Ferrer: Invisible y presente

Dos nobles intelectuales

 Jorge Melendez Preciado

 

Hice  un  comentario  elogioso  de  un  libro  que  me  descubrió  lo  nuevo  en  el  mundo:  De  la  lucha  de  clases  a  la  lucha  de  frases  (FCE).  Le  dejé  al  autor  un  recado  con  su  secretaria  para  que  consiguiera  el  periódico  donde  escribía  (El Universal).  Llamó  la  dama  y  dijo  que  fuera  a  Publicidad  Ferrer.  Acudí  el  día  y  la  hora,  pero  sólo  tenía  en  la  entrada  un  obsequio:  el  texto  reciente  del  hombre  de  letras,  no  la  conversación  que  esperaba  con  el  loado  Eulalio  Ferrer.  Tal  vez  me  faltó  insistencia  en  la  reunión,  pero  como  reitero  cada  que  puedo:  «Así  es  la  vida».

 

En una de sus últimas entrevistas que concedió el publicista dice:

A veces me pregunto cuánto he gastado en el Museo Iconográfico del Quijote, o en patrocinar premios, por ejemplo. Les digo: una casa en Nueva York, otra en París, otra en Madrid y un yate en el puerto de Santander. No tengo eso, pero me siento bien pagado. (El País, 30 de diciembre de 2008).

El que fue encarcelado y exilado, por fortuna, a México agrega: «No es posible vivir con rencor en el corazón».

Pocos saben, empero, que Eulalio Ferrer dio una cantidad de lana importante para fundar, El Machete,  publicación que dirigió Roger Bartra para el Partido Comunista Mexicano en los años ochenta. Hugo Tulio Meléndez reunió al intelectual afamado por su tesis acerca de la melancolía, hijo del poeta transterrado, Agustí, del mismo apellido, y a Humberto Musacchio para que se le consiguiera  publicidad al mensuario que estaba por nacer. Tras  una conversación amplia y plena, la conclusión de quien manejaba los anuncios de tequilas, brandys, productos de belleza y automóviles fue categórica: «Ninguna de esas firmas que yo represento, van a querer aparecer en las páginas del (radical) impreso. Por lo tanto díganme la cantidad en que tasan una plana y yo les pago de mi bolsillo varias por adelantado. Así ustedes tienen efectivo, yo puedo sentir que apoyé y mis clientes no me reclamarán», dijo Eulalio.  

Así se hizo y la corta pero fructífera vida de El Machete pudo garantizarse. Tiempos difíciles, algunos dicen que heroicos, pero en los cuales quienes se la jugaban por la transformación de la sociedad contribuían de mil formas sin esperar hueso o prebenda a cambio.

 

Javier Wimer:

El enigmático

Solamente tres ocasiones me encontré, casi siempre lejano, con Javier Wimer. Básicamente en casa de Carlos Ramírez Sandoval, aunque la última en un restaurante con amigos tanto suyos como míos o de ambos.

Su trato fue amable pero cortante, pareciera que le molestaba responder preguntas, dar explicaciones, hacer nuevas amistades. No obstante que muchos de sus compañeros en la vida insistían: le gusta platicar de todo y mostrar, sin afán pedante, sus enormes conocimientos y amplia cultura.

Sabía de su existencia  por dirigir la revista Nueva Política, en la cual destacó una polémica acerca de izquierda y, sobre todo, el número dedicado a «El Estado y la televisión». En el mismo colaboraron lo mismo Theodor W. Adorno y Manuel Vázquez Montalbán que Gabriel García Márquez, así como los mexicanos Miguel Ángel Granados Chapa y Fátima Fernández Christlieb, entre una treintena de especialistas.

Era 1976, y obviamente la discusión estaba caliente, pues se iniciaba el sexenio de José López Portillo y el que fuera presidente del PRI, Jesús Reyes Heroles, señaló con anticipación que debería haber cambios en los medios, especialmente la televisión. Por lo tanto, debatir opiniones fundadas, análisis detallados y comparaciones con la situación en otras partes del mundo resultaba necesario. Dichos elementos se presentaban en la edición especial del mencionado impreso.

La distribución estuvo a cargo del FCE y en el intercambio de publicidad se anunciaban dos publicaciones ligadas al PCM: Socialismo e Historia y Sociedad, algo inusitado porque todavía no ocurría la llamada reforma política ni mucho menos los rojos tenían a la mano el registro de su agrupación.

Hace poco tiempo, en el Museo Trotsky, casa del exilado, que dirige Ramírez Sandoval, por recomendación de Wimer vi a éste en una exposición. No obstante la falta de apoyo de los delegados de Coyoacán, Javier consiguió dinero para  mantener dicho sitio e infundirle ánimo a los trotsquistas y promover discusiones muy animadas con los diferentes grupos de izquierda que ahora no encuentran un camino por el cual transitar.

Uno de sus grandes alumnos, primero, y luego amigo con el que bebía con alguna frecuencia, Gregorio Ortega Molina, me proporcionó los siguientes datos:

 

Creador y fundador del desaparecido Consejo para la Cultura y Recreación de los Trabajadores. Fundador y director de Nueva Política. Subsecretario de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación (1982-1984). Director de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (1984-1992); en ese cargo demandó a Novedades y Excélsior por incumplimiento de contrato en la edición de los textos; obligando a Rómulo O ´Farrill a devolver 80 millones de pesos de adelanto más los intereses. Igual hizo con Regino Díaz Redondo a quien había entregado 200 millones de pesos. Negoció con El Tigre Azcárraga para que la lucha libre ya no se proyectara en televisión y aseguró la nómina del periódico Unomásuno durante 1983 y 1984.

 

Periodista de El Financiero.
Correo electrónico:  jamelendez@prodigy.net.mx

Deja una respuesta