Granados Chapa

30 años de plaza pública

 Jorge Meléndez Preciado

 

Una  buena  cantidad  de  informadores  se  sumaron  al  festejo  por  los  30  años  de  “Plaza  Pública”,  obra  cotidiana  y  mayor  de  Miguel  Ángel  Granados  Chapa.  Bien  que  el  principal  columnista  del  país  reciba  felicitaciones  de  sus  pares,  entre  otros.  En  un  medio  donde  los  enconos  –más  que  la  solidaridad–  continúa siendo lo predominante, resulta doblemente meritorio  que  un  amplio  grupo  de  compañeros  acepte  como  un  periodista  imprescindible  a  quien  critica  sólidamente  al  poder  y  apoya  las  causas  populares  –ha  insistido  en  que  la  elección  pasada  fue  viciada  y  defiende  como  nadie  a  Andrés  Manuel  López  Obrador,  algo  que  muchos  omiten–,  amén  de  estar  atento  a  muchas  actividades  culturales  y  la  historia  de  personajes  destacados.

 

Conocí a Miguel Ángel antes del golpe a Excélsior, ya que por ese entonces construíamos la Unión de Periodistas Democráticos (UPD), de la cual Granados Chapa es uno de los fundadores. Las reuniones eran, generalmente, en el hoy llamado salón  Renato Leduc, del Club de Periodistas. Renato fue el primer presidente de esa unión. Algunas más se hicieron en el café de El Chino, en la calle de Antonio Caso, pero eso es parte de otra historia.

Las discusiones eran largas; los acuerdos, complejos, pero finalmente vio la luz esa agrupación que fue la única del gremio que criticó abierta y firmemente el golpe a Excélsior. Un manifiesto avalado por más de 40 reporteros y colaboradores de diarios (13 de julio de 1976), apareció en Sucesos para todos, entonces propiedad del ya fallecido Gustavo Alatriste. Algo que no se consigna en la mayoría de los libros acerca del golpe echeverrista.

Quisimos continuar con las acciones de apoyo, pero de repente se dijo que había negociaciones para que el cotidiano regresara a manos de Julio Scherer y ya no hiciéramos más pronunciamientos. La historia ya la conocemos.

Luego de la segunda gestión de Antonio Caram al frente de la UPD, vino el cambio y yo le propuse a Miguel Ángel que encabezara la planilla que competiría. Para mi sorpresa, él aceptó pero con la condición de que yo fuera el secretario general. Accedí. Por su parte, Fernando Pineda –hoy legislador en Guerrero– también le pidió a Granados Chapa que encabezara su movimiento. Fuimos a elecciones y ganó la fórmula donde yo estaba, que dirigió la organización de 1982 a 1984. Empezaba lo más rudo.

Miguel Ángel propuso reunirnos un día a la semana en un restaurante-café cerca del Metro Miguel Ángel de Quevedo. Con puntualidad estábamos ahí varios, en especial Conchita Salcedo, que era la tesorera. Al lugar llegaban con frecuencia dos personajes importantes: Carlos Quijano, el uruguayo director del semanario Marcha, y Julio Scherer García, encargado de Proceso. Desde luego que nos saludábamos, pero las atenciones eran para Granados Chapa.

En una ocasión, Conchita, que trabajaba en TV UNAM,  nos dijo: “Hablé con Evaristo Pérez Arreola y están erigiendo una serie de condominios en Calzada del Hueso y Canal de Miramontes. Dice el secretario general del STUNAM que un edificio puede ser para los periodistas”. Desde luego que festejamos el asunto. Todos, empero, sabíamos que se daba esa oportunidad no tanto por la UPD, que ganaba batallas y prestigio, sino por la autoridad moral de Miguel Ángel.

Las viviendas se hicieron y negociamos con Josefina, la tesorera del sindicato, el asunto. Hicimos una convocatoria para que una veintena de compañeros adquirieran su departamento. Entre quienes recuerdo, le entraron a la compra Adolfo Gilly, Octavio Rodríguez Araujo y varios más. El enganche no era oneroso pero muchos no pudieron completarlo. Finalmente, la negociación concluyó en feliz término  No sé quiénes todavía vivan en dicho lugar.

Por cierto, nadie de la directiva de esos años adquirió uno solo de los departamentos, lo que muestra claramente cómo jamás se trató de favorecer a los dirigentes o a sus cuates, sino ayudar, en serio, a los periodistas de todas las formas posibles.

Vino el cambio nuevamente en la UPD. Granados Chapa y un servidor tuvimos apoyos diferentes. Yo participé como vicepresidente en la planilla de Elías Chávez, que ganó, y Granados Chapa impulsó otra con Bulmaro Castellanos (Magú) a la cabeza. A pesar de los resultados, jamás hubo distanciamiento con quien entonces era subdirector de Unomásuno.

En la siguiente elección jugué para la presidencia upedista en contra de Gonzalo Martré. Miguel Ángel fue al acto y me apoyó incondicionalmente, lo cual mostraba, a las claras, que la situación fraternal se mantenía entre él y yo. Es cierto, tuvimos momentos de divergencia, algo normal en las agrupaciones y en la vida del periodismo. Quiero resaltar esto para que se entienda que son válidos los puntos de vista contrarios y se aceptan cuando se juega limpiamente.

He coincidido con Granados Chapa lo mismo cuando fue director de Radio Educación, cuya coordinación de noticiarios estuvo a cargo de la bella, inteligente y audaz Verónica Rascón, quien me nombró encargado del informativo de mediodía. Entonces, hubo discusiones intensas acerca de las notas que aparentemente eran favorables a los grupos y los partidos de izquierda. Yo era cercano a esas corrientes. Por lo tanto, se llegó a la sabia conclusión de Verónica,  que ella supervisara puntualmente dichas informaciones. Miguel Ángel quedó satisfecho y jamás hubo ningún problema.

Durante la gestión de Granados Chapa se logró que Radio Educación fuera desconcentrada, tuviera autonomía y se elevara el presupuesto de esa radiodifusora. También se editó el boletín 1060, a cargo de Armando López Becerra. Joel Hernández tenía a su cargo a los analistas, donde sobresalían claramente los textos de Francisco Martínez de la Vega.

Por cierto, regresando a la UPD, durante la gestión de Miguel Ángel se creó, a iniciativa de él y Rogelio Hernández López, el Premio de Periodismo, que de manera inicial se lo dimos a don Paco y luego llevó su nombre, hasta que desapareció cuando Eduardo El Búho Valle lo dejó morir.

Una pequeña temporada trabajamos nuestro multicitado personaje y este refugiado en los noticiarios de Canal Once, cuando también concurrían en dicha televisora José Antonio Álvarez Lima –luego director de Imevisión– y la ya citada Verónica Rascón. El rigor en la información fue la divisa.

De las últimas veces que a instancia de Álvaro Cepeda estuvimos varios amigos con Granados Chapa fue en un café cerca de Radio UNAM, estación en la cual Miguel Ángel conduce un servicio informativo. Concurrimos Humberto Musacchio –quien heredó la revista Mira que fundó Granados Chapa–, Mariano Albor y Miguel Badillo. Charla chispeante y refrescadora.

La revista Siempre!; Razones, de Samuel del Villar; el periódico Galera, de la UPD; la dirección de la revista de comunicación Contextos y muchas publicaciones más, lo mismo que la cátedra en diversos planteles, hablan del esfuerzo incansable de este compañero que se da el tiempo de agradecer menciones de uno. Pero en realidad, miles somos beneficiarios de su esfuerzo, dedicación y amplitud de miras. ¡Gracias, Miguel Ángel Granados Chapa!

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