Derecho a la no desinformación

Juego de Ojos

Miguel Ángel Sánchez de Armas

De tarde en tarde descubro un artículo o una columna que quisiera haber escrito. En estos casos sigo el adagio de los poetas y “tomo lo mío donde lo encuentro” para colocarme cual caja de resonancia y compartir ideas que estimo relevantes. En esta oportunidad me es particularmente grato convidar a los lectores a la mesa de mi querido amigo y maestro Renward García Medrano, autor del texto cuyo título lleva esta entrega de JdO. Vale.

“Supongo que el derecho de los ciudadanos a la información pública conlleva el derecho a la no desinformación pública. Esto no lo dice la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, pero tampoco hace otras precisiones, por ejemplo, qué debe entenderse por información pública federal para efectos de esa ley, aunque la respuesta puede deducirse de la fracción XIV del artículo tercero, que enumera los ‘sujetos obligados’ por la misma: los tres poderes federales, los órganos autónomos, los tribunales administrativos federales y ‘cualquier otro órgano federal’.

“El presidente de la República es el titular único del Poder Ejecutivo y por ese hecho es uno de los sujetos obligados por la ley de información, y en consecuencia, a la no desinformación. Como no soy abogado y mucho menos especialista en este tema, me limito a colegir que una afirmación fragmentaria y no respaldada en pruebas tiene el mismo efecto que la desinformación sobre los ciudadanos como yo, que tratan de ejercer su derecho a conocer todo lo que atañe al interés social, sobre todo en temas delicados o trascendentes.

“Doy un ejemplo. Ha dicho el presidente Calderón que la recesión que sufre el país obedece a la crisis y recesión internacionales, lo cual es tan evidente, que pareciera no necesitar ser probado. Pero esta afirmación, por fragmentaria, desinforma, pues omite la otra parte de la verdad: que también hay factores internos, de gran relieve, que hacen más profundos la recesión y el desempleo. Da lugar a que se especule sobre los motivos del presidente de la República para colocar fuera del país la responsabilidad del desastre económico en que vivimos y a que el común de la gente, como yo, crea que la insignificancia y retraso de las medidas contracíclicas refleja el criterio de que si el origen de la recesión está fuera, la política económica de su gobierno está impedida para mitigar sus efectos y, sobre todo, que no requiere revisión ni corrección. Pero ese es sólo un ejemplo de desinformación, tal como yo la entiendo, y no el tema que me interesa ahora abordar.

“[El martes 2 de junio], al inaugurar la XXVI Sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, el presidente Calderón dijo, entre otras cosas, la siguiente: “La situación [de inseguridad en] que vivimos se ha venido acumulando y creciendo a lo largo de mucho tiempo; quizá se pensó que era un asunto manejable o inevitable; quizá se pensó que no tendría consecuencias serias en la vida cotidiana de los gobiernos o de los ciudadanos. El hecho es que ahora estamos pagando los costos de años de permisividad y tolerancia ante la criminalidad”.

“Esta afirmación coincide con una percepción generalizada y yo mismo la haría mía en una charla informal, pero no me atrevería a sostenerla, por ejemplo, en una conferencia o siquiera en un artículo periodístico porque no dispongo de información que la pruebe. Y como la ‘permisividad y tolerancia ante la criminalidad’ son formas de complicidad, tendría que probar mi dicho y entre las pruebas inexcusables estarían los nombres, fechas y datos. Si un particular debe probar sus acusaciones, sobre todo si entrañan la probable comisión de un delito, con más razón debe hacerlo el titular del Poder Ejecutivo Federal.

“¿Quiénes y cuándo fueron permisivos y tolerantes con la criminalidad? Yo puedo decir en privado e informalmente quiénes creo que lo hicieron. Pero si hablo a título oficial y en un foro como el Consejo Nacional de Seguridad Pública, debo exhibir la información en que baso mi dicho. Mi deber moral —y quizá jurídico— cobra importancia cuando estoy atribuyendo a otros una grave responsabilidad histórica y política: la de haber propiciado o permitido que el país quedara a expensas de la delincuencia organizada. Y si no puedo o no quiero probarlo, estoy obligado a abstenerme de hacer acusaciones concretas a personajes abstractos.

“Esta precaución es obligada cuando el que habla es el presidente de la República, lo hace en un foro como el mencionado y se refiere a un problema que pone en peligro la integridad del Estado. A diferencia de lo que yo diga o escriba, lo que dice el presidente es materia de difusión en los medios y para este objeto se suele reproducir, como es el caso, en el portal de Internet de la Presidencia de la República. Enterados por el Ejecutivo Federal de que otros fueron responsables de ‘la situación en que vivimos’, los ciudadanos, titulares del derecho a la información, no podemos limitarnos a identificar, sin más bases que nuestros personales prejuicios, a los servidores públicos que nos empujaron a un callejón al que todavía no le vemos salida. De esto, precisamente de esto se trata la rendición de cuentas.

“Respeto al presidente de México y nada haría para socavar su credibilidad cuando está enfrentado a un problema nacional de esta hondura. Lo respeto y respaldo aunque no comparta todo lo que está haciendo su gobierno en materia de seguridad pública y piense que hay tareas esenciales que no está haciendo en la Educación, por ejemplo, o en la promoción activa de la cultura de la legalidad. Precisamente por eso deploro que lo dicho ayer por él ratifique, quizá involuntaria pero evidentemente, el leitmotiv de la campaña difamatoria del líder del PAN contra otro partido”.

Molcajeteando…

Y ya en la vena de compartir, otro querido amigo, José Prats, me hizo llegar un artículo de Raúl Rivero, publicado en El Mundo de España, que es una delicia nostálgica para alguien como yo, apasionado de la fiesta brava, del periodismo y de la literatura, además de ahijado del banderillero Liborio Ruiz de feliz memoria. Hablo de aquel afamado “Pepe Faroles, crítico taurino”.

“Uno de los críticos taurinos más conocidos del siglo XX mexicano se llamaba Pepe Faroles. Era contemporáneo de un comentarista político que no brilló demasiado, pero era incómodo y escribía bien. Firmaba como Diógenes García. La verdad es que el experto en la lidia de toros y el analista de la actualidad política eran seudónimos de Josefina Vicens, la novelista que nada más necesitó dos libros para que la literatura hispanoamericana no pueda dejarla en el olvido.

“Era de Villahermosa, Tabasco. Nació en 1911 y se murió 77 años después en Ciudad de México, con una leyenda bordada a mano como guionista de cine, periodista de asuntos que en la época estaban reservados para los hombres y por sus dos novelas: El libro vacío (1958) y Los años falsos (1983).

“La señora Vicens escribió más de un centenar de argumentos para la cinematografía de su país. Tres de su guiones más reconocidos son los de los filmes Las señoritas Vivanco, Renuncia por motivo de salud y Los perros de Dios. La escritora llegó a ser presidenta de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de México y el público en general, y muchos de sus compañeros, la consideraban como una viajera de paso en el siempre enrevesado dominio de las letras.

“El andamiaje del cine, sus despliegues de luces de artificio y sus dramas anegados de sombreros y lágrimas, no podía identificarse con las preocupaciones de la Josefina Vicens de las dos novelas.

“Sus libros son historias de gente solitaria, trabados en la nada de la existencia, en unos escenarios en el que los movimientos son falsos. Son las vidas de dos hombres mediocres atrapados. Uno, en el vacío; y el otro, en un medio machista que lo impulsa a fingir, a mentir y a perder su identidad.

“Josefina Vicens debía regresar a su casa cada día aterrada y llena de incertidumbres y tristezas. En 1958, después de leer El libro vacío, Octavio Paz escribe a la autora: «Es magnífico: una verdadera novela. Simple y concentrada, a un tiempo llena de secreta piedad e inflexible y rigurosa. Es admirable que con un tema como el de la nada —que últimamente se ha prestado a tantos ensayos, buenos y malos, de carácter filosófico— hayas podido escribir un libro tan vivo y tan tierno. Creo que los que saben que nada tienen lo tienen todo: la soledad compartida, la fraternidad en el desamparo, la lucha y la búsqueda», agrega.

“La obra de la Vicens es misteriosa y sorprendente. A cada rato se hacen simposios y reuniones para airearla un poco, para compararla con alguien y medirla con reglas que no pueden entender las dimensiones y las leyes no escritas de otra época.

“En el colofón de Los años falsos la escritora pone estos dos versos a un amor imposible. Algunos críticos quieren ver por ahí el afán de cantar de una vez una contraseña de su jugada:  

“«Vivir así, de esta suerte.

No sé si es vida o es muerte»”

Profesor – investigador del departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP, Puebla.
Presidente honorario de la Fundación Manuel Buendía.
Correo electrónico: sanchezdearmas@gmail.com

El siguiente es un ejemplo de cómo debe de citar este artículo:

Sánchez de Armas, Miguel Ángel, 2009: «Derecho a la no desinformación»,
en Revista Mexicana de Comunicación en línea, Núm. 116, México, junio. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/magsa.htm
Fecha de consulta: 3 de junio de 2009.

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