Comprender la educación en el siglo XXI

Tecnología y sociedad

  • A pesar de las innovaciones tecnológicas, el principal problema para que éstas funcionen adecuadamente en los espacios educativos parte de otras limitantes: una banda ancha precaria y políticas educativas que restringen el acceso a los contenidos de internet.
Fotografía: "iPad" por Sean MacEntee @ Flickr

Fotografía: «iPad» por Sean MacEntee @ Flickr

Por Carmen Gómez Mont

Publicado originalmente en RMC 133

No  habrá  contenidos  propios  si  no  hay  trabajo  previo  coordinado  y  liderado  por  docentes  y  administrativos  que  compartan  una  noción  humanista,  clara  y  plural  sobre  cómo  podrían  utilizarse  las  TIC  en  la  educación  y  que  su  uso  se  oriente  a  generar  contenidos  propios  por  institución  y  por  rubro.

En 2012 dos innovaciones tecnológicas incursionaron de manera más generalizada en los espacios educativos no sólo en México sino en gran parte del mundo: los smartphones o teléfonos inteligentes y las tabletas digitales.

Este dominio tecnológico obedeció a dos factores primordiales: los escasos recursos con que aún cuentan los estudiantes para hacerse de una computadora de mesa o laptop y una respuesta masiva y entusiasta ante la llegada de tabletas digitales cada vez más versátiles y sofisticadas. La tecnología móvil parece así estructurar los principales desafíos que tendrá la educación móvil, al menos en los próximos 10 años.

Sin embargo, un celular nunca podría equipararse al potencial que tiene una computadora de mesa, así se trate del móvil más avanzado. Las tabletas evolucionan rápidamente, pero en ellas se inscriben limitantes importantes que repercuten en la educación, por ejemplo: ausencia de un teclado adecuado, una luminosidad mucho más intensa y molesta que la de la computadora, aplicaciones que aún no se equiparan con las de una PC. La innovación es fascinante, pero aún insuficiente.

En segundo lugar, a pesar de las innovaciones tecnológicas, el principal problema para que éstas funcionen adecuadamente en los espacios educativos parte de otras limitantes: una banda ancha precaria, sobre todo cuando se habla de México y políticas educativas que restringen el acceso a los contenidos de internet.

Un tercer punto deriva de la dispersión que este mar de información ha causado no sólo entre los estudiantes sino entre los mismos docentes. En varias universidades estadunidenses, la falta de concentración que deriva de la práctica de la navegación es foco de inquietud. Al grado de que en algunas instituciones, entre ellas el MIT, se está regresando al uso del pizarrón clásico. Son varios los científicos que se preguntan si realmente tal océano de informaciones y las prácticas que derivan de sus fugaces consultas (en mentes aún no formadas) van a contribuir a incrementar la productividad y el conocimiento entre los jóvenes usuarios.

Aquí el desafío ya no es tanto tener acceso o no a una tecnología, sino saber cómo constituir “una dieta sana de información” por usuario. Una práctica consiste en reunir la información, otra en procesarla. Es en este rubro donde debe establecerse una innovación en la educación. Otro de los desafíos se relaciona con la necesidad de desarrollar un software que se dirija a impulsar el pensamiento creativo y analítico entre los usuarios de la Red y que, más que navegar por miles de páginas web, los lleve a desarrollar una lectura cuidadosa de los contenidos, como señala Jessie Mannisto (Restoring Contemplation).

Una cuarta cuestión se relaciona con el estrés que en los usuarios causan las frecuencias radiales donde el Wi-fi es de
las más altas. Se ha comprobado que en aulas donde se ha establecido la conexión a banda ancha, los estudiantes experimentan altos niveles de ansiedad, mucho más que los que se observan en aulas donde todavía se carece de conectividad. Por otro lado, habría que preguntarse sobre las consecuencias que implica para los jóvenes estar constantemente conectados, lo cual quiere decir  que nunca puedan liberarse de la presión escolar, como refiere Mannisto.

La formación docente es fundamental y constituye un quinto factor. Como nativos digitales no hay duda de que las jóvenes generaciones incursionan y comprenden con una gran facilidad el manejo de las TIC. A pesar de sus destrezas, los programas y portales que crean serán de mucho mejor calidad en la medida de que sus profesores los construyan con ellos. Este es el principal motivo que los lleva a tomar cursos y talleres de capacitación técnica, pero no son suficientes.

Finalmente, si las redes de aprendizaje constituyen una de las prácticas más valiosas para generar conocimiento, es un hecho que éstas no sólo parten de la creación de espacios en You tube, Blogger, Facebook y Twitter, sino más bien de prácticas relacionadas social y educativamente con los principios de colaboración, comunicación, cooperación y coordinación. Sin estas cuatros “C” nada es posible.

Puede concluirse que no habrá contenidos propios si no hay trabajo previo coordinado y liderado por docentes y administrativos que compartan una noción humanista, clara y plural sobre cómo podrían utilizarse las TIC en la educación y que su uso se oriente a generar contenidos propios por institución y por rubro; pero que además, socialmente, el conocimiento pueda fluir desde un principio reticular que lo lleve a ir más allá de los muros del salón de clase que caracterizó a la educación clásica, del siglo XX hacia atrás y que también tuvo sus virtudes.

Así, es común constatar que a pesar de contar con computadoras, conectividad y cursos de capacitación, no se podrá avanzar si no hay políticas de educativas bien cohesionadas, armadas y lidereadas para generar conocimiento en sus usuarios, sean docentes, administrativos o estudiantes. Si las políticas de información en la mal llamada Era de la Información no están bien establecidas en todos los niveles, no podrá hablarse de un potencial para innovar.

 

Investigadora. Correo electrónico: cegomo_8@hotmail.com

1 comentario a este texto
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