Periodismo sobre Inmigración
Cada vez más, los medios de comunicación abordan información que vende; centran su atención en la representación del dolor humano, en el riesgo, en la muerte. Ofrecen un espectáculo trágico, pero paradójicamente atractivo para las audiencias.
Con frecuencia, el periodismo afronta realidades complejas con excesiva simplicidad, apariencia y espectáculo como ingredientes para atraer el interés de sus seguidores. Resalta aquello que sale de la vida normal para centrarse en lo conflictivo como reflejo de la sociedad. Ante el entramado de la realidad, cada medio de comunicación, dentro de los planteamientos comunes del periodismo, ofrece su visión particular de los hechos conforme a su identidad, objetivos e intereses económicos y políticos.
Eso es lo que está ocurriendo en Europa, en particular en los países del Mediterráneo, con el enfoque que se difunde de la inmigración. Diariamente se lanzan titulares con cifras llamativas del número de inmigrantes procedentes de África, especialmente de la zona subsahariana. Proliferan noticias como las siguientes: “Llegan a Canarias dos mil 436 africanos en otra gran oleada migratoria entre el jueves y el domingo”, “Dos pateras con 18 menores llegan a las costas de Andalucía” o se abunda en las consecuencias más trágicas: “Hallados en Mauritania 84 cadáveres de subsaharianos que iban a Canarias”, “En busca de ‘sin papeles’ en el Océano”.
Todo ello descubre una parte dramática de la realidad, pero apenas se ahonda en otras dimensiones, también de gran importancia, como es la llegada de inmigrantes por avión procedentes de América Latina y en autobuses desde los países del Este que entran como turistas camuflados. A pesar de ser mayor el número de personas que llegan por estas vías que por la marítima, los medios apenas informan de ello. Carecen de imágenes inusitadas y dramáticas; no tienen espectáculo informativo, no venden. Por el contrario, las llegadas en pateras están envueltas en situaciones humanas alarmantes, en imágenes de abandonos o muertos en las aguas. Es decir, la información se centra en la representación del dolor humano, en el riesgo, en la muerte. Es un espectáculo trágico, pero paradójicamente atractivo para las audiencias. Y todo lo que vende, se explota con mayor asiduidad, prolijidad y frivolidad. Los periódicos incorporan fotografías espeluznantes, las televisiones exhiben persecuciones policiales, cayucos a la deriva, centros de acogida rebosantes, lágrimas y llantos de niños salvados, madres embarazadas, y las radios introducen los sonidos de los gritos de desesperación y las lamentaciones de la persecución. Tal información despierta sentimientos, interés y compasión humana, pero a la vez suscita en los destinatarios el miedo a una invasión que fomenta el racismo, xenofobia y rechazo. La información se ceba en los sin papeles y silencia las reclamaciones de los legales, salvo que organicen manifestaciones.
Las noticias insisten una y otra vez en otros elementos de alcance político como la polémica que se desata entre los partidos a la hora de afrontar la cuestión. Frente a la actitud de solución de un gobierno, la oposición proclama invariablemente que debe hacerse lo contrario y cuando hay alternancia en el poder, los papeles se intercambian. Lo más grave, desde el punto de vista periodístico, no es que los partidos políticos se enreden en reyertas hueras, sino que los medios de comunicación secunden o aticen más estas divisiones con su toma de posición a favor de un grupo o de otro generando mayor dialéctica e insultos, pero sin análisis de argumentos.
Cada vez más, los medios de comunicación abordan esta información alineándose a las corrientes políticas e ideológicas de cada momento. Emergen las interpretaciones de los hechos próximas a la mirada asustadiza, amenazante y provocativa de sentimientos antiinmigratorios de la derecha o a la mirada tolerante, comprensiva y solidaria de la izquierda que promueve, más que la persecución, los derechos y deberes de todo ser humano. De esta manera, el periodismo se encarna en ideología sin reparar en su objetivo de ofrecer una información amplia y compleja para que el destinatario sea quien efectúe su interpretación personal con los datos y argumentos obtenidos. Se usurpa la capacidad de análisis y de decisión de la sociedad, y eso trae como consecuencia una brecha más amplia entre los intereses de los medios y de los políticos, así como las preocupaciones reales de los ciudadanos. Se ha pasado a un periodismo aleccionador, mitinero, de campaña electoral permanente a favor de un partido o de otro, y de repulsa de toda ideología contraria. Apenas se indagan otras realidades de la complejidad inmigratoria.
Han sido empresas ajenas las que han buscado otras dimensiones en sus análisis serenos y rigurosos. La entidad financiera Caixa de Catalunya ha elaborado un informe sobre las repercusiones de la aportación de los inmigrados a la economía del país receptor. Según este informe, en España, por ejemplo, si no fuera por la inmigración, la renta per cápita habría descendido un 0.64% anual durante la última década; por el contrario, su contribución permite un aumento anual del 2.6%. Países como Alemania e Italia habrían retrocedido 1.52% y 1.1, respectivamente, sin la inmigración. La media de la Unión Europea habría bajado un 0.23%, pero gracias a la inmigración la renta por habitante ha subido 1.74%.
Todos los medios divulgaron estos datos, pero transcurrida la actualidad de los mismos, se olvidaron de ellos y no han vuelto a considerarlos para situar la cuestión en otros contextos que no sean los de la mera repetición de llegadas masivas de inmigrantes. Es más, los enfoques y las interpretaciones giraron también según la vinculación y afinidad de cada medio con algún grupo político o tendencia ideológica. En algunos casos se trató de ocultar esa realidad insistiendo en otros elementos como los de la pérdida de identidad y los riesgos de avasallamiento cultural, sin detenerse a examinar que las sociedades sufren transformaciones estructurales con las guerras, pero también en la paz con los procesos migratorios.
Existen múltiples ONG dedicadas a auxiliar a los inmigrantes en diversos aspectos, desde la vigilancia del respeto de los derechos de éstos hasta los apoyos de comida, vestimenta y alojamiento, así como al fortalecimiento psicológico y fomento de la tolerancia, educación e integración. Sin embargo, tales acciones son demasiado silenciadas por los medios y sólo se informa de ellas cuando crean tensiones con alguna institución o con determinados grupos sociales. Poco se difunde la ayuda o la cooperación humanitarias; se le da más espacio al conflicto.
Otro de los elementos que desatan preocupación en determinados grupos políticos y económicos es el daño que la inmigración causa a la imagen turística de una zona y a la seguridad ciudadana por el incremento de la violencia y delincuencia. Siempre se busca un chivo expiatorio ajeno, causante de las perturbaciones y, por tanto, se alimenta la persecución, como si la ausencia de la inmigración mantuviera paraísos de paz y de concordia. Hay medios de comunicación, especialmente los más conservadores, que persisten con intención persuasiva en ese enfoque; mientras otros, con voluntad comprensiva y de búsqueda de soluciones reales, exploran la raíz de la cuestión y profundizan en la desesperación de la hambruna de las personas que se ven lanzadas al riesgo de la muerte en busca de una vida mejor. Estos medios advierten en sus editoriales y análisis que hasta que la solución no pase por la inversión en los países de origen para crear una industria propia, puestos de trabajo y una forma de vida digna, no habrá manera de resolver nada por muchos límites, alambradas, persecuciones y devoluciones que se efectúen. Las demás son soluciones precarias para un día, algo temporal que volverá a reproducir la situación inmediatamente.
A iniciativa del gobierno español se va a celebrar una reunión de los países europeos del sur para establecer una política común, desarrollar estrategias de limitaciones y soluciones de legalidad y ensayar otras formas de solidaridad. La cuestión se ha hecho tan acuciante que la propia Unión Europea la ha tomado como uno de los grandes temas de su agenda. Es la búsqueda de soluciones de los políticos. ¿Qué hacen mientras tanto los medios de comunicación? En general, seguir sus propios planteamientos periodísticos de intereses. Persisten en informar de las confrontaciones de los políticos ante la convocatoria y supuestas decisiones, pero apenas avanzan alternativas en sus análisis. En lugar de centrarse en polémicas especulativas, en lo llamativo, en los iconos simbólicos del dolor y miseria como componentes del espectáculo, deberían ampliar su horizonte a otras realidades conexas para presentar los hechos en sus contextos, repercusiones y trascendencia con la mayor rigurosidad posible. Frente a la simplicidad y mirada única se impone el multiperspectivismo y el análisis global de la cuestión no sólo en un país, sino en su conjunto y en todo el mundo dentro de los procesos de globalidad que nos acorralan.
Son presencias y ausencias que revelan el comportamiento real del periodismo como interpretación profesional y empresarial de la realidad, a veces por encima de las exigencias de los códigos éticos y que le orientan a un derrotero cada vez de menor calidad y de mayor presencia de los intereses económicos, políticos e ideológicos subyacentes, detrás de cada información de los cuales no se salva ni la tragedia de la inmigración.