Un acercamiento a la ética y la deontología periodísticas en México

  • Los primeros pasos en materia de deontología informativa se dan en 1992 con el diario Unomásuno
  • La ética periodística en México se  empieza a ver más como un recurso ornamental que destaca la imagen de independencia, crítica y responsabilidad de un medio.
    Fotografía: "Periodista multimèdia" por Saül Gordillo@ Flickr

    Fotografía: «Periodista multimèdia» por Saül Gordillo@ Flickr

Por Omar Raúl Martínez

 Publicado originalmente en RMC 66

Tocar, ahondar y analizar el tema de la ética periodística en México, implica adentrarse en un terreno harto pantanoso, minado y polémico, por las mil y una interpretaciones en tal sentido y habida cuenta lo enraizado de los nexos políticos y económicos entre la prensa y el poder.

Así, internarse en los vericuetos éticos y deontológicos de la información en nuestro país, no sólo ha significado una asignatura incipiente sino ademas soslayada e insuficiente.

A continuación las razones de tal aserto.

 

Una mínima revisión

Aunque desde 1872 inicia en México la creación de organizaciones periodísticas, lo cierto es que se arroparon más  bajo un cariz político e ideológico que laboral o de afanes profesionalistas.1 Ello, por supuesto, respondía a la circunstancia histórica, pues paralelamente –entre las dos últimas décadas del siglo xiX y la primera del xX–  surge un modelo de dádivas a los periódicos obedientes al gobierno, y de persecución y supresión de la prensa opositora a la dictadura de Porfirio Díaz. De acuerdo con José Carreño Carlón, ese mismo esquema de control, pero perfeccionado, se instaura a partir de los años veinte con el México posrevolucionario y perdura hasta mediados de la década de los setenta.2

En ese contexto, a lo largo de ese extenso periodo, el asunto de la responsabilidad y la ética en el periodismo ni siquiera se citaba. Acaso un primer guiño del tema comenzó a darse con la creación, primero, de la Unión de Periodistas Democráticos en 1975, y luego del nacimiento, en México, de la Federación Latinoamericana de Periodistas. Dichos organismos patentizaron, asi fuese tenuemente, la necesidad de defender y velar por la integridad personal, profesional y moral de los informadores.3

Un suceso que comienza a fracturar el modelo de subordinación de la prensa mexicana a su gobierno, lo constituye la expulsión, en 1976, de Julio Scherer y su equipo directivo del periódico más importante, Excelsior, debido a argucias tramadas por el entonces presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez. Tal hecho no sólo inició una etapa de recomposición  –todavía en marcha– en las relaciones medios-gobierno, sino que a la postre indujo un paulatino cambio en la prensa mexicana cuyo reflejo en términos profesionales y éticos se manifiesta más abiertamente a partir de los años noventa.

 

Ética y deontología informativa

Los primeros pasos en materia de deontología informativa se dan en 1992 cuando el diario Unomásuno propuso la creación de un defensor del lector, aunque no habló de un código ético. Pero fue hasta junio de 1993 cuando el periódico El Economista instituyó a un ombudsman y presentó un primer esbozo de código deontológico en México. Posteriormente publicarían el suyo El Norte, de Monterrey, también en 1993 y El Nacional –ya desaparecido– en agosto de 1994. Y meses y años después, seguirían Novedades, El Financiero, Reforma, El Universal, el semanario Proceso, y recientemente el diario La Crónica de Hoy.

A lo largo de 1994, la mayor insistencia de que los medios informativos debían ser más responsables y discutir la necesidad de asumir códigos de ética, corrió a cargo no de un periodista o analista o estudioso del periodismo, sino de un secretario de Gobernación: Jorge Carpizo.4

La Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), que agrupa a todos los medios electrónicos privados del país, respondió entonces con pautas mínimas de conducta. Pero fue en julio de 1998 cuando los empresarios mediáticos –tras celebrar un simposio para contraponerse a la idea de legislar en materia de derecho de la información– presentaron su respectivo código ético cuyo fondo generalista, ambiguo y retórico no aporta mucho. En realidad tal propuesta deontológica fue hecha con el ánimo de sugerir que la autorregulación ética puede excluir cualquier reforma legal en materia de medios, pues ésta les podría resultar contraproducente a sus intereses políticos y económicos.5

A la fecha, la preocupación ética de los medios y periodistas, manifiesta en códigos deontológicos, es mínima. En México existen alrededor de 1330 radiodifusoras, casi 600 canales de TV, cerca de 400 periódicos y unas 200 revistas: medios en los que laboran poco más de 35 mil periodistas… y sólo se conocen los códigos de ética periodística de diez medios informativos: El Economista, Novedades, El Financiero, El Universal, Reforma, El Norte, de Monterrey, El Imparcial, El Informador de Guadalajara, La Crónica de Hoy y la revista Proceso. Los medios electrónicos sólo tienen como punto único de referencia la propuesta deontológica trazada por la CIRT.

Si –de acuerdo con Ernesto Villanueva– la existencia de códigos de ética supone la voluntad para ser más profesional, la existencia de informadores libres, el compromiso de ejercer un periodismo equilibrado y honesto, el avance de las relaciones gobierno-medios-sociedad y el grado de evolución ética del gremio… entonces el panorama en México no resulta muy positivo.6

Y es que pareciera que a la ética periodística en México se le empieza a ver más como un recurso ornamental que destaca la imagen de independencia, crítica y responsabilidad de un medio, que como un real mecanismo para profesionalizar y dignificar la tarea informativa.

De hecho, los pocos códigos de ética existentes en México han emergido por alguna o algunas de las siguientes razones:

a) Por la necesidad de ofrecer a la sociedad una cara de responsabilidad e independencia, con lo cual se busca afianzar o ganar credibilidad que a la postre  significa una inversión generadora de mayores recursos económicos.

b) Por la insistencia de la Presidencia de la República de asumirlos como un camino para suplantar excluir, eludir o evitar una reforma legislativa en materia de derecho de la información. Porque la vieja y aun vigente legislación permite condicionamientos mutos –desde el punto de vista económico y político– entre directivos de los medios y el poder público.

c) Por la crítica y exigencia de representantes del gobierno para que los medios eviten –según estos funcionarios– caer en distorsiones informativas. Y es que, realmente, el tema de la ética periodística en México capta mayor atención y salta a la palestra pública con mayor énfasis cuando emerge una efervescente coyuntura política (el levantamiento zapatista, los asesinatos políticos, las elecciones estatales o presidenciales…), o cuando los medios despliegan trabajos periodísticos de mayor hondura crítica que molesta a los poderes, o cuando al hacerlo o para hacerlo incurren en prácticas o irregularidades o conductas o artificios francamente reprobables.

 

Conflictos éticos

En México son cinco las razones por las cuales se incurre en conductas alejadas de toda integridad, responsabilidad y profesionalismo:

  1. La corrupción, propulsada por los distintos segmentos gubernamentales y aceptada e incluso a veces exigida por los propios periodistas.
  2. Conflictos de interés, que se dan cuando el informador o el medio está vinculado con alguna de las partes de la noticia, razón por la cual no puede mantener el equilibrio periodístico deseable.
  3.  La espectacularización de la noticia, hecho que ocurre cuando –por buscar el más alto rating o mayor circulación– los medios sobredramatizan, simplifican, descontextualizan y desnaturalizan el sentido real e impacto de la noticia.7  Y ello no ha sido gratuito particularmente en los últimos seis años. En tal sentido acierta Victoria Camps al señalar que “cuando nadie fija criterios sobre lo que conviene o no conviene hacer desde el punto de vista de la ética, de la justicia o de la democracia, quien decide es el mercado”.8
  4.  La falta de acceso real a la información de órganos del Estado, circunstancia que obliga a desarrollar prácticas cuestionables de reporteo; es decir, incurrir en el engaño para captar informaciones. Tal camino reporteril no se justifica pero tampoco es justificable que información de interés público como estados financieros, registros públicos, ciertas estadísticas de la economía nacional, salarios o erogaciones, entre otros, sean rara vez disponibles. De igual manera, la poca disposición de las entidades gubernamentales para informar al público, genera la filtración de documentos o de rumores, lo cual es indicador de falta de claridad informativa.
  5. La incompetencia o falta de profesionalismo de los periodistas, que se patentiza en la recurrencia de errores por no corroborar hechos o contrastar fuentes, con lo que se generan desmentidos o réplicas o contrarréplicas.  El descuido y la improvisación, sin embargo, tienden a disminuir habida cuenta la demanda de distintos sectores sociales y el creciente número de egresados de escuelas de periodismo.

 

Embute y multichambismo

De las cinco razones citadas, son dos las más arraigadas o enquistadas en el cuerpo social del periodismo mexicano: la corrupción y los conflictos de interés.

La forma más popular y coloquial de referir la corrupción periodística es, sin duda, el embute o chayo o sobre.

La historia de la prensa en México no puede disociarse del embute. Éste es la prebenda entregada –en efectivo o en especie– a los periodistas y medios para evitar críticas o conseguir elogios. Y es por sí mismo un salvoconducto hacia la autocensura, según Elías Chávez. 9

El embute  –sostiene Jaime Avilés– nace y persiste en la antidemocracia, y prospera y tiene sentido en una sociedad cerrada.10

¿Cómo se expresa tal prebenda a los periodistas y a los propios medios informativos en los hechos?

a)    Algunos jefes de prensa incluyen en sus nóminas a reporteros cual si fuesen empleados o asesores.

b) En giras o actos oficiales, discrecionalmente se les entregan sobres llenos de dinero por concepto de ayudas o supuestos viáticos.

c) En ocasiones a algunos reporteros o columnistas se les envía dinero a sus propias casas o directamente a sus cuentas bancarias.

d) Se solicita a los medios publicar propaganda política disfrazada de información.

e) A los directivos de medios se les entregan:

—apoyos financieros,

—créditos bancarios altamente favorables,

—subsidios encubiertos por dotación de insumos tales como papel o electricidad,

—incluso se les dan estímulos o facilidades fiscales o se les llega a condonar deudas acumuladas al seguro social.11

De acuerdo con un periodista crítico y estudioso del tema, Raymundo Riva Palacio, la corrupción se encuentra enraizada en la cultura mexicana y ha sido una de las grandes válvulas del sistema político.12

La otra arista ética sensible en México la constituyen los conflictos de interés, que algunos consideran como una variante suave y enmascarada de corrupción, y que se manifiesta, por ejemplo, cuando:

a) Un jefe de información de un importante diario maneja las relaciones públicas de algunos gobernadores.

b) Un reportero o columnista menciona recurrentemente a un político porque éste le ayudó a conseguir una licencia para un negocio.

c) Algunos periodistas rechazan dinero de políticos, pero admiten ser sus asesores.

d) No pocos reporteros funcionan paralelamente como vendeplanas publicitarias de las fuentes informativas que tienen asignadas, con la idea de complementar sus bajos salarios. vale señalar que esto y los abiertos actos de corrupción son solapados por los empresarios mediáticos, porque ello significa una compensación de los bajos sueldos que pagan a sus empleados.13

Si bien es cierto que el ejercicio crítico e independiente de las libertades informativas se ha desplegado, en los últimos seis o siete años, también resulta innegable que la libertad política –y por ende la posibilidad de caminos fincados en una ética comprometida y responsable– de los medios de difusión apenas está desplegándose. Tal aserto es más comprensible si se recuerda lo que señala Ayr Rand: “La libertad intelectual no puede existir sin la libertad política; la libertad política no puede existir sin la libertad económica”.

 

Epílogo

Hasta aquí, una pregunta más se hace indispensable:

A diferencia de los países occidentales o de naciones como Costa Rica, Argentina, Colombia y Chile,  ¿por qué México llega tardíamente a la discusión y reflexión crítica sobre la ética y la deontología informativas?

Pueden advertirse tres razones centrales:

  1. Por la existencia de un sistema político que impuso una rígida estructura de control tendente a cooptar e inhibir el desarrollo periodístico, y cuya inercia aún persiste y no logra liquidarse plenamente.
  2. Por la falta de una tradición, un hábito, una práctica necesariamente obligada para el gremio periodístico: el ejercicio de la crítica y la autocrítica a los comportamientos, las decisiones y los trabajos desarrollados en la tarea informativa.
  3. Por la carencia de parámetros éticos y, por ende, de estudios serios sobre el te ma que se traduzcan en una bibliografia nacional suficiente, lo cual no es sino la suma global y el reflejo de las dos razones precedentes. La bibliografía mexicana al respecto es reciente y puede contarse con los dedos de las manos: tres periodistas y dos académicos son sus autores más importantes. Ellos son Julio Scherer, Raymundo Riva Palacio, Rafael Rodríguez Castañeda, Raúl Trejo Delarbre y Ernesto Villanueva.14

Especialmente en los estados de la República Mexicana, aunque también en la Ciudad de México, la ética periodística es un asunto secundario o terciario para un alto número de directivos, editorialistas y reporteros. Muchos de ellos arguyen que resulta harto complejo avanzar frente a la inercia estructural de sujeción y beneficios recíprocos que imponen los mecanismos del sistema político de corte priísta. Pero a ello se añaden otras realidades nada sencillas de resolver:

a) La falta de capacitación y profesionalización periodística.

b) Las irrisorias condiciones salariales y laborales en que los informadores ejercen su oficio.

Tales aspectos ciertamente no pueden soslayarse si se desea explicar o entender el desarrollo ético de la prensa mexicana. Porque un periodista íntegro no puede concebirse si se disocia su formación técnica e intelectual o la cuota de sus ingresos profesionales, de su perfil ético. Todo ello conforma una unidad. En ese sentido, tienen razón Juan Giner y Carlos Soria cuando sostienen que hablar de ética no sólo significa hablar de calidad de la información, sino paralelamente de calidad de los informadores en el sentido más redondo de la expresión.15

El reto del periodismo mexicano, entonces, se advierte inmenso: es del mismo tamaño que sus vicios cobijados por un sistema que no acaba de extinguirse. Los nuevos y pocos periodistas de calidad ya han comenzado a hacer lo suyo.

 

Notas

1) Rogaciano Méndez, et al., en Para conocer a los periodistas, desper y uníos, México, DF, 1997.

2) José Carreño Carlón, “Un modelo histórico de la relación entre prensa y poder en México en el siglo XX”, en Revista Mexicana de Comunicación, núm. 62, abril de 2000.

3) Rogaciano Méndez, op. cit.

4) Raúl Trejo Delarbre, Volver a los medios: de la crítica a la ética, cal y arena, México, DF, 1997, 389 pp.

5) Omar Raúl Martínez, “Informar: ¿Derecho público o derecho privado?”, en revista Análisis XXI, diciembre 1998, México, DF. pp. 22-23.

6) Ernesto Villanueva, Deontología informativa. Códigos deontológicos de la prensa escrita en el mundo, Universidad Iberoamericana y Pontificia Universidad Javeriana, México, DF, 1999, 389 pp. También véanse: Claudia Fernández, “una brújula ética para reporteros mexicanos”, en Revista Mexicana de Comunicación, núm. 46, enero 1997, pp. 20-22; Ernesto Villanueva, “Ética en el ejercicio periodístico: caminos que se bifurcan”, en Revista Mexicana de Comunicación,  núm. 45, octubre 1996; y alejandra arroyo, “valores éticos en el periodismo mexicano”, en revista iberoamericana de derecho de la información, núm.1, mayo-agosto 1998, editada por la universidad iberoamericana y la Fundación Manuel Buendía AC.

7) Raúl Trejo Delarbre, op. cit.

8) Victoria Camps, en el libro de Aznar Hugo, Ética y periodismo. Códigos, estatutos y otros documentos de autorregulación, Paidós, Buenos Aires, Argentina, 1999, 350 pp.

9) Elías Chávez, en el libro de Julio Scherer, Los presidentes, Grijalbo, México, DF, 1986.

10)  Jaime Avilés, et  al., en Salario mínimo para periodistas. Documentos de la Revista Mexicana de Comunicación, Fundación Manuel Buendía y Cámara de Representantes del DF, México, 1990, 118 pp.

11) José Carreño Carlón, op. cit.; y Raymundo Riva Palacio en revista Este país, diciembre 1991, pág. 40; y revista Este país, julio 1992, p. 52.

12) Raymundo Riva Palacio, en revista Este pais, julio, 1992.

13) Raymundo Riva Palacio, Más allá de los límites. Ensayos para un nuevo periodismo, Fundación Manuel Buendía y Universidad Iberoamericana, México, DF, 1999, 246 pp.

14) De Julio Scherer: Los presidentes (Grijalbo, México, DF, 1986) y el poder. historias de familia, (Grijalbo, México, DF, 1990); de Raymundo Riva Palacio varios textos y ensayos, así como el libro Más allá de los límites. Ensayos para un nuevo periodismo (Fundación Manuel Buendía y Universidad Iberoamericana, México DF, 1999); de Rafael Rodríguez Castañeda: Prensa vendida, (Grijalbo, México DF, 1993); de Raúl Trejo: varios ensayos en la prensa y el libro volver a los medios. De la crítica a la ética (Cal y Arena, México DF, 1997), de Ernesto Villanueva: Numerosos artículos y ensayos, así como más de diez libros sobre ética y legislación, entre ellos: Régimen jurídico comparado de la ayuda del estado a la prensa (Media comunicación, México, DF, 1996), Códigos europeos de ética periodística (Fundación Manuel Buendía y Generalitat de Catalunya), Deontología informativa. Códigos de la prensa escrita en el mundo (Universidad Iberoamericana y Pontificia Universidad Javeriana, México, 1999).

15) Omar Raúl Martínez, “Ética, periodismo, democracia, medios…”, en Revista Mexicana de Comunicación, núm.59, julio-septiembre de 1999, pp 4-5; y Omar Raúl Martínez, (comp.), Esencia del periodismo, Fundación Manuel Buendía, México, 1999.

Texto extraído del libro Deontología y autorregulación informativa, coordinado por Hugo Aznar y Ernesto Villanueva, y editado recientemente por la Universidad Iberoamericana, la Fundación Manuel Buendía y la UNESCO.

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