Google y la fama
- José Luis Esquivel reflexiona sobre las implicaciones de aparecer en Google.
Por José Luis Esquivel Hernández
Una empresa farmacéutica internacional desde hace tiempo ha instalado en Galerías Monterrey un módulo de atención gratuita para detectar problemas de salud entre quienes acuden a realizarse una revisión de los niveles de glucosa, colesterol, hipertensión y otros aspectos orgánicos que tienen que ver con la alimentación y el ejercicio rutinario. Así es que las personas que nos consideramos previsoras acudimos regularmente a ver los resultados de nuestro estado físico con esos estudios que no llevan más de media hora, en un lugar tan confortable.
Pero resulta que hace días, al acudir a entregar mis datos para comprobar que ya estaba dado de alto en el sistema de dicha empresa farmacéutica, junto con mi hijo, éste abrió de más sus grandes ojos cuando en la pantalla leyó que había más de treinta personas con el nombre de José Luis Esquivel Hernández. Sin embargo, la empleada de la institución aclaró de inmediato que ahí estaban registradas las solicitudes de todo el país, por lo cual no tendríamos porqué soprendernos de la coincidencia en un mismo nombre completo, es decir, con los dos apellidos, a pesar de no ser tan comúnes.
Pero esa curiosidad hizo que mi hijo, un día que estaba ocioso ante la computadora, buscara en Google mi nombre completo para ver si este importante sitio me tenía en sus archivos y también si estaban registrados más homónimos. Y cuál no sería su asombro al ver que sí era su padre el que se distinguía en las referencias que ahí aparecían y no había nadie más al darle clic a Google en el nombre de José Luis Esquivel Hernández. «Sí, sí, eres tú, papá», casi me gritó, lleno de gusto para que fuera a dar fe de su hallazgo porque yo tampoco estaba enterado de tal «noticia».
Sin embargo, de ahí devino una charla que rondó el tema de la inseguridad en que está sumida el país y, en forma por demás alarmante, Monterrey, la otrora ciudad orgullo de los indistriales y los financieros que llegaron a ubicar a la ciudad del Cerro de la Silla entre los íconos proyanquis, por su cercanía de 200 kilómetros con Estados Unidos, pero que ahora tiembla con cualquier zumbido de armas de corto o largo alcance. «¿Es bueno o es malo que aparezcas en Google, papa?» -replicó mi hijo. «Porque de pronto se me iluminó la vida con tu nombre en un buscador tan especial, y, no obstante, se me vino también el temor de que pudiera alguien localizarte para hacerte daño».
Calmé a Juan Luis advirtiéndole que la razón de mi nombre en google no tiene que ver nada con la política partidista, ni con la relevancia social o con el estatus económico, sino con mi paso por la academia en las universidades y mi huella en los temas de la cultura que se encargan de difundir algunos medios impresos. Y eso es algo que a los llamados «malitos» les importa comino para pulsar si alguien es secuestrable o digno de su levantón para sacar raja política o económica.
Sin embargo, al extenderse el comentario más allá de la familia, en lugar de que mis colegas y amigos se congratularan, se atemorizaron, igualmente, y me desearon mucha suerte de que no me fuera a pasar nada «porque por ahí pueden empezar a ponerte en la mira los que no tienen más oficio que hacer el mal», me sentenciaron, ante la ola de perversidades que se han vuelto el cáncer de una comunidad azotada por la lucha entre los cárteles de la droga.
Así anda la paranoia por acá en Monterrey.