Dimensiones éticas de los medios de comunicación

  • Influencia e importancia de los Medios de Comunicación Social.
  • El problema ético en los medios de comunicación chilenos.
Fotografía: "Ética..." de Eire @ Flickr

Fotografía: «Ética…» de Eire @ Flickr

Por Eugenio Yáñez Rojas*.

Publicado originalmente en RMC 71.

Reflexionar (1) éticamente (2) sobre los medios de comunicación social (MCS) es más que un mero ejercicio intelectual o un divertimento académico. Por el contrario, es una necesidad real y urgente. Primero, por la enorme influencia (especialmente de la TV) que ejercen los medios en nuestra actual aldea global; segundo, porque al ser un invento maravilloso de la técnica al servicio de la persona humana, su uso “puede producir efectos positivos o negativos”3; y  por último (lamentablemente Chile no es la excepción), porque los MCS siguen presentando una serie de problemas éticos, que lejos de constituirse en algo coyuntural o marginal, van in crescendo, es decir, se han ido institucionalizando. Estos problemas no sólo son perjudiciales para el público, sino también para los mismos medios, los cuales pierden prestigio, calidad y credibilidad, soslayando el importante papel que cumplen en la sociedad.4

 

MCS: ¿oráculos de la verdad?

Cuando Edmund Burke sostuvo –en 1787– que la prensa (el medio de comunicación social por excelencia de aquella época) era el cuarto poder, ni él mismo podría haber imaginado el alcance que tendrían sus palabras con el correr de los años. ¿Quién podría hoy desconocer la influencia e importancia de los Medios de Comunicación Social (MCS)? ¿Alguno podría prescindir totalmente de la televisión, la prensa o la radio5 sin ver su vida alterada o perjudicada de alguna manera?6 No cabe duda, los MCS cuentan hoy con un poder arrollador7, envolvente, prácticamente inconmensurable, en particular la televisión, que se ha convertido en  la “institución más poderosa que existe en nuestra sociedad”8. Ella se ha instalado en nuestros hogares como un miembro más de la familia, invadiendo gratificantemente la vida privada e íntima9. No en vano se habla hoy de la llamada civilización de la imagen10. La fascinación que produce ver desde el hogar lo que ocurre en el mundo y presenciarlo como si se estuviera allí,  seduce y atrapa.

Tributarios del avance tecnológico, los mass media ocupan cada vez más un lugar central en la vida, en donde la televisión aparece como el medio  más influyente en la opinión pública.

Expresiones como: me siento hipnotizado cuando miro la televisión; la televisión me chupa la energía; siento como si me hicieran un lavado de cerebro; la televisión es una droga y yo soy adicto a ella; mis hijos parecen zombies cuando la están mirando; la televisión me está destruyendo la mente; si la televisión está encendida no puedo sacar los ojos de ella; la televisión está colonizando mi cerebro; cómo puedo hacer para que mis hijos abandonen la televisión y vuelvan a vivir, fueron las más representativas de una encuesta realizada por el estadunidense Jerry Mander acerca de los efectos de la televisión.11

Los MCS son en la actualidad pequeños dioses, oráculos de la verdad, pues ellos crean la realidad y la verdad, y modelan a la gente a su imagen y semejanza. Ergo: aquello que no existe en los medios, no existe en la realidad. Lo que no se ve por televisión, lo que no se lee por la prensa o escucha por la radio, simplemente no existe.

 

Invento maravilloso

No siempre es fácil emitir un juicio equilibrado sobre los MCS en la medida que cada uno es juez y parte a la vez. Ellos no son ni la encarnación del mal ni del bien, sino solamente instrumentos al servicio del hombre,12 a través de los cuales ampliamos nuestro horizonte inmediato, fijado por nuestra naturaleza física, hacia uno de dimensiones planetarias. Así, se satisface una necesidad natural del hombre, inscrita en su naturaleza: el deseo natural de conocer.13 La información periodística14 transmitida a través de los MCS enriquece a la sociedad. El avance prodigioso de la tecnología en el ámbito de la información ha convertido el mundo en una especie de, según la expresión de Mac Luhan, aldea global15 al acercar cada vez más a los seres humanos.

El problema aparece cuando se hace un mal uso de estos medios, constituyendo así un serio peligro para el bien de la persona, pues la aleja de los bienes que le son propios. Quienes se ven perjudicados frente a esta mala utilización son los niños y los jóvenes, como lo demuestran numerosas investigaciones. Ellos son los más permeables a las influencias negativas de los medios, especialmente la televisión.16

En Chile la televisión infantil, según un informe del Consejo Nacional de Televisión, fue calificada como de baja calidad17, la que se expresa en abundante exhibición de violencia18, publicidad interna y entrega de escasos contenidos educativos. El tema bélico, por ejemplo, se encuentra en el segundo lugar de las temáticas abordadas por los programas infantiles.19 La importancia, entonces, de un adecuado uso de los MCS es evidente.

 

Problemas éticos

Si el problema de la mala calidad de los MCS20 se redujera al mal gusto, se situaría en el ámbito estético, y no se justificarían estas reflexiones, dado que no se puede obligar a las personas a tener buen gusto. Pero como la mala calidad implica recurrentes faltas a la ética periodística (daño al honor y la honra, invasión de la vida íntima y privada21, sensacionalismo, entre otros), entonces se sitúa en el ámbito de la reflexión moral.

Si bien es cierto que la preocupación (o toma de conciencia) por los problemas éticos que presentan los MCS tiene bastantes años, en Chile es reciente. La amplia y aparatosa cobertura del mundial de futbol de 1998 por parte de los medios nacionales, no sólo permitió que muchos chilenos prosternados frente al televisor no se perdieran detalles de las vicisitudes deportivas y no deportivas de su seleccionado nacional, también les sirvió para cuestionarse acerca de la calidad de la programación, especialmente la televisiva.22

Aunque, como es habitual en Chile, esta polémica no pasó de algunas declaraciones, críticas, artículos en periódicos, un par de reportajes y algunos dimes y diretes23, al menos abrió un debate acerca de la calidad y responsabilidad de los medios frente a la sociedad, al salir de esa especie de autocomplacencia y pasividad a la que están acostumbrados los chilenos.24

 

Sintonía versus calidad

La necesidad –fundamentalmente económica– de los MCS para captar, mantener y/o acrecentar la audiencia se ha convertido en esa especie de medida de todas las cosas.25 Entrampados en la lucha por los índices de sintonía, preocupados por la competencia, privilegian una política del panem et circens.26

La vinculación directa de las industrias de comunicación con el mercado, los índices de audiencia, la competencia con los demás medios, etcétera, crea una dinámica de emulación que lleva a prácticas reprobables y muy difíciles de integrar en el discurso clásico: Entre ellas el sensacionalismo, las campañas, las denuncias personales, o los dossiers, que se publican por partes para alargar y mantener el interés. Así se reservan informaciones que se tienen y que interesan a la opinión pública, para hacerlas aparecer, no cuando lo exige la libertad de expresión, sino cuando lo aconsejan las prácticas del mercado y la competitividad.27

Los MCS en su lucha descarnada por captar audiencia, lectores, o por lograr el apreciado people meter  de 50 puntos, desgraciadamente baja su nivel.

No se desconoce que los MCS tienen un carácter empresarial y, por lo tanto, deben generar ganancias para lograr mantenerse. Para ello deben competir, pues aquellos medios que no son competitivos tienden a desaparecer. Naturalmente, ningún auspiciador va a querer anunciar sus productos en programas con baja audiencia, aunque sean de excelente calidad28. De ese modo, los medios se mueven en la lógica del mercado, al hacer de las ganancias el criterio para medir el éxito o fracaso.

El quebrantamiento de la intimidad de las personas célebres, por poner un solo ejemplo, es una estrategia moralmente reprobable que, sin embargo, reporta pingües ganancias a las publicaciones sensacionalistas29.

Así, el dilema rating versus calidad parece inclinarse claramente en favor del primero30. Al respecto, Emilio Filippi afirma:

Los programas que tienen mayor rating son generalmente monumentos a la frivolidad y falta de contenido.31

De este modo, campea  lo chabacano, lo frívolo, prevaleciendo una especie de información chatarra, o telebasura, cuya máxima parece ser  vox populi vox dei. Para nadie es un secreto que los canales de televisión –al menos en Chile– antes de lanzar al aire una teleserie o un programa de entretenimiento, realizan una serie de focus group, para cerciorarse qué es lo que el público quiere y así asegurar una alta audiencia. Inscritos en esta lógica:

El asunto más trivial, el personaje más insulso, el suceso más irrelevante, se convierten en foco de atención pública si lo quiere el cuarto poder. Cuando las cosas llegan a este extremo, el lenguaje se torna metalenguaje, el discurso ya no versa sobre la realidad (incluyendo en este concepto la importancia objetiva de las cosas), sino que se refiere a una colección de espejismos creados por el propio discurso periodístico y que forma parte de él. El caso del futbol, del que se habla a todas horas como algo de enorme transcendencia, es paradigmático.32

En otro ámbito, el recientemente fallecido actor italiano Vitorio Gassman decía: “La televisión hizo desastres. En mi país, 90% de los casos promueve la imbecilidad. Mató la lectura, mató la comunicación. Estoy de acuerdo con el Papa: el diablo existe y es la televisión”33.

 

Culto a la novedad

Aunque forman parte de un mismo problema, se puede distinguir –no separar– un segundo denominador: el culto a la novedad, es decir aquella fijación obsesiva en lo nuevo, lo espectacular, lo exótico, en lo que aún no se ha mostrado, leído o escuchado; aquéllo que impacta y golpea. En otras palabras: todo aquello que despierta curiosidad morbosa o malsana34, que no busca la adhesión del entendimiento a la realidad difundida, sino una adhesión emocional, despertar sensaciones, conmover al receptor.

La rareza, el conflicto, la emoción o la tragedia son aspectos de la realidad que deben ser informados. Sin embargo, lo que se ha denominado el culto a la novedad implica hacer de esos aspectos un fin en sí mismos, constituyéndose en la noticia, en la información, al ofuscar otros aspectos tanto o más relevantes como la actualidad, la proximidad o relevancia. Este tipo de información se sirve de verdades, en vez de servir a la verdad, la que pasa a ser un puro in fieri.

El culto a la novedad se perfila en la actualidad en tres ámbitos bien determinados: prensa del corazón, difusión de la pornografía y de la violencia.

 

Prensa del corazón

Un primer ámbito lo constituye la denominada prensa del corazón, es decir:

Aquélla que satisface los apetitos emocionales de mucha gente porque presenta a las personas sometidas a grandes pasiones en un contexto cebado de amoríos, celos, ambiciones y corrupciones, pero de forma melodramática y fascinante35, y en donde la materia prima son los chismes o historias informativas no autenticadas que generan morbosidad y fascinación. Y todo ello con la trastienda de la cama y el dinero36.

Este tipo de prensa ha demostrado ser un muy buen negocio. Personajes públicos, la realeza, actores y actrices, deportistas de élite, modelos y políticos, están siempre en la mira de los paparazzi y de aquellos periodistas que hacen su modus vivendi de la vida privada y/o íntima de esos personajes.

El problema de este tipo de prensa no estriba sólo en ser un medio de entretenimiento frívolo y superficial o un medio de evasión, sino más bien en el hecho de recurrir frecuentemente al sensacionalismo, a rumores, a historias falsas, a una permanente invasión de la vida privada y/o íntima como fórmulas periodísticas. Por otra parte, promueve y fomenta, generalmente a través de grandes sumas de dinero, que los personajes del momento develen su vida privada o íntima (entiéndase que revelen sus escándalos sexuales, sus rupturas sentimentales, sus nuevas parejas o sus infidelidades), o sea, aquellos aspectos que no constituyen una realidad noticiosa37.

 

Difusión de la pornografía

La difusión de la pornografía38 constituye otra de las concreciones de este culto a la novedad. Es decir: cualquier expresión visual, verbal o escrita de carácter público, tendiente a despertar en los receptores un interés lascivo por el sexo para su satisfacción, a través de la exhibición explícita de la genitalidad –o su alusión directa–, en forma grosera y vulgar, a través de los MCS.

En la actualidad se vive en una sociedad altamente erotizada, en donde:

Uno de los fenómenos alarmantes de estos años ha sido la creciente difusión de la pornografía y la generalización de la violencia en los medios de comunicación social. Libros y revistas, cine y teatro, televisión y videocasetes, espacios publicitarios y las propias telecomunicaciones, muestran frecuentemente comportamientos violentos o de sexualidad permisiva que casi llegan al umbral de la pornografía y que son moralmente inaceptables.39

Hoy, gracias a los MCS (incluido Internet), no sólo adultos, sino también niños y jóvenes tienen fácil acceso a la pornografía. Nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente vulnerables y expuestos a ser víctimas.40

En Chile, este flagelo pareciera ser un problema lejano. Sin embargo, desde hace algún tiempo el Consejo Nacional de Televisión ha sumado denuncias en contra de algunos canales, en especial Chilevisión, por difundir pornografía.41 Pero no sólo la televisión la difunde. En Chile circulan libremente revistas llamadas eróticas, y algunos periódicos anuncian prostitución encubierta a modo de avisos clasificados. Esta práctica se realiza también por Internet.

Al difundir la pornografía, la información deja de ser un acto de justicia, pues no se le da al público aquéllo que en virtud de su naturaleza y dignidad le corresponde42. Para quienes sostienen que la difusión del erotismo en horarios para adultos es la solución, cabe mencionar la cifra entregada por Miguel Luis Amunategui, ex miembro del Consejo Nacional de Televisión, quien señaló que, según cifras de este organismo, el ciclo cine para adultos de Chilevisión fue visto por alrededor de 200 a 500 mil niños.43

 

Difusión de la violencia

La exhibición destinada a excitar instintos humanos fundamentales hacia actos contrarios a la dignidad de la persona, que describe una fuerza física intensa ejercida de manera profundamente ofensiva, y a menudo pasional44, es decir, la violencia,45 se ha convertido en un hecho cotidiano en la sociedad actual y Chile no es la excepción. El argumento parece ser: la violencia es parte de nuestra realidad, por lo tanto, es noticiable. De ese modo, muertes, asesinatos, robos, violaciones, guerras, maltrato infantil y otras formas de violencia son parte de nuestra diaria realidad informativa. No estamos afirmando que ella se deba ocultar:

No es papel de los medios ofrecer una imagen color de rosa de lo que ocurre ni mucho menos ocultar la realidad noticiosa cualquiera que ella sea.46

Pero dado que la violencia constituye un mal para la sociedad, debe ser exhibida con toda la prudencia y moderación necesarias.

La narración, descripción o representación del mal moral pueden servir, sin duda también con los medios de comunicación social, para conocer y analizar a fondo al ser humano, para manifestar y exaltar la grandeza de la verdad y del bien mediante oportunos y logrados efectos dramáticos.47

Lo que no debe ser exhibido, ni aun so pretexto de noticia, es la violencia por la violencia, haciendo de ella un espectáculo o un entretenimiento colectivo. No porque la violencia sea parte de nuestro diario vivir constituye un hecho normal, pues lo normal no es sinónimo de lo frecuente. La violencia, especialmente en el orden moral, no es propia del humano, es decir, conforme a su naturaleza.48

Quienes se ven mayormente afectados son los niños y los jóvenes. Muchos estudios demuestran que ellos al estar expuestos constantemente a la violencia se vuelven inmunes al horror de la violencia y que, por ende, la empiezan a aceptar como un modo normal para resolver los problemas. Además, los lleva a identificarse con los modelos que le entrega la televisión o el cine49.

 

Causas de los problemas éticos

En el curso del presente texto se han esbozado ya algunas líneas directrices que acercan al problema: la lucha por los índices de audiencia, la competencia desenfrenada, el culto a lo novedoso, el predominio de intereses particulares (económicos, políticos, ideológicos), por sobre el bien común, la presión de los auspiciadores, entre otras. Sin embargo, estas causas próximas, es decir, aquellas que aparecen a primera vista, no explican la totalidad del problema. Las causas remotas se encuentran en: 

a) Una desfigurada o reducida visión del hombre. Si no sabemos qué es y quién es el hombre, no podremos saber qué es bueno o malo para él. Si la información está a su servicio, es necesario saber cuáles son sus exigencias propias, lo que implica admitir que la información posee un fundamento antropológico y ético. Si el hombre es el origen, portador y fin de la información, será su dignidad (tanto en su plano ontológico como moral) la norma que debe regular la acción informativa. La información debe, en consecuencia, adecuarse a la persona humana y no al revés.

b) Relativismo frente a la verdad50. Ésta constituye un bien en sí misma, justificando toda búsqueda auténtica. Por lo tanto, si se encuentra ausente o eclipsada, el ser humano queda sometido al arbitrio o capricho de sus pasiones y de una libertad desprovista de todo contenido, lo que devendrá, por esta falta de consistencia, en libertinaje. En el ámbito informativo el respeto, el servicio y la promoción de la verdad son aspectos fundamentales. Así lo confirman prácticamente todos los códigos deontológicos51. Esta es la teoría, pero la realidad es otra.

c) Una visión desfigurada de la libertad. Otra causa no menos importante, y que deriva de lo ya señalado, es lo absoluto del derecho a la libertad, y por añadidura de la libertad de prensa, la cual es entendida fundamentalmente como ausencia de censura previa (jurídica, ética, política o económica) u obstáculos para emitir opiniones, informar o difundir noticias y autonomía o independencia de los poderes estatales o fácticos. Desde esta perspectiva, la libertad no es entendida como una actitud ética del informador, como una actitud interior, que implica una actualización de su recta conciencia profesional en el ámbito de la realidad noticiable, pues una recta concepción de la libertad de prensa supone que el periodista no es libre para conocerlo o informarlo todo.

 

Desafío de la autorregulación

Si bien es cierto, la responsabilidad52 de la mala calidad o faltas a la ética de los MCS involucra a toda la sociedad, es decir, es una responsabilidad compartida53, la superación de estos problemas tiene actores principales y secundarios. Los protagonistas de este drama son, en primer lugar, los agentes directos e indirectos de la información; luego, en un papel co-protagónico, el público, y en actuaciones secundarias, el Estado y las universidades.

 

Universidades

Si el desafío último del periodista se resume en actuar con una recta conciencia profesional, la enseñanza sistemática de la ética aparece como una conditio sine qua non. Para ello el locus propio es la Universidad o alguna institución similar54 y no la sala de redacción o la experiencia55. A los profesores de ética periodística se les plantea el desafío para que el alumno perciba que la o las cátedras de ética no son un mero añadido a su curriculum, sino una especie de hard core de la misma.

 

Estado

El Estado, en cuanto agente y garante del bien común, debe regular –no controlar– el ejercicio de la actividad periodística, tendiente a evitar aquellos excesos en los que incurren los MCS, mediante la promulgación  de leyes, o velando por una sana información a través de instituciones ad hoc.56 Su misión no debe reducirse a garantizar la libertad de prensa, sino también a regularla.57 Aunque, al igual que en el caso anterior, buenas leyes no hacen necesariamente buenos periodistas.

 

Público

El destinatario de la información (el público) posee también una responsabilidad ineludible en la pérdida del sentido ético de los MCS. Él debe exigirle a éstos una mejor calidad, asumiendo un papel más activo, y privilegiando toda aquella información que lo oriente y ayude en su perfeccionamiento como persona. Del mismo modo, debe evitar o simplemente rechazar toda aquella información que lo degrade. Lapidariamente se puede afirmar: El pueblo tiene los MCS que se merece.

 

Agentes de la información

Las universidades, el Estado y el público tienen su cuota de responsabilidad, pero no se puede desconocer, como señala Inter mirifica, que:

El principal deber moral, en cuanto al recto uso de los medios de comunicación social, afecta a los periodistas, escritores, autores, productores, realizadores, distribuidores, administradores y vendedores, críticos y demás, que de cualquier modo intervienen en la confección y difusión de las comunicaciones, pues son de absoluta evidencia la gravedad e importancia de los deberes que a todos ellos hay que atribuir en las actuales circunstancias de la humanidad, ya que informando e incitando pueden dirigir, recta o desgraciadamente, al género humano.58

Como muchas veces, la propiedad de los MCS generalmente no está en manos de periodistas59, los intereses de estas empresas son muy diferentes al de informar al público en forma veraz, rápida y oportuna. Éstas, no son agrupaciones altruistas de profesionales con el único fin de informar correctamente de lo que ocurre. Son empresas con ánimo de lucro o, por lo menos, con la sana intención de ir sobreviviendo, empresas que deben responder, como cualquier otra empresa, al objetivo prioritario de obtener el máximo beneficio.60

De este modo, siendo el objetivo vender la información al mayor número, los media privilegian naturalmente los grandes titulares, los efectos de schock, lo nunca visto, la puesta en escena emocional. ¿Quién puede imaginar que esa lógica mercantil sea detenida por nobles declaraciones […] El ideal de honestidad y de responsabilidad está bien, pero es poco para contrarrestar las fuerzas del mercado y la dinámica de la información que conducen casi genéticamente a privilegiar lo nuevo y lo extraordinario61.

Es, entonces, en el ámbito de los agentes de la información (sin excluir al público) donde fundamentalmente se aplica la autorregulación.

El desafío de la autorregulación es muy grande, dado que lo característico de ella es que tanto su puesta en marcha, como su funcionamiento y efectividad dependen de la libre iniciativa y el compromiso voluntario de los cuatro sujetos de la comunicación: los propietarios, los gestores de las empresas de comunicación (tanto públicas como privadas), los profesionales que realizan los medios y el público que los recibe o protagoniza62.

En otras palabras: la autorregulación tiene un carácter normativo que obedece a la voluntad libre del sujeto: es un acto voluntario, es una regulación ad intra y no ad extra, impuesta desde fuera. Autorregularse significa ejercer libremente la recta conciencia profesional, pues los límites a la libertad de prensa no provienen propiamente de las leyes, las constituciones o los poderes estatales o fácticos, sino del íntimo convencimiento de querer realizar la justicia en la acción de informar. Esto es lo difícil.

La autorregulación constituye la forma más eficaz y menos peligrosa de supervisar la conducta ética en el ámbito periodístico (Declaración Final del XXIII Congreso Mundial de Periodistas en Recife, en 1998).

 

Reflexiones finales

El filósofo no se ocupa de profecías, sino de lo que es o debería ser (y con eso ya se tiene bastante trabajo).

La perspectiva es de un optimismo realista. Por un lado, la realidad indica que los problemas aquí abordados no son un fenómeno pasajero o marginal, que tienda a disminuir; contrario sensu, va in crescendo, inmersos en una política de pan y circo que podría tener, a mediano o largo plazo, graves consecuencias. Al límite, se puede sostener que se ha ido forjando un homo videns63 hecho a imagen y semejanza de los MCS.

Prosternados ante estos nuevos dioses, verdaderos oráculos de verdad, la sociedad se convierte en pasiva, acrítica, sin identidad, irreflexiva. En otras palabras: en caricatura de ser humano, hipnotizado por el poder de la imagen. Esta situación conlleva un germen de totalitarismo –sofisticado y/o encubierto–, en la medida en que los MCS, con su poder tentacular, pueden eventualmente manipular y controlar conciencias.

Quien maneja la información, maneja la verdad, y quien posee la verdad posee el poder. ¿Cómo defenderse, entonces, de la mentira, de la desinformación, de la manipulación, de la ocultación?, o para decirlo como J.F. Revel, ¿cómo defenderse de una sociedad en donde “la mentira es la fuerza que mueve el mundo?”64

Pero, nada peor que ceder ante el peso de la realidad. No hay que olvidar que ésta la construye el hombre, agente de la historia y de su propia historia. Además en este sombrío panorama se vislumbran algunos signos esperanzadores.

No son pocos los pensadores, filósofos, académicos e instituciones que están preocupados por el recto uso de los MCS. A los futuros periodistas se les deben mostrar los problemas éticos por enfrentar a corto o mediano plazo, y entregar los principios para que puedan discernir adecuadamente frente a los dilemas éticos.

Una recta conciencia profesional no se improvisa, por el contrario, es el fruto de un esfuerzo sistemático y sincero por alcanzar la verdad y la justicia.

 

Notas

1) Huelga precisar que por razones de extensión muchos de los aspectos aquí tratados no podrán ser abordados con profundidad. Nos limitaremos a presentarlos en sus rasgos esenciales y remitir, según sea el caso, a la bibliografía pertinente.

2) En este artículo se parte de la base que la ética, en cuanto ciencia teórico-práctica, es objetiva, es decir, que la bondad o maldad de los actos humanos no depende de la conciencia o arbitrio de cada individuo,  sino de la ley moral natural. Por ende, no se estima ocioso o inútil  reflexionar acerca de las normas o principios éticos que configuran la acción periodística, pues la ética no es un añadido, un plus, es decir, algo que se agrega desde fuera a la actividad periodística. Por el contrario, es parte de ella. Negarlo sería reducir el periodismo a una pura techne, es decir una acción meramente poietica.  Más aún, hablar de ética periodística, sensu stricto, es una suerte de tautología, pues, en virtud de lo dicho, el periodismo aparece como un saber intrínsecamente moral. Esto indica que la ética no puede ser considerada una especie de camisa de fuerza o cortapisa para la actividad periodística. Las normas éticas no coartan la libertad del periodista, sino que la ordenan o regulan, pues la libertad de prensa es, en última instancia, el ejercicio de la recta conciencia profesional en la difusión de la realidad noticiosa. Para decirlo con Soria, “realizar la justicia, cumpliendo libremente con el deber de informar”. Cf. Carlos Soria, La crisis de identidad del periodista, Editorial Mitre, Barcelona, 1989, p. 49.

3) Citado en: Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en las Comunicaciones Sociales, núm. 1, 4 de junio de 2000.

4) Una encuesta realizada en Chile en 1997, en la cual se preguntó por las profesiones más útiles, relegó a los periodistas al penúltimo lugar, detrás de los médicos, profesores, ingenieros, psicólogos, abogados, sacerdotes, arquitectos y artistas. Fuente BBDO, citado en El Mercurio, 21, 9, 1997. En Estados Unidos en el año 1994, 72% de sus ciudadanos pensaba que los periodistas eran un obstáculo para resolver los problemas del país. Citado de Davis Merrit, en El Mercurio, 14, 9, 1997, p. E-12.

5) Hoy se debe considerar a la Internet, como un medio de comunicación social, aunque su uso no esté totalmente masificado.

6) Un experimento realizado en Alemania en la década de 1980 investigó cuánto tiempo podía pasar una persona sin ver televisión. Se presentaron 77 voluntarios, a los cuales se les pagaba mensualmente una suma bastante conveniente. Los resultados fueron alarmantes. El primero desertó a la semana, y el último a los tres meses. La primera semana de abstención arrojó un patrón común positivo. Los voluntarios señalaban que tenían más tiempo para estar con la familia o realizar otras actividades. Sin embargo, pasada la primera semana aparecieron problemas como síntomas de ansiedad, mal humor, angustia, los que se fueron agudizando con el tiempo.

7) Baste recordar el famoso caso Watergate, que tras la investigación de los periodistas Woodword y  Bernstein, el presidente Nixon se vio en la necesidad de renunciar. El Código Deontológico de Dakota sostiene: “La profesión periodística es la fuerza más grande a la hora de influir en el pensamiento humano”. Citado en Blazquez, Niceto, Ética y Medios de Comunicación, BAC, Madrid, 1994, p. 32. Hay consenso entre los especialistas de la televisión en admitir que es el medio más eficaz para crear opinión pública e imponer “modos de conducta”. El poder de los medios se extiende también en el ámbito económico. Este es un sector pujante y con gran crecimiento dentro de la economía mundial. Una reflexión acerca del  poder e influencia de la información se encuentra ya en Platón. Cf. Protágoras, 314 a y b.

8) Cf. Soledad Puente, Televisión: el drama hecho noticia, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1997.

9) Se le atribuye a F. Mitterand la siguiente expresión: “Un europeo es un individuo sentado frente a un televisor japonés que reproduce un programa estadunidense”, en M. Riviere, Periodismo, Grijalbo, Barcelona, 1994, p. 92.

10) Se calcula que actualmente existen en el mundo mil 200 millones de televisores. Es decir, hay un televisor  por cada cinco  personas.

11) Jerry Mander, “Cuatro buenas razones para eliminar la televisión”, 1977, citado en Niceto Blazquez, op. cit. p. 516.

12) Véase al respecto, Miranda prorsus (1957), Inter mirifica (1963), Communio et progressio (1971)  y Aetatis novae (1992), Ética en las Comunicaciones Sociales, 2000. La doctrina social de la Iglesia ofrece una rica expresión deontológica acerca de los medios de comunicación social. Una exposición sucinta  acerca de la deontología periodística en el Magisterio de la Iglesia Católica en Niceto Blazquez, op. cit., Cap. 6. Una excelente recopilación de textos del Magisterio acerca de los MCS en: Les Médias. Textes des Églises. Les dossiers de la documentation catholique, Centurion, Paris, 1990.

13) Véase Aristóteles, La Metafísica, Libro I, 980 a.

14) De aquí en adelante sólo información.

15) Marshall Mac Luhan, El Aula sin Muros, Barcelona, 1960.

16) Algunas estadísticas señalan que los niños de la Unión Europea pasan un tercio de su tiempo viendo televisión. De este modo, cuando hayan cumplido 60 años habrán pasado al menos ocho años frente a la pantalla. Además, cada uno de ellos habrá visto aproximadamente tres mil 600 homicidios, seis mil peleas, dos mil 400 tiroteos y 365 suicidios. En Chile, 40% de los televisores están constantemente encendidos. Este número se acrecienta hasta 60 o 70% en el horario de las noticias, y asciende aún más a la hora de las series en horario de mayor audiencia. Según una encuesta del Consejo Nacional de Televisión de 1994, el promedio diario de los chilenos frente a la pantalla es de 4.3 horas diarias. Según otras cifras, 70.1% de los estudiantes chilenos ve televisión todos los días, y 67% ve más de dos horas diarias. Un 50% de los niños y jóvenes chilenos ven televisión mientras estudian.

17) Tres son los criterios para definir la calidad de la programación infantil: a) ausencia de violencia; b) ausencia de publicidad interna, y c) presencia de contenidos educativos.

18) Véase Consejo Nacional de Televisión, La programación infantil de televisión abierta: características, calidad y potencial educativo, Santiago, 1999. La alta sintonía de los dibujos animados  ultraviolentos, como los de origen japonés, Dragon Ball Z y Ranma, son claros ejemplos de lo afirmado.

19) La violencia escolar está presente en muchos colegios chilenos. En varios de ellos, requisar armas es una rutina diaria. Sobre este tema véase el reportaje de Ana María Guerra y Andrea Rutman, en La Segunda, 25 de Junio de 1999, pp. 8-10. Algunos de los efectos de la violencia en la televisión en niños y adolescentes son, entre otros, volverlos inmunes al horror de la violencia; aceptarla, incluso la excesiva, como un hecho normal y, además, como un modo de resolver problemas; imitar la violencia vista en pantalla y, por último, identificarse con aquellos personajes violentos, ya sean víctimas o agresores. Niños y jóvenes expuestos constantemente a la violencia, son niños más agresivos. Esto bien puede explicar, por ejemplo, la matanza en algunos colegios estadunidenses, a manos de adolescentes. Un estudio sobre los efectos de la violencia en los medios, entre otros, en Melvin L. De Fleur et al., “Teorías de la comunicación masiva”, cap. 10, Paidós, 1986.

20) La evaluación crítica de los MCS que se realiza en estas páginas, en ningún caso significa desconocer el aporte que los MCS hacen a la sociedad u omitir que existen buenos programas. Tampoco se pretende poner al mismo nivel a todos los medios. Una crítica que es válida para un medio, puede que no lo sea para otro. Aunque hoy, no se pueda hablar de los MCS en general, si se pueden esbozar  “las tendencias pesadas” comunes a todos éstos. Véase al respecto la columna de la revista Caras, núm. 346, 6 de  julio de 2001 “Opio del Pueblo”, firmado por Mr. Media.

Por otra parte, es una objeción frecuente señalar que sólo se menciona lo negativo de los mcs y se desconoce lo positivo. A nuestro juicio, no es suficiente con reconocer que haya buenos programas de diarios y radio. Muchas veces los buenos programas son ofuscados por los malos programas, pues éstos son los más golpeadores. Véase el artículo de Soledad Gutiérrez en El Mercurio, “Televisión y chismes: Una alianza estratégica en alza”, del 19 de julio de 2001, p. C-13.

21) Al respecto véase el artículo en El Mercurio, de Tomás P. Mac Hale, “Etica declinante”, Cuerpo A, p. 2, del 29 de diciembre de 1996. En una perspectiva más amplia, véase del mismo autor: “Declinación ética de la prensa mundial”, en Reflexiones Académicas, núm. 7, Santiago, 1995, pp.156-179.

22) El entonces presidente del Partido Demócrata Cristiano y de la Cámara de Diputados, Enrique Krauss, refiriéndose a la programación de TVN y Canal 13, señaló que los programas se han “constituido en reprobables competencias de mal gusto y chabacanería. Su contenido es ramplón y pedestre y el lenguaje utilizado es grosero, soez y coproláctico (sic)”. Posteriormente,  se sumaron a estas críticas las voces de varios obispos, incluso uno propuso que Canal 13 cambiara de nombre, pues éste ya no representaba a la Iglesia Católica. Según Marco Antonio de la Parra, la banalización de la televisión comienza mucho antes del Mundial de 1998: “No solamente los recientes programas de televisión son competencias del mal gusto. Es un fenómeno que comienza en el Mundial anterior e incluso antes. El people meter ha distorsionado todo el manejo televisivo y ha convertido incluso en noticia la competencia por los puntos de sintonía. En esto la utilización del mal gusto es tremendamente eficaz. Si se pretende trabajar con masas, hay que trabajar con gustos masivos y lo chabacano atrae más. Este fenómeno irá cada vez peor”. Cf. La Segunda, 9 de julio de 1998, pp. 2-3.

23) Véase entre otras, las declaraciones del arzobispo de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz, quien abordado por los periodistas  declaró: “No podemos caer en la idolatría del rating ni de las formas de rentabilidad económica”; citado en La Tercera, 17 de julio de 1998, pp. 40-41. Véase la entrevista de Marco Antonio de la Parra, referencia dada.  También el artículo de Eduardo Sepúlveda, “Sobredosis de TV”, en El Mercurio, Cuerpo D, 19 de julio de 1998, pp.4-6. El reportaje de El Mercurio, ¿A quién le viene el sayo?, Cuerpo E, 19 de julio de 1998, pp.8-9. Cf. También la entrevista a Jorge Hevia en el diario La Nación, del lunes 13 de julio de 1998, titulada “Lo chabacano existe en la política, en el deporte y la vida privada”, p. 32.

24) Pero no se le deben cargar todas las tintas a la televisión. La prensa escrita y la radio no están excentas de estos problemas. En agosto de 1999, César Molfino, presidente de la Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi), declaró que la Asociación se encuentra preocupada por el incremento de denuncias acerca de los contenidos y publicidad de algunas emisoras, que él calificó de ordinariez y vulgaridad. Molfino afirmó que “la sumatoria de reclamos configura un panorama de preocupación que es nocivo para cualquier medio de comunicación masivo”. Pero no se le debe cargar todas las tintas a la televisión. La prensa escrita y la radio no están excentas de estos problemas.

25) Según Soledad Puente, de esta gran tentación y/o presión no se escapan ni los noticieros: mantener la atención del público o rating alto desde el principio y hasta el fin del informativo es la gran meta de todo buen editor de noticiarios. Véase Soledad Puente, op. cit., p. 103.

26) Para el tema de la calidad véase los Cuadernos de Información, núm. 13, 1999. En especial los artículos de Isabel Awad, “Errar es periodístico… corregir también”, p. 31ss; Silvia Pellegrini, “Medición de la calidad de la prensa en Chile”, p. 41ss; Mar de Fontcuberta, “Pauta y calidad informativa”, p. 61ss.; Sergio Godoy, “Una medida de calidad: diversidad programática en la TV chilena 88-97”, p. 75ss.

27) Gregorio Peces Barba, “La crisis de la libertad de expresión”, Madrid, 1994. Citado en Hugo Aznar, “Comunicación Responsable”, op. cit., pp. 55-56.

28) No se desconoce que los canales de televisión tienen también un carácter empresarial y, por ende, deben competir y generar recursos. Los recientes balances de los canales de televisión entregados a la Superintendencia de Valores y Seguros demuestran que varios de ellos arrojan cuantiosas pérdidas. Para TVN y Megavisión, el año 1995 fue el último en que tuvieron utilidades. Otros como Chilevisión y la Red nunca han tenido utilidades. Para un mayor detalle véase El Metropolitano, 10, 8, 1999, pp. 26-27.

29) Leonardo Rodríguez, op. cit., pp.77-78.

30) Pero como quod gratis affirmatur, quod gratis negatur, se mencionan un par de ejemplos chilenos. En 1997 Megavisión sacó abruptamente del aire su teleserie Santiago City, pues el rating más alto que obtuvo en sus escasas 17 emisiones fue de 5.5 puntos, es decir, la teleserie no era rentable. Igual suerte corrió la serie de TVN, Brigada Escorpión, que según los directivos obtuvo un rating insuficiente, alcanzando sólo 12 puntos, pese a que se estimó que era de buena calidad. A mayor abundancia se puede mencionar el caso de la cantante Nicole en el Festival de Viña, del Mar del año 1996. Su actuación fue súbitamente suspendida, pues la medición on line no marcó la audiencia esperada por los organizadores del certamen.

31) Ibid. En Chile, algunos canales exhiben hasta cuatro teleseries diarias.

32) Leonardo Rodríguez, op. cit., p. 76.

33) Citado de El Mercurio, edición del 30, 6, 2000, p.  C 19.

34) El periódico paraguayo Revista Crónica y la revista mexicana Archivo de lo Insólito, por mencionar un par de casos, son un buen ejemplo de lo afirmado. En otra perspectiva, la revista Colors, dirigida por el polémico fotógrafo Oliverio Toscani, abordaba en una de sus ediciones un tema muy novedoso: “Muerte: manual de instrucciones” (Edición de enero-febrero 1998, núm. 24). Aquí se le entregaba al lector una especie de manual con las diferentes alternativas para quitarse la vida. Otra novedad son aquellos programas al estilo reality show, como Big Brother, en que los protagonistas son personas “comunes y corrientes” que están siendo filmadas las 24 horas del día, sin excepción. En algunos países se le pretende dar a estos programas el carácter de experimentos o concursos (España). Es casi banal señalar los altos índices de audiencia que tienen estos programas.

35) Niceto Blazquez, Ética y Medios de Comunicación, BAC, Madrid, 1994, p. 313. No se desconoce que existe una Prensa del Corazón soft que no presenta problemas éticos. Sin embargo, esta prensa suave es claramente minoritaria en relación con la Prensa del Corazón  dura.

36) Ibid.

37) Al respecto véase el artículo de la revista Qué Pasa, Feria de Vanidades, del 11, 5, 1999.

38) Sobre este tema véase, entre otros, Ernest van den Haag, “Pornografía, privacidad y el sesgo de los medios de comunicación”, en Cuadernos de Información, núm. 2, Santiago, 1985. Véase también “Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Pornografía y Violencia en las Comunicaciones Sociales. Una respuesta pastoral”, 1989.

39) Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, op. cit., núm. 5.

40) Ibid., núm. 10.

41) Uno de los espacios más controvertidos fue el denominado Cine para Adultos de Chilevisión. Si bien las películas no fueron consideradas pornográficas por el Consejo, sí tenían buenas dosis de erotismo. En el ámbito de la televisión por cable ya llegó a Chile el Canal Playboy.

42) El Artículo 25, parág. H, alude indirectamente a la pornografía al afirmar que “son faltas a la ética profesional utilizar imágenes de personas que atenten contra su dignidad y las convierta en productos mercantiles”. En su anterior versión, el Código en su Artículo 9, parág. A, era más directo: “Se consideran faltas graves a la ética profesional periodística, debiendo su comisión ser sancionada severamente: el periodismo que utilice la obscenidad como atractivo mercantil”. Citado en Porfirio Barroso, Códigos deontológicos de los medios de comunicación, Ed. Paulinas, Madrid, 1984, pp. 73-74.

43) De las 62 sanciones impartidas por el Consejo Nacional  de Televisión a la televisión abierta, desde su creación en 1989 hasta 1998, 29 corresponden a Chilevisión. De las 62, nueve corresponden a pornografía, repartidas de la siguiente manera: Canal 2, dos veces; La Red, dos veces; Chilevisión, dos veces; TVN, tres veces. Para mayor detalle véase: Consejo Nacional de Televisión, Balance de sanciones televisión abierta y cable 1989 –1998, Santiago, 1999. Para el cable se han cursado 27 sanciones, de las cuales seis corresponden a pornografía.

44) Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, op. cit., núm. 9.

45) Sobre este tema véase, entre otros, Richard Clutterbuck, Ed. Eunsa, Pamplona, 1985. Véase también el Documento del Consejo Pontificio para las comunicaciones sociales anteriormente citado.

46) Arturo Fontaine A., Discurso en ocasión de la presentación de los fallos del 97, pronunciado el 3, 4, 1998.

47) Decreto Inter mirifica, 1965, núm. 7.

48) Por razones de espacio no se discuten algunas teorías que plantean la necesidad de consumir  violencia, pues ella actúa como terapia o como catarsis.

49) Se demostró que los adolescentes que asesinaron en abril de 1999 a quince personas en el Columbine High Schoool de Litleton (Colorado), habían tomado como modelo al actor Leonardo di Caprio. Uno de los victimarios, que murió en la tragedia, tenía una página en Internet, en la cual había escrito: “Los muertos no discuten”.

50) Ontológicamente, la verdad se define como adeaquatio rei et intellectus. A partir de aquí se puede definir la verdad informativa como la conformidad o adecuación entre lo conocido por el agente de la información y lo difundido o comunicado. Sobre la relevancia de la verdad en la sociedad, véase Fernando Moreno, Verdad y Sociedad, Ediciones del ICHEH, Santiago, 1980.

51) Para este tema véase, entre otros, Hugo Aznar, Comunicación responsable, Ariel, Barcelona, 1999; Niceto Blazquez, op. cit.; Porfirio Barroso Asenjo, Códigos Deontológicos de los medios de comunicación, Madrid, 1984; Luka Brajnovic, Deontología periodística, EUNSA, Pamplona, 1978.

52) Para profundizar en este tema vean los dos excelentes libros de Hugo Aznar, Ética y Periodismo. Códigos, estatutos y otros documentos de autorregulación, Paidós, Barcelona, 1999; Comunicación Responsable, Ariel, Barcelona, 1999.

53) En este aspecto coinciden autores como María José Lecaros, Emilio Filippi y Abraham Santibañez, aunque con diferentes acentos.

54) Sobre el controvertido tema de la necesidad de la enseñanza universitaria del periodismo, véase, entre otros, Luka Brajnovic, El ámbito científico de la información, Eunsa, Pamplona, 1979,  pp.143 -145.

55) En el caso chileno, de las 31 Universidades que tienen la carrera de periodismo, aproximadamente 90%  imparte la cátedra de ética periodística. Si bien es cierto que de nada sirve conocer la ética periodística o los códigos de ética, si no existe la disposición del agente a obrar rectamente, no cabe duda que su enseñanza ofrece a los alumnos los principios y normas fundamentales, necesarias para el recto ejercicio de la profesión. Aunque la realidad muestre que muchos jóvenes periodistas cargados de ideales y con una sólida formación moral, se estrellan rápidamente con el  muro de la realidad laboral, es decir, lentamente deben inclinar la cerviz frente a las exigencias del medio, lo que no pocas veces supone violentar su propia conciencia, no es menos cierto que también existen aquéllos que no ceden frente a estas presiones.

56) En Chile, un órgano del Estado encargado de velar por el buen funcionamiento de los medios de televisión es el Consejo Nacional de Televisión creado a fines de 1989. Esta institución, compuesta por 11 miembros, autónoma y con personalidad jurídica está contemplada en la Constitución de 1980.

57) Una alternativa más radical, como el control público de los medios, al menos de la televisión (como sucedió durante muchos años en Europa), ha demostrado, también, que  no es una alternativa real, pues los problemas subsisten al no representar una verdadera alternativa frente a los medios privados (quizá la excepción a la regla sea la BBC en Gran Bretaña). Además, la posibilidad del control público de los medios encierra el peligro de la manipulación de éstos por parte del Estado, con fines propagandísticos y/o político-ideológicos.

58) Decreto sobre los Medios de Comunicación Social Inter mirifica, promulgado el 4, 12, 1963,  núm. 11.

59) Sobre los límites éticos de las empresas periodísticas véase, Emilio Filippi, La profesión Periodística, Atenea, Santiago, 1991, en especial capítulo VIII.

60) Victoria Camps, “El lugar de la ética en los medios de comunicación”, en Enrique Bonete Perales (coord.), Éticas de la información y deontologías del periodismo, Tecnos, Madrid, 1995, p. 60.

61) Gilles Lipovetsky, El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos, Anagrama, 1994. Citado en Hugo Aznar, Comunicación Responsable, op. cit., p. 55.

62) Ibid, p. 42

63) Véase al respecto la obra de Giovanni Sartori, Homo videns, Taurus, 1998.

64) Cf. Revel, J.F., El conocimiento inútil, Planeta, 1988.

*Profesor de la Universidad Gabriela Mistral de Chile.

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