"El boom de la crónica es un título comercial": Patricio Fernández

  • Hoy estamos revisando nuestras creencias
  • «La crónica  se puso de moda y ha conseguido instalarse en un territorio de prestigio que hasta hace poco sólo ocupaban la academia y la ficción. Pero son cambios que me interesan poco».
Fotografía: “Libreta” por Hermann Kaser @ Flickr

Fotografía: “Libreta” por Hermann Kaser @ Flickr

Por Patricio  Fernández

Publicado originalmente en RMC 134

La mejor manera de matar algo, es definiéndolo. Definir es dibujar claramente los contornos, y si por algún motivo a mí me ha conquistado la crónica, o acepto darle ese nombre a un género que me tiene máximamente interesado y divertido, es porque aún no me queda claro dónde están sus límites. Digamos, en todo caso, que son cuentos reales, acontecimientos convertidos en novelas, datos que constituyen poemas, la vida traducida a la literatura. El reporteo como un modo de imaginar, y la escritura movida por el gozo de contar algo presenciado.

No sé si actualmente sea más importante escribir crónicas que en cualquier otro tiempo. El realismo vuelve cada tanto, cuando la ficción ha llegado a sustituir la realidad, para recordarnos que la mayor riqueza de sentidos y las sutilezas más complejas, no se inventan, sino que se descubren. Que el mundo reducido a las propias convicciones, es una forma de pobreza. Para el común de la gente, la Tierra fue plana hasta que los navegantes contaron sus travesías. Más allá del horizonte, no había despeñadero. Supongo que hoy también estamos revisando nuestras creencias. Para eso, siempre vienen bien las historia “de verdad”.

Veo mucho cronista manierista, escribiendo “a la manera de”, y no con la pasión sincera del testigo fascinado con lo que ve. La crónica, como un día dijo Nicanor Parra respecto de los poetas, aparece también para bajar a los escritores del Olimpo. El boom de la crónica es, a las finales, un título comercial.

¿Cuáles son los retos del género? Transmitir la complejidad de los sucesos, incorporar a la experiencia de los lectores personajes y acontecimientos ajenos, acercar realidades, comunicar lo sorprendente, cruel, maravillosa, injusta, y toda la lista de adjetivos existentes y también por formular, que puede ser la vida en el instante mismo que estamos viviendo. La crónica puede ayudar a limpiar los ojos.

¿Los retos como cronista? Conseguir todo lo anterior, que ya no es nada de poco. Pero para ser concreto, en mi caso personal, entender el valor del reporteo. No quedarme sólo con lo que la casualidad me pone en frente. Perseguir el máximo de versiones, buscar las aristas más que la redondez, evitar por todos los medios que el cronista se vuelva un predicador.

La crónica se puso de moda y ha conseguido instalarse en un territorio de prestigio que hasta hace poco sólo ocupaban la academia y la ficción. Pero son cambios que me interesan poco.

Entre las recomendaciones de lectura destaco: La Ilíada es una crónica maravillosa, y también los Nueve Libros de la Historia, de Herodoto. Saltando en el tiempo y el espacio, Joaquín Edwards Bello comenzó a escribir hace cien años algunas de las más memorables crónicas chilenas. Joe Gould’s Secrets, de Joseph Mitchell, fue una crónica que me encantó. Truman Capote, Norman Mailer, Kapuscinski, Jon Lee AndersonThe New Yorker  quizás sea la revista que mejor ha entendido y respetado el género. Pero hoy, en América Latina, se han multiplicado los espacios que las publican y promueven. Abundan, también, los cronistas de peso. Si no los enumero es para evitar olvidos inexcusables. Es cierto, la crónica atraviesa un período de esplendor. No puedo dejar de mencionar el tremendo papel jugado en su promoción, al menos en nuestro continente, por la Fundación para el Nuevo Periodismo de Gabriel García Márquez.

 

Periodista chileno. Director y fundador de la revista The Clinic. Autor del blog “Lejos de todo” publicado en El País de España. Autor de las novelas Ferrantes y Los Nenes y del libro de crónicas Escritos Plebeyos.

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