Los nuevos riesgos del periodismo.
- Los regímenes políticos: un peligro para el periodismo.
- Colombia y México se han convertido en países donde a menudo ejercer el periodismo significa correr el riesgo de muerte
Por Eleazar Díaz Rangel*
Publicado originalmente en RMC 55.
El periodismo es una profesión de riesgos. Ejercerla dentro de los elementales y universales lineamientos éticos, donde la búsqueda y difusión de la verdad sean norte en su práctica cotidiana, y en tanto esa verdad afecte intereses del poder, cualquiera que sea, genera presiones, amenazas, que en momentos se materializan y pueden costar la vida.
En la década de los 70 fueron muchos los periodistas presos, exiliados, despedidos, desaparecidos o muertos en los países del cono Sur. Eran años de regímenes dictatoriales, y a menudo se perseguía a periodistas que luchaban contra las tiranías y reclamaban libertades y democracia, luchas éstas que no necesariamente tenían los medios como escenarios.
Desaparecidos esos regímenes, rescatada la democracia, Colombia y México se han convertido en países donde demasiado a menudo ejercer el periodismo significa correr el riesgo de muerte, y cabría preguntarse qué ha cambiado de los años 70 a estos de fin de siglo.
En realidad ha ocurrido un cambio trascendente.
Ahora se les persigue por investigar, por tratar de buscar lo que esto oculta, en pocas palabras, por difundir la verdad, y esa ha sido la motivación de carteles de la droga, de los grupos para-militares y otras agrupaciones mafiosas. En su desespero por silenciar a periodistas y medios que les resultan incómodos, que les combaten a través de la información o del periodismo de opinión, estos poderosos grupos narcotraficantes han apelado a los sicarios de la muerte para callarlos.
Los compañeros que han caido en estos últimos años cayeron por cumplir un deber fundamental del ejercicio del periodismo, como es informar la verdad, o mostrarla, tal es el caso del fotoreportero José Luis Cabeza. No hacían sino ejercer la profesión apegados a uno de sus principios éticos. De manera que fueron víctimas en el cumplimiento del deber. La sociedad, la profesión se los exig¡a, como nos lo sigue exigiendo, al margen de las condiciones en que se ejerce el periodismo.
Enrique Santos Castillo, editor del más prestigioso de los diarios colombianos y uno de los más antiguos, El Tiempo, de Bogot á ofreció en una entrevista para la revista «Pulso del Periodismo» (abril-junio 1993) un cuadro dramático del periodista colombiano:
«Como usted sabe, desde hace m s de tres o cuatro años, los periodistas estamos en una situación muy desagradable; andamos en carros blindados y con tres o cuatro guarda espaldas. Todos los periodistas con cierta connotación estamos realmente muy alerta y protegidos por las autoridades o por defensas que nosotros hemos financiado. Ningún periodista del mundo anda con guarda espaldas por todas partes. Hoy d¡a todos nosotros andamos en eso en El Espectador, los de la revista Semana, en fin todos».
Esta realidad, la de los secuestros de varios periodistas y la muerte de dos de ellos, fue la que Gabriel García Marquez recogió en su libro «Noticia de un secuestro». En sus palabras de agradecimiento, el Nobel escribió hace dos años, en mayo de 1996:
«Para todos los protagonistas y colaboradores va mi gratitud eterna por haber hecho posible que no quedara en el olvido este drama bestial, que por desgracia solo es un episodio del holocausto público en que Colombia se consume desde hace m s de veinte años. A todos ellos lo dedico, y con ellos a todos los colombianos -inocentes y culpables- con la esperanza de que nunca más nos suceda este libro».
Esta misma semana ese país conmovido por los últimos asesinatos, entre ellos, el del abogado Eduardo Umaña, miembro como fue de la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas, salió a las calles en manifestaciones que llamaron «Una pausa por la paz».
Tantos crímenes por buscar la verdad para ser difundida. Cuando existía el fascismo en Europa, Bertolt Brecht escribió:
«Quien pretenda combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, debe superar, cuando menos, cinco dificultades. Debe tener el valor de escribir la verdad, aunque en todas partes la sofoquen; la sagacidad de reconocerla, aunque en todas partes la desfiguren; el arte de hacerla manejable como arma; el juicio de escoger aquellos en cuyas manos resulten más eficaz; la ma¤a de propagarla entre estos».
Si resucitara y conociera esta dramática realidad, el autor de La Opera de tres centavos tendría que agregar el coraje y la audacia para investigar y dar con la verdad.
Ese es el reto que tiene el periodismo, y que, naturalmente, no podemos enfrentar solos, ni siquiera con el sólido y solidario apoyo de nuestras organizaciones. Tremenda responsabilidad debe ser compartida con los propietarios de los medios, y con toda la sociedad, que ha tenido comportamientos ejemplares en Colombia y Argentina, pero que parece cruzarse de brazos en otros países, y del Estado, porque las fuerzas que están asesinado periodistas son demasiado poderosas, y a menudo con complicidad en la estructura gubernamental
Esa misma sociedad que tiene el derecho a recibir una información veraz, tiene el deber de impedir que permanezcan impunes los crímenes de quienes han perdido la vida desafiando el poder en busca de la verdad.
Caracas, junio de 1998.
* Periodista y profesor universitario venezolano; expresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas, autor der varios libros.