Kapuscinski: Ser periodista implica entender el mundo

  • El reportero no puede ser un testigo impasible.
  • La dimensión humanística del periodismo radica en tratar de hacer el mundo más comprensible.
Ryszard Kapuscinski by Kubik - Wikipedia

Ryszard Kapuscinski by Kubik – Wikipedia

Reflexiones de Ryszard Kapuscinski

 Publicado Originalmente en RMC 59

El periodismo es una profesión apasionante, es cierto, pero si sólo la mueve la emoción está lejos de cumplir su cometido; si a ésta aúna el conocimiento, entonces el resultado puede ser realmente importante.

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El llamado periodismo objetivo, desapasionado, para mí no puede existir en situaciones bélicas.

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La dimensión humanística del periodismo radica en tratar de hacer el mundo más comprensible: porque si nos comprendemos somos menos enemigos; si nos conocemos estamos cerca el uno del otro.

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Un reportero debe tener la compulsión interna para escribir. De otra manera no existe.

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El periodista es una persona que, viviendo, toma posición, tiene emociones: siente. Y sentir y tener emociones es ya tomar partido. No creo en el periodismo que se llama a sí mismo impasible, tampoco en la objetividad en sentido formal.

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Un periodista debe ser un hombre abierto a otros hombres, a otras razones y a otras culturas, tolerante y humanitario. No debería haber sitio en los medios para las personas que los utilizan para sembrar el odio y la hostilidad, y para hacer propaganda. El problema de nuestra profesión es más bien ético.

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Ser periodista no es un camino para hacerse de un modo de vida cómodo, para colocarse socialmente. Una escritura seria y ambiciosa es una continua inconformidad con la vida.

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Ser periodista implica ante todo un constante esfuerzo personal: el de enriquecer por todos los medios, en forma ardua y permanente, la propia cultura, para entender el mundo.

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En medio de guerras y revoluciones, el periodista no puede quedar a la mitad, porque de manera automática está con alguno de los grupos involucrados, no puede ser un testigo impasible.

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Por tratar de ser imparcial en momentos de conflicto, en realidad se desinforma.

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Informar es acercar al público el entendimiento del mundo.

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En el periodismo de hoy hay una competencia desenfrenada y salvaje. Cuando es ésa la competencia que impera, la ética, por fuerza, queda aparcada.

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Al mismo tiempo, habitamos un mundo cada vez más complejo, cada vez más dificil de explicar a través de los medios de comunicación masiva.

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El circuito televisivo se caracteriza por un vigoroso espíritu de competencia, lo cual hace que no predomine la tarea de proporcionar información, sino la de vigilarse unos a otros.

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El nivel de los medios está conformado no sólo por los promotores y los periodistas. También depende, y quizás de manera decisiva, del nivel de los receptores. Puesto que no es “políticamente correcto” criticar el nivel de la sociedad, se responsabiliza exclusivamente a los medios de la baja calidad, la trivialidad y el kitsch.

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La televisión transmite su propia versión de los sucesos, incluso su propia visión del mundo, la política y la historia. El problema es que se ha convertido, cada vez más, en la única versión de los acontecimientos que conoce el “hombre de la calle”. Construimos nuestro saber del mundo no con base en el conocimiento de los procesos que lo rigen, sino con base en las ideas que la TV se forma de ellos.

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El poder político es cada vez más consciente de la fuerza y el significado de los medios; teme que puedan convertirse en un segundo núcleo de gobierno e incluso en un real y vigoroso centro del poder sobre el cual el propio gobierno podría perder el control y el dominio.

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Desde que se descubrió que la información es una mercancia, dejó de estar supeditada a los criterios tradicionales de la autenticidad y la falsedad. Ahora está supeditada a las leyes del mercado: conseguir una rentabilidad máxima y mantener el monopolio.

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En la dictadura funciona la censura; en la democracia, la manipulación.

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Antes, el periodismo era una misión, una carrera anhelada. Hoy son muchas las personas que trabajan en el periodismo pero que no lo hacen porque se identifiquen con la profesión y hayan ligado a ella su vida y sus ambiciones. La tratan como una ocupación más que en cualquier momento pueden abandonar para dedicarse a otra. El periodista de hoy puede trabajar mañana en una agencia de publicidad y ser, pasado mañana, corredor de bolsa.

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