Los lloriqueos

La política en tacones 

Pilar Ramírez

La incursión de las mujeres en la política puede verse como una de las mejores expresiones de equidad o como un ámbito en el que sale a relucir lo más trillado de los estereotipos femeninos. Las razones que permiten a las mujeres de diferentes partidos acceder a las candidaturas son de índole diversa. Algunas porque son conocidas y eso representa un bono extra para el partido que las postula porque les hace suponer que tienen una ventaja inicial sobre sus adversarios, en otros casos se trata de mujeres que tienen trayectoria en sus partidos y han tenido que competir con las reglas internas de cada instituto político —-que no siempre son las mejores ni las más transparentes—- para lograr hacerse de una candidatura y en muchos otros casos se conjugan una serie de razones donde la más importante es “cubrir la cuota”, “llenar el expediente” “atender al voto femenino” o ser “políticamente correcto” con el tema de la equidad de género.

Según el espacio que hayan logrado dentro de sus partidos, su trayectoria o su personalidad es la actuación de las mujeres como candidatas, aunque casi ninguna de ellas desaprovecha el momento político para lograr cierta notoriedad. En el Distrito Federal se dio un debate entre las candidatas que esperan ser elegidas como diputadas federales por el distrito 10: la abanderada panista, Gabriela Cuevas, ex delegada de Miguel Hidalgo y la candidata perredista, la escritora Guadalupe Loaeza. Muchos esperaban con cierto morbo este debate, porque no dejaba de ser una disputa femenina. Apelando a los estereotipos, si el antagonismo está protagonizado por mujeres se espera que “sean todas una damas” (*whatever that means)* o que escenifiquen un pleito de mercado.

Por supuesto que hubo intercambio de acusaciones y puyas, la perredista increpó a la ex delegada por su actuación como funcionaria e hizo referencia a sus enfrentamientos con el gobierno del Distrito Federal; la panista siguió el tono de las campañas de su partido y acusó a Loaeza de plagiaria, argumentando que ella no escribe sus textos. Imagino que a Gaby Cuevas le gusta la autenticidad: tiene un video en youtube donde se ve a las claras que no pide ayuda para escribir porque su segundo apellido (Barrón) aparece sin acento.

El intercambio de acusaciones, sin embargo, no sostiene ya un debate completo, así que las candidatas tuvieron que mostrar las propuestas con las que tratan de convencer a sus votantes potenciales y abordaron principalmente los temas de seguridad, obras viales, gestión ciudadana y uso de suelo. Quizá como no hubo sangre, los medios —-especialmente los impresos—- guardaron silencio sobre este debate. En internet, un medio cada vez más aprovechado para hacer campañas por el atractivo adicional de la falta de regulación, en cambio, hay una gran cantidad de referencias a él.

Los ciudadanos queremos ver más debates, pero realmente debates, si los quieren condimentar con las luchas en lodo, yo no tengo nada en contra. Para ser sinceros, los pleitos escenificados por los políticos son sumamente divertidos y son noticia, dan materia para escribir. Quizá no deba ser lo único, pero a fin de cuentas, si un candidato es capaz de ganar un debate muy probablemente ganará también una discusión en el Congreso, al menos tendrá más posibilidades de subir a la tribuna a defender iniciativas o puntos de vista. Ya no estará condenado o condenada, según sea el caso, a repetir la historia patética que narró en alguna ocasión Eraclio Zepeda, quien regresó a la sala de sesiones del congreso federal cuando era diputado a recoger un objeto olvidado y allí estaban muchos legisladores priistas, ue nunca tendrían oportunidad de pronunciar una palabra en tribuna, omándose fotos en una sesión nocturna en el podium como si de su discurso dependiera la vida de la nación, pero sin público y sin medios. Era la foto para sus descendientes, para atestiguar su paso por el Congreso con una imagen que podrían colgar en el comedor.

Veremos qué tono adquiere el debate entre Beatriz Paredes y Germán Martínez. Se anuncia entretenido. Es decir, con mucho lodo. El dirigente panista ya dio muestras de que echará mano de argumentos sexistas; cuando la priísta lo invitó a debatir, Martínez, haciendo gala de refinados argumentos, manifestó su satisfacción porque la presidenta del PRI hubiera superado “los lloriqueos”. Si un representante partidista se queja de las campañas sucias y tiene la condición de mujer son lloriqueos, si el líder panista en Veracruz reprueba desde su página web la actuación de sus adversarios es una denuncia harto viril. ¡’Aso! Para usar debidamente un expresión local.

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Los lloriqueos» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 116, México, junio. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta: 4 de junio de 2009.

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