Retroceso electrónico

Reminiscencias del antiguo esquema informativo

Si  el  periodismo  suele  significarse  como  el  espejo  del  proceso  democrático  de  un  país,  pareciera  que  en  México  estamos  viviendo  un  retroceso  informativo  de  la  radio  y  la  televisión.

El  conflicto  poselectoral  ha  desatado  las  más  añejas  prácticas  que  creíamos  diluidas  en  los  últimos  18  años.

A Cuitláhuac Arroyo,

con un abrazo sincero y fraternal

en su nuevo viaje.

En los últimos dos meses se ha asomado un tufillo similar al percibido durante los tiempos de la Presidencia Imperial. Primero se hizo patente tras concluir la jornada electoral del 2 de julio; después subió de tono tras el inicio del plantón capitalino de los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, el 31 de julio; y luego ganó mayor enjundia una vez que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación oficializó la victoria presidencial de Felipe Calderón Hinojosa.1

Los momentos de crisis siempre ponen a prueba la calidad ética y profesional de las instituciones y de las personas. Lamentablemente advertimos que, en la coyuntura poselectoral, los medios electrónicos ofrecieron un cariz que a la fecha no ha estado a la altura de las demandas sociopolíticas y el avance democrático del país. Son cinco los linderos en los que es posible detectar un camino desandado en términos de libertad de expresión y derecho a la información:

a) Fragmentación de la realidad periodística. Particularmente desde agosto, los medios electrónicos ofrecieron y han seguido difundiendo sólo vistas parciales e incompletas del conflicto poselectoral; por ejemplo, se abundó en torno a la comprensible molestia de una parte de la ciudadanía que rechazaba el bloqueo perredista a la vía pública, pero se escamoteó en lo general la mirada y la experiencia de quienes simpatizan y apoyan en las calles la causa del líder tabasqueño.2

b) Omisiones deliberadas. Prácticamente desde la segunda mitad de julio, se han silenciado o minimizado en extremo los hechos donde ha participado el ex candidato de la coalición Por el Bien de Todos, así como de las voces y expresiones partidarias del movimiento social lopezobradorista. Queriendo, quizás, apelar a la consigna: “Lo que no aparece en los medios, no existe”, las dos principales televisoras han mostrado el cobre al negar la realidad a su público. Una muestra fehaciente de ello se hizo patente el 30 y 31 de julio cuando Televisa y TV Azteca soslayaron una magna concentración política en el Zócalo y Reforma. Inclusive, Germán Dehesa, conocido por su postura crítica a AMLO, escribió:

No es posible que un acontecimiento tan relevante como la marcha de aproximadamente dos millones de mexicanos (según fuentes confiables, no llegó ni de lejos al millón) que avanzaron hacia el centro mismo de la vida política de nuestro país, sea pasado por alto en los medios electrónicos.3

Otro ejemplo inobjetable lo representó la inexistencia televisiva de la enorme concentración en el Zócalo capitalino, la noche del 15 de septiembre, donde el jefe de gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, dio el Grito de Independencia ante miles de simpatizantes de López Obrador.4

c) Voces partidarias o por consigna. Más allá de la búsqueda de equilibrio, no pocos articulistas, reporteros, columnistas y analistas políticos han asumido fanática y devotamente una de las dos posturas en conflicto. Si bien siempre resulta útil la contrastación de puntos de vista, lo cierto es que se ha abusado de la descalificación mediante el manejo de estereotipos que niegan los matices; se ha tendido a polarizar el abordaje de los temas, a destilar las fobias y filias sin ambages, a descorrer las emociones y pocas veces las razones políticas, y no precisamente para procurar el entendimiento o la interlocución. Algunos se expresan por consigna y bajo un exclusivo cariz ideológico que pareciera incurrir en el fanatismo. Muchos otros se quedan en lo que dice Ryszard Kapuscinski:

Si de entre las muchas verdades, eliges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú, en un fanático.

Y añade el periodista polaco:

El estereotipo, justamente porque no es fruto de conocimientos sino de emociones, es muy peligroso. Nos imposibilita toda tentativa de llegar al otro, de comprender sus razones.5

Lamentablemente hoy los medios de comunicación y sus periodistas son los primeros en fijar estereotipos o etiquetas que sólo ofrecen visiones reduccionistas de la realidad.

d) Debates ficticios. Si el debate en un entorno democrático ofrece la oportunidad de comparar, afinar, contrapuntear y aclarar ideas a la luz de la diferencia para que el público pueda formarse una opinión, en México recientemente está emergiendo en el escenario político un formato ficcional de debatir, donde sólo se intercambian ideas sobre una coincidencia política.

Si espacios como Primer plano, el noticiario radiofónico de Carmen Aristegui en la W, algunas mesas políticas de Monitor y la de los periodistas en El cristal con que se mira, en efecto, pudieran distinguirse como emisiones fructíferas en el sentido señalado, el resto evidencia una propensión hacia una de las partes o, mejor dicho, en contra de los planteamientos y acciones del líder de la izquierda mexicana. Los despropósitos de este personaje parece ser el tema favorito en encuentros de radio y TV donde los asiduos invitados comentan, aprueban y refuerzan sus asertos coincidentes.

Más que aportar diversas y equilibradas luces para comprender las actuales circunstancias políticas, se percibe una permanente proclividad a demostrar, casi exclusivamente, las debilidades y supuestas ilegalidades e incongruencias del político de Macuspana.6

e) Inconformidad ciudadana. Desde la primera quincena de julio, al igual que hace 18 años, comenzaron a manifestarse los actos públicos de protesta contra las televisoras, y particularmente contra Televisa, por lo que algunos consideran una cobertura poselectoral tendenciosa y manipuladora a favor del Partido Acción Nacional. Y no es para menos: lo que se vive en las calles rara vez coincide con lo que aparece en la televisión. En ese sentido, la radio ha salido mejor librada, aunque es innegable que dista mucho de mostrarse con el equilibrio y sensatez deseables en una democracia.

En contraste, la prensa mexicana mantiene una oferta informativa y de opinión mucho más completa y plural.  De hecho, los periódicos han tenido la virtud de registrar y desmenuzar los sucesos que la mayoría de los medios electrónicos han soslayado, omitido o minimizado. Y de todo ello, los ciudadanos están cada vez más conscientes y expresan su inconformidad.

Un ejemplo de esa molestia civil se hizo patente en el programa Otro rollo, justo el día en que el Tribunal Electoral declaró Presidente a Felipe Calderón. El conductor, Adal Ramones, comenzó a hacer mofa de López Obrador y entonces un grupo de casi 200 jóvenes, presentes en el estudio, empezó a gritar las consignas: “Sufragio efectivo, no a la imposición”, “Fraude, fraude, fraude”, y “Calderón entiende, la gente no te quiere”7

¿Cómo se explican hechos de esa índole? Porque la radio y la televisión han hecho el vacío respecto de los simpatizantes de AMLO y han privilegiado la imagen, los intereses y la palabra del poder fáctico. Porque un importante sector ciudadano considera inaceptable un retroceso en el respeto de su derecho a la información, y por ello sabe que hacer escuchar su voz resulta hoy fundamental para el destino del país.

f) Insuficiente escrutinio y crítica a los medios informativos. Si bien ha habido algunos espacios periodísticos –la mayoría impresos, eventualmente radiofónicos y poquísimos o nada de corte televisivo– que han aguzado su sentido crítico hacia el quehacer mediático en las jornadas poselectorales, la norma en la TV comercial prácticamente ha sido de soslayo. Muy pocas ocasiones los analistas o politólogos en los debates o mesas redondas han sido convocados a desmenuzar con ojo puntual y clínico la tarea informativa. Se ha olvidado lo dicho por Kapuscinski:

El papel de los intelectuales también ha de consistir en no quitar el ojo a los medios de comunicación, en mostrar una especial sensibilidad hacia sus posibles manipulaciones, en vigilar cómo los medios seleccionan y presentan la información.8

El periodismo electrónico mexicano, y específicamente el televisivo, revela hoy reminiscencias del antiguo esquema priísta de informar. Si bien la Verdad es una búsqueda ideal del ejercicio periodístico, hoy debería refrendarse esa pretensión mediática si realmente queremos hacer frente y superar la crisis política que vive nuestro país. A fin de cuentas, como bien dice Javier Darío Restrepo, sólo la búsqueda de la verdad puede sacarnos del atolladero:

La verdad disminuye el odio al hacer entender. La verdad sirve para hacer ver, conocer y comprender. Cuando la gente comprende, se odia menos. La verdad es fuente de credibilidad y respetabilidad.9

Notas

1) Una primera versión, abreviada, de las presentes reflexiones, se publicó en la sección cultural de El Financiero, 20 de septiembre de 2006.

2) Reforma, 23 de agosto de 2006; y La Jornada, 23 de agosto de 2006.

3) Reforma, 31 de julio de 2006.

4) La Jornada, 21 de septiembre de 2006.

5) Kapuscinski Ryszard, El mundo de hoy, Anagrama, Barcelona, España, 2004.

6) El Universal, 27 de agosto de 2006; La Jornada, 27 de agosto de 2006.

7) La Jornada, 8 de septiembre de 2006.

8) Kapuscinski Ryszard, Lapidarium IV, Anagrama, Barcelona, España, 2003.

9) Revista Mexicana de Comunicación Núm. 67, enero-febrero de 2001.

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