Eso sí es periodismo
José Luis Equivel Hernández
«Eso no es periodismo», recalcan aquellos que fueron testigos del ruido noticioso en la radio y la televisión que no cesaba en torno al caso de una famosa mujer de la farándula, de cuerpo escultural y apetitosas formas pero tachada de ignorante y de pequeño cerebro aunque muy buena para ganar dinero a costa de la publicidad en los medios masivos.
El motivo de tanta alharaca era por el divorcio de esta singular mexicana que logró dividir las opiniones en torno a su persona, pues había quien la crucificaba por supuestamente haberle puesto «los cuernos» a su marido en una playa de lujo, pero también había quien justificaba su sospechada infidelidad por el hecho de que su hombre tenía más de un año de no «tocarla».
Los dimes y diretes se multiplicaban de un lado a otro por la depresión anímica acusada por la protagonista de tan banal historia, y entre los conductores de programas ad hoc se metieron hasta con la primera pareja de la bella hembra acusándolo de cosas no muy buenas (violencia de género) que ella misma ha platicado sobre él, quien no tardó en engancharse con el tema y salió a hacer también su melodrama en la TV.
Total que los segmentos de chismes se dispararon por todas partes al grado de que algunos sectores de la sociedad exclamaron: «¡Eso no es periodismo!…¿Cómo puede llamarse periodismo esa basura informativa que se basa en la vida privada de gente también sin escrúpulos de la farándula?…»
Pero sí es periodismo, lo aceptemos o no, al grado de que los «periodistas» de la revista que ganaron la nota como una «gran exclusiva» celebraron a lo grande haber detonado el asunto y obligado a los demás medios a seguir el festín de «sangre» acerca de los motivos que llevaron a la curvilínea y frondosa fémina del espectáculo a romper su matrimonio de 13 años, y a ser alabada por su «calidad» de madre, ya que se ha dedicado a darle lo mejor a su hija.
Eso sí es periodismo. O mejor dicho, es la zona roja del periodismo que, merced al sensacionalismo y amarillismo de los paparazi, denigra tan noble oficio porque, lucrando con el morbo de los receptores, rompe uno de los principios éticos al no respetar la intimidad inclusive de los personajes públicos y ventilar impúdicamente sus lacras humanas o errores, siempre en busca del pérfido rating o venta de papel.
Es periodismo de baja estofa, pero periodismo al fin, por el cual los críticos de nuestra profesión nos tienen en tan baja estima al mismo tiempo que califican de zona de prostitución a los medios que le dedican horas y días a difundir tan execrables informaciones porque es grande el apetito de ganancias económica de estos carroñeros de las bajas pasiones de tanta gente de la farándula y del deporte.
Así ocurrió también cuando trascendió que el norteamericano Michael Douglas presuntamente fue informado por los médicos de que el cáncer de garganta que padeció fue ocasionado quizá por tanto sexo oral, lo que desató una cacería de declaraciones de los «periodistas» del área sin contenerse siquiera de hablar con la primera esposa del famoso actor y hasta obligar a la actual a deslindarse de tan íntima causal de dicha enfermedad de la figura cinematográfica.
Por eso en los regímenes socialistas está prohibido el sensacionalismo y el amarillismo, con todo y los reclamos de quienes creen que se coarta la libertad de informar, porque los dirigentes de izquierda prefieren pasar por tiranos en este terreno antes que ver los desastres que el libertinaje noticioso provoca en las mentes de las personas más vulnerables a este tipo de virus social, al mismo tiempo que consideran que toda comunidad no se benefica en nada con este tipo de juego periodístico.
«Por Dios, ¿cómo puede llamarse periodismo a una actividad que desciende al fondo del pantano para llenar de estiércol y cieno a toda una sociedad?» -dicen a coro los detractores de este tipo de reporteros, pero ahí están, a la vista de todos, y no puede negárseles que pertenecen al gremio informativo, nos guste o no nos guste que vivan con las manos manchadas de sangre, de dinero y de tanto morbo público.
¡Qué le vamos a hacer!… Eso es periodismo, aunque muy distinto del de los profesionales de la noticia trascendente y de las personas serias que se toman su vocación como un servicio social y se constituyen en investigadores formales de hechos de importancia para ser una cuña de los poderes constituídos y valer como la voz de los que no tienen voz.