Ciudadano digital

Su formación en México

Recientemente  la  BBC  de  Londres  publicó  una  nota  titulada  “The  year  of  the  digital  citizen”,  en  la  que  hacía  referencia  a  la  formación  del  ciudadano  digital  que  comenzó  a  construirse  en  2005;  su  papel  se  revela  como  altamente  significativo:  es  menos  egocéntrico  con  su  información  y  más  participativo,  y  reconoce  la  urgente  necesidad  de  compartir  y  reportear  acerca  de  lo  que  sucede  en  el  mundo.

Carmen Gómez Mont

La iniciativa para formar un ciudadano digital partió de varios factores: un consumo masivo de tecnologías móviles con grandes capacidades para grabar, almacenar y compartir contenidos audiovisuales. Apple ha colocado 42 millones de terminales de música y video (ipods) en el mercado; en diciembre pasado vendió un promedio de 100 reproductores y almacenadores de audio y video por minuto. ¿Qué repercusiones sociales tendrá la proliferación de aparatos capaces de grabar, reproducir y transmitir imágenes a través de redes inalámbricas? ¿Qué decir si queremos ir más allá de los datos que nos proporciona esta gran industria de la imagen?

En el presente año –señala la BBC–, los consumidores de medios de comunicación cuestionaron los contenidos, debido a que hoy día ese ciudadano digital es capaz de generar una contracorriente informativa casi tan fuerte y globalizante como la de los grandes medios. Sin ir más lejos habría que dirigir la mirada sobre la actuación que los propietarios de teléfonos celulares tuvieron durante algunas de las desgracias recientes de talla mundial: tsunami en Asia, huracanes en América, terrorismo en Europa y el reciente incendio de una bodega de Buncefield en Inglaterra. La BBC recibió el día de tal incendio seis mil 500 imágenes provenientes de tecnologías móviles: un récord que nunca había alcanzado la lente de la prensa internacional.

Tal hecho es importante porque nos conduce nuevamente a una cuestión fundamental: la calidad de las informaciones que estamos recibiendo a través de estos nuevos canales de comunicación y, como contraparte, el importante papel que empieza a desempeñar el usuario, al constituirse como una nueva fuente informativa de alcance nacional e internacional.

Mientras esas innovaciones van en ascenso, en México las reformas prometidas sobre la Ley de Medios están estancadas. Aquí valdría la pena contraponer dos frentes: la lentitud con que avanzan las reformas de una ley –que cada día se tornan más urgentes– a fin de contar con medios realmente flexibles, libres y a la medida de los ciudadanos digitales, y un usuario que reclama y demanda nuevas vías de acceso a la información, realmente diversas y plurales, y con contenidos de calidad.

La UNESCO señala como uno de los mayores retos para el siglo XXI formar sociedades del conocimiento, y por ello debemos entender que más allá de la infraestructura, lo más importante es rescatar la identidad (lenguas y culturas) que caracteriza a los diversos grupos de nuestra sociedad.

Esta organización reconoce que el conocimiento –y no la tecnología– es la principal fuerza social para el desarrollo. En México es común poner todo el acento en el segundo factor; se calcula que existen 40 millones de usuarios de telefonía celular, 20 millones de usuarios de telefonía fija, 20 millones de internautas, cinco millones de inscritos a la televisión de paga y casi 100 millones de mexicanos que ven la televisión abierta. Sin embargo, más allá de las cifras, lo esencial no emerge aún al primer plano de los programas oficiales.

¿Cómo constituir una sociedad del conocimiento plural, diversa y abierta cuando nuestras leyes apuntan a una dirección contraria? No sólo se trata de generar ventanas para los grupos más poderosos, sino crear instancias e impulsarlas para que esa pluralidad y diversidad que caracteriza a la sociedad del conocimiento derive de una parte legal y no de una contraparte social. ¿Hasta cuando México podría asumir esta postura a través de sus leyes y reglamentos, de sus cuerpos legislativos, de sus dirigentes políticos y económicos avalados por la sociedad civil?

La UNESCO señala cuatro direcciones que forman la esencia del ciudadano digital:

a) Libertad de expresión (léase radios comunitarias y otros medios a nivel microsocial).

b) Acceso igualitario a la educación, que no significa crear un sistema educativo uniforme a la educación, sino lograr que todas las personas tengan acceso a la educación de acuerdo con sus culturas y lenguas.

c) Acceso universal a la información, es decir: crear y desarrollar una infraestructura tecnológica para que la mayoría de las personas tengan acceso a la información y cuenten con herramientas conceptuales y empíricas, y así puedan convertirse en administradoras del conocimiento.

d) Crear las instancias necesarias para que las diversas formas de expresión de un país puedan ser formuladas y comprendidas por todas las personas.

El desarrollo de las tecnologías de información y comunicación está estrechamente relacionado con estas capacidades, pues sin ellas difícilmente se podrá constituir una sociedad del conocimiento donde el ciudadano digital es parte esencial. Sin embargo para que cada uno de esos pasos pueda darse con pie firme, deberá ser plenamente reconocido y sustentado por el cuerpo legal. ¿Hasta cuándo México?

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