Radio Indígena
Inmemorian
Carmen Gómez Mont
El 7 de abril de 2008 es una fecha imborrable en la historia del periodismo mexicano. Ese día Teresa Bautista y Felícitas Martínez, dos indígenas triquis, fueron asesinadas en cumplimiento de su deber: informar a su pueblo.
El crimen de las jóvenes periodistas tiene múltiples lecturas para la sociedad mexicana. Ante ella se sobreponen interrogantes que hasta ahora no tienen respuesta, pero al mismo tiempo nos obligan a ver más allá de un hecho reprobado mil veces por organismos nacionales e internacionales.
La radio es un medio de información y comunicación vital en los pueblos indígenas y constituye uno de los fundamentos y estructura de su propia organización. La radio en las comunidades indígenas se encuentra inserta dentro del tejido social por la relación que el relato oral tiene con modos de comunicación milenarios, porque es el principal soporte de su memoria presente y futura y también porque representa el medio que permite en primera instancia establecer comunicación con los otros.
En los tiempos actuales en que la información, la comunicación y la sociedad del conocimiento están en boca de los grandes discursos del Estado por ser indispensables para el avance de sociedades en rezago, es impensable que cientos de comunidades en México aún padezcan la carencia de ese vital medio.
Sí, es impensable porque dentro del enorme abanico de los medios analógicos y digitales, la radio es hoy la menos costosa, la menos pretensiosa, la menos espectacular frente a las tecnologías digitales, pero la más trascendente para los que menos tienen.
Sin embargo en nuestro país el arranque de una estación radiofónica puede representar meses y hasta años de espera. Mientras tanto, ¿qué pasa en las comunidades? Graves problemas que derivan de la falta de información y comunicación en un mundo que se finca, precisamente, en esas premisas.
Pensemos lo que sería de nuestras vidas si en este preciso momento no tuviéramos acceso a ningún medio de información: ¿cómo podríamos organizar nuestra vida? ¿Nuestras vidas serían posibles sin información y comunicación? Pues así es como viven las comunidades desde hace siglos. Por eso van muriendo progresivamente y quedando en el olvido, a menos que logren migrar a Estados Unidos donde una de las primeras demandas es reestablecer comunicación con sus pueblos.
El capítulo de los avisos radiofónicos que fluyen en estos medios y a través de la frontera, da testimonio de la vitalidad de un pueblo que necesita informarse y comunicarse para sobrevivir, aun más cuando las condiciones son críticas.
Las sociedades avanzadas del siglo XXI tienen como reto fortalecer la pluralidad de voces desde lo local y no sólo desde lo global. Mucho énfasis se pone en los avances tecnológicos, pero hasta ahora es poca la atención puesta en la calidad de contenidos que generan los nuevos medios. La ironía más grande deriva del hecho de contar con cientos de canales en radio y televisión digitales, que emanan de cinco o seis gigantes de la comunicación, multiplicando en doscientos canales o más su difusión.
Las tecnologías son, en ese sentido, un reto a la creatividad y a la expresión de lo diverso. México cuenta con una riqueza social enorme. El problema es que la mirada de sus dirigentes está puesta en los actores equivocados. De allí la pobreza de sus medios comerciales.
Gran parte de nuestra multiculturalidad parte de los pueblos indígenas. La sociedad aborda su imagen fundamentalmente a partir de tres instancias: a) a través de museos donde el reconocimiento de las culturas es ancestral pero no actual; b) en medios de difusión masiva que operan con base en estereotipos, y c) a partir de expresiones en la calle, fiestas o mercados.
Hasta ahora, tal diversidad social y cultural no cuenta con un canal para la información, la comunicación y la expresión indígenas, salvo aquellos que han sido creados por ellos mismos prácticamente sin recursos; es ahí donde ha habido avances notables forjando escuelas de radio, video, cinematografía, fotografía e Internet. Pero eso lo desconoce la sociedad mexicana en su gran mayoría porque le es invisible.
México es una de las naciones con mayor diversidad cultural en el mundo y podría ser por tanto un laboratorio para poner a prueba los procesos de toma de decisión desde voces y culturas múltiples. Éstas derivan de las más de 60 lenguas, y por lo tanto cosmovisiones, que aún perviven en el país, más sus variantes dialectales. La diversidad cultural no se impone por decreto en el caso de las comunidades; para que ésta se vaya consolidando debe partirse de la propia cosmovisión de los pueblos y ser en esencia intercultural, es decir: asumir la misma obligación para conocer y reconocer al otro.
Hasta ahora, la multiculturalidad mexicana está más relacionada con una visión folclórica de lo indígena y de lo popular; es la perspectiva que irriga a los medios de difusión masiva. Para que se pueda conocer cabalmente a los pueblos indígenas hace falta que sean ellos mismos los propietarios de sus medios, además de administrarlos y operarlos, como tanto se ha dicho en foros y congresos previos a la propuesta que integra la reforma a la Ley de Radio y Televisión y la Ley de Telecomunicaciones.
El caso de Felícitas Martínez y Teresa Bautista es doloroso y especialmente significativo para México, para la Reforma del Estado y para las propuestas hechas por los pueblos indígenas ante las reformas a dichas leyes. No se trata de un caso aislado, porque detrás hay cientos o tal vez miles de rostros indígenas y no indígenas que reclaman frente a un micrófono, frente a un teclado, frente a una cámara de video o una estación de radio su derecho a hablar, a decir, a expresar, a informar. Su muerte toca a la sociedad mexicana entera, pero de manera especial a todos aquellos jóvenes periodistas que hoy se encuentran en formación: ellos tienen claro que el primer peldaño de una democracia se establece a partir de la libertad y del derecho a informar y ser informados.
Investigadora. Correo electrónico: cegomo_8@hotmail.com