¿Transparencia informativa en redes sociales?

Peligros y promesas

Imagen: "Social media" por Gerardo Obieta @ Flickr

Por Carmen Gómez Mont

La  transparencia  informativa  no  cesa  de  generar  sorpresas  en  el  mundo.  Recientemente,  El  Universal (19  de  abril de 2010)  señalaba  en  primera  plana  que  las  bases  de  datos  de  los  ciudadanos  se  venden  en  Tepito  por  12  mil  pesos  “al  mejor  postor,  fotos,  direcciones,  data  de  autos  o  teléfonos  de  mexicanos”.  Se  trata  de  información  personal  de  millones  de  mexicanos  que  caen  en  manos  de  delincuentes  en  memorias  digitales.

A principios de abril de 2010, Alemania convocó a imponer un boicot a Facebook por la manera tan laxa como maneja los datos personales de quienes están inscritos a esa red social.

¿Están, entonces, las redes sociales más avanzadas tecnológicamente que los principios éticos de las sociedades que las acogen? Cada capítulo que se publica en torno a estas plataformas, por lo general, revela un mal uso de la información. Sus principales usuarios, los jóvenes, cometen el acto de fe de confiar demasiado en la Internet. Por un lado, se niegan a aceptar que sus claves de acceso pueden ser violadas; pero, por otro, son pocos los que leen detenidamente los términos de aceptación del contrato cuando bajan gran parte de los programas que se ofrecen gratuitamente en la red.

Tal parece que, en efecto, Facebook está alimentando a terceros de los datos que sus usuarios ponen ahí. Es un tema vinculado con el acceso libre a la información en sociedades donde el interés comercial domina más que la libertad y transparencia informativa.

Estos hechos no dejan de formar un choque para quienes hablan de transparencia y libres flujos de información. El no haber encontrado una modalidad que lleve –a las grandes empresas que operan y gestionan la información en Internet y las nuevas plataformas–  a tener un respeto por los datos de los usuarios, evidencia que la sociedad del siglo XXI no está aún lista para ingresar a flujos informativos más abiertos y libres, lo cual restringe, desde luego, el potencial para la intercomunicación.

Los jóvenes viven una euforia informativa que algunos autores como Ravi Snadhu, investigador de la Universidad de Texas, han comparado a la revolución sexual de los años sesenta y setenta. Después comprendieron que tal fenómeno conllevaba riesgos y cambiaron algunos hábitos, y ya no fueron tan inocentes. En el marco de la información esta etapa aún no se ha dado: los jóvenes siguen muy enamorados del flujo informativo que domina en las redes.

Puede haber hechos tan graves como el robo de identidad y no saber qué se puede hacer con la fotografía de uno, las anécdotas de uno, los datos que uno o muchos  pusieron en las redes sociales.

A pesar de esos riesgos, hay quienes defienden la transparencia en la red pues nadie niega sus bondades. Pero a raíz de tales riesgos, ¿se puede estar contra la transparencia? ¿Qué sistema democrático podría recomendar a sus ciudadanos no colocar informaciones en Internet u otros medios por el temor a que éstas sean robadas y por lo tanto mal utilizadas?

Laurence Lessing afirma que las virtudes de la transparencia  son irrefutables:

Sin embargo, lo que me preocupa podría partir de un error que se base en un bien que no puede ser cuestionado; no somos lo suficientemente críticos como para saber dónde y cómo la transparencia funciona correctamente.

Así como en Facebook todas las huellas de sus usuarios quedan registradas, en el mundo de la política pasa lo mismo. Se puede rastrear el más mínimo movimiento que realizó un político para la toma de decisiones. ¿Ayuda esto a construir una sociedad mejor?

Desde esta perspectiva habría que comprender dos niveles en el flujo de informaciones:

  1. Quienes se hacen de los datos rastreando la red de redes para venderla a terceros
  2. Quienes pueden ver dicha información en los sitios Web de gobierno, pero que no puede comprenderla ni llevarla más lejos, más allá de su propia publicación.

Cuando inició la Ley Federal de Transparencia en México se detectó que eran pocas las instituciones capaces de sistematizar y archivar de manera adecuada sus datos. Paulatinamente a través de cursos y talleres esta limitación se ha ido solventando. Gracias a las nuevas tecnologías se han formado verdaderos bancos informativos, pero ¿hasta dónde éstos han sido realmente aprovechados por la sociedad en su conjunto? ¿Se ha avanzado con ellos en el conocimiento de ciertos problemas, es decir: han ayudado a relacionar datos para hacerse preguntas o  encontrar respuestas? Más allá de la prensa, ¿quién más ha hecho un uso público de ellos?

Cualquier falsa deducción puede llevar a lo que Lessing denomina la tiranía de la transparencia. ¿Cómo lograr que ésta realmente se convierta en un espacio modelo para hacer fluir informaciones estratégicas? ¿Qué papel juega la ciudadanía en ello? ¿Hasta dónde las leyes de transparencia Informativa cumplen con una función cabal?

 

Investigadora. Correo electrónico: cegomo_8@hotmail.com

 

2 comentarios a este texto
  1. Información Bitacoras.com…

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