Los dardos de Ramonet

Recibe galardón por su labor en la prensa

Fotografía: «Ramonet» por Leo Caobelli @ Flickr

Ignacio Ramonet, uno de los periodistas de izquierda más influyentes del mundo, recibió en octubre pasado, en Barcelona, el Premio Antonio Asensio de Periodismo, creado por el Grupo Zeta. El jurado valoró la lucha de Ramonet en favor de un mundo donde la libertad se apoye sobre la justicia como forma de convivencia mundial.

Por José Luis Esquivel Hernández*

Ramonet vive desde hace décadas en París. Recluído en un pequeño y luminoso despacho de la calle Stephen-Pichon, en el distrito 13, cerca de la Plaza d’Italie, dirige ahora la edición española de Le Monde Diplomatique.

En junio de 2007 lo visitamos y le propusimos una visita a la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, que se concretó el pasado septiembre con motivo del Coloquio Internacional de Comunicación, organizado por la citada dependencia universitaria, donde dictó una conferencia magistral.

Su énfasis en el periodismo social ha dado generado diversas reflexiones que ahora ha puesto de manifiesto en una entrevista con El Periódico de Cataluña, en vísperas de la entrega del citado galardón:

Creo que llega un momento en que el periodista no debe limitarse a reflejar una situación: debe hacer propuestas. Como actor intelectual puede sugerir pistas para buscar soluciones. Eso es lo que he pretendido con la creación de Attac o del Foro Social Mundial.

Y al reiterar su crítica a los medios de comunicación señala el papel de éstos en la era de la Internet:

No es casualidad que Superman, Spiderman o Tintín fueran periodistas. Pero hoy el periodista ya no es un héroe. Para la gran mayoría la situación laboral se degrada, y la internet ha provocado una crisis de identidad. Los medios dominantes son las redes sociales. Hoy hay un discurso que consiste en decir que todo el mundo es periodista.

La Internet está produciendo un fenómeno que yo llamo la inseguridad informativa. Está lleno de informaciones falsas y de rumores, que a partir del momento en que un medio creíble las reproduce se convierten en verdades, como ocurrió con el famoso rumor de la crisis del matrimonio Sarkozy. Luego estamos inmersos en una carrera por la inmediatez, que no siempre es sinónimo de calidad. Hay problemas nuevos, pero no creo que haya habido nunca una edad de oro del periodismo; siempre ha sido difícil ejercerlo.

Una vida de lucha

Ignacio Ramonet nació el 5 de mayo de 1943 en Redondela, Pontevedra, al norte de España, pero sus padres lo llevaron muy niño a vivir a Marruecos de donde pasó, a los 16 años, a estudiar en París hasta obtener el doctorado en Semiología e Historia de la Cultura en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, donde tuvo como profesor a Roland Barthes, de quien no deja de hacer un breve perfil en su recuerdo:

Roland Barthes era una persona encantadora y además un gran pedagogo a quien le tuve un especial aprecio por su dedicación a la cátedra y su firme convicción en la defensa de sus principios de vida.

Testigo de una fructífera época, Ramonet quedó marcado por su propia pasión hacia la crítica literaria de Barthes y por la no menos acentuada pasión del profesor francés hacia los signos en el sentido que le dio al término Ferdinand de Saussure, de modo que al paso de los años el hoy galardonado periodista se convirtió en catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis Diderot en París VII y profesor invitado en la Universidad Carlos III de Madrid.

En 2000 recibió los premios al Mejor Periodista del Año en Gerona, España, y el de Defensor de los Derechos Humanos de Roma, Italia, producto de su labor editorial al producir una gran cantidad de libros como La golosina visual en 1985, Cómo nos venden la moto, en coautoría con Noam Chomsky en 1995, La Tiranía de la Comunicación en 1999 y el polémico Fidel Castro: biografía a dos voces en 2006.

Pero no se crea que Ramonet margina las críticas que al por mayor despierta su activismo social y su ideología en la prensa, y por eso solamente ríe cuando se le encasilla en el anaquel de la izquierda carnívora por su radicalismo superior a la izquierda vegetariana a que se refiere el nuevo Premio Nóbel de Literatura, Mario Vargas Llosa, al glosar el libro El Regreso del Idiota, como secuela de otro libro de hace diez años titulado Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, escrito por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa. Ahora ha vuelto casi a gritar su férrea oposición al neoliberlaismo económico al que le asesta sus dardos en el centro de la diana en El Periódico de Cataluña:

El capitalismo siempre ha funcionado con base en la articulación del mercado con el Estado. En 1980 triunfó la idea de que el mercado no necesitaba al Estado. Al final de cada ciclo se buscaba una solución razonable, keynesiana, pero siempre se volvía a caer en la tentación del mercado salvaje, y la explosión de cada burbuja era peor que la precedente. No hay ninguna razón para creer que un mercado desbocado no nos lleve a un desastre peor.

El sistema no puede ir de burbuja en burbuja. De cada 10 euros, nueve los crea el sistema financiero y sólo uno el sistema de producción. Somos un coche de carreras que circula sin control y a toda velocidad. La esperanza es que la gente diga basta. Hasta ahora ha reaccionado de forma extremadamente serena y sumisa. Lo que está pasando en Francia puede ser un detonante para el resto del mundo, puede generar una revolución. Sólo cambiaremos las cosas si la sociedad se subleva y dice basta.

*Profesor en la Facultad de Comunicación de la UANL. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

 

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