La relación Prensa-Estado en México a través de dos modelos de análisis

  • El periodismo no puede concebirse sin la actividad del ser social. 
  • Bienestar económico y social, y su aparente papel de líderes de opinión.
"Rueda de Prensa Campus Party Valencia 2010" .  Campus Party

«Rueda de Prensa Campus Party Valencia 2010» . Campus Party

Por Javier Torres

Publicado originalmente en RMC 52

Los medios de difusión masiva no pueden existir al margen de la sociedad, y si a lo anterior agregamos la labor informativa, es todavía más claro que el periodismo no puede concebirse sin la actividad del ser social. Pero ello no significa que la relación entre la sociedad y el trabajo periodístico está satisfactoriamente formulada y que los actores involucrados en una u otra parte están complacidos. Algunos informadores quizá sí están satisfechos debido al papel protagónico que han adquirido, a su bienestar económico y social, y a su aparente papel de líderes de opinión.

Por otra parte, también es posible que ciertos individuos de diferentes sectores sociales se sientan a gusto con la prensa al encontrar en ella respuestas a sus inquietudes más urgentes. Sin embargo, más que hablar de particularidades que no reflejan el todo («Una golondrina no hace verano»), el presente artículo busca plantear la complejidad que subyace en la relación periodismo-sociedad, especialmente cuando nuestra lupa observa el caso de México.

 

Un tema inconcluso

La labor informativa no es sólo una actividad económica producto de la venta de informaciones o de la generación de empleos, sino también significa una tarea de indiscutible impacto social dada la variedad y trascendencia de los hechos que reporta, mismos que incluyen pugnas por el poder político, crisis económicas, violencia desenfrenada, catástrofes naturales, etcétera. Pero a diferencia de lo que muchos pudieran creer, el papel de la prensa en la sociedad no se define como un valor universal, sino más bien como una variable dependiente del contexto histórico, social, político, económico y cultural de un país determinado.

Hernán Uribe3 señala que el periodista en Cuba, por ejemplo, debe educar al pueblo en los valores del socialismo. No obstante, ello va en contra de principios liberales del papel de la prensa que dirían que el periodista es libre para expresar sus ideas (la crítica franca al socialismo y al régimen de Fidel Castro, por ejemplo).

John McManus4 ha expresado -siguiendo varios códigos de ética por él estudiados- que la función primordial del periodismo es aportar los elementos informativos necesarios para que el público tome conciencia y eleve su comprensión de los sucesos y eventos actuales que dan forma a su entorno. Muy cercanos a esa posición, Benavides y Quintero5 señalan que en «la mayoría de los países de la región [Latinoamérica] se dice que la misión del periodismo es informar y educar a la opinión pública».

Aunque es claro que para muchos estas afirmaciones son lógicas y deseables, el papel del trabajo informativo no ha sido jamás tema concluido ya que la materia prima con que trabaja el periodismo -esto es, la información- no siempre ha sido bien recibida y, por el contrario, ha despertado temores, recelos, rencores y una insaciable necesidad de dominio, pues «la información es poder».

En efecto, es sabido que desde que se inventó la imprenta, la información ha tenido un papel preponderante en la sociedad como resultado de las implicaciones que supone una sociedad bien informada. En consecuencia, no ha sido casualidad que monarcas y emperadores hayan manipulado y controlado la información para mantener su supremacía y privilegios, y que incluso desarrollaran una actividad periodística acorde a sus intereses, fuesen éstos legítimos o no.

Producto de la complejidad implicada en este tema, y como una necesidad por encontrar respuesta a las interrogantes que la relación prensa-sociedad aún genera, académicos y profesionales en distintas latitudes han planteado diferentes modelos normativos de la prensa, aunque sin ilustrar claramente la circunstancia que priva en México. El trabajo pionero en esa materia es sin duda el de Siebert, Peterson y Schramm6, quienes sostenían que la prensa siempre ha tomado la forma y coloración de la estructura social y política dentro de la cual opera. Especialmente -continuaban-, la prensa refleja el sistema de control sociopolítico a través del cual se definen las relaciones entre individuos e instituciones. Sin embargo, la caracterización de la prensa que proponían en sus cuatro modelos, lejos de ser una propuesta definitiva e impermeable a la crítica, resultaba tan sólo un trabajo inicial para comprender la prensa en el mundo.

A tal esfuerzo otros estudiosos se han sumado para entender las distintas formas en que la actividad informativa se da en el mundo, y entre ellos se podría señalar a Denis McQuail, J. Herbert Altschull, y a Michael Salwen y Bruce Garrison, entre otros. Pero ninguno de ellos ha logrado ilustrar el caso mexicano debido quizás a su empeño por hacer propuestas generales más que descripciones precisas de cada país. No obstante lo anterior, y derivado de los trabajos previos, a estas alturas parece claro que sólo hay dos modelos posibles de prensa en el mundo: la libertaria y la autoritaria, aunque con distintos grados o matices entre ambas.

 

Esquema prototípico

Al intentar describir el modelo de prensa que hay en México, una salvedad debe ser tomada en cuenta: la importancia del binomio teoría y praxis. En efecto, en el contexto nacional, una cosa es lo que se dice de la prensa y de su desempe¤o a nivel de discurso, y otra, quiz  muy diferente, es lo que el ejercicio informativo revela. En otras palabras: resulta muy importante examinar lo que algunos funcionarios estatales y periodistas han dicho acerca de la prensa mexicana7, y lo que la experiencia ha mostrado. Con base en tal advertencia, se tiene que el esquema protot¡pico del periodismo en nuestro país, constituye una mezcla de los modelos autoritario y libertario que corresponde a la misma ambigüedad del propio sistema político mexicano, el cual por mucho tiempo (al menos durante los últimos cincuenta años) se ha movido en la plataforma del autoritarismo, pero siempre usando como telón el discurso de un gobierno democrático8.

Precisamente, el modelo que a continuación se propone ilustra cómo las categorías opuestas (autoritarismo versus democracia) pueden ser vistas cuando los componentes prensa y gobierno actúan de manera simultánea, situación por demás normal en nuestro país a raíz de la muy cercana y frecuentemente sospechosa relación prensa-gobierno. De esa relación, un mapa de cuatro dimensiones consideraría lo siguiente:

La primera dimensión describe a un gobierno autoritario en combinación con una prensa pro-autoritaria. La segunda reúne a un gobierno democrático en combinación con una prensa autoritaria. La tercera dimensión refiere un gobierno autoritario con una prensa democrática. Y la cuarta contempla tanto a un gobierno como a una prensa con principios democráticos.

En un gobierno democrático una prensa autoritaria no tendría razón de existir, a menos que se tratara de publicaciones aisladas que, amparadas en su libertad de expresión (valor muy protegido en las sociedades modernas defensoras de principios libertarios), emitieran ideas radicales opuestas al sistema imperante. Sin embargo, y como ello constituiría una excepción que no conforma un modelo, tal dimensión no tiene referencia alguna en los párrafos posteriores. La atención en el modelo sugerido está puesta en dos aspectos principales: la función de la prensa en sociedad y las formas de control de ésta (si las hay). Finalmente, en esta caracterización del periodismo nacional el Estado no es un ente monolítico en el cual todas sus instituciones y cuerpo burocrático se definan simplemente como autoritarios o democráticos sin reconocer matices.

Por supuesto, al interior del aparato estatal se da una lucha constante entre diversos sectores más o menos conservadores, más o menos democráticos, o más o menos autoritarios, producto de posturas ideológicas individuales definidas. Asimismo, vale dejar asentado para cuando se usen ejemplos de medios informativos y de difusión, que el hecho de ubicar dos o más en un mismo cuadrante obedece a la percepción que de ellos se ten¡a por su aparente postura frente al poder político, y no necesariamente porque su perfil ideológico o línea editorial fuese el mismo.

En el modelo con base en el propósito, se describen tres funciones distintas de la prensa según el ambiente político que existe. En el espacio marcado con el número 1, la prensa se ajusta y convive con un gobierno autoritario (la dualidad PRI-gobierno con TELEVISA puede ilustrar esto). En ese caso, la prensa se vuelve otro instrumento para ejercer el poder, conservarlo y mantener el orden establecido (de allí tanta crítica al papel oficialista de los noticieros de TELEVISA). Contrariamente, si la prensa es de principios libertarios y democráticos (número 3 de la figura), luchar  por su independencia a través de su propio ejercicio, buscando el cambio social y político mediante la crítica, la apertura y el reporteo incisivo (es el caso de publicaciones como Siempre! y el periódico Excélsior al inicio de los años setenta, o Uno mas uno a principios de los años ochenta).

Por último, en el contexto de un gobierno democrático (cuadrante número 4), la prensa sigue interesada en el desempeño del gobierno y ‚este sabe que es objeto de crítica dados los derechos ganados por la sociedad en su conjunto. Aquí, ya que el ambiente político no es tan áspero como en un régimen autoritario, la prensa también tiene como propósito informar en abundancia acerca de temas no políticos que sirven de esparcimiento al público (ejemplos mexicanos no son válidos ya que no se vive un gobierno democrático todavía, aunque las autoridades oficiales opinen lo contrario, y pese a que la prensa también se ocupe de noticias light, las cuales, además de brindar esparcimiento perfectamente v lido y legítimo para la población, no ocultan una necesidad del poder por desviar la atención de la sociedad y no formarle una postura más crítica acerca de temas fundamentales).

El esquema con base en las formas de control, indica que cuando la prensa se ajusta al modelo estatal autoritario (cuadrante número 1), los instrumentos oficiales para ejercer el control se fortalecen. Bajo tales circunstancias, los medios de difusión interesados siguen las reglas mientras logren beneficios. Cuando esto sucede, los mismos medios ejercen también control sobre sus agentes, particularmente sobre aquéllos que intentan desafiar las reglas. Casos como el de Francisco Huerta y su programa Voz Pública, Miguel Ángel Granados en el Núcleo Radio Mil, Enrique Quintana en Stéreo Cien e Isabel Arvide del diario Summa, ilustran esa situación controladora.

Por otra parte, si la prensa sigue principios libertarios en un ambiente autoritario (número 3 en la figura), el dominio sobre la prensa y sus agentes no es tarea fácil. El control sigue existiendo en forma tan sutil (a veces no tanto) que no necesariamente infringe las leyes existentes (las famosas concesiones que da la autoridad para explotar un medio de difusión masiva, por ejemplo).

Por supuesto, los medios reaccionan indignados cuando la falta de libertad se vuelve evidente y las violaciones son un abuso. En esos momentos el régimen puede padecer falta de legitimidad, producto de la crítica y la denuncia, lo que preocuparía sobremanera a quienes gobiernan (en ese contexto se da una lucha de fuerzas y combates discursivos entre quienes acusan -la prensa- y quienes justifican sus acciones -autoridades gubernamentales-, aunque también se dejan ver ciertas medidas represivas no necesariamente comprobables, pero que para muchos son leídas como «Ajustes de cuentas». Ejemplos en el contexto nacional son las auditorías frecuentes o muy prolongadas a las empresas noticiosas, suspensión de suministro de materias primas como el papel en el caso de la prensa escrita, o presiones tendientes a la remoción de personal adscrito a determinado medio. Desde luego, aquí no se ignoran las medidas represivas más violentas, como el asesinato o la intimidación, que incluyen en las dos últimas décadas en nuestro país una muy penosa lista de casos no resueltos).

Por último, si ambos componentes -gobierno y prensa- siguen principios democráticos, su relación tiende a ser independiente y ambas partes están sujetas a los sistemas legal y judicial para dirimir malentendidos y diferencias. Pero esa circunstancia no prevalece en México por la razón arriba expuesta y porque la impartición de justicia en nuestro país se aleja de ese contexto ideal.

 

Transparencia y compromiso

Este es un primer acercamiento a los aspectos normativos de la prensa en México, pero es claro que el asunto merece mucha más atención (en ese sentido, cabe destacar lo ocurrido con los programas Ciudad desnuda y Fuera de la ley cuya desaparición a principios de noviembre pasado respondió al llamado que, al menos en dos ocasiones, hizo el Presidente Ernesto Zedillo para que los propios medios se regulen y normen, y así no tengan que depender de la evaluación -y quizá censura- que la autoridad pudiera hacer de los contenidos).

Un elemento adicional de suma importancia en la normatividad y ética de los medios, es la apertura que estos mismos deberían mostrar para su propio estudio y definición. Comúnmente han sido los periodistas quienes reclaman que no tienen pleno derecho a la información en México («todo es secreto de Estado», se quejan). Sin embargo, ellos mismos suelen esconder demasiada información acerca de su ejercicio profesional, como aspectos vinculados a la corrupción, compra y venta de información, etcétera. En el tema que aquí se trata, sería interesante saber quiénes son los hombres o capitales que hay detrás de ciertos medios informativos y cuál es su postura ideológico-política en la interpretación de los hechos de interés público.

De esa forma, vincular al medio con las distintas fuerzas políticas y sociales que hay en el país sería una tarea menos complicada, además de que el lector sabría a qué fuente recurrir dependiendo de la interpretación que desea de los hechos (en última instancia, no se trataría de establecer un juego maniqueo entre medios informativos buenos y malos, sino de ubicar únicamente desde qué plataforma ideológica o intereses se está exponiendo el discurso).

En esa misma l¡nea, valioso sería tener la certeza de qué información es boletín de prensa -propaganda política- y cuál es información generada por el mismo medio informativo, situación que no parece haberse erradicado en nuestro país. Asimismo, sería interesante conocer (aquí el Internet constituye una valiosa ayuda y herramienta de consulta para el público) la trayectoria profesional y aspectos relevantes de la vida personal -como afiliación a partidos políticos, clubes o asociaciones, y reconocimientos- de personas claves del quehacer periodístico en los distintos medios, como jefes de redacción, directores editoriales, jefes de información, editorialistas, entre otros. Dicha información brindaría un panorama acerca de quienes dirigen el contenido informativo de un periódico, por ejemplo. Así, el público puede valorar la oferta periodística del medio y sus hacedores.

En el terreno de la normatividad de la prensa es lugar común que los periodistas rechacen cualquier medida que parezca imponerles formas de control en su ejercicio diario, y quizás  tengan razón en ello (en última instancia no es claro aún quién o qué órgano debería ser el rector idóneo para regular el trabajo informativo). No obstante, todavía está en el aire la pregunta de hasta qué punto están dispuestos los medios informativos a no ser sólo competidores y voceros -algunos de ellos- de poderes no explícitamente definidos, sino a ser empresas transparentes, responsables y serias al servicio de la sociedad (informarla con apego a la verdad).

Resulta preciso destacar la importancia que tiene la noción del trabajo autorregulatorio de los medios de difusión, pero a su vez subrayar la necesidad de un criterio más amplio entre los periodistas y entre quienes manejan dichas empresas para mostrarse limpiamente -sin trampas, sin engaños, sin mentiras, sin dolo- ante quienes son su razón de ser, esto es, la sociedad que los busca y los necesita.

Si se insiste en un clima que elimine el estiercol que ha impregnado varias estructuras de nuestra sociedad, ése es un aspecto que no debe ignorarse. Ojal  y se tome en cuenta.

POR RAZONES DE ESPACIO SE OMITEN LOS CUADROS AQUÍ REFERIDOS. SI DESEA CONSULTARLOS PUEDE RECURRIR A LA EDICIÓN ORIGINAL DE REVISTA MEXICANA DE COMUNICACIÓN No.52 (ENERO-FEBRERO 1998)

 

Notas

1) Por informadores, el autor entiende los distintos profesionales relacionados directamente con el quehacer informativo, sin importar si se trata de prensa escrita o de medios electrónicos, y no sólo aquéllos que resultan más reconocibles para el público, como sería el caso del conductor de un noticiario televisivo o radiofónico.

2) Dado que la Real Academia de la Lengua Española define prensa como «Conjunto de personas dedicadas al periodismo» (Diccionario de la Lengua Española, 21a. edición, 1992), el autor entender  por prensa la labor informativa que se lleva a cabo en cualquier medio de difusión. Cuando sea necesario referirse al trabajo de periódicos y revistas, se emplear  el término prensa escrita.

3) En Ética periodística en América Latina. Deontología y estatuto profesional. México, 1984, UNAM.

4) En Market-Driven Journalism: Let the Citizen Beware? Thousand Oaks, CA. 1994. Sage.

5) En Escribir en prensa. Redacción informativa e interpretativa. México, 1997. Alhambra.

6) En Four theories of the press. Urbana, IL. University of Illinois Press, 1956.

7) El lector puede consultar una detallada revisión del discurso político en relación con la prensa en el libro Prensa vendida, de Rafael Rodríguez Castañeda. Editorial Grijalbo.

8) El autor no ignora que al hablar de democracia no se tiene un solo referente como modelo a seguir. Además, tampoco soslaya las críticas que se le hacen y lo relativo de ciertos valores que se le confieren. Sin embargo, sí nos sirve como referencia antagónica en el contexto actual de lo que son formas de gobierno autoritarios. Véase González, Mónica. «Democracia: un triunfo incierto». Documento de trabajo Número XI, División de Administración y Ciencias Sociales, ITESM, Ciudad de México, México, 1997 (texto no publicado).

 

 Profesor del Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Ciudad de México. Autor del libro El periodismo en México: ardua lucha por su integridad.

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