Video de bolsillo
Carmen Gómez Mont
El video del que pretendemos hablar va más allá del proceso de construcción del ciudadano digital, aquel que anda con una cámara en su teléfono celular vigilando el diario acontecer mundial. Sí, va más allá porque además de informar sobre hechos de la vida real, estimula la imaginación y la creatividad mediante la expresión de imágenes en muy pequeños formatos.
E l año 1968 fue especialmente significativo para el lanzamiento del video, una técnica que se proyectaba en pleno movimiento estudiantil y bajo el término underground para abrir caminos a la libertad de expresión. Entre cine y televisión, sabíamos que se trataba de un nuevo género cuyos alcances en aquel entonces no se alcanzaban a vislumbrar.
Cuarenta años después, el video sigue desarrollándose y sorprendiendo a creadores y usuarios de las Tecnologías de Información y la Comunicación (TIC), sólo que hoy lo hace a través de la nueva tecnología que está en mano de todos: los teléfonos celulares. Se dice que actualmente 50% de la humanidad cuenta con un celular, es decir, con una cámara de video en sus manos. Un total de tres mil millones de potenciales creadores.
Tal innovación parte de un hecho: desde hace cuatro años, los teléfonos celulares aparecieron con una pantalla integrada que les permite tomar fotos y video en la mayoría de los casos. Se pasa así a un capítulo nuevo en la vida del ciudadano del siglo XXI: cualquiera puede convertirse en un productor de imágenes en movimiento sin necesidad de invertir grandes cantidades de dinero en un equipo.
Si en la década de los ochenta Anne Marie Duguet escribió un libro que daba fe de la militancia de los jóvenes universitarios parisinos –La vidéo, une mémoire au poing–, en el 2008 el video innova a partir de lo realmente minúsculo: las pantallas de los celulares.
Estas reflexiones son interesantes porque en la actualidad son pocos quienes colocan su mirada en el video. Tal parece que la Internet quisiera robarse todo el protagonismo que tienen otros medios de menos dimensiones y de menor espectacularidad, pero tal vez –al igual que el video de los años sesenta– de mayor incidencia social.
El video del que nosotros pretendemos hablar va más allá del proceso de construcción del ciudadano digital, aquel que anda con una cámara en su teléfono celular vigilando el diario acontecer mundial. Sí, va más allá porque además de informar sobre hechos de la vida real, estimula la imaginación y la creatividad mediante la expresión de imágenes en muy pequeños formatos. Es un reto a la imaginación.
Pero, por otro lado, además se trata de encontrar un sentido a la expresión artística en, desde y para pequeñas pantallas. Este reto obedece a la tendencia que existe en la innovación tecnológica por crear aparatos cada día más portátiles, pero lo es también porque manifiesta un reto a la cultura multimedia que se expande entre los jóvenes. ¡Qué más que la proliferación de imágenes sea en pequeñas pantallas y que éstas sean de gran calidad! Eso es lo que busca realmente este movimiento, que también se conoce como de “los filmes de bolsillo” (pocket films).
Son producciones que en ocasiones no van más allá de dos o tres minutos, que no tienen un trabajo editorial notable ni efectos especiales. Como bien dice Isabelle Rossellini: es una escritura especialmente dirigida para una pantalla móvil y que requiere, por lo tanto, de una estética particular. Estos filmes se conciben para ser intercambiados, para ser mostrados, para ser vistos ante la falta de medios para difundirlos a mayor escala.
El movimiento de los videos de bolsillo es un primer intento de búsqueda por crear un nuevo lenguaje audiovisual. La expresión y el trabajo de los artistas queda en un primer plano en esta ocasión. No se trata de improvisar, sino realmente de investigar para lograr producciones de gran calidad en la expresión de las imágenes. El reto es innovar desde las escuelas de arte, de cinematografía y de las misma Ciencias de la Comunicación. Son varios los países que han tomado la delantera ante ese movimiento: Japón, Francia, Suecia, China y Brasil.
Actualmente se cuenta con un largometraje de Joseph Morder: Me gustaría compartir la Primavera con alguien. Se trata de un diario filmado con teléfono celular y cámara cinematográfica, entre febrero y mayo de 2007, cuyo principal objetivo es el registro de varios eventos inscritos en la vida cotidiana: cumpleaños, viajes, campañas políticas y encuentros con amigos, entre otros. La principal interrogante deriva de la posibilidad de descubrir los primeros pasos de un nuevo lenguaje cinematográfico.
Hay canales de televisión (ARTE) que ya se lanzan con la proyección de una serie de diez películas: “Colección Cámara de bolsillo: mis 20 años”, serie coproducida con el Foro de las Imágenes del Centro George Pompidou y SFR, en Francia. Ello se inscribe dentro de la corriente de formación de los usos sociales de las TIC. Hay videos trabajados por artistas como Isabella Rosselini y Stephen Dwoskin, pero también por pedagogos y ciudadanos que toman su celular para cuestionar, compartir emociones o despertar conciencias más allá de lo que nos muestran los noticiarios de la televisión en México.
* Investigadora. Correo electrónico: cegomo_8@hotmail.com