Cine en la formación universitaria

Cineadictos

Graciela Alba y José Manuel Aquino
Colaboradores de la publicación Cineadictos que edita la FES- Acatlán

El cine que provoca la reflexión de cualquier persona, es una alternativa de conocimiento en la enseñanza universitaria, con sus códigos, ritos, lenguaje, seducción y lecturas propias.

Independientemente de la manera en que la docencia lo utiliza, o se apoya en él, podemos también considerar la elección y el gusto cinematográfico como un acto sensible de conocimiento, de reflexión, pero también de sensibilidad. Es precisamente ese ángulo el que ocupa este texto: el cine como una forma de conocimiento holístico; el conocimiento, pero también la pasión, la reflexión, a partir de la condición humana.

Estamos hablando de que, de alguna manera, el cine puede ser una ruta en la formación humanística de los estudiantes.

Los sueños de otros hombres; el clima desértico y su efecto en el carácter de sus moradores; las frustraciones de otras sociedades; la moral y la sexualidad como dimensiones reprimidas o liberadoras del ser humano; los conflictos universitarios de las parejas; el paisaje selvático, con tormentas que indican la densidad de los conflictos personales y sociales; las fantasías, crueldades y redenciones religiosas; la cotidianeidad y sus laberintos negros y blancos; la vida de otras personas como un espejo multicolor; la imaginación de otros mundos a partir del presente; la reconsideración del pasado como un lamento continuo o como una cicatriz que permite ver el futuro: el cine puede ser esa inacabable veta de reflexión personal y colectiva que tiene un lugar insustituible en la formación y preparación de cualquier persona, sea en la formalidad de una institución, o en la casualidad de la vida.

El cine, también es una forma de conocimiento que convive con las otras artes: la música, la literatura, la pintura, la arquitectura, la escultura y la danza; lo que trata de hacer es mostrarnos lo que pasa y lo que podría pasar en el contexto de nuestras vidas (vivir o imaginar).

Cuando uno acude a ver una película, podemos decir que existe un antes y un después alrededor de ese acto de reflexión y recreación. Siempre pasará algo en nosotros después de contrastar, con cierto sentido, alguna idea presente o subyacente en la película. Desde esa perspectiva, estamos ante una narración que sugiere enormes posibilidades y tránsitos de diálogo.

Instalados en el propósito y en el deseo por equilibrar  la relación entre la teoría y la realidad, la cinematografía aparece como esa posibilidad sustantiva, reflexiva y sintética que permite repensar la articulación del contexto personal y social. En ese sentido, la narración fílmica puede ser una forma didáctica que dialoga con la historia social de cada persona para unir lo diverso; para analizar la unidad de la diversidad; que constituye uno de los propósitos centrales en la enseñanza universitaria.

El crecimiento intelectual de un universitario puede pasar por este arte porque el suceso fílmico, en sus muchas homologías con la realidad, convoca de modo emotivo y espontáneo diversas lecturas de la vida cotidiana y evoca esas vivencias con sus atmósferas, tiene demasiada cercanía con el propósito didáctico que hay en la universidad.

Desde las diversas formaciones y preparaciones, el objetivo, que es deseo y necesidad, busca anclar el conocimiento a partir de la problematización, que no es más que identidad de nuestras condiciones de vida, de lo que nos sucede, por lo que hacemos o dejamos de hacer, de lo que podemos comunicar, o hacer, en nuestro quehacer diario desde nuestras disciplina o área.

En muchas ocasiones, ha sido una película la que, de modo sensible y pausado, nos ilustra el devenir político, no como enunciados formales, sino como el aire que se respira en el destino de las personas, la economía que juega con los destinos humanos, los avatares de la comunicación humana o la injusticia del desarrollo urbano.

El cine nos constituye y organiza valores sociales en un horizonte moral que da límite y forma a nuestra conducta. Como diría Durkheim, un hecho social susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción para pensar, sentir y actuar de cierta manera. Durante el siglo XX, han existido situaciones históricas en las cuales la contribución del cine a la construcción social de la realidad ha sido decisiva.

El cine, se convierte en un producto material tangible o visible como lo es una cinta, una pantalla, o el desarrollo audiovisual de la anécdota, tanto como un producto inmaterial portador de valores y significados. Estas características, materiales e inmateriales, dan cuerpo al producto y lo hacen objetivo: un producto cultural.

El producto cinematográfico encierra dos niveles de la realidad: el proceso de filtración y el de reorganización; la selección “natural” de fragmentos de lo real, a través de criterios socializados de identificación y juicio, y la redistribución o retraducción imaginaria que se proyecta como puesta en escena social.

El cine puede constituir una enorme ventana de la historia reciente; en él pueden presentarse demasiadas representaciones de la sociedad, versiones abiertas de nuestra realidad, que también implican símbolos e, incluso, signos densos y difíciles de explicar, a pesar de estar a la vista de todos.

Para leer otros significados estéticos, psicológicos o políticos, a veces son precisos otros enfoques particulares y quizás esas visiones se coloquen en puntos un poco distantes de la comprensión habitual, pero también ese enfoque privilegiado puede ayudar a elaborar otras lecturas del cine.

El lugar común diría: el cine es el Séptimo Arte, sin embargo, también es una industria y de esa dualidad se derivan muchas complicaciones que es necesario discutir para ubicar el campo del cine-reflexión, que es el que nos preocupa y ocupa.

El artículo anterior se publicó originalmente en Cineadictos
y debe de citarse de la siguiente forma:

Cervantes Soto, Adriana, «Cine en la formación universitaria»,
en Cineadictos, Num. 85,agosto, 2009.

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