Osama en la televisión
El Economista, 1 de noviembre de 2004.
Acceso a la información
Issa Luna Pla
Investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
El líder terrorista más famoso del mundo, Osama Bin Laden, interviene en las elecciones presidenciales más reñidas de la historia norteamericana con un video de 18 minutos que no se ha difundido completo. Obviamente ello es posible gracias al gobierno de Bush. Con la nueva afrenta se patentiza un franco control del terror.
La ventaja de Bush al mando del gobierno actual fue quizás uno de los mayores obstáculos que se presentaron a su opositor Kerry, sobre todo la relativa a los medios de comunicación. Las políticas de comunicación y difusión en medios fueron obvias y evidentemente restrictivas a lo largo del gobierno de Bush, en ocasiones en sentido positivo y en otras no tanto. Durante el atentado del 11/9, los medios electrónicos e impresos no fueron autorizados (literalmente) a transmitir fotografías de cuerpos mutilados. Luego, durante la guerra, las corresponsalías fueron controladas para no dar una imagen siquiera mínima de derrota a las tropas norteamericanas.
Tal tipo de estrategias para influir en la percepción de las sociedades no son nuevas. Bush no es peor ni mejor persona cuando oculta la verdad al pueblo norteamericano (y al resto del mundo que consumen los productos de los medios de ese país). Lo cierto es que su versión de «libertad» no aplica en sentido radical –como en el caso de la paz y la seguridad nacional– para la expresión e información.
Está agotado el discurso liberal ortodoxo cuando se trata de las libertades de expresión e información en Estados Unidos, y definitivamente el parteaguas ha sido la administración de Bush. Lo supieron otros presidentes y lograron convencer a los medios de comunicación y gremios periodísticos: mientras menos se legisle el derecho a la libertad de expresión, más posibilidades de intervención estatal. Cuando cedieron los medios, no cedían una acción de sus empresas: cedían un derecho fundamental de los ciudadanos. Sin embargo, y ello se debe reconocer, quizás es Bush el que mejor partido le ha sacado al vacío jurídico en la materia.
Quizás ahora estamos pagando el costo de tener una visión «liberal» de la función de los medios que se sustenta en la rentabilidad de los contenidos y la compra y venta. De allí la importancia de tener medios que también se sientan parte de un sistema de valores de responsabilidad y democracia.
La aparición de Osama en la televisión puede influir en algunos, pero la mayoría está más allá de decidir sobre la opinión del terrorista. Definitivamente, el punto de inflexión no se ubica en el hecho de que la familia Bush y Bin Laden tengan nexos e intereses comunes. El punto es que el derecho a ser informados y acceder a la información fue secuestrado por Bush y no hay manera de comprobar, por uno mismo, ninguna de las hipótesis políticas que pudiera sugerir Osama en el video, incluyendo la misma procedencia del mismo y el interés que lo motivó.
El país vecino vive en un estado de lo que nosotros llamamos «suspensión de garantías informativas», y lo grave es que se ha hecho todo lo posible para que el valor en tales garantías se desvanezca en provecho del interés económico. Así que ahora tiene más sentido llamar a las papas-libertad que a la expresión-libertad.
El siguiente es un ejemplo de cómo debe citar el anterior artículo:
Luna Pla, Issa, «Osama en la televisión «, en El Economista
1 –XI–2004.