Cultura, cine y medios de comunicación: ¿omisiones de Peña Nieto?
Por Claudia Benassini
Hace aproximadamente dos semanas Enrique Peña Nieto presentó a su “equipo de transición”. Integrado por un numeroso grupo seguramente de cercanos, sus datos y responsabilidades fueron dados a conocer a través de los medios de comunicación. De todo un poco, desde priistas identificados con las prácticas más rancias del partido, o hijos de quienes estuvieron en el escenario político años atrás, o nuevos personajes –la mayoría mexiquenses- y los que desde ese momento han estado en el ojo del huracán, por su procedencia de otros partidos y las preguntas que genera su presencia en este equipo. El día de la presentación Peña Nieto hizo notar que este equipo no necesariamente se convertiría en el próximo gabinete; no obstante, los analistas políticos han aventurado el escenario de que al menos una parte de este equipo se integre al gabinete definitivo del priista.
Desde el principio llamó la atención de los observadores que no hubiera un representante directo que se responsabilizara del escenario de la cultura durante el próximo sexenio. Primero a través de las redes sociales, después algunos analistas mostraron su extrañamiento a través de espacios de opinión en prensa, radio y televisión. Las primera hipótesis adelantaban que esto sería producto del poco interés de Peña Nieto por la cultura, y muchos evocan el ya trillado episodio de noviembre del año pasado en el marco de la FIL de Guadalajara. Dicho de otra manera, los expertos en la materia han aventurado pocas explicaciones sobre la ausencia de un responsable de la cultura en el equipo de transición de Enrique Peña Nieto.
En este contexto, al menos indirectamente ligado a este vacío está el cine. Recordemos que en tiempos de campaña intelectuales, cineastas, actores y en general personajes del gremio se hicieron presentes para dialogar con los candidatos y presentarles sus necesidades –sobre todo económicas- para impulsar un cine mexicano de calidad. Un trabajo que se viene haciendo desde hace muchos años, siempre con menos recursos que los previstos y siempre también con la expectativa de que el próximo gobierno –siempre el próximo gobierno- otorgará más presupuesto para el desarrollo de la industria. La realización de un mayor número de proyectos que se exhiban tanto en México como en otras partes del mundo, que representen a nuestro país en festivales quizá no necesariamente sería producto de un mayor presupuesto. Personalmente pienso que sí, puesto que de él depende al menos en parte la calidad de una parte del resultado final. También sería necesario –entre otras cosas- mantener viva la Cineteca
Nacional, salvaguardar sus archivos, continuar con la enseñanza y la investigación en la materia y otras actividades que, repito, se han hecho desde hace años aunque con un presupuesto menor al requerido para mejores resultados.
Y de aquí pasamos, irremediablemente, a la radio y la televisión. Son innegables los logros alcanzados por el Instituto Mexicano de la Radio (IMER) y Radio Educación, también desde hace varios lustros. Logros que van desde una programación de mayor calidad en todos los géneros, un mayor acercamiento a las audiencias y el mejoramiento tecnológico de sus recursos. Gradualmente, sobre todo Radio Educación, ha entrado con el pie derecho a la digitalización; el IMER lo ha hecho más lentamente, sobre todo porque se trata de una estructura más compleja que abarca un conjunto de estaciones. Adicionalmente, el Instituto está conformado por algunas estaciones que transmiten en amplitud modulada; de hecho, debería estar en la lista de grupos radiofónicos para recibir las estaciones combo. Un proceso que se inició hace más de un año y que hasta ahora ha beneficiado a los concesionarios de la industria, no a los permisionarios. Desde luego, para consolidarse, las radios públicas requieren de mayor presupuesto y de una planeación estratégica que les permita alcanzar sus logros en los tiempos predeterminados.
Un escenario similar se presenta en la televisión. De nueva cuenta, durante los últimos años hemos visto contenidos de mayor calidad sobre todo en el Canal 11. Pero no ha estado exento de decisiones unilaterales en materia de cambios en la programación y de la inclusión de espacios que han sido tema de debate, porque no necesariamente estarían adecuados a los objetivos de un medio público. En contraparte, espacios como el de Cristina Pacheco lograron conservar su horario frente a una arbitraria toma de decisiones, debido en parte por los reclamos de su audiencia. Canal 22 está en una situación similar, aunque de pronto da la impresión de que todavía no alcanza una personalidad propia. Esta opinión no necesariamente se relaciona con la calidad de los contenidos sino con las características de los mismos. Por razones que rebasan los objetivos de este trabajo, Canal 22 ha sido objeto de mayores críticas que el 11, por lo menos recientemente, y muchos critican las características de sus contenidos. Estas observaciones resumen de manera apretada los logros y lo que queda por hacer en materia de digitalización y, nuevamente, de acceso a mayor presupuesto para la consecución de sus objetivos.
Finalmente, está el grupo de radiodifusoras y televisoras públicas identificadas como “La Red”. Ahí se concentran no sólo los medios arriba citados sino también los que se organizan en los Sistemas Estatales de Radio y Televisión –adscritos a cada estado de la República-, el Canal del Congreso y algunas estaciones de radio y televisión universitarias públicas –como la UNAM- y privadas. Todas ellas con necesidades similares a las arriba descritas. En La Red están presentes el Canal del Congreso, Satmex y el Canal Judicial, adscritos a otras instancias gubernamentales con una situación diferente. Una última reflexión sobre los medios públicos de refiere a la importancia de la continuidad en los proyectos. Esto se relaciona con la planeación estratégica arriba citada, que conduzca a la obtención de logros a corto y mediano plazo, no necesariamente sujetas a las veleidades del gobierno en turno, y sí orientadas a una mejor programación y a una relación más estrecha con las audiencias.
Hasta aquí una rápida reflexión sobre la cultura, el cine, la radio y la televisión. Su propósito no ha sido agotar el tema y sí presentar un esbozo de la situación en que se encuentran. Todo esto en el marco de la ausencia de un responsable directo en el gabinete de transición de Enrique Peña Nieto. Desde luego, la relevancia de cada uno habla por sí misma y es probable que los lectores de este texto puedan completar las omisiones, más involuntarias que deliberadas. En este contexto, no faltarán quienes señalan que estos campos forman parte de tal o cual coordinación o vicecoordinación. Esta posibilidad no hace más que refrendar la poca relevancia mostrada por el próximo gobierno por campos fundamentales para el desarrollo intelectual de los creadores y de la sociedad mexicana en general.
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