Mucha ropa

La política en tacones

Pilar Ramírez

El cuerpo humano es un misterio, convoca los sentimientos y las conductas más contradictorias; es materia de las creaciones más sublimes o de las acciones más abyectas; pretexto de excelsas obras artísticas como la del escultor italiano Miguel Ángel que ha sido motivo de admiración de muchas generaciones o blanco de ataques de asesinos seriales famosos o incógnitos homicidas de cualquier colonia o pueblo cercano.

La más reciente concentración a la que convocó el fotógrafo Spencer Tunick reunió en Sidney, frente al edificio de la Ópera, a cinco mil 200 personas desnudas con motivo del festival de gays y lesbianas en el carnaval del Mardi Gras. Tunick afirmó que el mensaje enviado con este desnudo multitudinario es que “los australianos abrazan la sociedad libre e igualitaria”. Un acto político a favor de la elección sexual mediado por una propuesta artística.
Tunick sabe que mostrar el cuerpo humano es una provocación y lo utiliza para defender el derecho a una preferencia sexual determinada. Esto que sabe Tunick, lo saben también los hombres y mujeres de los 400 pueblos, la organización campesina de Veracruz, y también lo usan políticamente. Ambos movimientos tienen partidarios y detractores, pero los hermana el desafío que plantean con sus cuerpos. Unos se desnudan para ser fotografiados, otros para protestar por la elección de un candidato a gobernador.

Claro que no son los únicos. En 1985, cuando Tunick quizá no había sostenido entre sus manos su primera cámara fotográfica, tres mil quinientos mineros de Real del Monte en Hidalgo hicieron una pionera protesta pública desnudos, ataviados sólo con sus herramientas de trabajo, para denunciar las malas condiciones laborales que tenían. El impacto que provocó su entonces muy novedosa lucha hizo que media hora después la empresa diera una respuesta positiva a sus demandas, en tanto, las fotos de los mineros desnudos se distribuían por todo el mundo. En México, el diario La Jornada le dedicó la primera plana y un gran espacio en interiores, porque ese tipo de desnudismo surgía como nueva e imaginativa forma de lucha.

Ha sido famosa también la presencia de los corredores desnudos, llamados streakers, en espectáculos y actos políticos o deportivos multitudinarios desafiando a cuerpos de seguridad para buscar la cobertura mediática de su desnuda osadía, como el hombre desnudo que irrumpió en la parte posterior del escenario de la entrega de los premios Óscar en 1974 o la mujer que cruzó la cancha en un superbowl, ambos vistos por millones de televidentes.

A veces los desnudos son producto de una ocurrencia, pero tienen el mismo efecto de irritar y asombrar. En cualquier revista de espectáculos se pueden observar una buena cantidad de semidesnudos, pero el escándalo que provocó La Toya Jackson por mostrar un seno coronado por una estrella en la final del superbowl en 2004 fue mayúsculo y de graves consecuencias legales y financieras para la cadena de televisión CBS. Otro ejemplo lo tenemos en el noticiario canadiense Naked news que se anunciaba como “el programa sin nada que esconder” y que ganó audiencia gracias a sus presentadoras de noticias desnudas.

En México, justamente el pasado Día Internacional de la Mujer, cinco jóvenes se desnudaron en el Palacio Legislativo de San Lázaro para protestar contra el gobierno federal, al grito de “desnudamos nuestros cuerpos para desnudar al gobierno de Calderón” y demandar así el cese de los feminicidios, respuestas a las madres de desaparecidos y el fin de la prohibición a interrumpir el embarazo voluntariamente.

Un desnudo humano conmociona porque transgrede normas morales sumamente arraigadas, pone a prueba a una sociedad habituada a olvidar su cuerpo porque reconocerlo es pecaminoso, malo o sucio. Este conjunto de preceptos culpígenos que acallan la sexualidad no han sido suficientes para contener la expresión humana y lo único que han hecho es deformar las manifestaciones naturales del cuerpo que emergen en sus peores formas: violaciones, feminicidios, abusos a menores de edad, religiosos abusadores que predican una moralidad que ellos mismos no cumplen.

Muchos grupos y organizaciones trabajan por el respeto a los derechos sexuales, que no es otra cosa sino la exigencia de vivir la sexualidad de manera más natural y sin prejuicios, con nuevas formas de convivencia social, que a la larga puede abonar el terreno para disminuir los delitos sexuales. Esta batalla abandonó hace mucho tiempo el ámbito estrictamente moral y se ha convertido en un debate político y legal que se libra en muchos frentes. Las mujeres que trabajan activamente por el respeto a sus derechos para que no queden sólo en el papel, o los hombres y mujeres que luchan por el reconocimiento a la libertad de elegir y que hoy tienen una ley en el Distrito Federal que es objeto de asedio e impugnación por quienes se niegan a reconocer la diversidad de la naturaleza humana.

En tanto, del lado de quienes defienden posturas fundamentalistas, los argumentos de moralidad y corrección se les van de las manos porque algunos de sus representantes más connotados, como el cura Marcial Maciel, sucumbieron en forma retorcida a su naturaleza. Sus seguidores poco podrán decir a favor de un depredador sexual que enarboló la bandera del puritanismo y logró evadir la justicia gracias a su relación con el poder político y eclesiástico.

Ante este panorama, mientras permanezca el miedo de ver nuestro propio cuerpo y el de los demás, despojarse de la ropa continuará como una osadía que será utilizada como arma política, para irritación de unos y beneplácito de otros.


Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «Mucha ropa» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
México, marzo. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/politica.htm
Fecha de consulta 12 de marzo de 2010.

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