La formación profesional del periodista

  • Escenarios, paradojas, y expectativas del periodista.
  • Saber escribir, saber investigar, saber pensar, y saber hablar: los cuatro saberes prácticos.
Fotografía de UN Climate Talks @ Flickr

Fotografía de UN Climate Talks @ Flickr

Por  Omar Raúl Martínez.

Publicado originalmente en RMC 71.

Para atisbar el terreno del campo profesional del egresado de periodismo y comunicación en México, conviene remitirse a la memoria, los datos, las contrariedades, los caminos posibles y las voces maestras que perfilan los contornos y las realidades de tal carrera.

La memoria y los datos

  1. Desde principios de 1984, el columnista Manuel Buendía advirtió que la expansión del mercado profesional del periodista no sólo se había agotado, sino que incluso se estaba colapsando. “Si hay que expresar esto en términos más claros y crudos  –sostuvo sin ambages–, diría que estamos formando muchachos para el desempleo y la frustración”.1
  2. Por aquel entonces existían alrededor de 50 institutos o escuelas o facultades de comunicación y periodismo… Y su apercibimiento no tuvo eco alguno.
  3. En la actualidad, de acuerdo con los minuciosos estudios de la investigadora Claudia Benassini2, funcionan cerca de 240 licenciaturas sobre alguna arista de la comunicación, ofrecidas por 218 escuelas de educación superior: 195 privadas y 23 públicas.
  4. En los últimos diez años se crearon cerca de 130 escuelas: casi el doble de las nacidas entre 1953 y 1989.
  5. Conservadoramente puede hablarse, según ANUIES, de 47 mil alumnos inscritos en carreras de comunicación y afines: la sexta más poblada (antes se ubican derecho, contaduría, administración, medicina e ingeniería).
  6. Cada año egresan, por lo menos, entre seis y ocho mil estudiantes.
  7. Cifras de la UNESCO en 1997 colocaban a México como el segundo  país latinoamericano con mayor número de estudiantes de comunicación (42 mil 800), sólo detrás de Brasil (55 mil 89). El tercer sitio estaba muy distante: Perú, con siete mil 277 alumnos.3
  8. En la próxima década, asegura la Coordinación General de Universidades Tecnológicas de la SEP, tenderán a desaparecer varias profesiones, entre ellas las de agentes de seguros, editores de libros y periódicos.4  A  cambio surgirán carreras asociadas con las nuevas tecnologías.

Contrariedades

Ante esas realidades emergen algunas paradojas:

  • a) Muchísimas escuelas… y contados o pocos egresados suficientemente capacitados en periodismo. 
  • b) Numerosos aspirantes universitarios… y pocos medios informativos donde puedan desarrollarse profesionalmente.
  • c) Algunas escuelas de comunicación vistas fundamentalmente como negocio… y magros ingresos a quienes pretenden incorporarse al mercado laboral de la información.
  • d) Notable interés o ambición protagónica por trabajar en radio y televisión… pero falta de arraigada vocación profesional de una gran parte de los aspirantes a periodistas o conductores.
  • e) Propensión académica a formar todólogos o profesionales generalistas en el conocimiento humanístico… y paulatina mayor exigencia y tendencia de los empleadores a contratar especialistas.
  • f) Se reduce la población autodidacta en el ámbito informativo… pero los periodistas académicos “parecen desvinculados de la realidad”, según Gabriel García Márquez, cuya mirada crítica no se toca el corazón: “La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos”.5

 

Caminos

¿Qué hacer y por dónde comenzar? No hay respuestas absolutas. Quizás resulta indispensable inventar, explorar, experimentar, arriesgar caminos en un proyecto integral que involucre: autoridades escolares, estudiantes, egresados universitarios, periodistas en activo, y empleadores mediáticos.

En primera instancia saldrían a flote tres senderos posibles que merecen reflexionarse y debatirse:

  1. Redefinir planes de estudio, habida cuenta de que algunas licenciaturas forman estudiantes con un perfil múltiple y aparentemente integral pero a la vez amorfo por lo diverso y pretencioso: una identidad generalista pero imprecisa si se carecen de sólidos cimientos vocacionales.
  2. La especialización desde la academia, más allá de las subespecialidades de los últimos semestres. Concentrarse en el dominio pleno de conocimientos, técnicas y lenguajes específicos durante por lo menos dos o tres años, permite anular la dispersión, la improvisación y la superficialidad, y ante todo amplía las posibilidades de desempeño en el mercado profesional.
  3. Ponerles dinamita a las escuelas de comunicación y periodismo, como dice Antonio Pasquali. Este importante teórico de la comunicación venezolano, desde 1993 hizo un planteamiento atrevido y novedoso que de alguna manera condensa los dos puntos precedentes:

Soy partidario de meterles dinamita a nuestras 330 escuelas  de comunicación social [en aquel entonces], de destruirlas lentamente en 10, 15 o 20 años y de reemplazarlas por estudios de cuarto nivel, es decir: estudios de posgrado donde reciban poetas, arquitectos, ingenieros, médicos, abogados y técnicos en electrónica… para que se les habilite a comunicar. No hay que enseñarles tanta materia general sino habilitarlos a comunicar bien la expresión de su saber: veo en ese sentido el porvenir de las escuelas de comunicación.  Hablo de dinamita, pero en realidad yo sería un evolucionista.6

Y en ese mismo sentido, el escritor y periodista mexicano Federico Campbell ha expuesto un razonamiento que genera las más profundas inquietudes por su tono claridoso y provocativo:

Italia es uno de esos países donde no se ha considerado necesario tener escuelas de periodismo. Las universidades ofrecen carreras hermanas o que pasan por las vecindades del periodismo –como las de sociología, semiótica, historia, literatura–, pero nunca se les ha ocurrido que en sí mismo el oficio de informar pueda tener la dignidad de un estudio como el de la ingeniería industrial, por decir algo. Porque se razona que el periodismo es una técnica, como la mecanografía o la taquigrafía o una especie de programa procesador de palabras, es decir, un lenguaje como cualquier otro: un vehículo. El razonamiento […] es que uno no se pone a estudiar cinco años de mecanografía o a hacer una carrera de taquigrafía, pues son modos de hacer, técnicas, que se pueden adquirir en cosa de un año. Son saberes que se adquieren al margen de las carreras serias o significativas, como los idiomas.7

 

Perfiles y convergencias

Independientemente del destino que asuman las currículas de las carreras de comunicación y periodismo, no puede soslayarse el necesario estímulo de cuatro saberes prácticos desde la academia: saber escribir, saber investigar, saber pensar, y saber hablar.

Y ante el fenómeno de la comunicación globalizada, habrá de irse reconfigurando no sólo la manera de concebir y hacer el periodismo sino también, desde luego, la forma de aprehenderlo, aprenderlo y enseñarlo. En tal orden de ideas, la formación periodística en las universidades puede rendir mejores frutos y depurar sus afanes si toma en consideración las implicaciones que, de acuerdo con el periodista Jorge Ramos Ávalos, nos plantea la era de las convergencias en el siglo XXI: 

  1. La convergencia de las noticias nacionales e internacionales. La tecnología globalizadora estrecha las fronteras y tiende a quebrantar las diferencias entre noticias locales, nacionales e internacionales, todo lo cual obliga a un mayor conocimiento de la geopolítica y la historia.
  2. La convergencia de medios de comunicación. Con el desarrollo de las grandes empresas multimedia, cada vez es más frecuente que un periodista reportee y escriba para más de un medio –sea radio, prensa, TV o internet–: tales habilidades habrán de significarlo como un periodista integral.
  3. La convergencia del periodismo, entretenimiento y negocios. Tal veta no puede desestimarse en un mundo  donde la información periodística seria y profesional debe ser redituable para sobrevivir, y se sobrevive en función del rating que a su vez atrae negocios. 
  4. La convergencia de los pueblos y los idiomas. Para investigar, saber e informar de otras culturas no basta un idioma en un mundo globalizado, y menos aún considerando que la diversidad étnica, racial y lingüística es el entorno cotidiano del periodista.8

Sencillamente quien desaire  dichos saberes y convergencias en el trayecto de la formación periodística, se quedará fuera del juego. Pero consideramos que a ello resulta imprescindible  añadir, para cerrar con broche de oro,  las consideraciones de dos  excepcionales periodistas:

Toda la formación del periodista –asegura Gabriel García Márquez– debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigación por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.9

La formación del periodista –apunta por su parte Manuel Buendía–  jamás concluye. Un minuto antes de la muerte debemos estar contentos porque supimos algo nuevo, pero ansiosos porque quizás ya no tendremos tiempo para comunicarlo.

[…] Querer  abandonar la medianía y poder hacerlo, son cosas muy distintas. El compromiso implica renunciaciones dolorosas a cada instante; valor en donde hay flaquezas; decisión, cuando la molicie del entorno nos está predicando lo contrario.

Significa admitir que la universidad, aun habiendo culminado con excelencia la carrera, sólo nos ha puesto al principio del verdadero camino que conduce a la cima. Significa que la primera cima alcanzada, lo único que nos descubre es que apenas hemos comenzado a escalar una cordillera. Significa que en este abrupto, encrespado y raramente gozoso camino, vamos a estar fundamentalmente solos. Poca será la ayuda que nos pueda ser proporcionada. Lo esencial del esfuerzo nos corresponde y es intransferible.

De un modo cierto, la ruta del mejor periodista es el autodidactismo. Esto es válido aun para aquellos, repito, que ostentaran por ahí un diploma universitario. En ninguna actividad profesional como la  nuestra es exacto aquello de que hay profesionales sin título y títulos sin profesionales.10

 

Notas.

1)           Manuel Buendía, Ejercicio periodístico, Fundación Manuel Buendía AC, México 1995, página 113.

2)           Véase el documentado trabajo que publica esta autora en el presente número de Revista Mexicana de Comunicación: “Carreras de comunicación en México: entre la crisis y la esperanza”, página 28.

3)           Anuario Estadístico de la UNESCO, 1997.

4)           Notimex, “Desaparecerán 10 profesiones”, La Crónica de Hoy, 23 de marzo, 2001, página 27.

5)           Gabriel García Márquez, “El mejor oficio del mundo”, léase en la página web de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano: fnpi.org

6)           Omar Raúl Martínez, “La investigación en Latinoamérica no está muerta: Pasquali”, Revista Mexicana de Comunicación, número 27, enero-febrero, 1993, página 20.

7)           Federico Campbell, Periodismo escrito, Ariel, México, 1994, página 157.

8)           Jorge Ramos Ávalos, “El periodista integral”, Reforma, 19 de agosto, 2001, página 16-A.

9)           Gabriel García Márquez, Op. Cit.

10) Manuel Buendía, Op. Cit., página 123.

 

Aniversarios de la FMB y la RMC 

Este mes de septiembre celebramos con gusto el XVII cumpleaños de la Fundación Manuel Buendía (FMB) y el XIII aniversario de la Revista Mexicana de Comunicación.

A lo largo de 17 años, la Fundación que lleva el nombre del reconocido periodista se ha empeñado en impulsar varios programas orientados a la capacitación y el análisis en torno a las aristas diversas de la comunicación social. Y entre ellos sobresale precisamente la Revista Mexicana de Comunicación (RMC): un foro especializado en el quehacer y el estudio de los medios donde bimestralmente se dan cita el registro, la reflexión y el debate.

Tanto la RMC como la Fundación –madre y motor de la primera– han pretendido brindar sus mejores bríos para sembrar semillas y cosechar frutos variopintos en los linderos comunicativos de nuestro país. Y a la vuelta de los tiempos ambas nutren su camino con las palabras, aportaciones, críticas, ánimos de lectores y amigos. Ambas refrendan una vez más sus compromisos primigenios. Ambas renuevan sus proyectos y aspiraciones. Ambas seguirán abriéndose brecha entre avatares y búsquedas en el bosque de la comunicación social mexicana y del extranjero. Ambas continuarán apelando a la suma de esfuerzos para aportar granitos de arena que, a la postre, construyan edificios…

Porque a fin de cuentas dos entidades hermanas como la Fundación Manuel Buendía y la RMC sólo pueden significar el fruto de la voluntad, la amistad, el compromiso y la sangre vital. Tal engarce de elementos es y ha sido la constante de quienes han dejado y día a día dejan huellas y luces en los destinos de la FMB y la RMC, comenzando por Miguel Ángel Sánchez de Armas, Esperanza Narváez, Abigail Cervantes, Jorge Jaramillo, Clara Narváez, Nancy Ávila, Fabiola N. Perafán, Dulce Juárez, Juan Carlos Bruno, Fernando Rodríguez, Antonio Moreno, Jorge del Ángel, y siguiendo con Sonia Chávez, Verónica Martínez, Nelly Olivos, Mariana Cantú, Nubia Salas, Antonio Soto, Raúl Velázquez, Claudia Arreola, Sabás Huesca, Pilar Ramírez, Ulises Castellanos, Raúl Godínez, Diana Mayén, Juan Antonio Barrera, Carmen Vega, Carmen Narváez, Carlos Franco, entre muchos otros cuya aportación es, ha sido y seguirá siendo sumamente valiosa tanto para las entidades festejadas como para el estudio de la comunicación nacional.

A todos ellos y a nuestros lectores y amigos, gracias.

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