Repensar el periodismo mexicano
- La especialización del periodismo en México.
- La banalización de la información y la superficialidad: características del periodismo actual.
- El surgimiento de los diarios en línea y la reducción de los periódicos físicos.
Por María Elena Hernández Ramírez
Publicado originalmente en RMC 82
El presente en el periodismo es el del mundo de aperturas, el mundo globalizado, del Estado mínimo o adelgazado, del neoliberalismo, de las inacabables novedades tecnológicas, de la tolerancia, de la multiculturalidad, de la transición democrática, de la vigilancia internacional, de la creciente participación ciudadana, de las fusiones de grupos mediáticos, de las alianzas estratégicas, de las sinergias productivas, del infotainment, de la construcción de nichos de mercado, del periodismo en línea, del regreso de los diarios gratuitos, de la proliferación de contratos basura para los periodistas… y de muchos otros fenómenos más que reclaman nuestra atención.
Actualmente, las grandes empresas periodísticas mexicanas ya han integrado, o tratan de integrar a sus estilos, las características formales del modelo periodístico que se impone en el mundo contemporáneo y cuyo origen es estadunidense: el periodismo de mercado. Este modelo somete la propuesta periodística a las fuerzas del mercado, o dicho eufónicamente, a los gustos del consumidor; un modelo en el que los medios se esfuerzan cada vez más por ofrecer productos especializados, diseñados a partir de grupos de consumidores potenciales, y en el que la función del entretenimiento está por encima de la informativa; un modelo en el que se hace un menor énfasis en la responsabilidad tradicionalmente atribuida a los medios de vigilar al poder público, y muy especial atención en la rentabilidad de los productos periodísticos. Ya incluso se habla de franquicias1, en lugar de cadenas o grupos de medios, indicando claramente el carácter de mercancía de los productos resultantes y sugiriendo las reglas del juego.
Especifico que son las características formales las que se ha tratado de imitar o integrar, porque existen otros rasgos de dicho modelo, más estructurales, que no se han apropiado por completo en México, como sería el caso de practicar el periodismo de investigación en su más amplio sentido.
Hoy día, la tendencia mundial de fusionar medios o grupos de medios es una realidad en México. Además, estamos en la antesala de lo que se vive en las grandes capitales del mundo: la reducción del número de diarios en circulación, y constatamos la cada vez más clara imposibilidad de subsistencia para diarios independientes. Como en otros campos profesionales, observamos también el panorama poco alentador en términos de apertura de empleos, aún con las potencialidades de mercado laboral que se atribuye a los medios en línea.
Un fenómeno más del vertiginoso presente, es la exigencia de los grandes grupos de medios a los periodistas para que se desempeñen como hombres orquesta: el reportero debe ser capaz de tomar la foto, subir la información a los sistemas informáticos, diseñar la página y, en algunos casos, elaborar subproductos para más de un medio a la vez. Las empresas periodísticas buscan más que nunca la rentabilidad, por encima incluso del propio discurso sobre el compromiso del periodismo con la sociedad.2
Los periodistas –dice Alma Delia Fuentes– debemos ser capaces de saber dónde y cómo buscar información, con rapidez y bajos costos. Realizar investigaciones complejas a través de bases de datos, trabajar con estadísticas, analizar datos y utilizar ese análisis para conseguir historias de alto nivel con un contexto más profundo.3
Una de las consecuencias ya evidentes de este fenómeno es que “los periodistas trabajan más; disponen de menos tiempo para realizar sus investigaciones y para escribirlas; producen informaciones más superficiales”.4
Menos diarios, menos empleos en los medios, mayores exigencias, y aún así salarios magros.
Indiscutible característica del periodismo actual es la creciente banalización de la información, la superficialidad. José Manuel Tornero, citado por Pedro Barrán, afirma:
El rasgo más llamativo del periodismo a finales del siglo XX es precisamente su banalización creciente, un particular vaciamiento de sentido que le desconecta de la realidad y de la acción social.
Las principales características de esa banalización, de acuerdo con el autor, son:
La fragmentación (preeminencia del impacto sobre la investigación), la espectacularización (preeminencia de la emoción sobre la transparencia), la figuratividad (triunfo de los singular y concreto sobre lo abstracto).5
En materia de condiciones laborales persiste una gran inconformidad: se mantiene el desequilibrio en salarios, más tareas por el mismo sueldo (“optimización de los recursos”), los administradores invaden áreas de decisión editorial, recortes de personal frecuentes en las redacciones, explotación de practicantes, contratos de trabajo sin prestaciones sociales, nulo peso de las organizaciones gremiales…
Si bien no todos estos fenómenos son nuevos, sí se ven acentuados en el contexto actual del periodismo mexicano, y deben sorprender después de una década en que se vislumbraban modificaciones importantes en materia laboral.
La situación, ciertamente, no es privativa de México. La FELAP (Federación Latinoamericana de Periodistas) habla de la pauperización de las condiciones laborales de los periodistas en América Latina, como consecuencia de las políticas de globalización neoliberal, de concentración económica, financiera, tecnológica y mediática que caracteriza la presente etapa del mundo.6
En el presente, la enseñanza del periodismo parece una tarea mucho más difícil que hace una década, tanto en el plano instrumental como en el teórico: mientras el mercado empuja preferencialmente hacia la formación de técnicos multimedia, las realidades social, económica, política y cultural de las localidades requieren de mayor análisis y acercamientos críticos. Por otra parte, los jóvenes que hoy se preparan para ser periodistas no tienen a su alcance alternativas efectivas entre las ofertas periodísticas que les sirvan de modelo a imitar, pues aún los reconocidos medios de referencia en el mundo muestran ya la superficialidad del periodismo predominante.
Ante las tendencias especializantes en el campo laboral del periodismo y la comunicación en general, la oferta educativa de las escuelas se encuentra desfasada, problema que se agrega a la larga lista de críticas que ya se conocen sobre los currícula de las escuelas de comunicación. Sin ser catastrofistas, podemos ver que el presente (y quizás el futuro) de las nuevas generaciones de periodistas no se advierte nada alentador, debido, entre otras realidades, a la diversidad y fragmentación de los planes de estudio predominantes, pues la constante –dice Omar Raúl Martínez– es que “egresan universitarios con una identidad múltiple de la comunicación, aparentemente integral, pero a la vez una identidad amorfa, difusa y tan incierta como el mismo plan de estudios.”7
La especialización en el ámbito periodístico parece irse imponiendo como una vía irreversible para avanzar en la profesionalización. […] Periodistas doctos en campos específicos […] es lo que más escasea y de lo que mayormente se requiere en los medios de comunicación.8
Las políticas laborales de las empresas se muestran aún más contradictorias: prefieren a los nuevos perfiles profesionales (cibernautas, especialistas, periodistas multimedia)9, sin que las remuneraciones se incrementen en proporción a la complejidad del perfil.
Sobre el periodismo en línea, un fenómeno incrustado en el vertiginoso presente, podemos sostener que su lugar en México aún no es claro, ni como oferta periodística ni como recurso comercial adicional para las empresas de medios. Se está explorando, hay fascinación, pero no hay certezas.
Con datos del 2000, Uriel Caballero afirma:
Han pasado ya cinco años desde que aparecieron las primeras ediciones en línea de periódicos mexicanos. Dada la dinámica de los productos en red, este lapso es enorme para que los productos mostraran una gran capacidad de innovación, si se deseaba sobrevivir en un mercado dinámico. Pero la innovación es observada en pocos periódicos digitales mexicanos.10
¿Cuáles son sus públicos?, ¿cuáles sus especificidades?, ¿cuál su futuro? ¿cuáles sus aportaciones periodísticas y cuáles las comerciales? Son algunas preguntas vigentes en torno al periodismo en línea, que requieren respuesta, sin ser las únicas ni las más importantes preocupaciones en torno al periodismo mexicano que estamos conociendo en este principio de siglo.
El fenómeno del periodismo en línea es, sin duda, muy relevante, pero la población nacional con acceso a internet es francamente reducida: de un total de alrededor de 100 millones de personas, sólo 3.5% de los mexicanos tendría acceso a la red (considerando usuarios suscriptores y no suscriptores). Por deducción elemental, los cibernautas de páginas periodísticas deben ser muchísimos menos.11
Como un último ejemplo de los muchos más fenómenos periodísticos del presente que requieren de atención, retomo lo que se concluyó en el III Congreso Mundial de Periodismo, que tuvo lugar en Río de Janeiro en el año 2000, según lo relata Enrique de Aguinaga:
El III Congreso Mundial de Periodismo […] situó en el futuro dos fenómenos emergentes: la redacción multimedia –radio, televisión, Internet y prensa– y el periódico gratuito.12
La aparición de periódicos gratuitos, un fenómeno mundial emergente en el 2000, ya se observa en México. Estamos a tiempo de registrarlo, seguirle la pista y analizarlo, porque sin duda se trata de un fenómeno que se relaciona con la recomposición del mercado de impresos, la pérdida de credibilidad en los medios tradicionales y el intento de reconquista por parte de éstos más de los anunciantes, mediante ofertas alternas, que de los públicos escépticos.
Primera problemática, entonces: caracterizar el vertiginoso presente en el periodismo mexicano.
El pasado reciente
La segunda problemática está ligada a la primera: estudiar este periodismo con el que inicia el siglo XXI nos lleva inevitablemente a buscar el origen de sus características, en un intento por reconstruir una historia social que explique y oriente el camino. Para eso, de entrada, sería necesario dar cuenta de los acontecimientos de la década de los noventa, que modificaron de alguna manera al periodismo y, enseguida, retomar y profundizar las reflexiones que algunos han hecho sobre el periodo de transición en la historia de las relaciones prensa-Estado, periodo cuyo comienzo ha sido marcado por el llamado Golpe a Excélsior, y el nacimiento de Proceso en 1976. Una transición que aún no termina, y que para quienes la han analizado deja intocados hasta la fecha los aspectos esenciales de esas relaciones, aunque ciertamente haya generado cambios importantes.
En la década de los noventa, los cambios en la industria del periodismo se presentaron en forma tan constante y relativamente rápida que aún no los hemos asimilado por completo.13
No sólo se trata de los efectos de la incorporación de las nuevas tecnologías al trabajo periodístico, sino también de la adopción-adaptación de una forma de hacer el periodismo, de un modelo legitimado.
Los cambios en el periodismo en la década de los noventa, pueden ubicarse a tres niveles:
- Los derivados de las transformaciones de estructuras y relaciones de poder en México.
- Los inherentes al advenimiento e incorporación de nuevas tecnologías a la producción informativa.
- Los debidos a fenómenos internacionales como la globalización de las economías, y la resultante lucha a toda costa por los consumidores globalizados.
Entre las transformaciones estructurales y de relaciones de poder en México, menciono sólo algunos de los acontecimientos directamente relacionados con la vida periodística, para ilustrar lo muy rico que resultaría construir esta historia social:
En 1990 se libera la importación del papel periódico controlada hasta entonces por el Estado a través de PIPSA; en 1991, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos establece el salario mínimo profesional para reporteros y fotógrafos de prensa; en 1992 se publica el decreto presidencial sobre los “Lineamientos para la aplicación de los recursos federales destinados a la publicidad y difusión y, en general, a las actividades de comunicación social”; a partir de 1993, la Presidencia deja de pagar los viáticos de los periodistas que cubren las actividades presidenciales en el país y en el extranjero (al menos se establece que dejaría de hacerlo); en el 1994, “se suprime la presencia del Presidente de la República en el ritual del día de la libertad de prensa”; “De 1994 a 1996, por la vía de las reformas a la legislación electoral se logran regulaciones en materia de medios.”14
La informatización de las redacciones de los medios mexicanos ocurre paulatinamente también durante la década de los noventa, lo mismo que la expansión del fenómeno Internet, y sus consecuencias en los procesos productivos de información, al facilitar las sinergias entre medios asociados.
Y como contexto económico y político para estos cambios tecnológicos, la apertura de las fronteras mediante la firma del Tratado de Libre Comercio, telón de fondo que explica también algunas de las iniciativas estatales para modificar o clarificar las relaciones prensa-gobierno, debido a la vigilancia internacional a que quedamos expuestos por los términos de los acuerdos comerciales.
Los acontecimientos políticos, económicos y culturales relacionados con el periodo de transición en el cambio de las relaciones prensa-Estado, han sido señalados, abordados y medianamente analizados sobre todo por periodistas que también son o han sido académicos: Raúl Trejo, José Carreño Carlón, Raymundo Riva Palacio, Rafael Rodríguez Castañeda, Miguel Ángel Granados Chapa, entre otros.
Carreño Carlón, quien conoce las entrañas del aparato estatal, escribe con conocimiento de causa un trabajo en el que sostiene la existencia de un “modelo histórico-estructural de relaciones de subordinación de los medios al poder público”. Con tal modelo, dice, nace el periodismo industrial en México, que se perfecciona y consolida en el México posrevolucionario y funciona hasta los años setenta del siglo XX. Modelo que se ha visto sometido desde hace poco más de un cuarto de siglo y hasta nuestros días, a un “lento proceso de extinción” cuya marcha se ha acentuado por las repercusiones en la relación prensa-gobierno de la apertura y modernización de la economía en el país.15
Trejo, por su parte, aporta datos para la reconstrucción y señala que si bien hay cambios en esta relación históricamente perversa, no son tantos como para asegurar que la prensa de hoy es radicalmente distinta de la de hace dos décadas.
Ahora, los enfoques editoriales son más variados. […] la mayoría de los diarios mexicanos siguen siendo políticamente ambiguos, […]; el rigor analítico, la seriedad informativa y hasta la cordura opinativa, siguen dejando mucho qué desear. El gobierno no presiona a la prensa como era tan proverbial como impúdico que ocurriese, pero más por temor al escándalo denunciatorio que por carecer de recursos para ello: muy pocos diarios y prácticamente ninguna revista han conseguido que en sus finanzas, la principal fuente de ingreso haya dejado de ser la publicidad de los gobiernos federal o estatales.16
Recuperar lo ya escrito, leerlo y completarlo a la luz de nuevas fuentes y condiciones, analizar el mosaico resultante sobre la historia social del periodismo mexicano no debe ser una tarea que se postergue más. La agenda de investigación posible es vastísima, pero si no la tomamos ahora, las novedades tecnológicas y las nuevas preocupaciones generadas por la visión predominante del periodismo en la actualidad, en términos de priorizar su rentabilidad, terminarán por obscurecer una vez más el camino que ya se ha andado.
Si el análisis del pasado reciente es complejo, el del porvenir está claramente sugerido por las prácticas presentes, como bien lo ubica Carreño Carlón en una ponencia reciente sobre el caso mexicano: el periodismo está pasando de “un modelo de complicidades y corrupción a un modelo de colusión de intereses, control corporativo, monopólico” mediante inversión accionaria y publicitaria.17
A manera de exhortación
Como es de imaginar, no tengo conclusiones, tengo un interés que manifiesto a otros que estudian el periodismo y cuya pertinencia quiero fundamentar en las palabras de Josep Lluís Gómez Mompart, quien sostiene que el periodismo es uno de los productos sociales que mejor identifican la cultura contemporánea: Sin el periodismo no se acaba de entender la economía, la política, la sociedad, ni la cultura de los siglos XIX y XX.18
Al estar de acuerdo con tal afirmación, mi insistencia es sobre la necesidad de investigar el periodismo mexicano de manera sistemática, desde múltiples perspectivas y desde lugares diferentes, más allá de las grandes capitales del país, intentando generar explicaciones generales y radiografías mínimas del periodismo por regiones.
Los temas pendientes son muchos, tanto coyunturales como estructurales, y la tarea es claramente imposible para investigadores aislados. ¿Sería posible investigar en conjunto, y despertar el interés de los organismos de apoyo a la investigación en la relevancia de entender y repensar nuestro periodismo?
Notas
1) “El antiguo redactor de la redacción del Chicago Tribune se lamentó recientemente: ‘El periodismo ha tenido siempre por función educar a la gente. Hoy, los propietarios estiman, al contrario, que no se trata más que de una franquicia (mercancía) como otra cualquiera, y que, como las otras, primero debe aportar dinero’.” Cfr. Eric Klinenberg, “Los periodistas multiusos del Chicago Tribune”, Sala de Prensa núm. 21, julio 2000, año III, vol. 2 (http://saladeprensa.org/art142.htm).
2) Pese al optimismo de algunos, hay autores que ven la integración de las nuevas tecnologías al periodismo con una mirada más crítica. Así, Eric Klinenberg, investigador de la Universidad de California, en Berkeley, analiza la situación de los periodistas de la empresa que publica The Chicago Tribune, a quienes llama “estos asalariados que, a un ritmo frenético, se afanan en Internet, preparan emisiones de televisión y redactan sus artículos.” Cfr. Eric Klinenberg, op.cit.
3) Alma Delia Fuentes, “Nuevas reglas de juego en el periodismo”, Sala de Prensa núm. 23, septiembre 2000, año III, vol. 2 (http://saladeprensa.org/art153.htm).
4) Eric Klinnenberg, op.cit.
5) Pedro Badrán, “La corrupción de la misión periodística”, Diálogos de la Comunicación núm. 51, mayo de 1998, pp. 74-75. Cfr. también Sandra Crucianelli, Revista Mexicana de Comunicación núm. 77, septiembre-octubre 2002, p. 45.
6) Cfr. nota de la FELAP, en Revista Mexicana de Comunicación núm. 76, julio-agosto 2002, p. 34.
7) Omar Raúl Martínez, “Nuevas generaciones de periodistas: ¿profesionales sin destino?”, Revista Mexicana de Comunicación núm. 42, noviembre-enero 1996, pp. 44-45.
8) Idem, p. 45.
9) “Jorge Ramos Ávalos nos plantea la era de las convergencias en el siglo XXI:
a) La convergencia de las noticias nacionales e internacionales. La tecnología globalizadora estrecha las fronteras y tiende a quebrantar las diferencias entre noticias locales, nacionales e internacionales, todo lo cual obliga a un mayor conocimiento de la geopolítica y la historia.
b) La convergencia de medios de comunicación. Con el desarrollo de las grande empresas multimedia, cada vez es más frecuente que un periodista reportee y escriba para más de un medio –sea radio, prensa, TV o internet– …” (cfr. Omar Raúl Martínez, “La Formación profesional del periodista”, Revista Mexicana de Comunicación núm. 71, septiembre-octubre 2001, p. 5)
10) Uriel Caballero, “Periódicos Mexicanos en Internet”, en Revista Universidad de Guadalajara núm. 22, invierno 2001-2002, p. 46.
11) Esta cifra es el promedio de seis datos distintos sobre el mismo tema, que presenta el director del Proyecto Internet de México, doctor Octavio Islas, con datos del 2001. Cfr. Octavio Islas y Fernando Gutiérrez Cortés, “La necesidad de afirmar Internet como un medio público”, en Octavio Islas et al. (coord.), Explorando el ciberperiodismo iberoamericano, CECSA/Tec de Monterrey Campus Estado de México, México, 2002, pp. 244-278.
12) De Enrique Aguinaga, “EL periodista en el umbral del siglo XXI”, Sala de Prensa núm. 24, octubre 2000, año III, vol. 2 (http://saladepren sa.org/art157.htm).
13) Alma Delia Fuentes, op. cit.
14) Cfr. José Carreño Carlón, “Cien años de subordinación. Un modelo histórico de la relación entre prensa y poder en México en el siglo XX”, ponencia presentada originalmente en 1999 y publicada en Sala de Prensa núm. 16, febrero 2000, año III, vol. 2 (http://saladeprensa.org/art102.htm); y Raúl Trejo Delarbre, “20 años de prensa. Cronología mínima”, Nexos, enero 1998, bajado de la página del autor: http://raultrejo.tripod.com/ensayos medios/Veinteanosdeprensacronología.htm
15) Cfr. Carreño Carlón, op.cit.
16) Raúl Trejo Delarbre, op.cit.
17) Esta afirmación la hizo José Carreño Carlón en su exposición “Cambios en la comunicación política, cambios en el periodismo”, en el Seminario “El cambio en la comunicación, los medios y la política”, que tuvo lugar en la Universidad Iberoamericana, el 13 de noviembre de 2001.
18) Josep Lluís Gómez Mompart, “Planteamientos sociocomunicativos para historiar el periodismo contemporáneo”, ponencia presentada en el Encuentro Internacional de Historia de la Prensa en Iberoamérica, Guadalajara, Jal., 8-10 de septiembre, 1999.