Kapuscinski: el periodismo como pasión, entendimiento y aprendizaje
- Reflexiones del autor de «Viajes con Herodoto» en su visita a México para impartir un taller de la FNPI en enero del 2001.
- «Nuestra profesión de cronistas, de reporteros, de periodistas, requiere de mucha lectura: es una debilidad pero a la vez una fortaleza de nuestro quehacer».
Por Ryszard Kapuscinski
Publicado originalmente en RMC 69
Reportero trotamundos. Testigo de los acontecimientos más relevantes del Tercer Mundo durante la segunda mitad del Siglo XX. Cronista y escritor excepcional. Hombre políglota que transpira confianza, proyecta humildad y comparte sus reflexiones y experiencias.
Autor de 20 libros sobre el acontecer mundial, entre ellos El emperador, El Sha, La guerra del futbol y otros reportajes, El Imperio, Ébano y La guerra de Angola. Periodista polaco que ha vivido las entrañas de 27 revoluciones y la caída de dos imperios.
Tales son los trazos que delinean mínimamente a Ryszard Kapuscinski quien, a principios de marzo, visitó México con el propósito de impartir un taller para periodistas latinoamericanos, convocado por la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano –presidido por el Nóbel Gabriel García Márquez– y la Universidad Iberoamericana, con el patrocinio de CEMEX.
A lo largo de ese fructífero encuentro –que tuvo una duración de 16 horas repartidas en cuatro días-–, Kapuscinski tuvo oportunidad de ofrecer sus concepciones, planteamientos y experiencias en torno a distintas facetas del quehacer periodístico. De tales exposiciones, se presentan los siguientes apuntes –rescatados en un estilo libre por Omar Raúl Martínez, asistente a dicho seminario– que perfilan la mirada de un periodismo motivado por la búsqueda de entendimiento humano a través de una prosa arraigada entre la subjetividad, la historia y la literatura.
Antes, el periodismo era una misión practicada por unas pocas personas con amplios conocimientos de cultura e historia. Lamentablemente ahora ha pasado a ser una profesión de masas en la que no todos son competentes. Hoy lo tratan como una carrera más que puede abandonarse mañana si no rinde los frutos económicos esperados. En consecuencia ha perdido cierto aire aristocrático que lo distinguió en el pasado. Tan es así que en nuestros días, en cada pueblo hay una iglesia y una escuela de periodismo.
Aprender y ganar
Los reporteros significan un grupo especial entre los periodistas: entregan tiempo, ambiciones, aspiraciones y energía para cumplir con su oficio. Dedicación, concentración y reflexión permanentes constituyen su savia. No obstante, algunos se duermen en sus laureles por enfocarse más en el dinero a costa de la calidad. En ese sentido conviene señalar que en los primeros pasos reporteriles es preferible centrar las miras en la calidad aunque no pueda ganarse mucha plata. Simultáneamente no se logran ambas cosas. Si al inicio se elige ganar menos, al final el periodista sale ganador. Porque nuestro oficio no arroja resultados inmediatos. Hay que trabajar años y años. Antes de los 30 ó 35 todo es aprendizaje. No hay que desesperarse por ganar reconocimientos. La paciencia debe ser una de nuestras virtudes.
En nuestra profesión, más que volvernos cínicos o fríos, el tiempo nos hace más sensibles y vulnerables por las tragedias testimoniadas.
Fuego interno
Una buena parte de los reporteros son muy inquietos y están llenos de preguntas. Y es que en el momento en que se pierde la curiosidad, se deja de ser periodista. Sin ella se muere el fuego interno. El que no sabe tiene más sentido que el que cree que sabe: ello le permite ser más creativo. No saber es una circunstancia natural: no debe darnos pudor. Vivimos en un mundo complicado. Es difícil develar. El público vive igual: un mundo con pocas respuestas.
Cazadores furtivos
Nuestra profesión de cronistas, de reporteros, de periodistas, requiere de mucha lectura: es una debilidad pero a la vez una fortaleza de nuestro quehacer. Sin embargo, la mayoría se preocupa más en cómo escribir y muy poco en qué leer. En tales menesteres la ayuda de los colegas es indispensable. Debemos ser cazadores furtivos de otros campos: filosofía, sociología, psicología, antropología, literatura… Y profundizar en los temas. Hacerse sabios. Todo ello con el afán de hacer ver al lector.
Aprendizaje continuo
Años atrás tenía amigos muy talentosos profesionalmente, pero con el transcurso del tiempo desaparecieron del mapa. ¿Qué pasó? Ellos no se desarrollaron por sí mismos. No leían. No participaban en discusiones. No viajaban. Descuidaban su formación…
Debemos aprender a ser humildes y nunca dejar de aprender. Si se apaga el entusiasmo por aprender, se seca el fuego interno. Y si no se prepara uno, se marchita ese entusiasmo. La llama interna no puede descuidarse. No conviene esperar tal sequedad. Mejor prepararse, interesarse, involucrarse, y leer, leer, leer…
Momentos definitorios
El trabajo del reportero consiste en rescatar lo verdadero e interesante. En esa búsqueda solitaria todo depende de la gente. Es un oficio que se emprende a solas, pero está a merced de lo que hacen y dicen los demás. Los primeros 15 minutos frente a personas desconocidas y circunstancias nuevas son definitorios. Esos momentos son los que determinan el futuro e incluso parte de la vida. Esa conciencia genera una extraña e intensa sensación. En un ensayo, cierto autor señala que las relaciones se definen en los primeros segundos. Tal impresión lo marca todo. El resto es una continuación de los contactos iniciales. Por ello son tan importantes los primeros encuentros.
Abrirse al encuentro
Hay mucha gente susceptible a la arrogancia. Y como reportero resulta imprescindible una sincera humildad. Porque lo primero ha de ser el entendimiento frente al otro: el ser humano con todas sus inquietudes y su propio mundo. Como entrevistador no es recomendable la dureza. Mejor crear una atmósfera de confianza. Y la primera señal para encauzar la confianza está en la sonrisa. Lo ideal es abrirse al diálogo pese al tipo de gente. Escuchar al entrevistado y poner de nuestra parte para entenderlo.
El valor de la amistad
Definitivamente en nuestro oficio todo depende de los otros. Un periodista solo no puede hacer nada porque su vida y su quehacer dependen del otro. Si uno no sabe relacionarse con la gente y ganarse su amistad, se ve impedido para desarrollar su labor profesional. Sin el apoyo y la confianza de los otros es imposible ejercer el periodismo.
Conocer y entender el mundo
Para comprender una cultura ajena hay que internarse y asentarse en su tierra. Sólo así podrá captarse esa otredad. Para ello hay que tener plena disposición y desconectarnos de “nuestro” mundo. De esa suerte se entenderán las distintas realidades del entorno visitado. Eso es muy difícil y casi nadie lo intenta realmente. Son pocos los interesados en conocer el mundo. La mayoría de la gente está satisfecha sin conocer nuevos lugares. La inmigración, por lo general, se liga con sucesos lamentables. Se inmigra no por placer o para conocer sino por tragedias.
Dos talleres
Tenemos dos tipos de taller a lo largo de la vida profesional; el del reporteo y la escritura cotidiana, enraizado en la velocidad de la noticia; y el de la pesquisa y la indagación profunda, compenetrado en proyectos históricos de largo aliento. El primero era un sacrificio y me permitía sobrevivir económicamente, pero a la vez me abría la pauta para el segundo al aportar los nutrientes básicos para engendrar mis libros. Resulta obligado plantearse proyectos más profundos, de largo aliento, porque si nos limitamos sólo al primer taller, circunscrito a la veloz coyuntura, estamos perdidos. Así, en el segundo y reposado taller aprovecho lo que no pude incluir en las notas enviadas, en su momento, para la agencia informativa. El lenguaje y manejo periodístico de agencia es muy pobre: de hecho, como me cobraban 50 centavos de dólar por palabra, sólo podía usar 200 palabras para describir intensos y relevantes sucesos de un día. Por eso escribí mis libros.
Trabajar como reportero, con informaciones rápidas, era el precio por hacer lo que me gustaba: conocer gente, sumergirme en culturas, investigar sucesos, aprender del mundo, escribir mis libros, el ser escritor… Resulta fundamental tener conciencia de ello para dominar la situación y no afectarse por las circunstancias. En ese sentido es preciso estar por encima de los hechos para dominarlos como un piloto a la nave que conduce.
La punta del iceberg
Resulta indispensable prepararse antes de cubrir cierta información. Porque si se va sin previa investigación, se puede desinformar. Se descontextualiza. Se distorsionan los porqués y los hechos.
Cuantas más informaciones, mayor posibilidad de madurar el texto periodístico. No puede iniciarse la escritura sin un previo y concienzudo análisis y una cuidadosa preparación de lo investigado. Entre mayor material, mejor selección. Es necesario pensar en la construcción estructural y en el lenguaje antes de escribir.
La fuerza del trabajo informativo radica en la tensión entre lo que aparece publicado y lo que queda fuera. El reportero ha de actuar como el cantante de ópera: sólo maneja el potencial de su voz. Como la punta del iceberg: se podría dar más, pero únicamente se muestra lo esencial. Lo que se publica es tan importante como lo que queda excluido.
Como autor, sólo aprovecho el cinco por ciento de la información que he acumulado. Si un periodista escribe todo lo que sabe, el texto tiende a ser malo. En El Imperio, por ejemplo, únicamente usé el cinco por ciento del material conseguido: reuní 14 mil cuartillas y publiqué menos de 600.
Dos escuelas
Existen dos escuelas de periodismo en el mundo: la europea, cuyo principio es asumir claramente una postura ideológica y política frente a los hechos; y la anglosajona, que se sujeta a una supuesta objetividad concreta y supone el actuar de un periodista sin ideas ni emociones.
En Europa esa diferencia es inexistente, pues allá la prensa emergió siendo partidaria. No se oculta tendencia alguna. Más bien enuncia sin rubor, por ejemplo: “Somos liberales y nuestra causa es tal…” En otras palabras: se asumen posiciones políticas de cara al público porque se parte de que el periodista lucha por algo.
Aunque en la prensa anglosajona esa tendencia también existe, lo cierto es que se encubre para legitimarse como objetiva. El asunto abriga discusiones interminables.
Objetividad artificial
Los grandes dueños mediáticos plantean la idea del periodismo objetivo porque así no se comprometen. Pero ello resulta inaceptable para la prensa europea que, desde la Revolución Francesa, nació para abanderar causas ideológicas. Porque se funda en una lógica: “Si yo soy conservador, entonces trabajo en un medio conservador”. Ser objetivo en la prensa es una pretensión artificial.
Cubrir la guerra
La guerra no puede cubrirse objetivamente porque es hecha por los hombres y ellos son sus responsables. No se trata de fenómenos naturales y por ello no puede dejarse de tomar una postura. Los conflictos bélicos no pueden cronicarse como si fuesen partidos de futbol. Pero la prensa no se aisla de la sociedad y en una guerra hay muchos puntos de vista o versiones que deben reflejarse. La guerra no es algo abstracto: para mí es un horror y yo no puedo pasar como objetivo ante el horror.
La guerra es un choque incontrolable de emociones humanas, de intereses económicos, de armas mortíferas…
Los periodistas debemos dominar el tema antes de que éste nos domine a nosotros. Para ello es conveniente tener el mayor contexto del problema.
La guerra es una tragedia humana en la que nunca gana alguien. Todos pierden. Firmar la paz no significa el fin del conflicto. La guerra crea obsesiones y situaciones mentales, y continúan las pugnas por generaciones. Los sobrevivientes a los estragos de la batalla también son víctimas, pues están marcados por la tragedia.
Las guerras de los últimos 20 años son muy inhumanas y crueles habida cuenta de que ya no son tradicionales: es decir, ya no son entre fuerzas armadas. Mientras que en la Segunda Guerra Mundial perdían la vida dos civiles por ocho soldados, en los tiempos actuales mueren diez civiles por un miliciano. Hoy día casi no hay guerra entre ejércitos. Mujeres y niños son los más desprotegidos. Por eso las guerras son horrorosas.
Sentido humano
Los periodistas lloramos la tragedia reflejándola. Las grandes cifras no impactan. Conmueve más la circunstancia de una muerte, que el dato consignado de 20 o 25 millones de muertos. La individualización aporta la cara humana y demuestra nuestro respeto a los lastimados por la tragedia.
Violencia y periodismo
El mayor problema de la civilización actual es la violencia. Hasta La Biblia describe brutales escenas: se sacan los ojos, se queman ciudades, se come carne humana…
La violencia aparece a cada momento, incluyendo la literatura clásica. Hoy día, los medios informativos sólo multiplican sus diversas facetas. Todo se reduce a tres problemas para entenderla desde los linderos periodísticos:
- El contexto: ¿Cuál es el tema o el problema real?
- La intención: ¿Para qué se dará cuenta de los hechos? ¿Sólo por sensacionalismo o realmente con el afán de hacer entender?
- El intercambio: Entre periodistas y medios, y entre éstos y público existe una activa relación estimulada por el curso de los hechos y su cobertura informativa.
La audiencia no es un ente pasivo: piensa, siente, reacciona. Saber de sus emociones, su sensibilidad, su experiencia, nos ayuda a decidir cómo podemos mostrar los hechos: nos nutre en el acto de procesar el mensaje.
La diferencia entre la prensa amarillista y la prensa seria radica en la intención. Mientras que la primera explota el drama y las emociones para vender, la segunda tiene un fondo humano y político: despertar conciencias. No hay definiciones precisas. Pero mucho depende de nuestro propio sentido para darle sentido al hecho. Y en tal búsqueda, ética y sensibilidad son fundamentales para decidir.
Periodismo y literatura
La discusión sobre los nexos entre literatura y periodismo continúa latente. ¿De dónde viene el problema?
De que la literatura, en su concepto original, proviene del influjo del romanticismo europeo cuya vena natural germina de la inspiración pura, como la poesía.
En contraposición, el periodismo no es resultado de inspiración divina sino de la vívida realidad.
Así, mientras que la creación literaria es un producto de los dioses, las letras periodísticas nacen de los hechos reales. Y esa corriente persiste.
En el siglo XIX se valoraba más la novela que el reportaje porque a éste se le clasificaba sólo como crítica documentada. De esa suerte no es gratuito que de Charles Dickens se hayan marginado sus crónicas y exaltado sus creaciones literarias. Y es que el reportaje no era bien visto puesto que era considerado como un arma de disputa política, y como no siempre se podía luchar abiertamente, entonces se silenciaba. Tales razones separaron al periodismo de la literatura.
Hoy se agotan las fuentes de inspiración. La novela como modo de expresión se está debilitando. Es muy difícil hallar alguna obra realmente fascinante, que aporte algo a nuestro conocimiento. Frente a ello, se abre la veta del Nuevo Periodismo emergido en Estados Unidos, que busca escribir sobre hechos reales con técnicas literarias.
De acuerdo con la ortodoxia periodística, anteriormente no todo se permitía expresar, como reconstruir escenas, rescatar sabores, describir sentimientos, presentar monólogos interiores… porque se consideraban como recursos técnicos exclusivos de la ficción. Al respecto conviene apuntar que dichas posibilidades son plausibles en el quehacer informativo, aunque sobresalen dos enemigos: a) los escritores de ficción: no admiten reporteros en sus terrenos porque, según ellos, rebajan el nivel del trabajo literario. Es decir: menosprecian el reportaje como género familiarizado con la literatura.
Y b) los periodistas tradicionales: algunos no comparten la idea de escribir algo más allá de la noticia típica o el comentario acostumbrado. Circunscriben las potencialidades periodísticas a la coyuntura informativa como fuente de ganancia.
En dicho contexto no se nos acepta como escritores de prensa. Ante la discusión literatura versus periodismo, vale reconocer que ciertamente no todo texto periodístico es buena escritura o atesora estilo literario; pero también conviene puntualizar que la mayoría de las novelas actuales no es buena literatura sino mero entretenimiento.
Ver y entender
La gente frecuentemente confunde ver con entender. Tal confusión es aprovechada por la televisión para manipular a la gente. Si en la dictadura funciona la censura, en la democracia se activa la manipulación. Cuando los medios hablan de sí mismos reemplazan el problema de la sustancia por el de la forma: sustituyen la filosofía por la técnica. Se le dedica demasiada atención a los asuntos técnicos: a las leyes del mercado, a la competencia, a las innovaciones tecnológicas, a las audiencias… y muy poca a los aspectos humanos.
En definitiva, el problema del mensaje es sustituido por el problema del mensajero. Lamentablemente, como se quejaba McLuhan, el mensajero se convierte en contenido del mensaje.
En la actual era de la información, podemos acumular una enorme cantidad de datos, pero ello no sustituye al pensamiento, a la reflexión o al entendimiento. Más bien al contrario: tenemos tal abundancia de informaciones que nuestra imaginación no sabe cómo procesarlas para mejorar la vida práctica.
Periodismo y comprensión
El periodismo es parte de la cultura: condensa las características y vive y padece todas las transformaciones de su entorno. El verdadero periodismo es el que se genera a partir del contacto vivo con el pueblo. La dimensión humanística del periodismo radica en tratar de hacer el mundo más comprensible, porque si nos comprendemos somos menos enemigos. Si nos conocemos estamos cerca el uno del otro.
Breves ideas al vuelo
- Todo lo que hacemos es evaluado por otros. Y lo que creamos va a influir en nuestro trabajo.
- Nuestro oficio está lleno de misterios que no siempre tienen respuestas.
- El periodismo no puede hacerse con la compañía familiar.
- Siempre estamos iniciando algo. Siempre estamos por pensar y planear.
- El mejor camino para conocer la información pasa por la amistad.
- Periodismo: profesión que no acumula bienes sino experiencias.
- Una escritura seria y ambiciosa es una continua inconformidad con la vida.
- Nuestra actividad está cambiando y necesita reflexión y discusión constantes. Vivimos una etapa de profundas dudas y transformaciones.
- En el periodismo siempre hay aprendizaje y nunca hay maestros.
Gabriel García Márquez en pocas palabras
Durante los cuatro días del taller, como atento anfitrión, Gabriel García Márquez no sólo acompañó ante la mesa y por ratos a Ryszard Kapuscinski, sino que también hizo uso de la palabra: compartió ricas experiencias y sugerentes ideas en torno a la creación periodística. A continuación se rescatan, en pequeñas dosis, algunas de tales expresiones que dibujan de cuerpo entero al autor de Noticia de un secuestro:
- Para hacer un reportaje literario es menester aprovechar todos los recursos de la literatura.
- Un periodista debe comenzar a escribir un texto como si ya lo hubiese leído: saber cuál es el final y el principio. Tener elegidas hasta las últimas palabras.
- La vocación periodística o literaria es superior a la formación.
- La grabadora afectó mucho nuestra memoria.
- Se transmite la realidad mediante imágenes construidas desde la escritura y eso es un recurso literario.
- Hay que cuidarse de la verdad cuando no parece.
- Para aprender a escribir resulta necesario desarmar los textos a fin de ver su tejido interno o su estructura.
- En el reportaje no funciona el engaño de la novela policiaca. Por eso en Crónica de una muerte anunciada no importaba si se asesinaba al personaje, sino el cómo ocurría el hecho. Y eso es un problema de estructura.
- El diario del año de la peste es el gran reportaje de la historia.
- La humanización de la historia siempre es mejor: contar la historia a través de un personaje.
- Un suceso narrado y recordado puede tener diferentes dimensiones. Cada uno se acuerda de lo que le interesó.
- La memoria: materia del informar.
- Si alguien trae una imagen incubada que se combina con alguna emoción, un día va a emerger y la escribirá… y quizás descubrirá que sólo nació para escribir eso: que es ése el sentido de su vida como reportero.
- Lo que no recuerdas no vale la pena escribirlo o no era importante para ti.
- Si usted es capaz de vivir sin escribir, no escriba.
- No hay mejor oficio que el escribir.