El Norte: Conflictos de familia
Aún respira la herida
José Luis Esquivel Hernández
Fue reportero y columbnista de El Norte de Monterrey, de 1973 a 1986, y luego de otros periódicos regiomontanos, ejercviendo simultáneamente como profesor de ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Doctor por la Universidad Complutense de Madrid.
Para atacar a Grupo Reforma, la televisora de Salinas Pliego y su revista Vértigo, en su edición del 13 de diciembre, difundieron versiones surgidas a raíz de un distanciamiento suscitado entre los finados fundadores-propietarios de la empresa regiomontana Editora El Sol, don Rodolfo Junco de la Vega Voigt (1894-1983) y su esposa, María Teresa Gómez (1898-1986), con su hijo Rodolfo Junco de la Vega Gómez (1922).
Uno de esos primeros días cálidos de enero de 2007, Ricardo Junco Garza, director comercial de Grupo Reforma, reunió a su personal en sus oficinas del diario regiomontano El Norte para recomendarle estar muy atento a las planas publicitarias que pudiera enviar Televisión Azteca o una de sus agencias, con miras a aclarar los puntos del conflicto suscitado por la amplia difusión que la revista Vértigo y la televisora del Ajusco dieron en diciembre del año pasado a la versión de don Rodolfo Junco de la Vega Voigt en contra de sus hijos Rodolfo y Alejandro.
Al final de la reunión, uno de los empleados le preguntó a Junco Garza, tío de los actuales propietarios de la casa editora, qué había sucedido en realidad en la década de los setenta, porque al interior del periódico las personas querían estar bien informadas sobre ese asunto. «Fue un añejo problema familiar», respondió el alto funcionario del Grupo Reforma, quien forma parte del mismo desde 1968. Y añadió:
Y así como a nosotros no nos interesa la vida personal de ustedes si no afecta sus labores dentro de la empresa, tampoco es bueno ventilar la de los compañeros que tuvieron el acierto de rescatar y hacer grande este sitio de trabajo; de otra manera, ni nosotros mismos estaríamos aquí.
Ricardo Junco Garza se refería, ob- viamente, a lo que los hermanos Junco de la Vega González llaman «dolorosa tragedia familiar de décadas atrás», que explotó Televisión Azteca y su revista Vértigo «en un claro intento por restar patente moral a la labor de nuestros periodistas y coartar la libertad de expresión de Grupo Reforma», lamentó su presidente y director general, pues a Ricardo Salinas Pliego le incomodó que los diarios publicaran información sobre la posible licitación de la tercera cadena de televisión nacional.
Para atacar a Grupo Reforma, la televisora de Salinas Pliego y su revista Vértigo, en su edición del 13 de diciembre, difundieron versiones surgidas a raíz de un distanciamiento suscitado entre los finados fundadores-propietarios de la empresa regiomontana Editora El Sol, don Rodolfo Junco de la Vega Voigt (1894-1983) y su esposa, María Teresa Gómez (1898-1986), con su hijo Rodolfo Junco de la Vega Gómez (1922).
No es la primera vez que se ventila «la dolorosa tragedia familiar» de los Junco en Monterrey e inclusive a nivel nacional. Hace varios años, cuando Grupo Reforma criticó la actuación del presidente del Comité Olímpico Mexicano (COI), Mario Vázquez Raña, éste ordenó que en todos los diarios de su Organización Editorial Mexicana (los Soles) se atacara arteramente a Alejandro Junco de la Vega González, desempolvando los mismos archivos que ahora utilizó Ricardo Salinas Pliego de TV Azteca.
El origen del conflicto
En efecto, la investigación llevada a cabo dentro de la empresa -donde laboré durante una década, a la llegada de Alejandro Junco a la dirección- para el libro El Norte, líder sin competencia, me permitieron ratificar lo que ya conocía por versiones de algunos directivos del hoy Grupo Femsa (antes Grupo VISA), pues allí empecé mi vida profesional de 1965 a 1983, justamente en los primeros años de enfrentamiento entre ambos grupos por la posesión de las acciones. Como se recordará, El Sol se fundó en 1922 con apoyo del magnate cervecero regio-montano don Luis G. Sada, quien en 1938 contribuyó con don Rodolfo Junco Voigt a fundar El Norte, manteniendo una parte de la propiedad del diario.
A la muerte de don Luis G. Sada, a inicios de los años cuarenta, la situación no cambió, pues el grupo cervecero se arrogaba el derecho de censurar cierta información y designar a los jefes de áreas estratégicas del medio, hasta que un día don Eugenio Garza Sada reclamó su total propiedad, en tanto que la familia Junco de la Vega deseaba comprar las acciones de los Sada a un precio ínfimo. Entonces se desató una serie de litigios legales e inclusive un boicot publicitario contra El Norte, al grado de que se vio en la necesidad de acudir a comerciantes del sur de Texas para solventar la crisis con infinidad de anuncios de las tiendas preferidas por los regiomontanos.
Rodolfo Junco de la Vega Voigt, considerado socio minoritario por el entonces llamado Grupo Monterrey, siempre respaldado por su esposa Teresa Gómez, se apoyó en su hijo Rodolfo Junco de la Vega Gómez, designado en 1963 administrador único de El Norte, y en el abogado Abelardo A. Leal Jr., en cuanto litigio hubo que enfrentar. Mientras tanto, los otros dos hijos de don Rodolfo y doña Teresa, María Teresa (1921-1993) y Guillermo (1923-1991), se mantuvieron al margen de los manejos de la editora.
La situación se resolvió cuando falleció don Eugenio Garza Sada en septiembre de 1973, pues unos meses después, Bernardo Garza Sada negoció la venta de las acciones al precio fijado por la editora, y así se volvieron a estrechar los lazos comerciales y de amistad.
La expulsión del junior
«La dolorosa tragedia familiar», a la que se refieren hoy los Junco de la Vega González, se atravesó en medio de ese pleito legal, en 1971, cuando la madre de los actuales propietarios del Grupo Reforma, Elba Valeria, murió en un accidente en una tradicional feria de Houston, Texas, al caer de lo alto de uno de los juegos mecánicos sin que su esposo, al lado de ella, pudiera hacer algo para salvarla.
Don Rodolfo Junco de la Vega Gómez sufrió una serie de infundios, quizá surgidos al calor del conflicto con el Grupo Monterrey, ya que se hizo ver el accidente como dudoso o más bien como premeditado.
Sin embargo, si el hombre pudo demostrar a la compañía de seguros la realidad de los hechos y cobró 900 mil dólares por reparación del daño, significa que legalmente le asistió la razón.
Pero al poco tiempo, cometió el error de presentarse en una junta de accionistas con la mujer que ya sospechaba la familia era su amante, y allí anunció que se casaría con ella, lo que provocó el enojo de sus padres, los dueños del vesperino El Sol y el matutino El Norte, quienes ipso facto lo despidieron de la editora ese año de 1972 y lo indemnizaron a la fuerza como administrador único porque nunca tuvo acciones. De inmediato la pareja se fue a vivir a San Antonio, Texas, y sólo el hijo menor, Lorenzo, siguió sus pasos. En Monterrey se quedaron Rodolfo, Alejandro, Carmen Eugenia y María Teresa.
Los esposos Junco de la Vega-Gómez todavía vivieron unos años más: don Rodolfo hasta 1983 y doña Tere hasta 1986, de modo que desde 1973 decidieron dejarle la dirección y la herencia de los dos diarios a sus nietos Rodolfo (1947) y Alejandro (1948), graduados de periodismo en Estados Unidos. Al final de un arreglo, el primero le vendió una parte a su hermano; Alejandro se quedó con 75% del total, para figurar como presidente y director general.
Por tanto, parece fuera de lugar el reclamo que por cuarta ocasión hace don Rodolfo Junco de la Vega Gómez sobre el despojo que atribuye a sus hijos cuando fue su madre, doña Teresa, la que tomó la decisión del destino futuro de su empresa, dado que ella había arriesgado su fortuna para apoyar los sueños de su esposo en la fundación de El Sol en 1922. Ella, que nunca le perdonó lo que a su criterio moral fue una osadía no permitida en su familia (casarse inmediatamente con la otra), fue lo que lo dejó fuera de la organización periodística que, por cierto, empezó a crecer impetuosamente en manos de los jóvenes periodistas, al grado de que se convirtió en un próspero grupo gracias a su audacia y habilidad profesional.
Los hijos
Rodolfo y Alejandro, sobra decir, también resintieron la decisión del pronto segundo matrimonio de su padre y, heridos en sus sentimientos, adoptaron una conducta referida por su progenitor como deleznable. Y es ahí donde nadie se puede meter a hurgar a fondo sin invadir la privacidad de toda una familia y menos acusar sin pruebas, por más que el anciano de 84 años, insista en dar cuenta de tropelías como el saqueo de su casa y hasta un intento de asesinato por parte de sus vástagos. «Me traicionaron. Que hablen con la verdad», insiste.
Televisión Azteca, no obstante, sí aprovechó que don Rodolfo desde Estados Unidos aún respira por la herida y aprovechó a rabiar una página web que el señor insertó en la red desde enero de 2005 con el sugestivo título «Cría cuervos…», en alusión al refrán completo «y te sacarán los ojos». Con fotos y declaraciones a pasto sobre el conflicto familiar, la consulta en www.criacuervos.info despertó el morbo de los que creen lo que don Rodolfo dice como justificación al crear este espacio para:
Aclarar muchas cosas que se han mantenido un poco en silencio o que, si se han dicho algunas verdades, la mayor parte de ellas son a medias -que equivale a medias mentiras- y, sobre todo, se ha mentido, calumniado y mal informado repetida e intencionalmente. Hoy se rompe ese silencio de más de 32 años.
«¿Y para qué después de tanto tiempo? ¿Qué quiere el viejito si ya tiene tanto dinero?», pregunta la gente en Monterrey, conociendo como conoce el caso hasta la saciedad.
La respuesta podría estar en la venganza, en desquitarse con sus hijos por lo que ellos, siente, que le hicieron en su momento, y de lo que le hizo su madre al desheredarlo y dejarlo sin acción alguna de la editora. Más que tratar de obtener beneficios económicos para sí o para la escuela de periodismo Carlos Septién García, como él dice, su piscología parece orientarlo a hacer pagar a sus hijos un agravio y a aplicarles la ley del Talión.
Pero en ese punto ya puede darse por satisfecho, porque cada vez que el Grupo Reforma le pisa los callos informativamente a los poderosos, cae sobre sus directivos la amenaza del desprestigio, vía esta conocida denuncia de su padre, tal como la acaba de orquestar Televisión Azteca, pues en Monterrey ya es un lugar común atacar a los Junco de la Vega González cuando un político o funcionario se siente incómodo con la información picosa de El Norte.
De hecho, ya hace muchos años, un gobernador trató de llevar el caso a las más altas esferas políticas como arma de defensa en lo que él consideraba excesos del diario regiomontano. Y en 1987 su competidor, El Diario de Monterrey (hoy Milenio) se valió del despecho del que fuera por muchos años director editorial de El Norte, Abelardo A. Leal Jr., para contratarlo tras su jubilación y difundir muchas confidencias de éstas, e inclusive cartas de don Rodolfo Junco de la Vega Gómez, porque el gran periodista llegó al Grupo Multimedios Estrellas de Oro a hacer mancuerna con Enrique Gómez Junco, director comercial, también enemistado con sus primos Junco de la Vega González.
Aun en tales circunstancias, Alejandro Junco siempre nos decía en sus años juveniles de novel director de El Norte: «Para tener la boca muy grande, hay que tener la cola chiquita». Por ello exigía a sus colaboradores un comportamiento responsable en el tratamiento informativo, pese a saber que la opinión pública puede aprovecharse del lado flaco que le heredó la «dolorosa tragedia familiar» de 1972.
PUEDE CITAR ESTE ARTÍCULO
DE LA SIGUIENTE FORMA:
Esquivel Hernández , José Luis, «El Norte: Conflictos de familia», Revista
Mexicana de Comunicación No. 103, feb / mar 2007, pp. 50-52.