El ABC de las precampañas electorales

Un procedimiento para lograr una mayor visibilidad

*Andrés Valdez Zepeda / **Delia Huerta Franco/
*** Mario Beltrán Villaruel / **** Sergio Díaz González

Una precampaña puede ser definida como el proceso de selección de candidatos que tiene cada partido político, conforme a sus reglas, procedimientos, calendarios y acuerdos internos.1 La precampaña inicia cuando sale publicada la convocatoria por parte de los órganos competentes del partido y concluye cuando se entrega la constancia de mayoría para el o los candidatos ganadores.

Las precampañas, también llamadas elecciones internas o primarias, pueden ser definidas, también, por un lado, como procesos intensos de comunicación persuasiva, organización y movilización electoral, así como de cuidado y defensa del voto, que realizan distintas personalidades y sus equipos de campaña con el objetivo de ganar el apoyo de los electores y así ser nominados por su partido político o coalición partidista como candidato a un puesto de elección popular en los próximos comicios constitucionales. Por el otro, son acciones persuasivas o disuasivas para evitar que sus competidores u oponentes obtengan los votos necesarios para ganar la elección.

Es decir, toda precampaña implica dos grandes frentes. El frente de atracción de sufragios para la causa propia y el frente de repulsión de votos para los adversarios.

Su historia

Las precampañas tienen una vieja historia. Por ejemplo, en los Estados Unidos de Norteamérica, tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano han institucionalizado un procedimiento de competencia interna para postular a sus candidatos a la presidencia de la república, llamado popularmente como “elecciones primarias.” Su historia se remonta a los inicios del siglo XX, cuando Theodore Roosevelt fue electo, mediante votación abierta, como candidato del Partido Progresista a la presidencia en 1901. Hoy día, estas elecciones inician en enero del año electoral, con los comicios estatales en Iowa y, concluyen, generalmente, en agosto con la realización de las convenciones nacionales de los dos partidos, en las que los delegados electos en los diferentes estados y los súper-delegados nominan oficialmente a su candidato presidencial.

En el caso de México, la primer precampaña que se realizó fue en 1919 por Álvaro Obregón para alcanzar la presidencia de México, ya que mucho antes que fuera nominado como candidato del Partido Nacional Revolucionario, Obregón había realizado una campaña anticipada para asegurar su nominación. Sin embargo, propiamente hablando, la primer gran precampaña que se realizó en México a nivel nacional fue la de Vicente Fox Quesada, cuando desde 1997 inició su cruzada, primero para ganar la nominación del Partido Acción Nacional y luego la elección presidencial en el año 2000. De hecho, la precampaña de Fox fue una de las más extensas y exitosas, la cual tuvo una duración de tres años y le permitió a Fox ser el candidato único e indiscutible del PAN rumbo a las elecciones del 2000. En el 2003, también Andrés Manuel López Obrador inició su precampaña en búsqueda de su nominación a la presidencia de la república por parte del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y otros partidos de izquierda como el Partido del trabajo y el Partido convergencia.

Su legislación

En la legislación federal, las precampañas electorales no se reglamentaron sino hasta hace poco tiempo, cuando se aprobó la nueva reforma constitucional en materia electoral en noviembre del 2007 y el Código de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) en febrero del 2008. A nivel estatal, la regulación de las precampañas se realizó tanto por los partidos políticos como por la normatividad electoral aplicable a los comicios locales. Las entidades federativas que iniciaron con la regulación de las campañas antes de las reformas electorales constitucionales del 2007 fueron Baja California Sur, Coahuila, Chiapas, san Luis Potosí, el Estado de México, el Distrito Federal, Jalisco, Guerrero, Nayarit, Quintana Roo y Tlaxcala.

De acuerdo al nuevo ordenamiento constitucional a nivel nacional, se establecen límites en la erogación de los partidos políticos en sus precampañas, ya que ahora las precampañas no podrán durar más de las dos terceras partes de lo que duran las campañas electorales. Asimismo, durante sus precampañas, los partidos políticos dispondrán en conjunto de un minuto por cada hora de transmisión en cada estación de radio y canal de televisión; el tiempo restante se utilizará conforme a lo que determine la ley.

Esto implicará que los precandidatos a algún puesto de elección popular puedan ser sancionados si no acatan los ordenamientos electorales generales y que se establezcan limites y regulaciones de las precampañas en leyes secundarias para tener procesos internos muchos más ordenados y equitativos. Al establecerse tiempos máximos de precampaña los pre candidatos tendrán que ceñirse a los mismos, evitando que algunos inicien su precampaña tres años antes del inicio del proceso electoral, como pasó con Vicente Fox Quesada, quien inició su precampaña rumbo a la presidencia de la república tres años antes de la justa electoral.

Este nuevo ordenamiento constitucional implicará también para los aspirantes a un puesto de elección popular y las instituciones partidistas el tener un mayor cuidado y observancia de la ley en los procesos internos de los partidos, el eficientar mejor los recursos disponibles al interior de la organización, el focalizar los esfuerzos hacia mercados meta y el cuidar, de cierta manera, la unidad de la institución, más allá de apetitos personales de muchos actores políticos.

Su importancia

Las precampañas son procesos político-persuasivos muy importantes no sólo para afianzar los regímenes democráticos, sino también para dotar de legitimidad y popularidad a los candidatos que competirán en las próximas elecciones constitucionales. De hecho, ganar una precampaña puede ser sinónimo de éxito, en muchos casos, en las contiendas constitucionales, ya que muchos precandidatos lograr tal visibilidad, popularidad y respaldo social durante los procesos internos que es difícil parar su inercia ganadora. Tales fueron los casos, por ejemplo, de Vicente Fox Quesada en México en el año 2000 o de Barack Obama en los Estados Unidos en el 2008, ambos candidatos triunfadores en las elecciones presidenciales.

Las precampañas también son muy importantes para el rimen de competencia y para los sistemas democráticos por las siguientes razones. Primero, permiten seleccionar a los candidatos más competitivos, que lograr construir consensos al interior de las organizaciones partidistas, ganando el apoyo mayoritario de los votantes. Segundo, las precampañas generan un mayor dinamismo al interior de los partidos políticos, superando, muchas veces, la inmovilidad y el burocratismo institucional en el que caen muchas organizaciones partidistas en tiempos no electorales. Tercero, las precampañas, principalmente las más creativas y bien publicitadas, logran una mayor visibilidad social, misma que puede resultar benéfica para el partido de cara a los comicios constitucionales.

Cuarto, las precampañas permiten que un mayor número de electores conozca a los futuros candidatos que serán postulados a un puesto de elección popular. Quinto, las precampañas ayudan también a posicionar temas de campaña que resultan, muchas veces, relevantes y de interés para todos los votantes durante los procesos constitucionales. Sexto, las precampañas permiten configurar equipos de campaña y obtener experiencias sobre estrategias de comunicación, organización, movilización y defensa del voto que pueden servir en los procesos constitucionales.

Séptimo, las precampañas permiten que los candidatos conozcan mejor a los electores y recorran el territorio donde se desarrollará la contienda. Octavo, las precampañas permiten la colecta de fondos económicos donados por parte de particulares, mismos que pueden integrar una base de datos para futuros financiamientos para las campañas constitucionales. Novenos, las precampañas ayudan a crear el clima y el ambiente propicio para el éxito de una contienda electoral constitucional. Finalmente, las precampañas dotan de información y ayudan a los electores a prefigurar o formarse un juicio anticipado sobre la opción electoral que pueden apoyar en la próxima gesta electoral constitucional.

Sus cuidados

Toda precampaña genera una serie de experiencias, tanto positivas como negativas, que pueden incidir en el resultado final de una elección constitucional. Por ello, es importante no sólo para el partido político, sino también, para los precandidatos procesar adecuadamente las precampañas, cuidado que no se salgan de control y puedan resultar contraproducentes de cara a las elecciones constitucionales.

Los problemas que pueden generarse en una precampaña son los siguientes. Primero, las precampañas generan una natural división o confrontación al interior del partido, misma que, de no tenerse los cuidados respectivos, pueden dañar irreversiblemente las posibilidades de la campaña constitucional. De hecho, hay muchos casos en la que las precampañas mal gestionadas por los partidos políticos se convierten en verdaderos problemas que dañan las posibilidades de éxito en el futuro. En algunos casos, las precampañas han generado candidatos para otros partidos opositores, mermando la posibilidad de ganar las elecciones para el partido propio.

Segundo, las precampañas pueden también, principalmente las que se exceden, contribuir al hartazgo de los electores y, por lo tanto, generan un mayor abstencionismo en los comicios constitucionales, ya que, por ejemplo, una campaña que ocasione una saturación mediática, más que ayudar, puede generar el efecto bumerán y resultar contraproducente para el partido impulsor.

Tercero, las precampañas muy extensas e intensas pueden, también, agotar física, mental y moralmente a los equipos de campañas, nutridos por militantes y simpatizantes, quienes pueden mermar en su entusiasmo y resultar contraproducente en los comicios constitucionales.

Cuarto, desde la perspectiva de la teoría de la democracia y el principio de equidad en la elección, las precampañas se pueden convertir en procesos que generen inequidad en la contienda constitucional ante la falta de regulación en su financiamiento, ya que muchas veces, el resultado de la elección se define desde las primarias, con precampañas de Estado que se caracterizan por el dispendio y el uso de abundantes recursos, tanto públicos como privados, para ganar la contienda. Por ejemplo, en la elección presidencial del 2000 en México, el periódico El Universal solicitó a la empresa Verificación y Monitoreo la realización de un monitoreo sobre el gasto en medios electrónicos de los precandidatos a la Presidencia de la República. En este monitoreo, se concluyó que los aspirantes presidenciales gastaron en las precampañas 1 mil 003.6 millones de pesos.2

Quinto, las precampañas pueden también agotar los recursos económicos de los precandidatos, quienes le apuestan todo al proceso interno, lo cual puede repercutir negativamente en las campañas constitucionales, que demandan, la mayoría de las veces, un mayor monto de recursos económicos.

Finalmente, las precampañas pueden, también, ayudar a desgatar la imagen y reputación de los candidatos participantes en la contienda, ya que toda precampaña implica dar razones y mostrar evidencias del por qué votar a favor, pero también del por qué no votar por los opositores. Es decir, los golpes y ataques dados al calor de la precampaña pueden ser mortales para los contendientes, cuyas repercusiones afectan sus posibilidades tanto en los procesos internos como en los constitucionales.

La precampaña permanente

Las precampañas electorales son definidas como procesos políticos que se circunscriben temporalmente a la convocatoria que emita el partido o los órganos facultados por el partido para tal efecto. Esto es, las precampañas tienen un periodo corto de duración, que de acuerdo a la normatividad electoral federal, no deben duran más de dos terceras partes de lo que duran las campañas electorales.

Sin embargo, los candidatos mejor posicionados en los procesos internos son aquellos que han hecho de la política una actividad permanente que no se circunscribe a los tiempos que marca la convocatoria o el partido para la realización de la precampaña. Es decir, para que sea exitosa una precampaña debe hacerse de manera permanente, ya que la política implica construcción, tejer relaciones y acuerdos políticos, gestionar el afecto de la gente y, sobre todo, edificar una buena imagen y una alta reputación, mismas que se logran en el mediano o largo plazo.

De hecho, no sólo las precampañas, sino también las campañas constitucionales deben dar lugar a las campañas políticas, mismas que se realizan de manera permanente para asegurar, en muchos de los casos, ser exitosas. En otras palabras, lo que se requiere es impulsar y organizar campañas políticas de forma permanente, respetando los calendarios que fijan los partidos o las autoridades electorales para los comicios internos y constitucionales, pero apostándole a la construcción de lealtades electorales, afinidades políticas y posicionamientos en una perspectiva de mediano o largo plazo.

Tipología

Las precampañas electorales pueden ser clasificadas en cinco tipos. Por un lado, de acuerdo a su resultado, estas pueden ser exitosas o fracasadas. Las primeras, son aquellas que logran alcanzar los objetivos buscados y las segundas no. Toda precampaña exitosa no necesariamente es una campaña ganadora, ya que, en muchos casos, los objetivos que se buscan, por parte de los contendientes, puede ser el publicitar una plataforma electoral, alcanzar un porcentaje específico de votación que le asegure cierto capital para poder negociar alguna posición o simplemente para figurar como una opción dentro del partido. Las segundas son las campañas fracasadas que no lograr alcanzar ninguno de los objetivos buscados por los participantes.

De acuerdo al impacto en la conducta de los electorales, las precampañas también pueden clasificarse en efectivas o inefectivas. Las campañas efectivas son aquellas que además de ser ganadoras internamente logran un gran impacto entre la sociedad, sirviendo como pivote fundamental para ganar las contiendas constitucionales.

De acuerdo a su extensión, las precampañas pueden ser clasificadas como cortas, medianas o largas. Las precampañas cortas tienen un margen de duración de entre dos a cuatro semanas. Las medianas de un meas a cuatro meses y las largas de cuatro meses en adelante.

De acuerdo a los recursos económicos involucrados, estas pueden ser onerosas, sumamente onerosas o austeras. Las precampañas sumamente costosas son aquellas que sobresalen por el dispendio. Las onerosas son aquellas que cuentan con los suficientes recursos, tanto de origen público como privada, para la realización de las actividades proselitistas. Por su parte, las campañas austeras son aquellas que se caracterizan por el ahorro y el uso más racional del recurso.

Finalmente, las precampañas también se pueden clasificar de acuerdo con el método de selección de los mismos, el cual puede ser por encuesta o por elección. A través del método de encuesta, se pregunta generalmente a los electores a quién de los precandidatos registrados se le conoce, qué tipo de opinión se tiene sobre ellos (positiva o negativa) y, sobre todo, sí el día de hoy fuera la elección por cual de ellos votaría. A través de este procedimiento, se trata de seleccionar a los candidatos que asegure una mayor rentabilidad electoral, sean más conocidos y, sobre todo, cuenten con un mayor respaldo popular. Sin embargo, el método de encuesta presenta una serie de desventajas que van desde las de carácter estrictamente metodológico, pasando por cuestiones de carácter político (encuestas a modo) o de inequidad en la contienda (ya que los políticos que han tenido mayores espacios en los medios de comunicación son los que generalmente son más conocidos) hasta ciertas distorsiones que el propio procedimiento genera, ya que muchos de los encuestados no necesariamente votarían por el partido y el candidato postulado, pero su opinión si es tomada en cuenta por los encuestadores.

Los problemas de carácter metodológico están relacionados con las distorsiones que el propio procedimiento genera, como pueden ser la selección del tamaño de la muestra (no sea representativa), el diseño del instrumento de investigación (por ejemplo, el orden en el que se presentan los precandidatos puede generar una distorsión), el levantamiento y procesamiento de la información (encuestas inventadas o falseadas) y, sobre todo, la interpretación errónea de los resultados (la encuesta es sólo válida para el momento en que fue tomada).

Las distorsiones de carácter político implican un uso inadecuado del instrumento por quienes mandaron hacer las encuestas y de quienes las realizaron con el objetivo de beneficiar a un determinado precandidato y perjudicar a otros. Es decir, la encuesta solamente se usa como elemento legitimador de una decisión cupular, predominando el interés político sobre las cuestiones técnicas.

Las encuestas también pueden acentuar los problemas de inequidad en la contienda, ya que los precandidatos generalmente nuevos, que no han tenido la oportunidad de trascender a la opinión pública ven reducido sus posibilidades de ser considerados por el instrumento como los más viables o lo que prefieren los votantes.

Finalmente, las encuestas son procedimientos falibles que se sustentan en la opinión de los encuestados, pero dicha opinión no necesariamente representa realmente la decisión que los propios entrevistados tomen al momento de la elección. Es decir, la realidad electoral puede variar mucho, respecto de lo que puede reflejar la propia encuesta.

Ahorra bien, de acuerdo con el carácter de quien es el gran elector o los que pueden sufragar en la contienda para elegir a sus candidatos, las precampañas se dividen también en cuatro tipos. Primero, en la que pueden votar todos los ciudadanos estén o no afiliados al partido, con el único requisito de que estén en el padrón electoral y tenga la credencial del IFE para votar. Segunda, en la que sólo pueden votar para elegir a sus candidatos todos los militantes del partido, sean estos con derechos plenos o adherentes, como suelen llamarlos en algunos institutos, como en el Partido Acción Nacional (PAN). Tercero, en la que votan solamente los delegados, previamente electos por las bases. Y, finalmente, en la que el comité directivo sea nacional, estatal, o municipal (o algún órgano ex profeso del partido) por mayoría de sus miembros decide las candidaturas.

La primera forma de elección es abierta a la sociedad y busca una mayor legitimidad social, ya que todos los ciudadanos, incluidos los de los partidos opositores, tienen la oportunidad de participar en la elección de los candidatos. En la segunda forma, se denomina elección interna, ya que solamente los que cuenten con membrecía partidista pueden votar en la contienda. La tercer se denomina elección interna por delegados, en la que solamente aquellos militantes, que han sido facultados ex profeso por las bases partidistas, pueden participar en la elección. Finalmente, la última forma se denomina elección interna por los órganos directivos, ya que solamente los órganos de dirección pueden determinar las candidaturas.

La elección abierta a la sociedad presenta una serie de ventajas y desventajas. Las ventajas más importantes son, primero, la legitimidad social de cuño democrático con la que se dota al candidato y al partido que acude a este tipo de procedimientos; segundo, la mayor visibilidad política y el estruendo mediático que la propia contienda genera; tercero, la activación política de una parte del electorado, principalmente la que simpatiza y apoya al candidato y la dinamicidad que se imprime a la institución producto de la misma contienda interna. Desvirtuar el propio proceso electoral por la posible participación de militantes de otros partidos opositores interesados en que un determinado personaje sea nominado como candidato, el desgaste del candidato y su equipo de campaña que genera la propia contienda y el enfado en ciertos sectores sociales (principalmente cuando hay dispendio), así como utilizar métodos perversos de estirpe pre democrática para ganar la nominación (compra y coacción del voto) son dos de las principales desventajas de este tipo de procedimientos, que pueden aumentar el nivel de conflictividad y desgaste político al interior de la organización.

La elección por todos los militantes, evita ciertos niveles de artificialidad en la contienda, al asegurar que solamente los que posean alguna membresía partidista puedan participar en la nominación de candidatos, lo que asegura cierto control institucional. Sin embargo, una de las desventajas es que es menor el nivel de legitimidad social el que adquieren tanto el partido y el candidato postulado, ya que solamente vota una pequeña parte de la sociedad (los que militan en el instituto), limitando la participación de toda la ciudadanía. De igual forma, la elección abierta hacía los militantes no evita que se impulsen prácticas perversas (clientelismo, corporativismo y compra y coacción del voto), que no sean solamente contraproducentes para la democracia partidista, sino también para la propia contienda constitucional, al generar un efecto boomerang que se revierte en contra de sus impulsores.

La elección por delegados asegura también que sean los propios militantes quienes determinen las candidaturas. Sin embargo, el número de electores directos que participa se reduce significativamente, lo que puede ser contraproducente desde la perspectiva de construcción de legitimidad social para el candidato y reforzamiento de las credenciales democráticas del partido. De la misma forma, este tipo de elección permite ciertas distorsiones del proceso, ya que si bien en teoría los delegados representan el sentir y la decisión de sus bases, en la práctica, muchas veces, los delegados actúan in moto propio, alejados del mandato de sus representados.

La elección de los candidatos por los comités directivos o los órganos creados ex profeso para la nominación permite un mayor control institucional y dota de cierta certidumbre al proceso. Sin embargo, este procedimiento no asegura seleccionar a los mejores candidatos, ni evita los conflictos al interior del partido. De igual manera, con este tipo de procedimientos no se obtiene la legitimidad social, ni la visibilidad pública que puede resultar benéfica para el partido de cara a la elección constitucional, amen de que tampoco representa un avance de la cultura democrática que debe prevalecer al interior de las formaciones partidistas.

Ninguno de estos cuatro métodos, asegura por si mismo, el elegir a los mejores candidatos o ganar las elecciones constitucionales, ni evita una serie de prácticas perversas, muchas veces, contrarias al espíritu democrático y de legalidad que debe prevalecer en este tipo de elecciones primarias. Sin embargo, desde la perspectiva de lo que social y políticamente es más correcto, tanto la nominación abierta a la sociedad como la elección por todos los militantes de un determinado partido político, cuando se procesan adecuadamente y se evitan los altos niveles de conflictividad interna, resultan ser una de las opciones más aconsejables.

*Andrés Valdez Zepeda es catedrático de la Universidad de Guadalajara y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Autor de los libros Campañas electorales inteligentes y Estrategia total en campañas electorales: estudio de casos exitosos. azepeda@cucea.udg.mx
**Delia Amparo Huerta Franco es catedrática de la Universidad de Guadalajara y asistente de investigación.
***Mario Beltrán Villarruel es catedrático de la Universidad de Guadalajara y asistente de investigación.
****Sergio Diaz Gonzalez es catedrático de la Universidad de Guadalajara y asistente de investigación.

NOTAS
1) El Código Electoral del Estado de México, por su parte, en su artículo 144 A, define a la etapa de las precampañas como actos realizados por los partidos políticos, dirigentes, militantes, afiliados y simpatizantes, dentro de sus procesos internos de selección de candidatos a los diversos cargos de elección popular.

2) Para El Universal, los precandidatos del PAN habrían gastado 272 millones de pesos (mdp); los precandidatos del PRI habrían gastado 396.1 mdp; los precandidatos del PRD gastaron 29.3 mdp y el precandidato del PVEM habría gastado 285.5 mdp.

Deja una respuesta