Animales y hombres

La política en tacones

Pilar Ramírez

Los seres humanos mantenemos relaciones extrañas con el resto de los animales. Con el conque de que el hombre es el más inteligente del reino, nos los comemos, los encerramos para observarlos, los ponemos al servicio de nuestra salud cuando sirven como conejillos de indias y los utilizamos para paliar nuestra soledad o para ignorar a otros seres humanos.

En algunos casos se ha creado una relación simbiótica, como con el perro, al grado que se le ha llamado «el mejor amigo del hombre», lo cual no es nada elogioso para los perros, ya que en algunos casos son simplemente el patiño que oculta la dificultad de los seres humanos para comunicarse o para entablar relaciones afectivas con otros de la misma especie. Para muchas personas es más fácil estar acompañadas de un perro que les obedece, que es dócil y que les ama aunque el afecto y el cuidado que les prodiguen sea mínimo.

La costumbre de tener una mascota en casa se ha diversificado. El gusto por tener de compañeros a perros, gatos y aves ha ido más allá y ahora hay quienes gustan de tener monos, distintas especies de lagartos y hasta cerdos, lo cual no sería novedoso sino por el hecho de que estos animales suelen pertenecer a gente famosa, especialmente de la farándula, y vivir no en granjas sino en departamentos de grandes ciudades como Nueva York o Los Ángeles.

Los animales, además de hacer compañía a mucha gente también han sido una veta ampliamente explotada por la industria del entretenimiento, películas y series de televisión cómicas, dramáticas, documentales o de dibujos animados han tenido como protagonistas a animales. Por una razón extraña, cuando esta industria no adquiría todavía las dimensiones actuales había más programas con animales, algunos ya clásicos como Rin Tin Tin y Lassie con perros; Mr. Ed el caballo que hablaba; Daktari donde aparecía la leona Clarence; Maya el elefante; el delfín Flipper o Mi oso y yo.

Hoy, el auge de la comunicación por internet ha modificado concepciones de producción en los materiales audiovisuales; los grandes estudios están realizando series especialmente para este medio. Son programas de menor duración que se distribuyen en canales on line gratuitos y que pueden ser disfrutados por los internautas en el momento que lo deseen. Uno de ellos es la serie llamada Puppy Love, de Amy B. Harris, la escritora y productora de la exitosísima serie Sex and the city, dedicada a mostrar las distintas caras de la relación entre los humanos y sus mascotas. La serie consta de cuarenta episodios y cada uno de ellos tiene una duración de alrededor de siete minutos.

Las historietas también han dado a conocer mascotas famosas como el perro Milú de Tin Tin, la historieta del belga Hergé; el perro Ideafix del galo Obélix, el personaje más famoso de la serie Las aventuras de Astérix de los franceses Goscinny y Uderzo; el gato Yago mascota favorita de Fantomas en la recreación mexicana del famoso personaje francés y los perros Churchill, Truman y Stalin de Juan Calzonzin, el indígena letrado del cómic mexicano Los Supermachos creado por Eduardo del Río, Rius.

Fuera de la vida de ficción, la elección de la mascota y los nombres que se les imponen también revelan un aspecto de la relación que existe entre los humanos y los animales. Entre la gente de la farándula, los perros pequeños y de apariencia extraña pero elegante son los más codiciados. La vida de comodidad que tienen estos canes la pagan con nombres anodinos y las muchas fotografías que circulan en los medios dedicados a los espectáculos. Nombres como Bit Bit, Lucky, Noelle, El Tesoro o Nancy son los que cargan estos pobres perros.

Es interesante, en cambio, saber que varios escritores prefieren a los gatos. Por ejemplo Octavio Paz, Elena Garro, Emilio Carballido y Carlos Monsiváis; este último, dueño de once gatos cuyo olor hace inocultable su presencia en la casa del escritor en la colonia Portales de la ciudad de México, ha dicho que su predilección por los felinos se debe a que «nunca su domesticidad es absoluta».

Jorge Luis Borges tenía dos gatos llamados Odín, como el dios de la mitología nórdica, y Beppo en honor a un personaje de Lord Byron. Julio Cortazar era dueño de un gato llamado Theodor W. Adorno, en honor del sociólogo alemán de la Escuela de Frankfurt, ambos famosísimos entre la tropa sociológica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM de mis tiempos estudiantiles: el gato y el sociólogo. El pequeño Andrés Figueroa, que goza de la compañía de un perro amigable en exceso, permitió a sus padres bautizarlo como Chanoc en honor al personaje del cómic mexicano del mismo nombre.

El inquieto músico jalapeño Leonardo Ortiz tuvo dos perros llamados Mambo y Tango; sólo sobrevivió el segundo, lo cual espero no sea un vaticinio para el mambo.

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Animales y hombres», en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 114, México, enero. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta: 29 de enero de 2009.

Deja una respuesta