desde unos ejes temáticos del saber, del conocer, del poder y de la sexualidad, basados en una reformulación hermenéutica fundamentada en el análisis e identificación de las condiciones de posibilidad de la verdad en las prácticas discursivas propuestas. Se habla entonces de espacios en la red, de comunidades virtuales, de imágenes de última hora en exclusiva, de operativos de rescate, de enfrentamientos y de todo aquello que permita configurar una suerte de eficacia simbólica cifrada en las imágenes, en la cual no haya tiempo para pensar, para criticar o para construir un discurso que cuestione y que amplíe las posibilidades. Cada día surge un evento, un hecho que sirve para desviar la atención, para mantenernos ocupados, para creer que ver es saber y que quien muestra tiene en sus manos el poder de la verdad.
Los medios masivos de comunicación intervienen en las ideas regulativas de las conductas y saberes de nuestro tiempo y obviamente en la formación de subjetividades. Un caso paradigmático de construcción social de sujetos y de objetos de conocimiento, a partir de los dispositivos discursivos y
no discursivos, es la representación de terrorista, tan en boga en los discursos políticos de América Latina, bajo el cual se ha logrado construir una clase de sujeto por fuera del lo legal, alejado del orden natural de los sistemas religiosos, políticos y sociales. Es aquel significante vacío que logra llenar- se de valores y de flujos de sentido en tanto se asocia con acciones prohibidas, con sucesos perversos o con ataques a otros o a diferentes estamentos de la sociedad. Es una noción y a la vez una imagen, gestada como estrategia de control, de ordenamiento y de dominación de las conductas y formas de pensar de los sujetos.

La verdad, siguiendo los planteamientos de Esther Díaz (2007) es un invento muy conveniente para vivir en sociedad, ya que fija procedimientos para la socialización, es eficaz para la interacción, es manejada y supervisada por los diversos aparatos de poder que conforman la sociedad. De suerte que la imagen se constituye, en los tiempos actuales, en la manera de controlar las percepciones sobre la verdad, sobre las lecturas y reproducciones de lo real y en la significación colectiva por excelencia de creencias, prácticas y posteriores discursos que al reproducirse ganan en eficacia simbólica, y se establecen en las estructuras axiológicas de los sistemas políticos vigentes. En el caso de algunos países latinoamericanos como Venezuela, Argentina y Colombia, la verdad sobre los hechos que hacen permanecer Estados dictatoriales o naciones formadas en regímenes por sucesiones simbólicas, se crean y fortalecen por la reiterada utilización y presencia en los medios de objetos, acciones y sujetos asociados con sus prácticas. Esto es evidente tanto en medios escritos como en medios televisivos, aunque se produce un mayor efecto en las imágenes televisivas, las cuales al mezclarse con sonidos, colores y espacios propicios adquieren una mayor recordación y afianzan las percepciones sobre lo real.
Otro abordaje en este estudio permite revisar las perspectivas de análisis de la imagen propuestas por Peter Burke (2005), a partir de tres enfoques.

En primer lugar el del psicoanálisis (símbolos y asociaciones inconscientes, deseos colectivos e individuales), posteriormente el estructuralista o semiótico (sistemas de signos, relaciones y comparaciones entre un signo y otro) y finalmente el enfoque de la historia social del arte (repercusiones de las imágenes en la sociedad, normas o convenciones que rigen la percepción e interpretación de las imágenes en una cultura). A continuación entenderemos las tres perspectivas de estudio de las imágenes actualmente en los ámbitos político, religioso, publicitario y mediático. La primera de ellas alude a la manera como las imágenes pueden ser interpretadas y analizadas a la luz de sus orígenes individuales y sociales, así como a las repercusiones que ellas brindan en la construcción de las formas de representación colectivas en torno al deseo, a lo necesario y a lo verda-dero. En este plano se ubican las imágenes referidas a la política, en el caso particular de los líderes mediáticos; a la religión  en la definición de los poderes y alcances de las figuras de cualquier culto o doctrina; a la publicidad a partir de los ideales de hombres y mujeres en sus tipos físicos y en sus potencia-
lidades sociales y sexuales; y finalmente a los medios informativos,  quienes determinan la carga ideológica y moral de los hechos a partir de los cuales se quieren construir formas y dinámicas de control sobre las conductas y el pensamiento de los sujetos. Este tipo de perspectiva hace de la imagen una red de significantes y representaciones que llegan directamente al inconsciente de los sujetos con el fin de configurar flujos de sentido, infinitos y múltiples. De manera que la imagen, desde un acercamiento psicoanalítico, reconstruye al sujeto en su accionar, en su apropiación de la realidad y en las posibilidades de conocimiento del mundo.

En segundo lugar, la perspectiva semiótica permite un estudio interpretativo en torno a las imágenes como estructuras de signos que interactúan formando niveles asociativos y de relaciones simbólicas en un entramado social. Este es el caso de nociones que adquieren cuerpo y que se refuerzan en los diferentes ámbitos. Un ejemplo es lo bueno y lo malo, categorías que en el caso de la política son herramientas que justifican los comportamientos bélicos, raciales, dictatoriales; en lo religioso obligan a conductas que se asimilen a los ideales de comportamientos reflejados en las imágenes, o en lo peligroso de caer en conductas impúdicas que se castigan con el infierno (imagen también construida como el cielo); en cuanto a la publicidad, estas nociones son representadas por los estereotipos que circulan y que promulgan la idea de ser aceptados si se tiene o rechazado si se carece de los objetos que en ella se imponen como necesarios y útiles. Lo anterior logra elaborar un mundo posible, una semiosfera (en términos de Lotman:) en la cual se crean signos y se producen sentidos en torno a ellos, dependiendo del efecto que quiera lograrse. En los medios, las imágenes adquieren una carga de realidad respecto a quiénes deben ser considerados buenos (por estar dentro del orden establecido) y quiénes deben ser estigmatizados como malos (por terroristas, delincuentes o comunistas). Unos y otros ámbitos se refuerzan y hacen de las imágenes normas o directrices de comportamiento y de conocimiento.

La tercera perspectiva alude a la diversas maneras en que las imágenes pueden ser percibidas e interpretadas por los sujetos en una cultura, es decir cómo ellas logran constituirse en  testimonios de una época, del funcionamiento social de los sujetos y de las dinámicas propias de los diferentes momentos históricos y sus intereses particulares. Aquí corresponde tener en cuenta las repercusiones de las imágenes en tanto documentos históricos o referentes para leer la historia social de los pueblos y de las diferentes colectividades humanas. Es así como podemos determinar diferencias entre las categorías de lo bello, lo estético, lo creíble, lo verdadero, teniendo en cuenta las diferentes representaciones en las imágenes de cada época, de acuerdo con las convenciones sociales impuestas y las necesidades históricas de los sujetos. Es decir, mientras en las dos anteriores perspectivas respectivamente se aludía a las imágenes y sus desencadenantes en los sujetos, así como a  las imágenes en tanto sistemas y redes de signos, en esta última perspectiva se reconocen las disposiciones y condicionantes que cada época brinda para controlar el valor, circulación y carga significativa de las imágenes. De suerte que haciendo referencia a la época actual, las imágenes están controladas en su configuración, funcionamiento y efectos por los líderes políticos, religiosos, publicitarios y mediáticos. La preeminencia de la imagen es la posibilidad de su establecimiento como verdad, las imágenes ofrecen información inmediata, veraz y suficiente para mantener ocupadas a las audiencias. De igual manera, las imágenes se han constituido en una extensión del cuerpo y del deseo de los sujetos. La virtualidad hace que las imágenes adquieran mayor rapidez y que lleguen a un mayor número de personas  en un tiempo más reducido.

Según Burke (2005), el estudio sobre las imágenes supone que no son un reflejo de una determinada realidad social ni un sistema de signos carentes de relación con la realidad social, sino que ocupan múltiples posiciones intermedias entre ambos extremos. Lo cual permite determinar que las imágenes se constituyen en testimonio de las formas estereotipadas y cambiantes en que un individuo o un grupo de individuos ven el mundo social, incluso el mundo de su imaginación, en una época concreta. Se consolidan entonces las imágenes como documentos históricos, como parte de la memoria colectiva que permite una lectura, descripción y reconstrucción de las diferentes prácticas de los sujetos y de las formas de pensar y actuar de cada momento histórico. Pueden incluso dar testimonio de las costumbres, dinámicas y transformaciones operadas en las estructuras políticas, culturas y sociales, gracias a la presencia o ausencia de referencias, sujetos e incluso a la manera como se representan los hechos, vivencias o situaciones.

En la realidad actual, el tipo de imágenes y de funcionamiento propio con las imágenes, tiene que ver con la evidente transformación en la noción de verdad y en el manejo y control sobre  el cuerpo y el deseo de los sujetos, operado en ocasiones por los medios, gracias a la mediatización. En este caso la palabra “mediatizar”, como lo propone Esther Díaz (1996), reviste dos sentidos que convergen. Por un lado, lo real se mediatiza porque se llega al cuerpo del otro sin poseerlo ni dejarse poseer, como en el caso puntual de la virtualización del deseo, como bien lo plantea Deleuze (1989), el deseo se acrecienta si mi objeto no está a mi alcance, de suerte que cuando lo está, disminuye o desaparece mi deseo. Lo anterior pone en evidencia que las formas de contacto pueden establecerse por medio de líneas telefónicas, de avisos periodísticos, de audiciones radiales, de computadoras, de miradas o de contactos físicos superficiales y sin futuro. Y por otro lado se mediatiza lo real porque se accede al cuerpo del otro siguiendo el modelo ofrecido por los medios masivos de comunicación, en este caso se alude a los niveles de verdad depositados en las imágenes y a la forma como adquieren estatus de objetividad, de información y de única verdad sobre los hechos o sujetos que se muestran. En términos publicitarios se hace referencia a los estereotipos y a los modos de vida que se muestran y se imponen como necesarios y socialmente aceptados; en cuanto al ámbito mediático, un ejemplo como los informativos los cuales a través de las noticias presentadas como verdades, siempre moldeadas y siempre convenientes, logran mantener a las audiencias cautivas y a los sistemas políticos estables y establecidos con niveles de popularidad siempre altos.

De manera que reinterpretando la primera perspectiva, ésta puede denominarse mediación distanciante, ya que a través de ella los sujetos eliminan cualquier contacto, cualquier compromiso y cualquier posibilidad de contagio o de realización concreta del deseo, eso permite que permanezca el deseo y que se perfeccionen las herramientas tecnológicas (cámaras, micrófonos), aumentando así los espacios que ofrecen servicios de contacto o de interacción virtual. La segunda mediación estructurante, responde a los modos de elaboración, reproducción e imposición de las nociones de verdad a través de las imágenes, en donde caben espacios informativos, realities y las informaciones de última hora o en exclusiva que ofrecen los informativos. Cualquiera sea el tipo de mediación o mediatización, las imágenes siempre han jugado y continuarán jugando un papel preponderante en las prácticas discursivas y no discursivas, ya que en las primeras se construyen las categorías, nociones y parámetros que posteriormente serán reforzadas y sustentadas por las representaciones y configuraciones simbólicas, propias de las prácticas de saber, conocer y representar de cada época.

Por otra parte, las imágenes se analizan como un testimonio del ordenamiento social y de las formas de pensar y ver las cosas, ya que dan acceso no ya directamente al mundo social, sino más bien a las visiones de ese mundo, propias de una época. En la actualidad tienen una marcada eficacia simbólica en la construcción de líderes políticos, en la reproducción de comportamientos y en el control de las formas de pensar y actuar de los sujetos, ya sea en el ámbito político, publicitario o mediático. Las imágenes adquieren su funcionalidad, en tanto ocupan el lugar de lo verdadero, lo que se ve; lo que se muestra es lo verdadero, es aquello que todos debemos creer y reproducir para reforzar su estatuto de verdad única.

En consecuencia, en la actualidad el manejo de las imágenes en un ámbito de representación de la realidad, permite plantear que no hay por tanto diferencias, sino tal vez puramente nominales, entre un noticiero y un reality, de hecho cabe la categoría de un realiticiero, es decir una puesta en escena de hechos que debemos tomar como verdad absoluta. Pero, ¿cuál es el fin de jugar con las imágenes como herramientas para imponer verdades? La eficacia simbólica, ideológica y psicológica de las imágenes, la cual da lugar a unas maneras diversas y veladas de control social, de reproducción de ideales colectivos, de maneras de conocer el mundo y expresarse sobre él. Ello es evidente en las prácticas políticas de marketing, que realizan los líderes actuales, a través de un manejo mediático de los tiempos y las vidas de los sujetos. Se siente la presencia del gran otro, del que observa, vigila y castiga, o simplemente de quien se ha constituido en una presencia obligada porque escucha, es cercano y atiende las necesidades más sentidas del pueblo. Es la síntesis de una práctica política inmersa en los juegos de la publicidad, del mostrar y vender, del crear una figura que cumpla los deseos de los electores y que diariamente alimente la necesidad de su presencia y de su capacidad de convocar y hacer creíble cualquier hecho. Son líderes mediáticos, son gobernantes de medios que compiten con nuevos productos, que dan lugar a un deseo colectivo condensado en un sujeto, en un significante vacío que adquiere valores de uso y de cambio.

También la imagen adquiere el estatus de verdad por su inmediatez, por la contundencia del impacto y porque está cargada de secuencias, sonidos, planos y voces que construyen todo un espacio de significación. En la publicidad, los ideales y estereotipos son los sujetos que nos muestran; los beneficios son los que se observan en el modelo o en los testimonios que acompañan al producto y la verdad es ese encuentro entre mis necesidades, deseos e ilusiones y las imágenes que se refuerzan con asociaciones, sugerencias y comparaciones en un plano de lo potencialmente real. Se muestra lo que se requiere que se crea, lo que es pertinente para mantener el statu quo propio de las actuales maneras de ver, conocer y expresar la realidad. En la actualidad las sociedades son mediáticas, son flujos de información y de sentidos múltiples que permean los imaginarios colectivos e imponen modos de interacción y de representación de lo cotidiano. La imagen ha ganado un estatuto de verdad. Lo que se muestra es lo verdadero: el liberado, el terrorista, el líder, la víctima y el hijo de la violencia, todos son reales porque son construidos, reproducidos e impuestos por los medios. Si se requiere su existencia, se configura su presencia en los medios y se logra, con la reiteración, un nivel de sugestión colectiva tal, que no puede negarse, que no cabe un hilo de duda sobre lo ocurrido.

Sin embargo la imagen, en su potencialidad real, es el origen de interesantes acercamientos, de análisis críticos que hacen unos pocos acerca de a quién le conviene que veamos algunas imágenes y otras no, a quién le interesa tapar con una imagen otras imágenes, quién logra jugar con la memoria frágil de las audiencias, para quienes el pasado y el presente se mezclan en imágenes yuxtapuestas, en sensaciones visuales de fácil asimilación, pero de corta duración en la memoria. Todas estas son formas de reproducción de poder mediático, modos  de dominación a través de las imágenes
y estrategias de control social. Lo que vemos es lo real, como lo muestran es como sucedió. Es tal la dependencia respecto de las imágenes que podemos comparar el poder y la carga ideológica de las imágenes en esta época con las estampas religiosas, con las pinturas de líderes políticos o con los inicios visuales de la publicidad en términos de eficacia simbólica, de nivel de sugestión, de potencial de sentido. Solamente ha cambiado la época y las posibilidades técnicas para producir imágenes, el deseo, la necesidad y el capital simbólico, continúan siendo los ejes orientadores de lo visual.

En tanto sistemas y prácticas de conocimiento actuales, el ciberespacio y los diferentes lugares de encuentro de los sujetos en el ámbito virtual, así como la publicidad y los medios de comunicación, se han posicionado como dispositivos de orientación reproducción y reconfiguración de saberes, necesidades e intereses de los sujetos en sus prácticas cotidianas.  De la misma manera reorientan la configuración de las sociedades generando esquemas de poder y sistemas formales de saber, en los cuales se encuentran inmersos los sujetos y a partir de los cuales se realizan diferenciaciones entre ámbitos de una misma sociedad, entre países y entre diferentes culturas. De manera que si en el siglo XVI la locura se constituyó en un episteme que logró configurar la producción de diferentes discursos desde diferentes disciplinas (medicina, religión, ética, arte), podemos realizar una hipótesis que consistirá en entender que en este momento y por un tiempo más, el deseo virtualizado podrá estar encapsulado igual en un messenger, en un chat o en una página de pornografía, así como en las disposiciones que sobre las categorías y objetos de deseo establece la publicidad.

Asistimos a un momento de la humanidad en donde la forma en que los sujetos conocen, está condicionada por prácticas discursivas de virtualización del deseo y de sobredimensionamiento de la imagen. Esto quiere decir que un eje temático como la sexualidad está impuesta, controlada y orientada por la publicidad quien muestra, sugiere o construye los paradigmas y objetos del deseo, así como por la apertura a un tipo de placer adquirido gracias a las páginas, portales o comunidades virtuales. Es en estos espacios donde los sujetos adquieren con mayor inmediatez la concreción del deseo, un grado alto de potenciación del placer y logran ser sujetos deseados. Se puede plantear entonces de esta forma una idea de sexualidad mediatizada, gracias al planteamiento de Deleuze (1989) sobre el Homo virtuales, lo cual ha dado origen a una transformación evidente de las representaciones del deseo.

A partir de esa amalgama entre el deseo y el temor surge una nueva figura epocal: el rechazo de lo real. No se trata evidentemente de que los sujetos, en forma individual, nunca hayan rechazado la realidad. Se trata de la socialización de ese rechazo. El rechazo de lo social se globaliza. Se instauran prácticas y discursos que constituyen imaginarios sociales respecto de la conveniencia de que el otro se mantenga a distancia. Si lo real incomoda, hay que liberarse, pero no trágicamente, sino de quien, equipado con un programa de realidad virtual, hace el amor con una computadora o a través de ella. En este caso la palabra “mediatizar” reviste dos sentidos que convergen. Por un lado, lo real se mediatiza porque se llega al cuerpo del otro sin poseerlo ni dejarse poseer. El contacto se establece por medio de líneas telefónicas, de avisos periodísticos, de audiciones radiales, de computadoras, de miradas o de contactos físicos superficiales y sin futuro. Y por otro lado se mediatiza lo real porque se accede al cuerpo del otro siguiendo
el modelo ofrecido por los medios masivos de comunicación. La primera puede denominarse mediación distanciante y a la segunda mediación estructurante. Lo real se borra en beneficio de la representación. Para una generación acostumbrada a digerirlo todo a través de mediaciones, resulta natural tomar distancia de la insoportable inmediatez de lo real. Importa más el símbolo de la ausencia que la presencia.

Se pueden implementar una serie de categorías para entender la construcción del deseo de manera virtual y la percepción de las imágenes como el nivel de verdad necesario para configurar pensamientos y comportamientos colectivos. Las categorías de ver mediático, función mediática y contenedores de memoria visual, se construyen como unidades de análisis de la interacción entre los sujetos y las imágenes, en los diferentes  procesos semióticos y visuales que tengan lugar dentro de una sociedad bien sea en presencia o en potencial presencia. Inicialmente el ver mediático responde a los condicionamientos sociales, culturales, morales e históricos que acompañan a los sujetos en sus intercambios con el deseo concebido por la virtualidad y con las imágenes. Esto quiere decir que existen una serie de criterios impuestos por el colectivo social para hacer uso e intercambiar con las manifestaciones del deseo individual y las dinámicas mediáticas propias de cada época. Esta forma de ver, de interpretar y de conceptualizar por parte de los sujetos, se basa en los requerimientos propios de los saberes, de los conocimientos y de las formas de control que circulan y se deben reproducir en un sistema social.

En cuanto a la noción de función mediática, esta responde a los usos y posibilidades que se pueden lograr con las imágenes y con el control del deseo de los sujetos. En la actualidad, las formas de deseo virtualizado permiten un mayor acceso a portales, a conductas y al tiempo establecido por los sujetos para interactuar en los diferentes niveles de la red. En espacios como el Facebook o el Messenger, los sujetos muestran, se exhiben, sugieren y abren la posibilidad de desear y ser deseados, incluso por personas potencialmente desconocidas. Es la globalización de la imagen, es un alcance inusitado de la presencia de los sujetos en diferentes espacios al mismo tiempo, es un consumo constante, inmediato y fugaz entre los sujetos que produce placer por su falta de compromiso, por su capacidad infinita de intercambios y porque en parte es un juego de roles, de identidades y de comportamientos de dos o más sujeto-objetos deseantes y deseados.

Haciendo referencia a la noción de contenedores de memoria visual, estos se entienden como unidades que sirven para orientar a los consumidores de imágenes, para reforzar el impacto de éstas y para producir una mayor recordación, ya sea esta por asociación, exageración, reiterada presencia o acompañamiento con otros elementos auditivos tanto en el caso de la política, como en el de la publicidad y los medios. En ellos se manifiestan las prácticas discursivas que nos bombardean diariamente, relacionadas con la necesidad de una vida fácil, con los estilos de vida que se vuelven estereotipos y con la estética consagrada por lo que entra por los ojos: la imagen como verdad, la imagen como deseo, la imagen como el único conocimiento posible de los sujetos y la imagen como controladora y orientadora de las conductas humanas. De la misma manera, si comparamos la modernidad con nuestra historia reciente, resulta posible hablar de un tipo de temporalidad diferente, manejada por la inmediatez y por la simultaneidad, por lo efímero y lo atemporal.

3. Conclusiones

En consecuencia es posible plantear la construcción de la verdad a partir de su relación con el poder y con su concreción en los imaginarios sociales. Un ejemplo concreto lo tenemos al reflexionar sobre los espacios virtuales y los medios informativos. En estos discursos observamos que la imagen ya determina en el pensamiento de quienes consumen un noticiero, un comercial o un reality la mayor carga de veracidad. Es quizá el encuentro con un plano concreto de realidad, con la posibilidad de presenciar hechos, situaciones o sencillamente tener una sensación de realidad que permite la tranquilidad de los sujetos y el establecimiento de una manipulación consensuada, abierta y sistemática.

Los sujetos manifiestan conductas, reproducen discursos y necesidades, así como constituyen saberes en torno a nuevas maneras de pensar, conocer y hablar del deseo y la imagen, gracias a las nuevas formas de sujeción, de acción sobre sí y sobre el otro. Un ejemplo de ello es la sexualidad, tomada como conjunto de prácticas y dinámicas de los sujetos, que da lugar actualmente a un sinnúmero de posiciones discursivas frente a la apertura, a otras condiciones, a otras opciones o a maneras diferentes de disfrutar y reconocer el cuerpo como territorio de placer compartido. Es el caso de discusiones actuales que tienen lugar en el discurso político (Congreso) donde se debate en este momento la ley que otorga beneficios patrimoniales a las parejas gay, discusión muy en boga en Colombia, y que permite reconocer que la sexualidad, el cuerpo y el deseo, aún son dominio de las leyes, del poder, de las ideologías y de las instituciones que orientan, determinan y limitan al sujeto en algo tan singular como sus preferencias sexuales y su posibilidad de ser para otro.

Este es tal vez un vivo ejemplo de cómo en cada época se advierten enunciados que circulan, controlan y configuran las formas de pensar y actuar de los sujetos. Frente a las posibilidades actuales que permiten los espacios virtuales y los medios como localizadores de las prácticas discursivas, sigue vigente la idea de un orden del discurso determinado por los trastocamientos, por las discontinuidades, por los procedimientos de exclusión internos y externos del discurso. Esto quiere decir que se ofrece una combinación amplia de modos de actuar y de sentir; se desplazan los mecanismos de control y de vigilancia, por un estético marco de lo necesario, lo útil y lo correcto; se imponen mecanismos de elección limitada, de organización y estructura de espacios, dinámicas y formas de representación de lo colectivo. Es así como en toda sociedad, la palabra según Foucault (1997) está controlada, seleccionada y distribuida por una suerte de procedimientos cuya función es conjurar poderes y esquivar la materialidad del discurso, podemos agregar en este caso, que gracias a las imágenes se configuran múltiples flujos de sentido y mecanismos de dominación del sujeto.

De manera que todo ello ha llevado a transformaciones en el caso de la comunicación a un enorme interés por el sujeto como marca y como testigo, haciendo de la imagen la verdad;  en el caso de los medios a encontrar en el sensacionalismo la estrategia de construcción de verdad y en el caso de los sujetos a preferir la virtualidad, el intercambio mediatizado por canales que acercan, inventan o permiten actuar sobre el otro, desde un cierto
anonimato. En consecuencia, nuestra época está condicionada por las prácticas enunciativas que circulan y se hacen verdad gracias a los imaginarios sociales. Los discursos sobre el deseo, el placer y el cuerpo encuentran la perfecta contradicción entre las restricciones y las permisiones, entre el deber ser y el poder ser. Todo lo anterior porque en su justa medida están controlados por las distintas disciplinas que establecen, imponen y reproducen los saberes desde el poder-saber y las formas lingüísticas de ese saber como la relación entre las prácticas discursivas y las no discursivas (imágenes) y el poder simbólico o real, propio de nuestra época.

Bibliografía

Baudrillard, J. (1987). “El éxtasis de la comunicación”. BAUDRILLARD et al. La postmodernidad. Barcelona : Kairós
Baudrillard J. (1978). Cultura y simulacro. Barcelona: Kairós.
Burke, P. (2005). Visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Barcelona: Editorial Crítica.
Deleuze, G. (1989).  Lógica del sentido. Barcelona : Paidós.
Deleuze, G. (1994). Mil mesetas. Capitalismo y ezquizofrenia. Valencia : Pre-textos.
Díaz, E. (1995). La filosofía de Michel Foucault. Buenos Aires: Biblos.
Díaz, E. (1996). La ciencia y el imaginario social.  Buenos Aires: Biblos.
Díaz, E. (2007). Entre la tecnociencia y el deseo. Buenos Aires: Biblos.
Durand, G. (1987).  Articulación antropológica de la imagen. Madrid: Taurus.
Foucault, M. (1980).  Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
Foucault, M. (1985).  Saber y verdad. Madrid: La Piqueta.
Foucault, M. (1970).   La arqueología del saber. México: Siglo XXI.
Heidegger, M. (1978). La época de la imagen del mundo. México: FCE.
Mcluhan, M. (1969).  La comprensión de los medios como extensiones del hombre. México: Diana.
Sartorini, G. (1989).  Homo videns. La sociedad teledirigida. México: Taurus.

Notas

Categorías planteadas por la autora en el plan de la tesis doctoral La Cognición Mediática: la representación de nuestra época desde una nueva forma de conocimiento a través de los medios. (en proceso)

 

Sandra Liliana Pinzón Daza: Docente Asociada Universidad Jorge Tadeo Lozano. Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Humanidades, Bogotá, Colombia. Licenciada en Lingüística y Literatura. Magíster en Literatura Hispanoamericana. Doctora en Ciencias Cognitivas. sandra.pinzon@utadeo.edu.co

 

¿El cuarto poder?

  • Edmund Burke fue quien, reconociendo el poder de los diarios de su época, acuñó una denominación del periodismo que algunos han malinterpretado, para aferrarse a privilegios fatuos.
  • «Vosotros sois el cuarto poder», les señalaba a los representantes de la prensa británica desde la Cámara de los Comunes.
  • «Sin embargo, con la aparición de internet y de las redes sociales, lo que estamos viviendo es que el verdadero ‘cuarto poder’ está en la opinión pública», dice Esquivel Hernández.
Foto: Tweet Up por MDGovpics @Flickr

Foto: Tweet Up por MDGovpics @Flickr

Por José Luis Esquivel Hernández

En 1689 el parlamento inglés, a través de Bill of Rights  impone definitivamente una monarquía constitucional en Inglaterra como consecuencia de su Revolución Gloriosa (1688–1689), y se asocia con Escocia en la Unión de 1707 para formar el Reino de Gran Bretaña.

Y es en esta época cuando se registra el nacimiento de Edmund Burke, escritor y político irlandés (1729-1797), quien, reconociendo el poder de los diarios de su época, acuñó una denominación del periodismo que algunos han malinterpretado, para aferrarse a privilegios fatuos.

Hijo de padre anglicano y de madre católica convertida al anglicanismo antes de su nacimiento, fue educado desde 1743 en el Trinity College de Dublín. Serio, estudioso y ambicioso, como atestiguan las cartas a su primer maestro, Shaket, conocía a los autores griegos y latinos y se interesaba ya en política, filosofía, ética y estética. Se graduó en 1748 y dos años después se dirigió a Londres para cursar leyes, sin abandonar por ello los estudios literarios.

Burke decía que de los tres estados del Parlamento, el importantístimo cuarto estado se sentaba en la galería reservada a los periodistas. «Vosotros sois el cuarto poder», les señalaba a los representantes de la prensa británica desde la Cámara de los Comunes.

El contexto de tal expresión ocurrió cuando por necesidades económicas se dedicó a la política, al ingresar en 1766 al Parlamento tras ser nombrado en 1765 secretario privado de Rockingham, primer lord del Tesoro, dando inicio a una afortunada carrera. Sus facultades oratorias y la profundidad de su pensamiento concentraron en él grandes esperanzas. Declaró que sus intervenciones estaban más bien guiadas por la humanidad, la razón y la justicia que por consideraciones legales.

Durante ese periodo se ocupó de las cuestiones coloniales norteamericanas (discursos Sobre la tasa americana, 1774, y Conciliación con las colonias, 1775); como liberal, era partidario de su independencia. Entre 1762 y 1765 se interesó por la cuestión de India.

Pero Burke seguramente se inspiró para su dicho del «cuarto poder» en Montesquieu (1689-1755) después de leer y releer De l’Esprit des Loix (El espíritu de las leyes),  originalmente publicada en forma anónima en 1748 pero que rápidamente se elevó a una posición de gran influencia. En Francia, tuvo una recepción fría tanto de los que apoyaban como de los que estaban en contra del régimen. La Iglesia Católica prohibió l’Esprit  —junto con muchos de los escritos del político francés— en 1751 y lo incluyó en el Index Librorum Prohibitorum. Sin embargo, recibió los mayores elogios del resto de Europa, especialmente de Gran Bretaña.

Donald Lutz ha descubierto que Montesquieu era la persona más comúnmente citada en temas de gobierno y política en la América británica colonial pre-revolucionaria, siendo citado por los fundadores norteamericanos más que ninguna otra fuente con excepción de la Biblia. La filosofía de Montesquieu en el sentido que «debe establecerse un gobierno de forma tal que ningún hombre tenga miedo de otro» fue un recordatorio entre algunos padres fundadores de los Estados Unidos  que reconocieron que para un cimiento libre y estable de su nuevo gobierno nacional se requería de poderes separados, claramente definidos y balanceados.

La preservación de la libertad individual va relacionada con la división de poderes, según Sartori, «[…] el concepto de libertad política tiene una connotación de resistencia. Es libertad de, porque es la libertad del y para el más débil […]. Lo que pedimos de la libertad política es la protección contra el poder arbitrario y despótico. Al señalar una situación de libertad nos referimos a una situación de protección que les permita a los gobernados oponerse al abuso de poder por parte de los gobernantes».

De acuerdo con la filosofía de Montesquieu, en todo Estado es posible encontrar tres clases de poderes: «[…] El poder legislativo, el poder ejecutivo de los asuntos que dependen del derecho de gentes y el poder ejecutivo de los que dependen del derecho civil», a este ultimo también lo denomina judicial. Mediante el poder legislativo, el príncipe o el magistrado promulga leyes transitorias o definitivas y enmienda o deroga las leyes existentes. En el caso del poder ejecutivo, éste dispone de la guerra o la paz, se ocupa de las relaciones exteriores y de establecer la seguridad publica. El poder judicial castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares.

Estos distintos poderes, dentro del esquema citado, pueden ser ejercidos por la misma persona o cuerpo, o no. En el caso de darse la primera posibilidad, no hay libertad. Para que la libertad impregne el proceso político es necesario un gobierno tal, que ningún ciudadano pueda temer a otro. Y para ello han de atribuirse los distintos poderes a distintos órganos.

«Todo estaría perdido si el mismo hombre, el mismo cuerpo de personas principales, los hombres o el pueblo, ejerciera los tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o las diferencias entre los particulares».

Para Locke, la división de poderes es un sistema contra la opresión del poder tiránico, pero asimismo la división entre los poderes legislativo y ejecutivo se basa fundamentalmente en la necesidad de aplicación permanente de normas generales. La nota claramente distintiva de ese enfoque es la supremacía que Locke otorga al poder legislativo, al cual el poder ejecutivo, que se deposita en una persona que no es parte de la legislatura, le está claramente subordinado.

Locke y Montesquieu no han sido los únicos exponentes de la doctrina de la división o separación de poderes, aunque quizás los que mayor influencia han ejercido.

 

El poder de la prensa

Frente a estas consideraciones, la sociedad ha visto a lo largo de la historia el poder de la prensa como contrapeso de los poderss políticos y ha validado su papel en el proceso de liberación del pueblo de las garras de las monarquías absolutas y hereditarias así como en la conquista de los derechos más elementales de toda democracia, sobre todo después de estudiar la Independencia de los Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa de 1789.

Así es como se ha difundido el eslogan de «cuarto poder», cuya aplicación original, en boca de Edmund Burke, era solamente al cuarto espacio de quienes ocupaban los escaños en el Parlamento inglés, al lado de quienes ocupaban los otros tres. Pero su significado ha rebasado la analogía y todavía abundan los que creen gozar de un fuero especial en el ejercicio de su profesión informativa.

Pero también el debate ha llevado a periodistas e intelectuales en todo el mundo a señalar que en nuestro tiempos los medios masivos de información constituyen ahora el primer poder, habida cuenta de la fuerza que obtuvo la prensa de finales del siglo XIX y principios del XX en Estados Unidos, además de que la televisión se impuso a las masas a partir de 1960 rebasando los favores que la radio prestó a gobernantes y líderes políticos como Franklin Delano Roosevelt y Adolfo Hitler, entre otros.

Más tarde, al triunfo del capitalismo feroz y la libertad de mercado,  la concentración de los medios en unos cuantos magnates disparó la duda de si el periodismo, asociado plenamente con el poder financiero, al someter a los otros tres poderes, era ya el número uno.

Por lo menos en México la discusión se centra en el malestar que causa el abuso de Televisa, con su aliada Televisión Azteca, en la producción de leyes a modo, a través de la coacción de sus directivos o de lo que se conoce como su «Telebancada» en el Congreso de la Unión, y no se diga en la docilidad a sus dictados de los otros tres poderes y del resto de los funcionarios públicos. Y más se habla del asunto en estas fechas de la Reforma a la Ley de Telecomunicaciones como anuncio de nuevas opciones de televisión abierta.

Sin embargo, con la aparición de internet y de las redes sociales, lo que estamos viviendo a siete años de la aparición de Facebook y luego de Twitter, es que el verdadero «cuarto poder» está en la opinión pública, como lo ha estado siempre en una sociedad democráctica merced al fervor sobre los asuntos importantes que los medios masivos tienen como deber provocar en las audiencias.

Los medios han sido y son –como su nombre lo indica– solamente intermediarios para tender puentes comunes entre la realidad y los receptores, quienes confían en la interpretación de esa realidad y en la calidad moral de los periodistas al traducir técnicamente dicha realidad en historias y relatos de alta credibilidad.

Hoy más que nunca se pone de manifiesto que es la opinión pública el contrapeso de los poderes constituidos, porque de nada sirve el clamor y el escándalo de los medios si no encuentra el eco requerido en la conjunción de voluntades de los destinatarios de los mensajes para proceder a una acción. Y como sin medios de comunicación no hay opinión pública, aquéllos  se apropiaron lo de «cuarto poder» al tergiversar el auténtico significado que le daba Edmund Burke en 1766, derivado de la propuesta de Montesquieu en El Espíritu de las Leyes.

Hoy internet y las redes sociales nos están ubicando al poner como contrapeso  al poder de la comunicación mediática, el poder de la comunicación directa, muchas veces interpersonal y cálida. Y por eso vemos que es un poco menos decisivo lo que los medios dicen y más, mucho más, lo que nos dicen otras fuentes, sean fidedignas o no, pero crean opinión pública y convocan a determinadas movilizaciones.

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Convergencia tecnológica en la circulación de información

  • Grupos mediáticos y escenario global
  • La comunicación cuasi unilateral, la intolerancia a la crítica y el silencio ante las preguntas incómodas son algunas características que prevalecen en la actual dinámica comunicativa.
  • «Las alternativas no son muchas, sobre todo si  estamos frente a las figuras más populares para las audiencias. Por el momento, tengamos en mente que esta popularidad no necesariamente se finca en la adhesión o en la coincidencia en el pensamiento», dice Benassini.

Fotografía: «iPad» por Byrion Smith @ Flickr

A partir de la década de los ochenta, la propiedad de los medios de comunicación se ha modificado hasta llegar al escenario actual: el de los grandes grupos mediáticos  –numéricamente muy pocos–  que acaparan la propiedad de los medios y de sus actividades relacionadas. En este creciente proceso ha jugado un papel muy importante la convergencia tecnológica, que complementa y apoya los intereses de estos grupos. El presente trabajo se ubica en tal contexto: su propósito es presentar brevemente las implicaciones de la convergencia tecnológica en la circulación de la información. Y, más que eso, pretende contribuir a la discusión sobre el tema y abrir un espacio para la reflexión sobre el rumbo de la información y de los profesionales de los medios.

Por Claudia Benassini Félix

Publicado originalmente en la RMC 129

Disponible a la venta como Kindle Ebook

Hace quince años, a propósito de la expansión de la televisión, el sociólogo Manuel Castells destacó la formación de megagrupos y alianzas estratégicas que ya entonces buscaban cuotas de un mercado en completa transformación. En ese momento señaló, entre otras cosas:

[…] En el periodo 1980-1985, las tres principales cadenas de televisión han ido cambiando de propietario, dos de ellas dos veces; la fusión de Disney y ABC en 1995, (año) crucial en la integración de la televisión en el negocio emergente de los multimedia. El principal canal francés, TF1, fue privatizado. Berlusconi se allegó el control de todos los canales de televisión italianos y los organizó en tres cadenas privadas. En España floreció también con la televisión privada, con el desarrollo de tres cadenas, incluida Antena3, e hizo avances significativos en Alemania y el Reino Unido, siempre bajo el control de poderosos grupos financieros, nacionales, e internacionales. La televisión rusa se diversificó e incluyó canales privados independientes. La televisión latinoamericana experimentó un proceso de concentración en torno a unos cuantos actores. El Pacífico asiático se convirtió en un terreno disputado por los nuevos innovadores, como el canal Star de Murdoch y por los veteranos como la nueva y global BBC, que competía con la CNN. En Japón, la NHK gubernamental se unieron en la competencia cadenas privadas como Fuji TV, NTV, TBS, TV Asahi, TV Tokio y las emisiones por cable y directas por satélite. (1)

La referencia, larga y necesaria, da cuenta de un fenómeno cuyas implicaciones económicas y socioculturales se abordaron durante la década de los noventa desde diversas perspectivas: los cambios constantes en la geografía de las comunicaciones. Es probable que al menos una parte de las alianzas señaladas por Castells –y por diversos autores tales como   Miguel (1997), Frattini y Colías (1997) y Mattelart (1998)–  se hayan modificado debido al menos a dos factores. Primero, la consolidación de la Internet y las comunicaciones digitales; segundo, y en consecuencia, las cuantiosas inversiones en el campo de las comunicaciones cuyo capital era ya de procedencia multinacional.

Más recientemente, Castells aborda y actualiza el tema, afirmando que durante las dos últimas décadas se ha producido una transformación fundamental en este ámbito:

  • La comercialización generalizada de los medios de comunicación en casi todo el mundo.
  • La globalización y concentración de las empresas de comunicación de masas mediante conglomerados y redes.
  • La segmentación, personalización y diversificación de los mercados de medios de comunicación con especial hincapié en la identificación cultural de las audiencias.
  • La formación de grupos empresariales multimedia que abarcan todas las formas de comunicación y, por supuesto, Internet.
  • Y una mayor convergencia empresarial entre operadores de telecomunicaciones, fabricantes de ordenadores, proveedores de Internet y empresas propietarias de los medios de comunicación. (2)

En suma: la convergencia es una de las características que Castells atribuye a las transformaciones del sector de las comunicaciones. En ese sentido, coincide con Henry Jenkins en el papel de los grupos mediáticos en la convergencia de las comunicaciones:

Las nuevas tecnologías mediáticas han hecho posible que el mismo contenido fluya por canales muy diferentes y asuma formas muy diversas en el punto de recepción. […] Al mismo tiempo, los nuevos patrones de propiedad mediática transversal que comenzaron a mediados de la década de 1980, durante lo que hoy podemos considerar la primera fase de un proceso más largo de concentración mediática, hacían más deseable para las empresas la distribución de contenidos a través de esos diversos canales, más que en una sola plataforma mediática. La digitalización estableció las condiciones para la convergencia; los conglomerados corporativos la convierten en un imperativo.

Como puede obsevarse, ambos autores concuerdan en la relevancia de la convergencia en la distribución de contenidos mediáticos.

 

Constante reconfiguración

Castells y Jenkins coinciden en que uno de los primeros estudiosos del tema en emplear el término convergencia fue Ithiel de Sola Pool en su libro Tecnología sin fronteras (1988). Asa Briggs y Peter Burke  coinciden con este señalamiento y añaden que “desde la última década de los noventa se ha aplicado sobre todo al desarrollo de la tecnología digital, la integración de texto, números imágenes y sonido”. Henry Jenkins  presenta las características de la convergencia tecnlógica, entre las que cabe destacar las siguientes:

  • Gracias a la proliferación de canales y a la portabilidad de las nuevas tecnologías informáticas y de telecomunicaciones, estamos entrando en una era en la que los medios serán omnipresentes.
  • Esta convergencia tecnológica se ve alimentada por el cambio operado en los patrones de la propiedad de los medios. Mientras que el viejo Hollywood se centraba en el cine, los nuevos conglomerados mediáticos tienen participaciones mayoritarias en toda la industria del entretenimiento. La Warner Bros. produce películas, televisión, música popular, juegos de ordenador, sitios web, juguetes, visitas a parques de atracciones, libros, periódicos, revistas y cómics.
  • La convergencia exige a las empresas mediáticas que reconsideren los viejos supuestos acerca de lo que significa el consumo de los medios, supuestos que configuran tanto las decisiones de programación como de mercadotecnia. Si los viejos consumidores se suponían pasivos, los nuevos consumidores son activos. Si los viejos consumidores eran predecibles y permanecían donde les decías que se quedasen, los nuevos consumidores son migratorios y muestran una lealtad hacia las cadenas, las redes y los medios. Si los viejos consumidores eran individuos aislados, los nuevos consumidores están más conectados socialmente. Si el trabajo de los consumidores mediáticos fue antaño silencioso e invisible, los nuevos consumidores son hoy ruidosos y públicos.

Esta apretada síntesis de las características de la convergencia tecnológica y las nuevas relaciones que establece con el usuario permiten abordar su relación con la circulación de la información.

En el contexto de la constante reconfiguración de los grupos mediáticos y de su papel en el desarrollo de la convergencia, hemos seleccionado de un texto de Manuel Castells –publicado en  2009–  cuatro implicaciones en la difusión de la información:

  1. Aunque el periódico siga siendo un medio de comunicación de masas, su plataforma de difusión cambia. Todavía no hay un modelo de negocio claro para el periodismo en línea, no obstante Internet y las tecnologías digitales han transformado el proceso de trabajo de periódicos y mediante comunicación de masas en toda regla. Los periódicos se han convertido en organizaciones conectadas en red internamente que se conectan globalmente a redes de comunicación en Internet.
  2. Además, los elementos en línea de los periódicos han inducido la conexión y sinergias con otras organizaciones de noticias y medios de comunicación. Las redacciones de periódicos, televisiones y radios se han transformado con la digitalización de las noticias y el incesante procesamiento global-local. Así pues, las comunicaciones de masas en el sentido tradicional ahora también es una comunicación basada en Internet tanto en su producción como en su transmisión.
  3. La combinación de noticias en línea con el blogging  interactivo y el correo electrónico, así como los contenidos RSS de otros documentos de la red, han transformado los periódicos en un elemento de una forma de comunicación diferente: la autocomunicación de masas. Esta forma de comunicación ha surgido con el desarrollo de las llamadas Web 2.0 y Web 3.0, o el grupo de tecnologías, dispositivos y aplicaciones que sustentan la proliferación de espacios sociales en Internet gracias a la mayor capacidad de la banda ancha, el revolucionario software de código abierto y la mejor calidad de los gráficos y el interfaz, incluyendo la interacción de avatares en espacios virtuales tridimensionales.
  4. Las cadenas nacionales e internacionales como Al Jazeera, CNN, NTV de Kenia, France 24, TV3 de Cataluña y muchos otros medios mantienen su propio canal de YouTube para conseguir nuevas audiencias y conectar a gente interesada en su diáspora. Además, en julio de 2007, YouTube lanzó 18 sitios específicos para otros tantos países y un sitio diseñado sólo para usuarios de teléfono móvil. Esto convirtió a YouTube en el mayor medio de comunicación de masas del mundo.

Estas cuatro características dan cuenta de las nuevas tendencias en la difusión de la información:

La lectura del periódico en línea, que ha modificado los hábitos del usuario y de la actividad periodística. Sus portales se ven forzados a actualizar constantemente su información: aproximadamente cada media hora o antes, si sucede algo importante. Para ello, los periódicos están interconectados localmente –a través de reporteros, corresponsales y agencias nacionales–  y de manera global, recurriendo nuevamente a los corresponsales y a las agencias internacionales. No obstante, cabe destacar que la ubicación de reporteros en puntos clave local y globalmente hablando está sujeta a los presupuestos e intereses de cada periódico. En consecuencia, las agencias siguen cumpliendo (3) un papel muy importante en la difusión y actualización de la información: Notimex, AFP, AP, EFE y en menor medida Reuters y DPA. Estas prácticas se han hecho extensivas a la radio y la televisión, cuyos portales también son actualizados constantemente.

Por otra parte, Castells introduce en su argumentación las implicaciones de Internet 2.0 y 3.0 en la difusión de la información. Es creciente el número de reporteros que cuentan con su blog que cumple funciones tanto de archivo periodístico como de generación constante de información que eventualmente puede alimentar a los medios de comunicación. (4)  Adicionalmente periódicos, radiodifusoras y televisoras han introducido blogs en sus portales administrados por sus colaboradores a través de los que se abren espacios de discusión y participación con los usuarios.

Por último, al hacer referencia a las redes sociales, Castells resalta a YouTube como espacio empleado por televisoras para buscar nuevas audiencias. En tal sentido, cabe añadir a los periódicos que en sus portales ofrecen televisión cuyos contenidos también son subidos a YouTube. El escenario se completa con el papel de las redes sociales en la difusión de información. Resulta creciente el número de colaboradores en medios que abren una cuenta de Twitter mediante la cual están en contacto con sus seguidores.

Convergencia y construcción de sentido

Los escenarios arriba resumidos se vinculan con el papel de los medios de comunicación –tradicionales y nuevos–  en la circulación de productos simbólicos y con la construcción de la realidad. En el contexto que nos ocupa, la información ha modificado la función que le dio origen, de tal suerte que, por lo menos desde los inicios del siglo XXI, se visualiza como un negocio en busca de audiencias crecientes y, desde luego, de las correspondientes ganancias por su circulación hacia distintos puntos del globo.

Localmente, la información también se ha modificado: primero por vía de la televisión, lo cual ha propiciado la evolución del concepto a través de sus géneros (5) y, quizá más importante, por la imbricación entre los grupos mediáticos locales con el capital internacional.

Esta circulación de la información no sería posible sin la convergencia tecnológica arriba descrita. De hecho, Castells y Jenkins coinciden también al afirmar que cada usuario puede construir su propio sistema de comunicación apoyado en la televisión, la Internet, las redes sociales y diversas aplicaciones que le permiten estar en contacto con los medios. De cualquier manera, un seguimiento de la información que circula a través de periódicos –impresos y digitales–, radio, televisión e Internet a nivel local y global, da cuenta de la enorme semejanza en los contenidos y enfoques desde los que se administra la información, que se va restringiendo a unos cuantos grupos que detentan la posibilidad de construir el intercambio simbólico y la construcción del sentido. De acuerdo con Adela Cortina:

[…] En los últimos tiempos, la empresa informativa adopta cada vez más la forma “multimedia”. Lo cual tiene grandes ventajas, entre otras, el aumento en la eficiencia, la posibilidad de una acción sinérgica, la racionalización del producto, la rentabilidad, la unificación de la gestión y la diversificación del riesgo. Pero también tiene grandes inconvenientes, como pueden ser la mercantilización de la información, la concentración del poder en el nivel nacional e internacional, la entrada de especuladores, el aumento de la influencia de los poderes fácticos. A mayor abundamiento, el pluralismo de los medios se erosiona, hasta quedar reducido a “poliarquías”, cada vez más próximas a los monopolios. La concentración del poder en unos pocos medios socava a las bases del pluralismo ideológico en detrimento de la democracia auténtica […] Con lo cual, los ciudadanos obtienen aquella información de la que decíamos que les capacita para ser más libres, de unos determinados grupos y a escala internacional, de un restringido grupo de países con capacidad multimediática que cuentan la vida de los demás países según sus intereses.

En otras palabras: vía la convergencia tecnológica asistimos a un concierto informativo orquestado por los grupos mediáticos que ponen en circulación los contenidos informativos y, con ello, la circulación simbólica y la producción de sentido. En tal contexto, los grandes consorcios mediáticos que administran el negocio de la información han abierto la puerta al profesional de los medios, o media worker, como una figura emergente y en amplio desarrollo. Los vemos en la televisión, a menudo diariamente, o en programas semanales. Los escuchamos a través de diversas frecuencias raediofónicas. Leemos sus columnas en periódicos y revistas. Es decir, participan en diversos espacios en medios impresos y audiovisuales en ámbitos como la política, los negocios, los deportes, los espectáculos, etcétera.

El hecho es relativamente nuevo en México. Recordemos que, desde hace varios años, a través de agencias informativas nacionales, los columnistas pueden colocar sus colaboraciones en diversos periódicos del país, factor que les confiere cierta relevancia pues incrementa el número de lectores. Esta perspectiva se amplía con la nueva composición de las empresas periodísticas que cuentan con diarios en diversas ciudades del país. En suma: a los espacios radiofónicos y/o televisivos, los profesionales de los medios añaden su presencia en diarios locales, mediante las modalidades arriba citadas que también están presentes en Internet. Una primera consecuencia es la repetición constante: debido a la relevancia del acontecimiento por abordar, y el ritmo de trabajo cotidiano, es prácticamente imposible que la colaboración para cada medio sea al menos novedosa. Más bien, la rutina tiende a optimizar los espacios a partir de un acontecimiento.

Este fenómeno se acentúa con la proliferación de los blogs elaborados por estos profesionales de los medios, insertados o no en los portales de los medios, así como a través de las redes sociales. Más que contribuir a la apertura informativa, esos espacios parecen contribuir a la repetición arriba destacada. En ese contexto, los profesionales de los medios, que se cuentan por docenas, se ubican en diversos espacios de información y de comentarios en medios tradicionales, nuevos, blogs y redes sociales. Podrá argumentarse que esta práctica profesional abarca a diversos sectores de la audiencia; dicho de otro modo: se apuesta a que cada figura sea captada por la audiencia a través de prensa, radio y televisión. Sí y no puesto que, como señala Fernando Mejía Barquera (6), el propósito de las empresas mediáticas es captar a las figuras conocidas de manera que atraigan a la radio y a la televisión. O bien, que estos medios conduzcan a más lectores de estos columnistas. En ese sentido Adela Cortina apunta:

Sin embargo, también los medios deben convertirse en plataforma para que los ciudadanos puedan expresar su opinión. Sentirse ciudadanos en una sociedad exige, entre otras cosas, saberse reconocido en ella, y mal pueden sentirse como ciudadanos aquéllos que jamás tienen la posibilidad de dar a conocer públicamente su juicio razonada ni de expresar qué es lo que en verdad les importa.

Este espacio de participación ciudadana en la circulación de la información está presente en los blogs, cuya principal característica es el incremento de prosumidores que, a través de sus espacios, abordan los acontecimientos de manera diferente. (7)  Asimismo, debiera estar presente en el intercambio de opiniones entre ciudadanos y profesionales de los medios.

Una segunda consecuencia, producto en parte de la repetición, concierne a la pluralidad de los medios. Debido a los perfiles tanto de cada profesional de los medios como de las estaciones radiofónicas y televisivas en donde son ubicados –disponibles también a través de Internet–, las opiniones se verán sensiblemente reducidas a un número de colaboradores cuya eficiencia ha sido previamente probada en uno o más espacio. (8)  En consecuencia, el menú de opiniones sobre un determinado acontecimiento
–político, económico, deportivo–  tiende a ser más concordante que disonante. Al respecto, para Victoria Camps:

La información, si es objetiva y veraz, debe dar cuenta del pluralismo político y social. Pero es evidente que no lo hace, o lo hace muy insatisfactoriamente. No lo hace, sobre todo, en la era de la globalización, donde la concentración de los medios de comunicación parece sometida a una dinámica imparable de sumisión a los centros de mayor poder y de homogeneización cultural e ideológica. Esperar que el pluralismo sea el resultado de los intereses corporativos y dominantes, gracias a la existencia de esa supuesta “mano invisible” tan acariciada por el pensamiento liberal, es una ilusión sin fundamento.

Esta segunda consecuencia está relacionada con la libertad de expresión y de información. De nueva cuenta Victoria Camps:

También a este propósito se constata que los intereses políticos y económicos constriñen la libertad de expresión y de información que debería hacerse manifiesta a través de los medios de comunicación. Lejos de garantizar las libertades apartándose de los medios, el poder político busca la complicidad de quienes pueden ayudarle a satisfacer sus objetivos y sus ansias de poder. Los medios, por su parte, no saben o no pueden sustraerse a la seducción de los demás poderes existentes. Es obvio que dicho panorama no hace sino poner en cuestión el derecho a la libertad de expresión y el derecho a la información tan pomposamente declarado como derecho fundamental.

En resumidas cuentas: el discurso de los medios aparece como un todo congruente. Sus profesionales se han encargado de legitimarlo. Para Ignacio Ramonet (9), este proceder ha modificado la veracidad de la información:

De ahora en más, un hecho es verdadero no porque corresponda a criterios objetivos, rigurosos y verificados con una fuente fidedigna, sino simplemente porque otros medios repiten las mismas afirmaciones y las “confirman”. (…) Los medios (y los periodistas) se repiten, se imitan, se copian, se responden y se entremezclan al punto de no constituir más que un solo sistema informativo en el cual es cada vez más arduo distinguir las especificidades de cada medio en particular.

En ese sentido, el argumento de Ramonet se extiende a las redes sociales, que tienden a diseminar la información, esté o no corroborada. Pero así como hay excepciones en el manejo de la información a través de blogs también lo hay en redes sociales. En más de una ocasión, a través de su punto de vista, los twitteros han contribuido a ampliar la óptica de un acontecimiento, aunque también existe el riesgo de la diseminación del rumor. (10)  Se trata de un asunto del que dan cuenta los medios de comunicación al cuestionar la actuación de las redes sociales y proponer medidas que atentan contra la libertad de expresión a través de las redes. (11)

Por lo que se refiere a la participación de los profesionales de los medios en las redes sociales, prevalecen al menos tres tendencias. Primera, la comunicación cuasi unilateral: poca respuesta a los seguidores. Segunda, el diálogo y el intercambio de información –si así puede llamarse–  sobre todo con algunos seguidores. La tercera tendencia permea las dos primeras con intensidad intensa: la intolerancia a la crítica y el silencio ante las preguntas que puedan resultar incómodas. Dicho de otra manera: los profesionales de los medios alternan con la ciudadanía de diversas maneras, aunque, en caso de diálogo, está presente la misma posición sostenida a través de medios electrónicos y digitales.

 

Epílogo provisional

Hasta aquí la presentación de las implicaciones de la difusión de la información en el marco de la convergencia tecnológica. En este sentido, no podemos perder de vista su imbricación con los grupos multimediáticos. En este sentido, Manuel Castells  afirma:

Puesto que los medios son predominantemente un negocio, las mismas tendencias generales que han transformado el mundo empresarial –es decir, globalización, digitalización, creación de redes y desregulación–  han alterado radicalmente las operaciones mediáticas. Estas tendencias han eliminado prácticamente los límites de la expansión mediática permitiendo la consolidación del control oligopolístico de unas cuantas empresas sobre buena parte del núcleo de la red global de medios de comunicación.

Esta posición se suma a las citadas previamente a propósito de la circulación de la información en el marco de la convergencia tecnológica y la circulación de la información. Y quizá explicaría, en parte, la actuación de los profesionales de los medios, sobre la que Pierre Bourdieu añade:

El campo periodístico hace recaer sobre los diferentes campos de producción cultural un conjunto de efectos que van ligados, en su forma y eficacia, a su estructura propia, es decir, a la distribución de los diferentes periódicos y periodistas según su autonomía en relación con las fuerzas externas, las del mercado de los lectores y las del mercado de los anunciantes.

Esta posición de Bourdieu es mediadora, en la medida en que matiza sobre el comportamiento de los profesionales de los medios en determinadas circunstancias. En tal sentido, dichos profesionales podrán argumentar que su actividad es tan legítima como muchas otras. Cierto: es legítima y está legitimada. Después de todo, no están colocados ahí bajo presión, sino porque su punto de vista concuerda con el discurso de las empresas mediáticas a las que pertenecen. Las alternativas no son muchas, sobre todo si  –como apuntaba Mejía Barquera–  estamos frente a las figuras más populares para las audiencias. Por el momento, tengamos en mente que esta popularidad no necesariamente se finca en la adhesión o en la coincidencia en el pensamiento. De ello dan cuenta los comentarios cotidianos de las audiencias en los programas de radio, en los periódicos digitales que abren espacio para las opiniones de los lectores y la posición crítica de un buen número de twitteros a través de las redes sociales. Una muestra quizá no representativa pero indicadora de cierto rechazo frente a estas posiciones.

 

Notas

1) Castells (1996:373) destacaba que “entre 1993 y 1995 se invirtieron cerca de 80,000 millones de dólares en la programación de televisión en todo en el mundo. Entre 1994 y 1997 se esperaba el lanzamiento de 70 nuevos satélites de comunicación, la mayoría destinada a la emisión televisiva.

2) Para no sacar de contexto esta descripción de Castells, es importante añadir que la hace en el marco de su propuesta de un nuevo modelo: el de la autocomunicación masiva (2009:88 y ss).

3) “Siguen cumpliendo” porque desde sus orígenes a finales del siglo XIX fueron pensadas para alimentar de información -sobre todo internacional- a los periódicos que no contasen con los recursos necesarios para ubicar corresponsales en puntos clave o, incluso, enviar algún reportero a cumplir un evento de relevancia.

4) Desde luego, la posibilidad de que un reportero alimente a los medios de comunicación de información generada en su blog dependerá de las necesidades del medio pero, sobre todo, del nombre de la persona que ofrece sus servicios bajo esta modalidad.

5) Hace aproximadamente diez años llevé a cabo una investigación sobre los géneros chicos de la televisión mexicana. Quizá el hallazgo más relevante fue que el concepto de información se había especializado en deporte, espectáculo, cultura y, más recientemente, cultura digital. Estos géneros han adoptado el formato del noticiario para dar cuenta de «lo más importante» y «lo más reciente» acontecido al interior de su campo.

6)  “Conducen en TV y radio», Reforma, 21 de agosto de 2004.

7) Por ejemplo, Antonio Martínez con “Crítica Pura” (http://criticapura.com/) y Cecilia Velasco Martínez con “Marvin” (http://marvin.com.mx/), entre muchos otros casos, todavía insuficientes para lograr un cambio cualitativo en el manejo de la información.

8) A partir de 2005 hemos dado seguimiento a los profesionales de los medios. La tendencia es que, los mismos suelen pasar de un periódico a otro y de una a otra estacione de radio o canales de televisión.

9) El artículo se publicó en el año 2000. Las «comillas» son del autor.

10) Recordemos el caso de los twitteros veracruzanos, abordado por los medios entre el 25 de agosto y el 29 de septiembre. Recordemos también que recibieron el apoyo de una parte de los medios de comunicación por considerar que el haberlos detenido era un atentado contra la libertad de expresión.

11) Recordemos también que los gobiernos de los estados de Veracruz y Tabasco han planteado la posibilidad de legislar sobre la participación de la ciudadanía en las redes sociales. Una legislación que se traduce más en las penas a las que se harían acreedores los ciudadanos que violen la legislación. También cabe tener presente que en ambos casos los congresos locales no dicho la última palabra.

 

Fuentes

BRIGGS, Asa y Peter BURKE (2002) De Gutenberg a Internet: una historia social de los medios de comunicación, Madrid. Edit. Taurus.

CAMPS, Victoria, “Opinión pública, libertad de expresión y derecho a la información”, en CONILL, Jesús y Vicent GOZÁLVEZ (coord.) Ética de los medios; una apuesta por la ciudadanía audiovisual, 2004, Barcelona, Edit. Gedisa, págs. 33-49.

CASTELLS, Manuel (2009) Comunicación y poder, Madrid, Edit. Alianza.

CORTINA, ADELA “Ciudadanía en una sociedad mediática”, en CONILL, Jesús y Vicent GOZÁLVEZ , Op. Cit., págs. 11-32.

CASTELLS, Manuel (1996) La era de la información; economía sociedad y cultura, Vol. 1: “La sociedad red” Madrid, Edit Alianza.

FRATTINI, Eric y Yolanda COLÍAS (1997) Tiburones de la Comunicación, México, Edit. Océano.

JENKINS Henry (2008) La cultura de la convergencia de los medios de comunicación, Barcelona, Edit. Paidós.

MATTELART, Armand (1998) La comunicación mundo, Buenos Aires, Edit. Paidós.

MIGUEL DE BUSTOS, Juan Carlos (1997) Los grupos multimedia, Barcelona, Edit. Bosch.

RAMONET, Ignacio (1998) La tiranía de la comunicación, Madrid, Edit. Temas de Debate.

VV.AA La prensa, ¿refleja la realidad?, selección de artículos de Le Monde Diplomatique, 2003, Santiago, Chile, Editorial Aún creemos en los sueños.

 

Profesora de asignatura en las universidades Lasalle y Simón Bolívar. Actualmente colabora para el periódico digital Eje Central, para el portal Mediatelecom y para las revistas Etcétera y Razón y palabra.

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Dimensiones éticas de los medios de comunicación

  • Influencia e importancia de los Medios de Comunicación Social.
  • El problema ético en los medios de comunicación chilenos.
Fotografía: "Ética..." de Eire @ Flickr

Fotografía: «Ética…» de Eire @ Flickr

Por Eugenio Yáñez Rojas*.

Publicado originalmente en RMC 71.

Reflexionar (1) éticamente (2) sobre los medios de comunicación social (MCS) es más que un mero ejercicio intelectual o un divertimento académico. Por el contrario, es una necesidad real y urgente. Primero, por la enorme influencia (especialmente de la TV) que ejercen los medios en nuestra actual aldea global; segundo, porque al ser un invento maravilloso de la técnica al servicio de la persona humana, su uso “puede producir efectos positivos o negativos”3; y  por último (lamentablemente Chile no es la excepción), porque los MCS siguen presentando una serie de problemas éticos, que lejos de constituirse en algo coyuntural o marginal, van in crescendo, es decir, se han ido institucionalizando. Estos problemas no sólo son perjudiciales para el público, sino también para los mismos medios, los cuales pierden prestigio, calidad y credibilidad, soslayando el importante papel que cumplen en la sociedad.4

 

MCS: ¿oráculos de la verdad?

Cuando Edmund Burke sostuvo –en 1787– que la prensa (el medio de comunicación social por excelencia de aquella época) era el cuarto poder, ni él mismo podría haber imaginado el alcance que tendrían sus palabras con el correr de los años. ¿Quién podría hoy desconocer la influencia e importancia de los Medios de Comunicación Social (MCS)? ¿Alguno podría prescindir totalmente de la televisión, la prensa o la radio5 sin ver su vida alterada o perjudicada de alguna manera?6 No cabe duda, los MCS cuentan hoy con un poder arrollador7, envolvente, prácticamente inconmensurable, en particular la televisión, que se ha convertido en  la “institución más poderosa que existe en nuestra sociedad”8. Ella se ha instalado en nuestros hogares como un miembro más de la familia, invadiendo gratificantemente la vida privada e íntima9. No en vano se habla hoy de la llamada civilización de la imagen10. La fascinación que produce ver desde el hogar lo que ocurre en el mundo y presenciarlo como si se estuviera allí,  seduce y atrapa.

Tributarios del avance tecnológico, los mass media ocupan cada vez más un lugar central en la vida, en donde la televisión aparece como el medio  más influyente en la opinión pública.

Expresiones como: me siento hipnotizado cuando miro la televisión; la televisión me chupa la energía; siento como si me hicieran un lavado de cerebro; la televisión es una droga y yo soy adicto a ella; mis hijos parecen zombies cuando la están mirando; la televisión me está destruyendo la mente; si la televisión está encendida no puedo sacar los ojos de ella; la televisión está colonizando mi cerebro; cómo puedo hacer para que mis hijos abandonen la televisión y vuelvan a vivir, fueron las más representativas de una encuesta realizada por el estadunidense Jerry Mander acerca de los efectos de la televisión.11

Los MCS son en la actualidad pequeños dioses, oráculos de la verdad, pues ellos crean la realidad y la verdad, y modelan a la gente a su imagen y semejanza. Ergo: aquello que no existe en los medios, no existe en la realidad. Lo que no se ve por televisión, lo que no se lee por la prensa o escucha por la radio, simplemente no existe.

 

Invento maravilloso

No siempre es fácil emitir un juicio equilibrado sobre los MCS en la medida que cada uno es juez y parte a la vez. Ellos no son ni la encarnación del mal ni del bien, sino solamente instrumentos al servicio del hombre,12 a través de los cuales ampliamos nuestro horizonte inmediato, fijado por nuestra naturaleza física, hacia uno de dimensiones planetarias. Así, se satisface una necesidad natural del hombre, inscrita en su naturaleza: el deseo natural de conocer.13 La información periodística14 transmitida a través de los MCS enriquece a la sociedad. El avance prodigioso de la tecnología en el ámbito de la información ha convertido el mundo en una especie de, según la expresión de Mac Luhan, aldea global15 al acercar cada vez más a los seres humanos.

El problema aparece cuando se hace un mal uso de estos medios, constituyendo así un serio peligro para el bien de la persona, pues la aleja de los bienes que le son propios. Quienes se ven perjudicados frente a esta mala utilización son los niños y los jóvenes, como lo demuestran numerosas investigaciones. Ellos son los más permeables a las influencias negativas de los medios, especialmente la televisión.16

En Chile la televisión infantil, según un informe del Consejo Nacional de Televisión, fue calificada como de baja calidad17, la que se expresa en abundante exhibición de violencia18, publicidad interna y entrega de escasos contenidos educativos. El tema bélico, por ejemplo, se encuentra en el segundo lugar de las temáticas abordadas por los programas infantiles.19 La importancia, entonces, de un adecuado uso de los MCS es evidente.

 

Problemas éticos

Si el problema de la mala calidad de los MCS20 se redujera al mal gusto, se situaría en el ámbito estético, y no se justificarían estas reflexiones, dado que no se puede obligar a las personas a tener buen gusto. Pero como la mala calidad implica recurrentes faltas a la ética periodística (daño al honor y la honra, invasión de la vida íntima y privada21, sensacionalismo, entre otros), entonces se sitúa en el ámbito de la reflexión moral.

Si bien es cierto que la preocupación (o toma de conciencia) por los problemas éticos que presentan los MCS tiene bastantes años, en Chile es reciente. La amplia y aparatosa cobertura del mundial de futbol de 1998 por parte de los medios nacionales, no sólo permitió que muchos chilenos prosternados frente al televisor no se perdieran detalles de las vicisitudes deportivas y no deportivas de su seleccionado nacional, también les sirvió para cuestionarse acerca de la calidad de la programación, especialmente la televisiva.22

Aunque, como es habitual en Chile, esta polémica no pasó de algunas declaraciones, críticas, artículos en periódicos, un par de reportajes y algunos dimes y diretes23, al menos abrió un debate acerca de la calidad y responsabilidad de los medios frente a la sociedad, al salir de esa especie de autocomplacencia y pasividad a la que están acostumbrados los chilenos.24

 

Sintonía versus calidad

La necesidad –fundamentalmente económica– de los MCS para captar, mantener y/o acrecentar la audiencia se ha convertido en esa especie de medida de todas las cosas.25 Entrampados en la lucha por los índices de sintonía, preocupados por la competencia, privilegian una política del panem et circens.26

La vinculación directa de las industrias de comunicación con el mercado, los índices de audiencia, la competencia con los demás medios, etcétera, crea una dinámica de emulación que lleva a prácticas reprobables y muy difíciles de integrar en el discurso clásico: Entre ellas el sensacionalismo, las campañas, las denuncias personales, o los dossiers, que se publican por partes para alargar y mantener el interés. Así se reservan informaciones que se tienen y que interesan a la opinión pública, para hacerlas aparecer, no cuando lo exige la libertad de expresión, sino cuando lo aconsejan las prácticas del mercado y la competitividad.27

Los MCS en su lucha descarnada por captar audiencia, lectores, o por lograr el apreciado people meter  de 50 puntos, desgraciadamente baja su nivel.

No se desconoce que los MCS tienen un carácter empresarial y, por lo tanto, deben generar ganancias para lograr mantenerse. Para ello deben competir, pues aquellos medios que no son competitivos tienden a desaparecer. Naturalmente, ningún auspiciador va a querer anunciar sus productos en programas con baja audiencia, aunque sean de excelente calidad28. De ese modo, los medios se mueven en la lógica del mercado, al hacer de las ganancias el criterio para medir el éxito o fracaso.

El quebrantamiento de la intimidad de las personas célebres, por poner un solo ejemplo, es una estrategia moralmente reprobable que, sin embargo, reporta pingües ganancias a las publicaciones sensacionalistas29.

Así, el dilema rating versus calidad parece inclinarse claramente en favor del primero30. Al respecto, Emilio Filippi afirma:

Los programas que tienen mayor rating son generalmente monumentos a la frivolidad y falta de contenido.31

De este modo, campea  lo chabacano, lo frívolo, prevaleciendo una especie de información chatarra, o telebasura, cuya máxima parece ser  vox populi vox dei. Para nadie es un secreto que los canales de televisión –al menos en Chile– antes de lanzar al aire una teleserie o un programa de entretenimiento, realizan una serie de focus group, para cerciorarse qué es lo que el público quiere y así asegurar una alta audiencia. Inscritos en esta lógica:

El asunto más trivial, el personaje más insulso, el suceso más irrelevante, se convierten en foco de atención pública si lo quiere el cuarto poder. Cuando las cosas llegan a este extremo, el lenguaje se torna metalenguaje, el discurso ya no versa sobre la realidad (incluyendo en este concepto la importancia objetiva de las cosas), sino que se refiere a una colección de espejismos creados por el propio discurso periodístico y que forma parte de él. El caso del futbol, del que se habla a todas horas como algo de enorme transcendencia, es paradigmático.32

En otro ámbito, el recientemente fallecido actor italiano Vitorio Gassman decía: “La televisión hizo desastres. En mi país, 90% de los casos promueve la imbecilidad. Mató la lectura, mató la comunicación. Estoy de acuerdo con el Papa: el diablo existe y es la televisión”33.

 

Culto a la novedad

Aunque forman parte de un mismo problema, se puede distinguir –no separar– un segundo denominador: el culto a la novedad, es decir aquella fijación obsesiva en lo nuevo, lo espectacular, lo exótico, en lo que aún no se ha mostrado, leído o escuchado; aquéllo que impacta y golpea. En otras palabras: todo aquello que despierta curiosidad morbosa o malsana34, que no busca la adhesión del entendimiento a la realidad difundida, sino una adhesión emocional, despertar sensaciones, conmover al receptor.

La rareza, el conflicto, la emoción o la tragedia son aspectos de la realidad que deben ser informados. Sin embargo, lo que se ha denominado el culto a la novedad implica hacer de esos aspectos un fin en sí mismos, constituyéndose en la noticia, en la información, al ofuscar otros aspectos tanto o más relevantes como la actualidad, la proximidad o relevancia. Este tipo de información se sirve de verdades, en vez de servir a la verdad, la que pasa a ser un puro in fieri.

El culto a la novedad se perfila en la actualidad en tres ámbitos bien determinados: prensa del corazón, difusión de la pornografía y de la violencia.

 

Prensa del corazón

Un primer ámbito lo constituye la denominada prensa del corazón, es decir:

Aquélla que satisface los apetitos emocionales de mucha gente porque presenta a las personas sometidas a grandes pasiones en un contexto cebado de amoríos, celos, ambiciones y corrupciones, pero de forma melodramática y fascinante35, y en donde la materia prima son los chismes o historias informativas no autenticadas que generan morbosidad y fascinación. Y todo ello con la trastienda de la cama y el dinero36.

Este tipo de prensa ha demostrado ser un muy buen negocio. Personajes públicos, la realeza, actores y actrices, deportistas de élite, modelos y políticos, están siempre en la mira de los paparazzi y de aquellos periodistas que hacen su modus vivendi de la vida privada y/o íntima de esos personajes.

El problema de este tipo de prensa no estriba sólo en ser un medio de entretenimiento frívolo y superficial o un medio de evasión, sino más bien en el hecho de recurrir frecuentemente al sensacionalismo, a rumores, a historias falsas, a una permanente invasión de la vida privada y/o íntima como fórmulas periodísticas. Por otra parte, promueve y fomenta, generalmente a través de grandes sumas de dinero, que los personajes del momento develen su vida privada o íntima (entiéndase que revelen sus escándalos sexuales, sus rupturas sentimentales, sus nuevas parejas o sus infidelidades), o sea, aquellos aspectos que no constituyen una realidad noticiosa37.

 

Difusión de la pornografía

La difusión de la pornografía38 constituye otra de las concreciones de este culto a la novedad. Es decir: cualquier expresión visual, verbal o escrita de carácter público, tendiente a despertar en los receptores un interés lascivo por el sexo para su satisfacción, a través de la exhibición explícita de la genitalidad –o su alusión directa–, en forma grosera y vulgar, a través de los MCS.

En la actualidad se vive en una sociedad altamente erotizada, en donde:

Uno de los fenómenos alarmantes de estos años ha sido la creciente difusión de la pornografía y la generalización de la violencia en los medios de comunicación social. Libros y revistas, cine y teatro, televisión y videocasetes, espacios publicitarios y las propias telecomunicaciones, muestran frecuentemente comportamientos violentos o de sexualidad permisiva que casi llegan al umbral de la pornografía y que son moralmente inaceptables.39

Hoy, gracias a los MCS (incluido Internet), no sólo adultos, sino también niños y jóvenes tienen fácil acceso a la pornografía. Nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente vulnerables y expuestos a ser víctimas.40

En Chile, este flagelo pareciera ser un problema lejano. Sin embargo, desde hace algún tiempo el Consejo Nacional de Televisión ha sumado denuncias en contra de algunos canales, en especial Chilevisión, por difundir pornografía.41 Pero no sólo la televisión la difunde. En Chile circulan libremente revistas llamadas eróticas, y algunos periódicos anuncian prostitución encubierta a modo de avisos clasificados. Esta práctica se realiza también por Internet.

Al difundir la pornografía, la información deja de ser un acto de justicia, pues no se le da al público aquéllo que en virtud de su naturaleza y dignidad le corresponde42. Para quienes sostienen que la difusión del erotismo en horarios para adultos es la solución, cabe mencionar la cifra entregada por Miguel Luis Amunategui, ex miembro del Consejo Nacional de Televisión, quien señaló que, según cifras de este organismo, el ciclo cine para adultos de Chilevisión fue visto por alrededor de 200 a 500 mil niños.43

 

Difusión de la violencia

La exhibición destinada a excitar instintos humanos fundamentales hacia actos contrarios a la dignidad de la persona, que describe una fuerza física intensa ejercida de manera profundamente ofensiva, y a menudo pasional44, es decir, la violencia,45 se ha convertido en un hecho cotidiano en la sociedad actual y Chile no es la excepción. El argumento parece ser: la violencia es parte de nuestra realidad, por lo tanto, es noticiable. De ese modo, muertes, asesinatos, robos, violaciones, guerras, maltrato infantil y otras formas de violencia son parte de nuestra diaria realidad informativa. No estamos afirmando que ella se deba ocultar:

No es papel de los medios ofrecer una imagen color de rosa de lo que ocurre ni mucho menos ocultar la realidad noticiosa cualquiera que ella sea.46

Pero dado que la violencia constituye un mal para la sociedad, debe ser exhibida con toda la prudencia y moderación necesarias.

La narración, descripción o representación del mal moral pueden servir, sin duda también con los medios de comunicación social, para conocer y analizar a fondo al ser humano, para manifestar y exaltar la grandeza de la verdad y del bien mediante oportunos y logrados efectos dramáticos.47

Lo que no debe ser exhibido, ni aun so pretexto de noticia, es la violencia por la violencia, haciendo de ella un espectáculo o un entretenimiento colectivo. No porque la violencia sea parte de nuestro diario vivir constituye un hecho normal, pues lo normal no es sinónimo de lo frecuente. La violencia, especialmente en el orden moral, no es propia del humano, es decir, conforme a su naturaleza.48

Quienes se ven mayormente afectados son los niños y los jóvenes. Muchos estudios demuestran que ellos al estar expuestos constantemente a la violencia se vuelven inmunes al horror de la violencia y que, por ende, la empiezan a aceptar como un modo normal para resolver los problemas. Además, los lleva a identificarse con los modelos que le entrega la televisión o el cine49.

 

Causas de los problemas éticos

En el curso del presente texto se han esbozado ya algunas líneas directrices que acercan al problema: la lucha por los índices de audiencia, la competencia desenfrenada, el culto a lo novedoso, el predominio de intereses particulares (económicos, políticos, ideológicos), por sobre el bien común, la presión de los auspiciadores, entre otras. Sin embargo, estas causas próximas, es decir, aquellas que aparecen a primera vista, no explican la totalidad del problema. Las causas remotas se encuentran en: 

a) Una desfigurada o reducida visión del hombre. Si no sabemos qué es y quién es el hombre, no podremos saber qué es bueno o malo para él. Si la información está a su servicio, es necesario saber cuáles son sus exigencias propias, lo que implica admitir que la información posee un fundamento antropológico y ético. Si el hombre es el origen, portador y fin de la información, será su dignidad (tanto en su plano ontológico como moral) la norma que debe regular la acción informativa. La información debe, en consecuencia, adecuarse a la persona humana y no al revés.

b) Relativismo frente a la verdad50. Ésta constituye un bien en sí misma, justificando toda búsqueda auténtica. Por lo tanto, si se encuentra ausente o eclipsada, el ser humano queda sometido al arbitrio o capricho de sus pasiones y de una libertad desprovista de todo contenido, lo que devendrá, por esta falta de consistencia, en libertinaje. En el ámbito informativo el respeto, el servicio y la promoción de la verdad son aspectos fundamentales. Así lo confirman prácticamente todos los códigos deontológicos51. Esta es la teoría, pero la realidad es otra.

c) Una visión desfigurada de la libertad. Otra causa no menos importante, y que deriva de lo ya señalado, es lo absoluto del derecho a la libertad, y por añadidura de la libertad de prensa, la cual es entendida fundamentalmente como ausencia de censura previa (jurídica, ética, política o económica) u obstáculos para emitir opiniones, informar o difundir noticias y autonomía o independencia de los poderes estatales o fácticos. Desde esta perspectiva, la libertad no es entendida como una actitud ética del informador, como una actitud interior, que implica una actualización de su recta conciencia profesional en el ámbito de la realidad noticiable, pues una recta concepción de la libertad de prensa supone que el periodista no es libre para conocerlo o informarlo todo.

 

Desafío de la autorregulación

Si bien es cierto, la responsabilidad52 de la mala calidad o faltas a la ética de los MCS involucra a toda la sociedad, es decir, es una responsabilidad compartida53, la superación de estos problemas tiene actores principales y secundarios. Los protagonistas de este drama son, en primer lugar, los agentes directos e indirectos de la información; luego, en un papel co-protagónico, el público, y en actuaciones secundarias, el Estado y las universidades.

 

Universidades

Si el desafío último del periodista se resume en actuar con una recta conciencia profesional, la enseñanza sistemática de la ética aparece como una conditio sine qua non. Para ello el locus propio es la Universidad o alguna institución similar54 y no la sala de redacción o la experiencia55. A los profesores de ética periodística se les plantea el desafío para que el alumno perciba que la o las cátedras de ética no son un mero añadido a su curriculum, sino una especie de hard core de la misma.

 

Estado

El Estado, en cuanto agente y garante del bien común, debe regular –no controlar– el ejercicio de la actividad periodística, tendiente a evitar aquellos excesos en los que incurren los MCS, mediante la promulgación  de leyes, o velando por una sana información a través de instituciones ad hoc.56 Su misión no debe reducirse a garantizar la libertad de prensa, sino también a regularla.57 Aunque, al igual que en el caso anterior, buenas leyes no hacen necesariamente buenos periodistas.

 

Público

El destinatario de la información (el público) posee también una responsabilidad ineludible en la pérdida del sentido ético de los MCS. Él debe exigirle a éstos una mejor calidad, asumiendo un papel más activo, y privilegiando toda aquella información que lo oriente y ayude en su perfeccionamiento como persona. Del mismo modo, debe evitar o simplemente rechazar toda aquella información que lo degrade. Lapidariamente se puede afirmar: El pueblo tiene los MCS que se merece.

 

Agentes de la información

Las universidades, el Estado y el público tienen su cuota de responsabilidad, pero no se puede desconocer, como señala Inter mirifica, que:

El principal deber moral, en cuanto al recto uso de los medios de comunicación social, afecta a los periodistas, escritores, autores, productores, realizadores, distribuidores, administradores y vendedores, críticos y demás, que de cualquier modo intervienen en la confección y difusión de las comunicaciones, pues son de absoluta evidencia la gravedad e importancia de los deberes que a todos ellos hay que atribuir en las actuales circunstancias de la humanidad, ya que informando e incitando pueden dirigir, recta o desgraciadamente, al género humano.58

Como muchas veces, la propiedad de los MCS generalmente no está en manos de periodistas59, los intereses de estas empresas son muy diferentes al de informar al público en forma veraz, rápida y oportuna. Éstas, no son agrupaciones altruistas de profesionales con el único fin de informar correctamente de lo que ocurre. Son empresas con ánimo de lucro o, por lo menos, con la sana intención de ir sobreviviendo, empresas que deben responder, como cualquier otra empresa, al objetivo prioritario de obtener el máximo beneficio.60

De este modo, siendo el objetivo vender la información al mayor número, los media privilegian naturalmente los grandes titulares, los efectos de schock, lo nunca visto, la puesta en escena emocional. ¿Quién puede imaginar que esa lógica mercantil sea detenida por nobles declaraciones […] El ideal de honestidad y de responsabilidad está bien, pero es poco para contrarrestar las fuerzas del mercado y la dinámica de la información que conducen casi genéticamente a privilegiar lo nuevo y lo extraordinario61.

Es, entonces, en el ámbito de los agentes de la información (sin excluir al público) donde fundamentalmente se aplica la autorregulación.

El desafío de la autorregulación es muy grande, dado que lo característico de ella es que tanto su puesta en marcha, como su funcionamiento y efectividad dependen de la libre iniciativa y el compromiso voluntario de los cuatro sujetos de la comunicación: los propietarios, los gestores de las empresas de comunicación (tanto públicas como privadas), los profesionales que realizan los medios y el público que los recibe o protagoniza62.

En otras palabras: la autorregulación tiene un carácter normativo que obedece a la voluntad libre del sujeto: es un acto voluntario, es una regulación ad intra y no ad extra, impuesta desde fuera. Autorregularse significa ejercer libremente la recta conciencia profesional, pues los límites a la libertad de prensa no provienen propiamente de las leyes, las constituciones o los poderes estatales o fácticos, sino del íntimo convencimiento de querer realizar la justicia en la acción de informar. Esto es lo difícil.

La autorregulación constituye la forma más eficaz y menos peligrosa de supervisar la conducta ética en el ámbito periodístico (Declaración Final del XXIII Congreso Mundial de Periodistas en Recife, en 1998).

 

Reflexiones finales

El filósofo no se ocupa de profecías, sino de lo que es o debería ser (y con eso ya se tiene bastante trabajo).

La perspectiva es de un optimismo realista. Por un lado, la realidad indica que los problemas aquí abordados no son un fenómeno pasajero o marginal, que tienda a disminuir; contrario sensu, va in crescendo, inmersos en una política de pan y circo que podría tener, a mediano o largo plazo, graves consecuencias. Al límite, se puede sostener que se ha ido forjando un homo videns63 hecho a imagen y semejanza de los MCS.

Prosternados ante estos nuevos dioses, verdaderos oráculos de verdad, la sociedad se convierte en pasiva, acrítica, sin identidad, irreflexiva. En otras palabras: en caricatura de ser humano, hipnotizado por el poder de la imagen. Esta situación conlleva un germen de totalitarismo –sofisticado y/o encubierto–, en la medida en que los MCS, con su poder tentacular, pueden eventualmente manipular y controlar conciencias.

Quien maneja la información, maneja la verdad, y quien posee la verdad posee el poder. ¿Cómo defenderse, entonces, de la mentira, de la desinformación, de la manipulación, de la ocultación?, o para decirlo como J.F. Revel, ¿cómo defenderse de una sociedad en donde “la mentira es la fuerza que mueve el mundo?”64

Pero, nada peor que ceder ante el peso de la realidad. No hay que olvidar que ésta la construye el hombre, agente de la historia y de su propia historia. Además en este sombrío panorama se vislumbran algunos signos esperanzadores.

No son pocos los pensadores, filósofos, académicos e instituciones que están preocupados por el recto uso de los MCS. A los futuros periodistas se les deben mostrar los problemas éticos por enfrentar a corto o mediano plazo, y entregar los principios para que puedan discernir adecuadamente frente a los dilemas éticos.

Una recta conciencia profesional no se improvisa, por el contrario, es el fruto de un esfuerzo sistemático y sincero por alcanzar la verdad y la justicia.

 

Notas

1) Huelga precisar que por razones de extensión muchos de los aspectos aquí tratados no podrán ser abordados con profundidad. Nos limitaremos a presentarlos en sus rasgos esenciales y remitir, según sea el caso, a la bibliografía pertinente.

2) En este artículo se parte de la base que la ética, en cuanto ciencia teórico-práctica, es objetiva, es decir, que la bondad o maldad de los actos humanos no depende de la conciencia o arbitrio de cada individuo,  sino de la ley moral natural. Por ende, no se estima ocioso o inútil  reflexionar acerca de las normas o principios éticos que configuran la acción periodística, pues la ética no es un añadido, un plus, es decir, algo que se agrega desde fuera a la actividad periodística. Por el contrario, es parte de ella. Negarlo sería reducir el periodismo a una pura techne, es decir una acción meramente poietica.  Más aún, hablar de ética periodística, sensu stricto, es una suerte de tautología, pues, en virtud de lo dicho, el periodismo aparece como un saber intrínsecamente moral. Esto indica que la ética no puede ser considerada una especie de camisa de fuerza o cortapisa para la actividad periodística. Las normas éticas no coartan la libertad del periodista, sino que la ordenan o regulan, pues la libertad de prensa es, en última instancia, el ejercicio de la recta conciencia profesional en la difusión de la realidad noticiosa. Para decirlo con Soria, “realizar la justicia, cumpliendo libremente con el deber de informar”. Cf. Carlos Soria, La crisis de identidad del periodista, Editorial Mitre, Barcelona, 1989, p. 49.

3) Citado en: Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en las Comunicaciones Sociales, núm. 1, 4 de junio de 2000.

4) Una encuesta realizada en Chile en 1997, en la cual se preguntó por las profesiones más útiles, relegó a los periodistas al penúltimo lugar, detrás de los médicos, profesores, ingenieros, psicólogos, abogados, sacerdotes, arquitectos y artistas. Fuente BBDO, citado en El Mercurio, 21, 9, 1997. En Estados Unidos en el año 1994, 72% de sus ciudadanos pensaba que los periodistas eran un obstáculo para resolver los problemas del país. Citado de Davis Merrit, en El Mercurio, 14, 9, 1997, p. E-12.

5) Hoy se debe considerar a la Internet, como un medio de comunicación social, aunque su uso no esté totalmente masificado.

6) Un experimento realizado en Alemania en la década de 1980 investigó cuánto tiempo podía pasar una persona sin ver televisión. Se presentaron 77 voluntarios, a los cuales se les pagaba mensualmente una suma bastante conveniente. Los resultados fueron alarmantes. El primero desertó a la semana, y el último a los tres meses. La primera semana de abstención arrojó un patrón común positivo. Los voluntarios señalaban que tenían más tiempo para estar con la familia o realizar otras actividades. Sin embargo, pasada la primera semana aparecieron problemas como síntomas de ansiedad, mal humor, angustia, los que se fueron agudizando con el tiempo.

7) Baste recordar el famoso caso Watergate, que tras la investigación de los periodistas Woodword y  Bernstein, el presidente Nixon se vio en la necesidad de renunciar. El Código Deontológico de Dakota sostiene: “La profesión periodística es la fuerza más grande a la hora de influir en el pensamiento humano”. Citado en Blazquez, Niceto, Ética y Medios de Comunicación, BAC, Madrid, 1994, p. 32. Hay consenso entre los especialistas de la televisión en admitir que es el medio más eficaz para crear opinión pública e imponer “modos de conducta”. El poder de los medios se extiende también en el ámbito económico. Este es un sector pujante y con gran crecimiento dentro de la economía mundial. Una reflexión acerca del  poder e influencia de la información se encuentra ya en Platón. Cf. Protágoras, 314 a y b.

8) Cf. Soledad Puente, Televisión: el drama hecho noticia, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1997.

9) Se le atribuye a F. Mitterand la siguiente expresión: “Un europeo es un individuo sentado frente a un televisor japonés que reproduce un programa estadunidense”, en M. Riviere, Periodismo, Grijalbo, Barcelona, 1994, p. 92.

10) Se calcula que actualmente existen en el mundo mil 200 millones de televisores. Es decir, hay un televisor  por cada cinco  personas.

11) Jerry Mander, “Cuatro buenas razones para eliminar la televisión”, 1977, citado en Niceto Blazquez, op. cit. p. 516.

12) Véase al respecto, Miranda prorsus (1957), Inter mirifica (1963), Communio et progressio (1971)  y Aetatis novae (1992), Ética en las Comunicaciones Sociales, 2000. La doctrina social de la Iglesia ofrece una rica expresión deontológica acerca de los medios de comunicación social. Una exposición sucinta  acerca de la deontología periodística en el Magisterio de la Iglesia Católica en Niceto Blazquez, op. cit., Cap. 6. Una excelente recopilación de textos del Magisterio acerca de los MCS en: Les Médias. Textes des Églises. Les dossiers de la documentation catholique, Centurion, Paris, 1990.

13) Véase Aristóteles, La Metafísica, Libro I, 980 a.

14) De aquí en adelante sólo información.

15) Marshall Mac Luhan, El Aula sin Muros, Barcelona, 1960.

16) Algunas estadísticas señalan que los niños de la Unión Europea pasan un tercio de su tiempo viendo televisión. De este modo, cuando hayan cumplido 60 años habrán pasado al menos ocho años frente a la pantalla. Además, cada uno de ellos habrá visto aproximadamente tres mil 600 homicidios, seis mil peleas, dos mil 400 tiroteos y 365 suicidios. En Chile, 40% de los televisores están constantemente encendidos. Este número se acrecienta hasta 60 o 70% en el horario de las noticias, y asciende aún más a la hora de las series en horario de mayor audiencia. Según una encuesta del Consejo Nacional de Televisión de 1994, el promedio diario de los chilenos frente a la pantalla es de 4.3 horas diarias. Según otras cifras, 70.1% de los estudiantes chilenos ve televisión todos los días, y 67% ve más de dos horas diarias. Un 50% de los niños y jóvenes chilenos ven televisión mientras estudian.

17) Tres son los criterios para definir la calidad de la programación infantil: a) ausencia de violencia; b) ausencia de publicidad interna, y c) presencia de contenidos educativos.

18) Véase Consejo Nacional de Televisión, La programación infantil de televisión abierta: características, calidad y potencial educativo, Santiago, 1999. La alta sintonía de los dibujos animados  ultraviolentos, como los de origen japonés, Dragon Ball Z y Ranma, son claros ejemplos de lo afirmado.

19) La violencia escolar está presente en muchos colegios chilenos. En varios de ellos, requisar armas es una rutina diaria. Sobre este tema véase el reportaje de Ana María Guerra y Andrea Rutman, en La Segunda, 25 de Junio de 1999, pp. 8-10. Algunos de los efectos de la violencia en la televisión en niños y adolescentes son, entre otros, volverlos inmunes al horror de la violencia; aceptarla, incluso la excesiva, como un hecho normal y, además, como un modo de resolver problemas; imitar la violencia vista en pantalla y, por último, identificarse con aquellos personajes violentos, ya sean víctimas o agresores. Niños y jóvenes expuestos constantemente a la violencia, son niños más agresivos. Esto bien puede explicar, por ejemplo, la matanza en algunos colegios estadunidenses, a manos de adolescentes. Un estudio sobre los efectos de la violencia en los medios, entre otros, en Melvin L. De Fleur et al., “Teorías de la comunicación masiva”, cap. 10, Paidós, 1986.

20) La evaluación crítica de los MCS que se realiza en estas páginas, en ningún caso significa desconocer el aporte que los MCS hacen a la sociedad u omitir que existen buenos programas. Tampoco se pretende poner al mismo nivel a todos los medios. Una crítica que es válida para un medio, puede que no lo sea para otro. Aunque hoy, no se pueda hablar de los MCS en general, si se pueden esbozar  “las tendencias pesadas” comunes a todos éstos. Véase al respecto la columna de la revista Caras, núm. 346, 6 de  julio de 2001 “Opio del Pueblo”, firmado por Mr. Media.

Por otra parte, es una objeción frecuente señalar que sólo se menciona lo negativo de los mcs y se desconoce lo positivo. A nuestro juicio, no es suficiente con reconocer que haya buenos programas de diarios y radio. Muchas veces los buenos programas son ofuscados por los malos programas, pues éstos son los más golpeadores. Véase el artículo de Soledad Gutiérrez en El Mercurio, “Televisión y chismes: Una alianza estratégica en alza”, del 19 de julio de 2001, p. C-13.

21) Al respecto véase el artículo en El Mercurio, de Tomás P. Mac Hale, “Etica declinante”, Cuerpo A, p. 2, del 29 de diciembre de 1996. En una perspectiva más amplia, véase del mismo autor: “Declinación ética de la prensa mundial”, en Reflexiones Académicas, núm. 7, Santiago, 1995, pp.156-179.

22) El entonces presidente del Partido Demócrata Cristiano y de la Cámara de Diputados, Enrique Krauss, refiriéndose a la programación de TVN y Canal 13, señaló que los programas se han “constituido en reprobables competencias de mal gusto y chabacanería. Su contenido es ramplón y pedestre y el lenguaje utilizado es grosero, soez y coproláctico (sic)”. Posteriormente,  se sumaron a estas críticas las voces de varios obispos, incluso uno propuso que Canal 13 cambiara de nombre, pues éste ya no representaba a la Iglesia Católica. Según Marco Antonio de la Parra, la banalización de la televisión comienza mucho antes del Mundial de 1998: “No solamente los recientes programas de televisión son competencias del mal gusto. Es un fenómeno que comienza en el Mundial anterior e incluso antes. El people meter ha distorsionado todo el manejo televisivo y ha convertido incluso en noticia la competencia por los puntos de sintonía. En esto la utilización del mal gusto es tremendamente eficaz. Si se pretende trabajar con masas, hay que trabajar con gustos masivos y lo chabacano atrae más. Este fenómeno irá cada vez peor”. Cf. La Segunda, 9 de julio de 1998, pp. 2-3.

23) Véase entre otras, las declaraciones del arzobispo de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz, quien abordado por los periodistas  declaró: “No podemos caer en la idolatría del rating ni de las formas de rentabilidad económica”; citado en La Tercera, 17 de julio de 1998, pp. 40-41. Véase la entrevista de Marco Antonio de la Parra, referencia dada.  También el artículo de Eduardo Sepúlveda, “Sobredosis de TV”, en El Mercurio, Cuerpo D, 19 de julio de 1998, pp.4-6. El reportaje de El Mercurio, ¿A quién le viene el sayo?, Cuerpo E, 19 de julio de 1998, pp.8-9. Cf. También la entrevista a Jorge Hevia en el diario La Nación, del lunes 13 de julio de 1998, titulada “Lo chabacano existe en la política, en el deporte y la vida privada”, p. 32.

24) Pero no se le deben cargar todas las tintas a la televisión. La prensa escrita y la radio no están excentas de estos problemas. En agosto de 1999, César Molfino, presidente de la Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi), declaró que la Asociación se encuentra preocupada por el incremento de denuncias acerca de los contenidos y publicidad de algunas emisoras, que él calificó de ordinariez y vulgaridad. Molfino afirmó que “la sumatoria de reclamos configura un panorama de preocupación que es nocivo para cualquier medio de comunicación masivo”. Pero no se le debe cargar todas las tintas a la televisión. La prensa escrita y la radio no están excentas de estos problemas.

25) Según Soledad Puente, de esta gran tentación y/o presión no se escapan ni los noticieros: mantener la atención del público o rating alto desde el principio y hasta el fin del informativo es la gran meta de todo buen editor de noticiarios. Véase Soledad Puente, op. cit., p. 103.

26) Para el tema de la calidad véase los Cuadernos de Información, núm. 13, 1999. En especial los artículos de Isabel Awad, “Errar es periodístico… corregir también”, p. 31ss; Silvia Pellegrini, “Medición de la calidad de la prensa en Chile”, p. 41ss; Mar de Fontcuberta, “Pauta y calidad informativa”, p. 61ss.; Sergio Godoy, “Una medida de calidad: diversidad programática en la TV chilena 88-97”, p. 75ss.

27) Gregorio Peces Barba, “La crisis de la libertad de expresión”, Madrid, 1994. Citado en Hugo Aznar, “Comunicación Responsable”, op. cit., pp. 55-56.

28) No se desconoce que los canales de televisión tienen también un carácter empresarial y, por ende, deben competir y generar recursos. Los recientes balances de los canales de televisión entregados a la Superintendencia de Valores y Seguros demuestran que varios de ellos arrojan cuantiosas pérdidas. Para TVN y Megavisión, el año 1995 fue el último en que tuvieron utilidades. Otros como Chilevisión y la Red nunca han tenido utilidades. Para un mayor detalle véase El Metropolitano, 10, 8, 1999, pp. 26-27.

29) Leonardo Rodríguez, op. cit., pp.77-78.

30) Pero como quod gratis affirmatur, quod gratis negatur, se mencionan un par de ejemplos chilenos. En 1997 Megavisión sacó abruptamente del aire su teleserie Santiago City, pues el rating más alto que obtuvo en sus escasas 17 emisiones fue de 5.5 puntos, es decir, la teleserie no era rentable. Igual suerte corrió la serie de TVN, Brigada Escorpión, que según los directivos obtuvo un rating insuficiente, alcanzando sólo 12 puntos, pese a que se estimó que era de buena calidad. A mayor abundancia se puede mencionar el caso de la cantante Nicole en el Festival de Viña, del Mar del año 1996. Su actuación fue súbitamente suspendida, pues la medición on line no marcó la audiencia esperada por los organizadores del certamen.

31) Ibid. En Chile, algunos canales exhiben hasta cuatro teleseries diarias.

32) Leonardo Rodríguez, op. cit., p. 76.

33) Citado de El Mercurio, edición del 30, 6, 2000, p.  C 19.

34) El periódico paraguayo Revista Crónica y la revista mexicana Archivo de lo Insólito, por mencionar un par de casos, son un buen ejemplo de lo afirmado. En otra perspectiva, la revista Colors, dirigida por el polémico fotógrafo Oliverio Toscani, abordaba en una de sus ediciones un tema muy novedoso: “Muerte: manual de instrucciones” (Edición de enero-febrero 1998, núm. 24). Aquí se le entregaba al lector una especie de manual con las diferentes alternativas para quitarse la vida. Otra novedad son aquellos programas al estilo reality show, como Big Brother, en que los protagonistas son personas “comunes y corrientes” que están siendo filmadas las 24 horas del día, sin excepción. En algunos países se le pretende dar a estos programas el carácter de experimentos o concursos (España). Es casi banal señalar los altos índices de audiencia que tienen estos programas.

35) Niceto Blazquez, Ética y Medios de Comunicación, BAC, Madrid, 1994, p. 313. No se desconoce que existe una Prensa del Corazón soft que no presenta problemas éticos. Sin embargo, esta prensa suave es claramente minoritaria en relación con la Prensa del Corazón  dura.

36) Ibid.

37) Al respecto véase el artículo de la revista Qué Pasa, Feria de Vanidades, del 11, 5, 1999.

38) Sobre este tema véase, entre otros, Ernest van den Haag, “Pornografía, privacidad y el sesgo de los medios de comunicación”, en Cuadernos de Información, núm. 2, Santiago, 1985. Véase también “Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Pornografía y Violencia en las Comunicaciones Sociales. Una respuesta pastoral”, 1989.

39) Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, op. cit., núm. 5.

40) Ibid., núm. 10.

41) Uno de los espacios más controvertidos fue el denominado Cine para Adultos de Chilevisión. Si bien las películas no fueron consideradas pornográficas por el Consejo, sí tenían buenas dosis de erotismo. En el ámbito de la televisión por cable ya llegó a Chile el Canal Playboy.

42) El Artículo 25, parág. H, alude indirectamente a la pornografía al afirmar que “son faltas a la ética profesional utilizar imágenes de personas que atenten contra su dignidad y las convierta en productos mercantiles”. En su anterior versión, el Código en su Artículo 9, parág. A, era más directo: “Se consideran faltas graves a la ética profesional periodística, debiendo su comisión ser sancionada severamente: el periodismo que utilice la obscenidad como atractivo mercantil”. Citado en Porfirio Barroso, Códigos deontológicos de los medios de comunicación, Ed. Paulinas, Madrid, 1984, pp. 73-74.

43) De las 62 sanciones impartidas por el Consejo Nacional  de Televisión a la televisión abierta, desde su creación en 1989 hasta 1998, 29 corresponden a Chilevisión. De las 62, nueve corresponden a pornografía, repartidas de la siguiente manera: Canal 2, dos veces; La Red, dos veces; Chilevisión, dos veces; TVN, tres veces. Para mayor detalle véase: Consejo Nacional de Televisión, Balance de sanciones televisión abierta y cable 1989 –1998, Santiago, 1999. Para el cable se han cursado 27 sanciones, de las cuales seis corresponden a pornografía.

44) Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, op. cit., núm. 9.

45) Sobre este tema véase, entre otros, Richard Clutterbuck, Ed. Eunsa, Pamplona, 1985. Véase también el Documento del Consejo Pontificio para las comunicaciones sociales anteriormente citado.

46) Arturo Fontaine A., Discurso en ocasión de la presentación de los fallos del 97, pronunciado el 3, 4, 1998.

47) Decreto Inter mirifica, 1965, núm. 7.

48) Por razones de espacio no se discuten algunas teorías que plantean la necesidad de consumir  violencia, pues ella actúa como terapia o como catarsis.

49) Se demostró que los adolescentes que asesinaron en abril de 1999 a quince personas en el Columbine High Schoool de Litleton (Colorado), habían tomado como modelo al actor Leonardo di Caprio. Uno de los victimarios, que murió en la tragedia, tenía una página en Internet, en la cual había escrito: “Los muertos no discuten”.

50) Ontológicamente, la verdad se define como adeaquatio rei et intellectus. A partir de aquí se puede definir la verdad informativa como la conformidad o adecuación entre lo conocido por el agente de la información y lo difundido o comunicado. Sobre la relevancia de la verdad en la sociedad, véase Fernando Moreno, Verdad y Sociedad, Ediciones del ICHEH, Santiago, 1980.

51) Para este tema véase, entre otros, Hugo Aznar, Comunicación responsable, Ariel, Barcelona, 1999; Niceto Blazquez, op. cit.; Porfirio Barroso Asenjo, Códigos Deontológicos de los medios de comunicación, Madrid, 1984; Luka Brajnovic, Deontología periodística, EUNSA, Pamplona, 1978.

52) Para profundizar en este tema vean los dos excelentes libros de Hugo Aznar, Ética y Periodismo. Códigos, estatutos y otros documentos de autorregulación, Paidós, Barcelona, 1999; Comunicación Responsable, Ariel, Barcelona, 1999.

53) En este aspecto coinciden autores como María José Lecaros, Emilio Filippi y Abraham Santibañez, aunque con diferentes acentos.

54) Sobre el controvertido tema de la necesidad de la enseñanza universitaria del periodismo, véase, entre otros, Luka Brajnovic, El ámbito científico de la información, Eunsa, Pamplona, 1979,  pp.143 -145.

55) En el caso chileno, de las 31 Universidades que tienen la carrera de periodismo, aproximadamente 90%  imparte la cátedra de ética periodística. Si bien es cierto que de nada sirve conocer la ética periodística o los códigos de ética, si no existe la disposición del agente a obrar rectamente, no cabe duda que su enseñanza ofrece a los alumnos los principios y normas fundamentales, necesarias para el recto ejercicio de la profesión. Aunque la realidad muestre que muchos jóvenes periodistas cargados de ideales y con una sólida formación moral, se estrellan rápidamente con el  muro de la realidad laboral, es decir, lentamente deben inclinar la cerviz frente a las exigencias del medio, lo que no pocas veces supone violentar su propia conciencia, no es menos cierto que también existen aquéllos que no ceden frente a estas presiones.

56) En Chile, un órgano del Estado encargado de velar por el buen funcionamiento de los medios de televisión es el Consejo Nacional de Televisión creado a fines de 1989. Esta institución, compuesta por 11 miembros, autónoma y con personalidad jurídica está contemplada en la Constitución de 1980.

57) Una alternativa más radical, como el control público de los medios, al menos de la televisión (como sucedió durante muchos años en Europa), ha demostrado, también, que  no es una alternativa real, pues los problemas subsisten al no representar una verdadera alternativa frente a los medios privados (quizá la excepción a la regla sea la BBC en Gran Bretaña). Además, la posibilidad del control público de los medios encierra el peligro de la manipulación de éstos por parte del Estado, con fines propagandísticos y/o político-ideológicos.

58) Decreto sobre los Medios de Comunicación Social Inter mirifica, promulgado el 4, 12, 1963,  núm. 11.

59) Sobre los límites éticos de las empresas periodísticas véase, Emilio Filippi, La profesión Periodística, Atenea, Santiago, 1991, en especial capítulo VIII.

60) Victoria Camps, “El lugar de la ética en los medios de comunicación”, en Enrique Bonete Perales (coord.), Éticas de la información y deontologías del periodismo, Tecnos, Madrid, 1995, p. 60.

61) Gilles Lipovetsky, El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Anagrama, 1994. Citado en Hugo Aznar, Comunicación Responsable, op. cit., p. 55.

62) Ibid, p. 42

63) Véase al respecto la obra de Giovanni Sartori, Homo videns, Taurus, 1998.

64) Cf. Revel, J.F., El conocimiento inútil, Planeta, 1988.

*Profesor de la Universidad Gabriela Mistral de Chile.