Información disfrazada: ¿Hasta cuándo?
- Una de las prácticas más cuestionables del periodismo mexicano es el empleo de las gacetillas.
- Se trata de inserciones pagadas que se hacen pasar como información periodística.
- Durante las últimas semanas los gobernadores Javier Duarte y Eruviel Ávila las han ocupado para difundir sus acciones.
Por Claudia Benassini
Sin lugar a dudas una de las prácticas más cuestionables del periodismo mexicano es el empleo de las gacetillas. Como sabemos, se trata de inserciones pagadas sobre todo en medios impresos –y ahora en los digitales- que se hacen pasar como información periodística. Con mayor frecuencia, los principales usuarios de esta práctica suelen ser los gobiernos de los estados, aunque también la utilizan los partidos políticos; sobre todo el PRI. Más recientemente, a raíz de las diferencias entre profesores y autoridades, el gobernador guerrerense Ángel Aguirre Rivero las ha utilizado para legitimar sus decisiones y para mostrar la fuerza de sus decisiones a un segmento de lectores. Asimismo, eventualmente algunas instancias del sector privado recurren a las inserciones para dar cuenta de sus eventos: inauguraciones, cambio de mesas directivas, reuniones a propósito de ciertos asuntos etc. Lo importante de esta práctica es que se trata de propaganda disfrazada de información.
En este contexto, el contenido de la gacetilla suele favorecer la imagen de quien la paga. Por ejemplo, durante las últimas semanas el gobernador veracruzano Javier Duarte las ha utilizado con diversos fines: desde el premio que le concedió la Asociación de Editores de Periódicos por su defensa de los periodistas, hasta las supuestas acciones emprendidas por su gobierno en apoyo a los migrantes. Asimismo, con menos frecuencia un sonriente Eruviel Ávila se presenta en los periódicos apoyando una iniciativa de su paisano Enrique Peña Nieto o bien, promoviendo sus actividades en el Estado de México. En las revistas políticas es frecuente que un espacio se destine a las labores de los gobernadores, sobre todo sus informes anuales. Lo cuestionable de esta práctica es que se trata de propaganda disfrazada de información.
En los hechos, el uso de las gacetillas favorece a sus actores y a las directivas de los periódicos. Los primeros compran espacios en la mayoría de los periódicos de acuerdo a la cotización indicada. Los precios son más o menos similares a los de la publicidad. En pocas palabras, los periódicos se allegan de presupuesto –en buena medida proveniente del gobierno federal- que les permite apoyar el cúmulo de gastos que supone la edición cotidiana de una publicación impresa. En contraparte, los actores de la gacetilla ganan en imagen, puesto que toda la información se orienta a promover sus bondades como gobernantes, dirigentes partidistas etc.
Los lectores que desconocen esta práctica difícilmente la distinguirán de la información cotidiana que se publica en el periódico de su elección. Para eliminar el prurito, la prensa escrita señala que las gacetillas aparecen en recuadros para diferenciarse del resto de la información. ¿Lo sabe el lector promedio? ¿Y cuando los periódicos se consultan en línea las diferencias suelen desaparecer. En las revistas es más fácil detectar su presencia pues se distinguen del resto del contenido tanto por su ubicación como por las características de su contenido. Pero esto no invalida el uso de la práctica de comprar espacios para disfrazar la promoción de la información.
Mas difícil aún resulta distinguir las gacetillas que se insertan en los medios electrónicos. La razón: la diversidad de modalidades que reviste la práctica. La más frecuente: su inclusión en las agendas como parte de la información cotidiana Los propósitos siguen siendo los mismos: el actor gana en imagen, sobre todo si se coloca en espacios con altos índices de audiencia. La emisora –o la producción del programa- percibe un ingreso adicional que, en el mejor de los casos, ayuda a enfrentar los costos de producción; en otros podría llegar a parar a los bolsillos del equipo de producción.
Al respecto, las recientemente aprobadas reformas a la Ley Federal de Telecomunicaciones aparentemente pretenderían erradicar el uso de las gacetillas:
“Se prohíbe la transmisión de publicidad o propaganda presentada como información periodística o noticiosa; se establecerán las condiciones que deben regir los contenidos y la contratación de los servicios para su transmisión al público, incluidas aquellas relativas a la responsabilidad de los concesionarios respecto de la información transmitida por cuenta de terceros, sin afectar la libertad de expresión y de difusión”.
Nada más que esta atribución queda conferida al Congreso de la Unión; en otras palabras, será el Congreso el que defina qué se entiende por publicidad o propaganda presentada como información periodística o noticiosa. Y será el Congreso el que defina las condiciones para la contratación de los servicios para su transmisión al público…
En resumidas cuentas, se distinguen claramente las gacetillas impresas de las transmitidas a través de radio y televisión. Todo indica que, al menos por el momento, las primeras no serán objeto de una mínima reglamentación, mientras que la correspondiente a las segundas irá por cuenta del Congreso de la Unión. ¿Cómo caracterizar la información disfrazada? ¿Cómo capacitar a los responsables del monitoreo de medios para que la detecten? ¿A qué sanciones se hacen acreedores los concesionarios que las transmitan en sus diversos contenidos? Preguntas que para ser respondidas tardarán al menos unos meses. Pero “definir la contratación de los servicios para su transmisión al público” no deja duda. Seguirán existiendo aunque en términos relativamente diferentes a los que conocemos hasta ahora.
La información disfrazada atenta contra la ética profesional de quien la elabora y de quien la contrata, aunque en ello vaya el mejoramiento del presupuesto del contratante bajo el supuesto de ofrecer mejores servicios a sus audiencias. La información disfrazada es una práctica que ha existido en la prensa mexicana –y en los medios electrónicos- desde hace varias décadas y que parece convenir a las dos partes que se ven beneficiadas con su presencia en las agendas. El que sale perdiendo, en todo caso, es el lector que no está capacitado para distinguir la gacetilla del resto de la información. El escenario pinta para que la práctica no sea erradicada al menos por el momento. La información presencia de la información disfrazada continuará lo mismo en las secciones políticas que en las económicas, deportivas o de espectáculos. ¿Hasta cuándo? Hasta que deje de convenir a una o las dos partes que se benefician de esta práctica. O hasta que las audiencias cuenten con los espacios para denunciarlas y evitar su presencia en los medios de comunicación. Uno de los derechos de las audiencias que, por cierto, no está contemplado en la nueva legislación.
Información Bitacoras.com…
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Vaya, yo, considerado un Don Nadie por quienes me arevo a criticar en mi estado natal, San Luis Potosi, escribi esto hace ttiempo:
PREMIO ESTATAL DE PERIODISMO, LA FARSA BAJO LA FÉRULA DEL GOBIERNO
http://www.razonesdeser.com/vernota.asp?notaid=48007