La imagen de los legisladores: Más allá del estereotipo mediático
- El senador Jorge Emilio González –el Niño Verde– estuvo en todas las agendas mediáticas al ser detenido en un alcoholímetro por conducir en estado de ebriedad.
- El suceso se suma a una larga cauda de denuncias sobre la impunidad con que proceden los legisladores, las formas de matar el tiempo en durante algunas sesiones y la ostentación de la que hacen gala sobre todo en espacios públicos.
- «La denuncia de conductas desviadas por parte de los legisladores es un asunto que nos compete a todos, aunque los medios de comunicación sean los encargados de darlas a conocer», dice Benassini.
Por Claudia Benassini
Los críticos de los medios informativos suelen señalarlos por el trabajo de denuncia que llegan a cabo sobre ciertas desviaciones sociales. El tema no es nuevo: se origina hace cuatro décadas, cuanto se atribuía a prensa, radio y televisión la función de denunciar y mostrar a sus lectores estas desviaciones sociales que contraponen a la organización social y, sobre todo, a la imagen que la ciudadanía tiene sobre ciertos actores y los escenarios en que se desarrollan. La crítica suele basarse en las características de la denuncia, los actores implicados y el enfoque seleccionado para la presentación del acontecimiento. Y el cuestionamiento partirá de los criterios empleados para dar cuenta de la denuncia, así como en la posible parcialidad o imparcialidad en la que incurriría su autor: normalmente el reportero en medios impresos y electrónicos.
Lo anterior viene a cuento porque desde hace al menos un año los legisladores se han convertido en los actores para la denuncia de conductas desviadas. Cotidianamente la prensa nos ofrece imágenes de los recintos legislativos semivacíos en días de sesiones que son suspendidas por esta razón. También los hemos visto dormir plácidamente mientras se debate un asunto de mayor o menor importancia. Asimismo, el avance tecnológico ha permitido a los reporteros gráficos ofrecer a sus lectores imágenes de los legisladores viendo películas o jugando con sus iPads: equipo que supuestamente les ayudará a una mayor eficiencia en su trabajo. Más recientemente, el periódico Reforma nos presentó el automóvil de un diputado que había sustituido la placa por su charola, como una posible estrategia para no estarla mostrando a cada paso que da y para que todo México se entere de que a bordo de ese automóvil viaja un respetable diputado.
En este contexto, el lunes 18 de febrero el senador Jorge Emilio González –el Niño Verde– estuvo en todas las agendas mediáticas. Todo indica que durante la madrugada del fue detenido en un alcoholímetro por conducir en estado de ebriedad. Proporcionó datos falsos que fueron corregidos por sus escoltas, quienes amenazaron a los trabajadores de El Torito si no dejaban libre al senador. Todo fue inútil, aunque González estuvo solamente unas horas en este Centro de Sanciones, de donde salió con un amparo tramitado por su abogado y la promesa de regresar a pagar las 30 horas faltantes. Palabras más palabras menos, ésa era la información que publicó la mayoría de los periódicos impresos.
Pero todavía faltaba el escrutinio de los medios electrónicos. Se comentaron la prepotencia y la impunidad con que se conducen los legisladores, con énfasis en el Niño Verde, administrador de una franquicia que se ha prestado para todo tipo de contubernios primero con el PAN y luego con el PRI. Se discutió la figura del legislador que, seguramente, hizo gala de su fuero para no pisar El Torito sin lograr su objetivo. Hasta se le concedió el penoso título de ser el primer senador en pisar un Centro de Sanciones Administrativas. Y, más aún, la obligación que tiene de pagar las horas faltantes como cualquier ciudadano.
Hacia la tarde, Jorge Emilio González ofreció su versión a Joaquín López Dóriga. No iba en estado de ebriedad: sólo se había tomado cuatro tequilas. Aceptó de buena gana que era una irresponsabilidad conducir en este estado por permitir a su chofer salir a cenar. Se deshizo en halagos hacia El Torito y el programa del alcoholímetro, que debiera ser imitado por todas las ciudades del país. Reconoció que había tramitado un amparo pero no a través de su abogado pues no había necesidad: los venden afuera del Centro por 2 mil pesos. Él y varios detenidos los compraron y fueron puestos en libertad más o menos a la misma hora. ¡Pero qué buen programa para sancionar a quien conduce en estado de ebriedad y qué amables se portaron todos con él! Hasta tuvo la oportunidad de conversar con los guardias sobre sus bajos ingresos y turnos de 24 horas, de tal forma que se comprometió a que su fracción parlamentaria haría alguna propuesta para mejorar las condiciones laborales de tan eficientes servidores públicos. Y es más: no volverá a conducir en estado de ebriedad; regresará a cumplir las horas que le faltan como un deber ciudadano, además de que el programa es excelente y bla-bla-bla.
La información sobre el tema se completa el martes 19 de febrero, cuando los periódicos capitalinos publicaron la versión que el Niño Verde ofreció en conferencia de prensa. Una versión bastante similar a la que narró a López Dóriga unas horas antes, aunque omitió las observaciones que le hicieron sus compañeros de escaño, así como el honor de ser el primer senador en llegar a El Torito. Los periódicos completaron la información con la felicitación que hizo el procurador Rodríguez Almeida a quienes participan en el programa del alcoholímetro por no dejarse amedrentar por un senador. Finalmente, reiteró, el programa se aplicará a todos por igual, además de la obligación que tienen todos los detenidos de cumplir las 36 horas obligatorias de arresto.
El asunto del Niño Verde no da para más. Es posible que hacia principios de la próxima semana uno que otro periódico dé cuenta de si cumplió o no con las 30 horas faltantes. Y, más allá de los comentarios vertidos en los informativos radiofónicos, el suceso se suma a una larga cauda de denuncias –abiertas o veladas- sobre la impunidad con que proceden los legisladores, las formas de matar el tiempo en durante algunas sesiones y la ostentación de la que hacen gala sobre todo en espacios públicos. Ciertamente, no todos son iguales; muchos hacen su trabajo como corresponde y son pasados por el mismo tamiz. Y lo son porque legisladores y medios de comunicación han contribuido a la construcción de un estereotipo que cada vez corresponde más con la realidad. En consecuencia, se incrementan las opiniones de quienes denuncian estas conductas a través de los medios de comunicación.
Sin embargo, si no pasa de ahí el riesgo es que los ejemplos antes citados –con énfasis en el Niño Verde– permanezcan en el nivel de lo anecdótico cuando debieran ser castigados por el abuso de su investidura. En otras palabras, la denuncia de conductas desviadas por parte de los legisladores es un asunto que nos compete a todos, aunque los medios de comunicación sean los encargados de darlas a conocer. Lo que sigue es el castigo ciudadano a esas faltas que deben encontrar una manera de estar disponibles para el conocimiento de todos. Y lo que sigue es actuar en consecuencia y no dejar la responsabilidad a los medios de comunicación. Una tarea que nos corresponde a todos y en la que está involucrada la imagen de una institución que, por los atropellos de sus integrantes, se ha devaluado en detrimento de los que cumplen con sus responsabilidades tal como procede por el cargo para el que fueron electos.
Claudia: inteligentes observaciones como siempre. Sin embargo al hablar de parcialidad comentas que las imágenes también comunican. Mi pregunta es ¿por qué pones la foto de Jorge Emilio González con el presidente? Que yo sepa no tuvo nada que ver con la detención de Jorge Emilio o su liberación. ¿ No te parece que caes en lo mismo que criticas? Saludos
La fotografía que ilustra el texto no fue elegida por Claudia Benassini, sino por el equipo editorial de RMC. La intención es ilustrar a dicho personaje.