Lecciones del caso Kalimba
Las marquesinas del tribunal mediático
- La atención mediática al caso Kalimba no se corresponde con otros casos de igual o mayor gravedad.
- Se cometen 120 mil violaciones al año en México, equivalentes a una cada cuatro minutos.
- «Los programas especiales y las larguísimas notas en las secciones de espectáculos de los noticiarios nos hacían vivir en un paraíso informativo; parecía que estábamos en un reality show de Law and Order» dice Pilar Ramírez.
Por Pilar Ramírez
El affaire Kalimba que inició con la acusación contra el cantante y disc jockey por el delito de violación y el posterior auto de libertad que dictó el juez Daniel Esteban Farah Godoy, muestra algunos aspectos ya conocidos de la impartición de justicia en nuestro país y exhibe nuestra ambivalencia como sociedad frente a un hecho delictivo.
En julio del año pasado, el taxista Antonio Mandujano García violó a su nieta de 10 años en la colonia 21 de Abril, del Puerto de Veracruz; en abril también del año anterior, Roberto Gómez Sánchez, de 24 años, fue detenido, acusado de haber violado y asesinado a una menor de nueve años en el municipio de Apaseo el Grande, Guanajuato; en noviembre del 2009, Antonio Dávila fue detenido por haber violado a una niña de cuatro años en Zacatecas, al momento de la detención se le encontraron boletos de avión con los que supuestamente pensaba huir del país; el ex militar Gonzalo Salas, de 33 años, fue detenido el día 22 de este mes de enero acusado de haber violado y asesinado a una pequeña de cinco años en Tijuana.
Estimado lector: ¿usted conoce a alguno de los sujetos que se mencionan? Seguro que no, porque Niurka no les hizo programa especial, Paty Chapoy no entrevistó a los padres de las pequeñas agredidas, Rocío Sánchez Azuara no dedicó un programa a la violación y muerte de menores, el programa Hoy no invitó abogados, procuradores ni jueces para opinar si estos sujetos podían o no ser culpables y Shanik Berman no invitó a su programa a los afectados ni a los acusados. Nadie hizo marchas de apoyo a favor de los agresores o exigiendo justicia para las familias de las niñas. Es más, recogieron estas notas algunos medios impresos locales y uno que otro en línea; la mayoría de los miles de hechos de este tipo fueron a engrosar la siniestra estadística de la situación de las mujeres que elabora el INEGI. Los detenidos que menciono son despreciables, Kalimba sólo tuvo un momento de debilidad.
Uno no es ninguno
De acuerdo con datos del Informe Nacional de Violencia y Salud que ofrece la Secretaría de Salud, se cometen 120 mil violaciones al año en nuestro país, lo que representa la comisión de uno de estos delitos cada cuatro minutos; el 65% de estas agresiones son contra mujeres y niñas de entre 10 y 20 años de edad. Quintana Roo, justamente el lugar donde ocurrió presuntamente el delito del que se acusó a Kalimba, es la entidad con la tasa más alta de violaciones –49.7 por cada cien mil habitantes, tres veces más que el promedio nacional de 14.74―, el mismo estado en el que el año anterior la Procuraduría de Justicia estatal impidió el aborto a la niña maya de diez años que resultó embarazada después de haber sido violada por su padrastro.
El aparato de justicia estatal fue consistente con su comportamiento anterior en casos similares. El juez Farah Godoy dictó el auto de libertad a Kalimba y posteriormente se negó a hablar de las razones jurídicas que lo llevaron a tomar tal determinación. ¿Hubo delito? No importa, uno no es ninguno.
Nuevos tribunales: Ajusco y San Ángel
Después de que se dio a conocer de manera un tanto escueta la nota sobre la denuncia contra Kalimba y antes de que el juez se pronunciara sobre el caso, los medios dieron el veredicto de inocencia. Ya poco importaban las pruebas periciales, la reconstrucción de hechos, el intento de fuga de Kalimba manejado como urgencia por presentarse ante la justicia. Simplemente todo se centró en una cuestión de fe, donde los conductores de programas y las fans devinieron en testigos de descargo que presentaban como prueba irrefutable pancartas que gritaban la inocencia del cantante, “porque así lo sienten”, porque “él no sería capaz de eso”. Puro corazón.
Para mostrar la imparcialidad de estos nuevos tribunales, también la parte ofendida tuvo su espacio. El abogado de Daiana, la menor que acusó a Kalimba, pidió la intervención del mismísimo presidente en un programa radiofónico. La sentencia popular, sin embargo, ya estaba emitida. El pobre juez Farah ¿cómo podía ir en contra de la sentencia de los tribunales populares, íntegros y justos a carta cabal?
Circo sin pan
¿Que los limones, los chícharos y los ejote están por las nubes? ¿Que siguen apareciendo muertos en muchos lugares del país? ¿Que la cuesta de enero ya parece muro de rappel? ¿Que hubo guerra sucia en la elección de Guerrero? ¿Que las protestas contra el régimen en Egipto suben de tono peligrosamente? No importa, la televisión nos regaló horas y horas de placer con el tema de Kalimba. Las larguísimas uñas de Niurka eran el remate perfecto de las frases que emanaban de su análisis profundo y sesudo. Los programas especiales y las larguísimas notas en las secciones de espectáculos de los noticiarios nos hacían vivir en un paraíso informativo; parecía que estábamos en un reality show de Law and Order. Special Victims Unit, pero obtuvimos un desenlace jurídico región cuatro.
En la boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso
La estrategia de la defensa mediática y de la legal se centró en el descrédito de la denunciante y su familia. Cuanto más se presentara a la denunciante como drogadicta, promiscua, parrandera, ofrecida, abortista, fácil y mentirosa, más inocente, inofensivo, cándido y pudoroso aparecería Kalimba. Menudearon entonces conclusiones como “ella se lo buscó”, “es menor de edad, pero ya está bien vivida”, ¿les suena parecido a la versión que dio el procurador de Chihuahua acerca de que la muerte de Susana Chávez se debió a que se fue a tomar con tres adolescentes desconocidos? Lo siguiente puede ser explicar la muerte de civiles con un ¿quién les manda caminar por donde el ejército persigue a los narcos?
Por otra parte, la madre de Daiana aparecía como la culpable de todo, pues como bien sabemos la educación moral de los hijos es responsabilidad exclusiva de la madre. ¿Y el padre? él está exento de culpa, pues también todos sabemos “cómo son los hombres”. Los “galletazos” que aconsejó Niurka, ésos mismos que habrían evitado la violación de Daiana y que a la conductora le han permitido llevar una vida casta y prístina, no fueron dados a tiempo por esta madre. A todos les pareció una conclusión lógica: los “galletazos” debieron haber sido dados a la víctima y no al agresor.
Charoleo, luego existo
El debate al que invitaron los medios, el que nos dio la oportunidad de repartir culpabilidades y dar nuestra opinión sobre la actuación de abogados, jueces, denunciante y agresor, y que nos mantuvo entretenidos por más de dos semanas, estuvo bien guiado, pues, casualmente, la mayoría se olvidó de la pregunta más lógica: ¿qué hacían, al menos, dos menores de edad, en un bar?, ¿se le fincaron responsabilidades a quien les permitió la entrada?, ¿en ese bar, cualquier admiradora puede llegar con su artista favorito y compartir con él o ella en el escenario?, ¿el dueño del lugar evadió a la autoridad porque demostró que no tuvo responsabilidad alguna o porque se apellida Hendricks?, ¿el juez tuvo evidencia irrefutable de la inocencia del acusado o tuvo algo que ver que se trata de Kalimba?
Información Bitacoras.com…
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La lectura de este artículo me deja desconcertado pues no encuentro las «lecciones» que promete el título, por el contrario, revela una falta de enfoque propiamente comunicativo que como lector esperaría al tratarse de una revista especializada.
Lo que encuentro del artículo:
Primero una arenga absurdamente fundamentada sobre la disparidad con que se trata el caso Kalimba repecto a todas las violaciones del país. ¿Qué es eso de «aspectos ya conocidos de la impartición de justicia en nuestro país» y «nuestra ambivalencia como sociedad frente a un hecho delictivo»? Las generalizaciones subjetivas no aportan nada al análisis de un fenómeno, sólo refuerzan prejuicios imprecisos y desestiman cualquier intento de seriedad posterior.
Además las razones de tal cobertura mediática son bastante obvias en tanto resultado de las estructuras del periodismo que, insistiendo en la especialización de la revista, constituyen un conocimiento bastante mínimo del tema. Si de verdad la autora no sabe por qué, recomendaría el Manual de Periodismo de Carlos Marín, ejemplo en sí bastante burdo.
Después hay una descripción de un tema potencialmente interesante, a saber, el desplazamiento de un veredicto del ámbito normativo, judicial, hacia la esfera simuladamente pública de los medios. He ahí un tema relevante, pero el artículo pobremente se limita a remediar lo que disque critica.
En fin, decepcionante artículo respecto a las aspiraciones de la revista.