Género rey

Los cuatro elementos medulares del reportaje

En un contexto periodístico inundado de fobias y filias políticas, atestado de parcialidades y ninguneos interesados, sumido en la descalificación pronta y la espectacularización noticiosa sin freno, lo que más se precisa hoy día es el impulso de un género que apuesta por la profundidad y el entendimiento: el reportaje.

Llamado con justicia el género rey1 del periodismo por su capacidad para aprovechar casi todos los recursos reporteriles, estructurales y estilísticos existentes, el reportaje constituye paradójicamente la veta informativa más desaprovechada y menos fomentada en la prensa de nuestro país.

Lo distintivo de su factura radica en su afán por escudriñar, examinar e indagar las motivaciones, entretelas y perspectivas de los hechos de interés público, para luego encapsularlo todo en un relato que profundice, recree, explique, describa, narre y revele.

Realizado a plenitud, un reportaje apela al qué, al cómo, al quién, sin soslayar el dónde y el cuándo, pero sustancialmente ahonda en los porqués. Y cuando ello ocurre sin ambages, se convierte en un género netamente subversivo porque toca las fibras más sensibles de los poderes. En otras palabras: tiende a mover las aguas del statu quo al mostrar o evidenciar lo que algunos pretenden conservar al margen del espacio público.2

Tomás Eloy Martínez nos recuerda que “el periodismo nació para contar historias”, por lo cual es menester recobrar su primigenia razón de ser.3 Por ello, la concepción moderna del reportaje ha vuelto hoy a sus orígenes: una historia humana que patentiza o descorre vicios o conflictos o truculencias de cierta realidad social y política.

Quizás el Nobel Gabriel García Márquez lo perfile con mayor tino:

El reportaje es el cuento de lo que pasó: un género literario asignado al periodismo para el que se necesita ser narrador esclavizado a la realidad.4

La confección de ese cuento de la vida real implica tres fases principales: a) elección temática, b) investigación y reporteo, y c) estructuración y escritura.5

Si bien las dos primeras encauzan el destino del reportaje, resulta irrefutable que de la tercera depende su impacto y trascendencia, pues en ella se amalgaman y redondean los cuatro elementos que lo distinguen: 1) calidad informativa, 2) estructura, 3) estilo, y 4) ingredientes éticos.  Sin duda, el grado de conjunción y complementariedad entre esos cuatro factores determina la incidencia del trabajo periodístico.

Información

La calidad o exclusividad de los componentes informativos es la columna vertebral de todo reportaje. Por ende, el periodista debe acercarse a todas las fuentes posibles que circundan el fenómeno reporteado y pudieran ofrecer su respectiva versión de la historia: nunca olvidar que  todas ellas tienen un pedacito de verdad.

Datos duros, opiniones, testimonios, declaraciones calificadas, entre otros, forman parte de los componentes informativos que pueden captarse gracias a distintas vías:

a) Entrevistas.

b) Consulta de documentos.

c) Revisión hemerográfica.

d) Búsqueda bibliográfica.

e) Observación y testimonio del reportero.

f) Registro de archivos institucionales.

g) Exploración de encuestas o estudios diversos provenientes del ámbito académico.

h)   Rastreo informativo vía Internet.

La relación de posibles fuentes ha de establecerse muy claramente desde el inicio de la encomienda reporteril. Establézcase tal relación como se quiera, ya sea como fuentes vivas (personas y lugares) y fuentes muertas (archivos físicos o electrónicos, hemeroteca, biblioteca e Internet); o como fuentes favorables, desfavorables y neutras o técnicas; o como fuentes directamente involucradas o ajenas al tema; lo importante en todo caso es el sustento, impacto y veracidad de la información captada.

Estructura

El acomodo de los componentes informativos, aderezado con las luces del estilo, en buena medida decreta el rango de atracción e interés del reportaje. No existen manuales ni recetas para aprender a estructurar el contenido de los textos periodísticos. No obstante conviene tomar en cuenta el consejo de Gabriel García Márquez, quien sostiene que para aprender a escribir resulta indispensable desarmar los textos de otros autores a fin de ver su tejido interno o las tuercas y los tornillos de su estructura.6

Así, en Vivir para contarla detalla algunas confidencias técnicas de su proceso creativo que, desde luego, son aplicables y recomendables al oficio periodístico:

Empecé a leer como un auténtico novelista artesanal, no sólo por placer, sino por la curiosidad insaciable de descubrir cómo estaban escritos los libros de los sabios. Los leía primero por el derecho, luego por el revés, y los sometía a una especie de destripamiento quirúrgico hasta desentrañar los misterios más recónditos de su estructura.7

En esa tesitura, si nos adentramos en el análisis estructural de los grandes reportajes, podremos advertir tres marcos generales de partida:

1) El orden lógico del texto periodístico: a) entrada, b) párrafos de contexto, c) desarrollo o cuerpo, y d) remate.8

2) El orden libre o arbitrario de los componentes informativos: a) sustento documental, b) opiniones, testimonios o interpretaciones autorizadas, c) relato de hechos investigados o de anécdotas, d) descripción y recreación de circunstancias y escenarios, e) perfil ideológico y/o psicológico de protagonistas de la información, y f) contexto sociológico y político del asunto abordado.9

3) El orden por estructuras predeterminadas: a) por bloques temáticos, b) por seguimiento cronológico, c) por ilación dialéctica de puntos de vista coincidentes o contrastantes, d) por recreación de escenas ilustrativas del asunto en cuestión, e) por la relevancia o la calidad de los informantes, f) por niveles de indagación: personas, lugares o documentos, g) por orden a la investigación, h) por formato libre o coloquial: sin orden definido.10

Independientemente de la estructuración seleccionada, no puede olvidarse que el género rey conlleva siempre una perspectiva multidimensional, lo cual obliga al reportero a considerar tres factores extras implícitos en esta etapa: a) el abordaje de los tres tiempos del fenómeno informativo: antecedentes, escenario actual y proyecciones,  b) la multiplicidad de fuentes autorizadas y contrapuestas, y c) el equilibrio entre narración-descripción  y datos duros-testimonios-opiniones.

Estos marcos globales de estructura narrativa no constituyen una pauta de trabajo: sólo significan un referente auxiliar en la tarea de jerarquización, procesamiento y engranaje de la sustancia informativa del reportaje.

Estilo

Hablar de estilo periodístico a secas implica la exigencia mínima de tres características escriturales: a) brevedad: frases cortas y puntuales, b) sencillez: sintaxis clara y accesible, y c) concisión: selección de palabras justas y precisas.  Estos son los elementos básicos del lenguaje periodístico. Pero lo que en realidad  hace la diferencia  –según Manuel Buendía–  y distingue a todo buen escritor de prensa es la brillantez: la capacidad para lograr mejores resultados expresivos con los mismos recursos lingüísticos que aparentemente emplean otros.11

En otras palabras: la brillantez no es sino la confirmación de una peculiar y personalísima forma de sentir, de pulsar el entorno y de expresarse sin amarras, concatenando variedad, armonía, agilidad, soltura y originalidad.

Lograr un estilo propio en periodismo supone conquistar la fidelidad a la íntima naturaleza y a la incansable búsqueda expresiva del tecleador.  Quizás sea Ricardo Garibay quien mejor  explique el secreto del estilo:

Se escribe como se es. O sea, se escribe desde el temperamento y el carácter. Un hombre suave, suavemente habrá de escribir; y lo contrario un hombre aristoso. Y tanto, que si algún huracanado escribe con tersura es que la tiene del alma, y el huracán como mera fachada; y será más fácil reconocerlo por su estilo que por su conducta o lo que jure de sí.

Y más adelante, el escritor y periodista hidalguense define como nadie el trasfondo de la incontrastable voz de autor, que a todas luces embona para la talacha informativa:

El estilo no es más que una sintaxis específica. El [periodista] no es más que su propia sintaxis, su manera personalísima de unir y coordinar las palabras para formar oraciones. Esa manera supone también un diccionario privado, una particular simpatía por determinadas palabras a todo lo ancho del río del idioma. Ser [reportero] de veras es ser una espacial ordenación de los vocablos, donde refulgen intermitentemente algunos de ellos. Un [periodista] de veras no es más que unas cuantas docenas de palabras predilectas. Para encontrarlas hay que invertir las tres cuartas partes de la vida.12

En efecto: el estilo no emerge a la menor provocación. Nace con la persona, pero por lo regular yace oculto en la inconsciencia. El estilo se encuentra enclavado en la naturaleza interior y a veces se pasea, invisible y escurridizo, como duende o hada madrina sin mostrar las posibilidades de sus travesuras creativas o los rejuegos de su magia. Resulta preciso ir en busca de sus llaves, escarbar sus raíces, hurgar sus secretos, hallar sus indicios, mirar y develar los propios laberintos expresivos… ¿Cómo? Con estudio y escritura.

Acaso puede comenzar a emerger a través de la búsqueda de qué se quiere decir y cómo se quiere decir. Y para ello es prioritario tomar en cuenta a otros creadores y periodistas. ¿Con qué afán? Para evitar rodeos, repeticiones, pérdidas de tiempo, y aprender y aprehender nuevas o renovadas formas de plasmar experiencias, hechos, testimonios, ideas, vivencias…

A través de ese tipo de acercamientos pueden desplegarse las alas de la escritura periodística. Y un ejercicio que en un principio ayuda a emprender ese vuelo es el que recomienda Sergio Pitol, propuesto a su vez por Robert Louis Stevenson:

El autor escocés comparaba su método con las aptitudes imitativas de los monos. El futuro [periodista] debía transformarse en un simio con alta capacidad de imitación: debía leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afín a la actividad del detective que al placer del esteta; tenía que conocer por qué medios se logran determinados resultados, aprender la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el flujo del tiempo narrativo y el empleo de los detalles para aplicar esos descubrimientos a su propia escritura. […]

Me parece un método perfecto, siempre y cuando aquel [periodista] aún en rama supiera saltar del tren en el momento preciso, romper el estrecho vínculo que lo ligaba con el estilo elegido como punto de partida, por intuir que ha llegado el tiempo de extraer de sí mismo sus propios temas, personajes, ritmo y demás. Para entonces habrá ya de saber que el lenguaje es el factor decisivo, que de su manejo dependerá su destino. Y será el estilo, esa emanación del idioma y del instinto, lo que a fin de cuentas creará y modulará [el reportaje].13

Vale resaltar que el estilo dentro de los medios electrónicos se cuece con otro fuego y, por supuesto, trasciende la mera letra escrita: engarza cadencia, tono, timbre y expresividad oral del reportero; imágenes o sonidos originales o de archivo; e ilación de escenas con el cuerpo de la información investigada.14

Ingredientes éticos

La veracidad, el rigor y el sustento de todas las investigaciones periodísticas pueden avalarse si tanto los medios como sus reporteros asumen, por  lo menos, mínimas pautas ético-profesionales que le aporten confiabilidad al público. Entre ellas conviene destacar las siguientes:

a) Corroboración y/ contrastación de dichos, hechos y datos.

b) Exclusión de rumores: éstos se investigan, mas no se publican.

c) Fundamentación de lo que se expone.

d) Clara atribución de las fuentes.

e) Distinción entre opiniones e informaciones.

f) Distinción entre información y publicidad.

g) Correspondencia entre cabezas, títulos o subtítulos y el contenido de la información.

h) Equilibrio en la búsqueda de informantes o entrevistados (partes y contrapartes):

procurar la exposición de todas las

visiones posibles del tema tratado.

i) Evitar la descontextualización: aportar y explicar siempre perspectivas de conjunto.15

Es pertinente señalar que cada uno de los elementos medulares aquí referidos –información, estructura, estilo e ingredientes éticos– resulta insustituible, y su ausencia, descuido o pobreza tendería a debilitar el cuerpo total del reportaje.

En suma: creemos que concebir el género rey a partir de esas cuatro dimensiones posibilita su acercamiento a quienes desean conocerlo y aprehenderlo desde su disección técnica y con una importante dosis de efectividad.

Notas

1) Véase Raymundo Riva Palacio, Más allá de los límites. Ensayos para un nuevo periodismo, Fundación Manuel Buendía / Universidad Iberoamericana, México DF, 1998, p. 83.

2) Véase el número 87 de Revista Mexicana de Comunicación (RMC) sobre periodismo de investigación.

3) Tomás Eloy Martínez, “En defensa de la utopía”, en sitio Web de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano: www.fnpi.org

4) Cita tomada de Víctor Roura,  “El cuento de lo que fue”, artículo publicado en El Financiero, 13 de septiembre de 1995, p. 70.

5) Véase Omar Raúl Martínez, “Contornos del reportaje”, RMC Núm. 59, julio-septiembre de 1999, pp. 21-24.

6) Véase “García Márquez”, RMC Núm. 79, enero-febrero de 2003, pág. 7.

7) García Márquez Gabriel, Vivir para contarla, Diana, México DF, 2002. pp. 440-441.

8) Véase Omar Raúl Martínez, Op. cit.

9) Luis Velázquez, “La crónica y el cronista: su estilo y sus caminos”, RMC Núm. 60, octubre-diciembre de 1999, pp. 10-17. Aunque el autor refiere tales elementos para la crónica, éstos también son aplicables al reportaje.

10) Estas estructuras son propuestas por Ulibarri,  Leñero y Marín. Ver Ulibarri Eduardo, Idea y vida del reportaje, Trillas, México DF, 1994; Vicente Leñero y Carlos Marín, Manual de periodismo, Grijalbo, México DF, 1986.

11) Véase “Ese arte misterioso”, en Manuel Buendía, Ejercicio periodístico, Fundación Manuel Buendía / Gobierno de Puebla, México DF, 2003, pp.  171-175.

12) Donde decía “escritor” se puso entre corchetes “periodista” o “reportero”. Ricardo Garibay, Entre Líneas. Antología, Océano, México DF, 1985. pp. 131-132.

13) Si bien la cita se enfoca a la creación literaria, también resulta aplicable al trabajo periodístico. Donde se leía “escritor” se puso “periodista” entre corchetes. Véase revista Letras Libres, julio, 1999.

14) A ese respecto se  puede profundizar en Mariano Cebrián, Géneros informativos audiovisuales, Centro de Entrenamiento de Televisión Educativa, México DF, 1997.

15) Para abundar en tal sentido, véanse: Ernesto Villanueva, Códigos europeos de ética periodística, Fundación Manuel Buendía / Generalitat de Catalunya, México DF, 1996; y Hugo Aznar, Ética y periodismo. Paidós, Barcelona, España, 1999.

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