Reglas de trato entre periodistas y fuentes

  • Las prácticas éticas estandarizadas de los reporteros de noticias.
  • La claridad en el trato con las fuentes: garantía de información sistemática y real.
"Photo Journalist". Birger Hoppe @Flickr

«Photo Journalist». Birger Hoppe @Flickr

Por Guillermo García Espinosa de los Monteros

Publicado originalmente en RMC 82

Desde la perspectiva del reportero, lo relevante es que la ética abre el camino para el trato igual, en libertad, entre individuos y profesionales que se respetan mutuamente. Ahora la pregunta es cómo traducir toda esa fundamentación filosófica, toda esa abstracción, en una propuesta material, práctica. La respuesta son las reglas de trato entre reporteros y fuentes.

Reporteros de medios de todo el mundo que de 1980 a 1992 estuvieron asignados a la corresponsalía de El Salvador, durante la guerra civil, formaron la asociación SPCA, por sus siglas homónimas de la Society for Prevention of Cruelty to Animals, la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra Animales en Estados Unidos. En un país donde varios periodistas salvadoreños y extranjeros habían muerto en combates y accidentes, la SPCA fue en realidad una apretada identificación para la Salvador Press Correspondents Association, pero también una forma sarcástica de expresar el escepticismo de los reporteros. SPCA fue una muestra de cómo en cualquier país y circunstancia se revela la identidad universal de los reporteros. Hay una historia profesional común pero, sobre todo, un presente con un desafío continuo de relaciones éticas, que no se reducen a combatir la corrupción, sino a proponer nuevas y mejores prácticas, que aumenten la confianza entre reporteros y fuentes y a la par eleven la credibilidad de los medios ante su público.

En la actividad profesional, los reporteros de noticias internacionales asumen prácticas éticas estandarizadas, como las entrevistas off the record, para background y for the record (también manejado como on the record), con atribución directa e indirecta. A la luz de la experiencia internacional, los reporteros mexicanos pueden recurrir a reglas de trato con las fuentes que han probado su eficacia como herramienta de trabajo y base de una relación respetuosa. La claridad en el trato con las fuentes es, además, una garantía para el público de que los periodistas corroboran la información sistemáticamente y de que una versión de la realidad no es siempre suficiente para exponer los hechos.

En este texto no pretendo dar lecciones a mis colegas, pues en el periodismo no hay experiencia despojada de pasión, sacrificio y anécdotas; sólo quiero exponer aquí una serie de ideas y datos, de los que he hecho acopio en los terrenos de cobertura, las redacciones y las bibliotecas.

 

Weber, los políticos y los reporteros

A principios del siglo XX, en uno de esos libros fundamentales de la ciencia política y la sociología, El político y el científico, Max Weber escribió acerca de los periodistas y sus relaciones con los políticos. En un breve pasaje narra una de las “frecuentes experiencias amargas” que viven los periodistas, específicamente los reporteros, cuando tratan con políticos.

No es [para los periodistas] algo insignificante y sin valor el hecho de moverse en los salones entre los grandes de este mundo e inclusive, a menudo, cercado de halagos, suscitados por el temor, a sabiendas de que tan pronto como uno se haya ausentado, es muy posible que el propio anfitrión tendrá que excusarse con sus otros invitados por tener trato con los “pillos de la prensa”.1

La frase es una evidencia de qué tan viejas son las desconfianzas entre los periodistas y sus fuentes. Lo mismo deja en claro que los políticos son dueños de una identidad profesional –sobre todo a partir del surgimiento de la Ciencia Política en el siglo XVI– y conscientes de las fronteras que su actividad marca respecto de los periodistas, cuando no buscan hacer propaganda y aprovechar los escaparates de la prensa.

El padre de la sociología no fue nunca hombre de partido ni de Estado, pero incursionó en el periodismo de opinión y análisis político. La alusión a las rencillas entre los políticos y los informadores fue posiblemente resultado de su propia experiencia. A juzgar por lo escrito, Weber tuvo una impresión positiva del quehacer periodístico, y aunque distinguía entre el periodismo irresponsable y la “obra periodística verdaderamente buena”, más bien lo consideraba como un trabajo intelectual que exige un gran esfuerzo, en acato de una orden de la redacción y con poco tiempo disponible para cumplirla.2

En todo caso, el hecho de que Weber haya asociado las palabras pillo y periodista invita a la reflexión acerca de los mecanismos de relación entre los reporteros y sus fuentes, particularmente a las reglas de trato.

Paul Weaver, editor de la revista Fortune en los años setenta y ex catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, escribió que con el caso Watergate la prensa liberal de Estados Unidos comenzó a adquirir un ánimo de prensa adversaria del gobierno, con más independencia y, en ocasiones, con características partidistas de corte europeo. Hasta entonces, los medios impresos sólo habían sido vigilantes (watchdogs), aunque cooperativos con la administración pública. De Watergate se derivó, dice, el crecimiento de la autoconciencia de la prensa y el fortalecimiento de la confianza de los periodistas y de los reporteros en sí mismos.3

 

Filosofía y reglas de trato

La cobertura reporteril de Watergate se realizó con base en entrevistas background y off the record, dos fórmulas de aproximación entre los reporteros y sus fuentes, integradas a la tradición de la prensa liberal estadunidense desde principios del siglo XX.4 Estas reglas de trato permitieron al gobierno estadunidense abrirse a la demanda de información de los medios impresos, aunque también al control de la información.

Los textos de los reporteros Robert Woodward y Carl Bernstein en The Washington Post se basaron en información proporcionada o confirmada por una fuente anónima, a la cual se le conoció como Garganta Profunda o Deep Throat. Los reporteros recurrieron a esa fuente para obtener datos del espionaje del gobierno republicano de Richard Nixon a sus opositores del Partido Demócrata, pero además de que la fuente no fue citada ni mencionada, Woodward y Bernstein confirmaban la información con terceras partes. Ese había sido el procedimiento tradicional para hacer publicables los datos obtenidos en entrevistas para background y off the record.

Las reglas de trato son parte de la deontología de la prensa internacional, un artículo práctico del profesional, pero con una raíz filosófica en la Ilustración. La ética en términos de modernidad, entendida a partir del pensamiento filosófico del Iluminismo, es la razón, la libertad y la igualdad; la historia y la universalización; el entendimiento, el reconocimiento y el respeto entre los individuos.

A todo esto, Friedrich Hegel agregó dos elementos: la dialéctica y la reconciliación. Los individuos, conscientes en sí, adquieren conciencia de sí, pero también por sí. La reconciliación es un acto de aceptación del otro, pero también un acto de autoconciencia. Este es grosso modo el planteamiento de Hegel contenido en el prólogo y la introducción de La fenomenología del espíritu,5 una obra que escribió poco tiempo antes de incursionar en el periodismo en Bamberg, tras verse obligado a salir de Jena por la invasión napoleónica de los estados germánicos. Esas dos ideas son la base para una fórmula de relaciones éticas duraderas, que bien pueden sustentar el armazón filosófico de una profesión liberal como el periodismo.

La ética periodística se sustenta en el pensamiento filosófico de la Ilustración porque el periodismo –como el Estado moderno– es un producto del pensamiento ilustrado, del liberalismo económico y político y de la Revolución Industrial. Como decía sin citar a historiador alguno Carlos Figueroa Sandoval –periodista y profesor en el campus Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México en los años ochenta–, el periodismo es “la última de las profesiones liberales” del siglo XIX.

Entonces, desde la perspectiva del reportero, lo relevante es que la ética abre el camino para el trato igual, en libertad, entre individuos y profesionales que se respetan mutuamente. Ahora la pregunta es cómo traducir toda esa fundamentación filosófica, toda esa abstracción, en una propuesta material, práctica. La respuesta son las reglas de trato6 entre reporteros y fuentes. Hay que lograr que la ética no quede sólo en disquisiciones filosóficas y códigos deontológicos, sino que se arraigue en la práctica –en mejores prácticas–, porque la ética también es costumbre.7 Las reglas de trato son convencionalismos sociales que no requieren del arbitrio judicial ni de sanciones establecidas en el derecho y, como en todas las normas morales, la sanción “es generalmente indeterminada, no únicamente en lo que a su intensidad respecta, sino en lo que a su naturaleza concierne”8.

 

Off the record, background y for the record

En la práctica, las reglas de trato son herramientas para atenuar los márgenes de desconfianza entre reporteros y fuentes, ya que establecen acuerdos claros y justos entre unos y otros.

Las fórmulas de uso internacional pueden ayudar a los reporteros a obtener información de fuentes renuentes a hablar públicamente por temor a represalias o a situaciones bochornosas. A veces puede ser la alternativa entre acceder o perder un dato, pero, evidentemente, existe siempre el riesgo de que alguna fuente utilice su posición para intentar manipulaciones.

Posiblemente, la regla de trato más conocida es el off the record. Este término comenzó a diseminarse en México en los años noventa, coincidente con el tiempo en que los periodistas mexicanos tuvieron mayor contacto con profesionales de medios extranjeros, por las mismas razones que el resto de la sociedad, es decir, por la rápida ampliación de las relaciones económicas y políticas con Estados Unidos y Canadá.

Además del off the record, las otras reglas de trato son la entrevista para background y for the record, con atribución directa e indirecta. Estos tres conceptos forman parte del lenguaje de los periodistas anglófonos. Reporteros y corresponsales ingleses han diseminado estas reglas de trato a nivel mundial, especialmente en los países que fueron colonias británicas, por lo que no resulta extraño encontrar que un periodista de Kuala Lumpur, Nueva Delhi o Belice sostenga con una fuente una entrevista off the record o solamente para background.

La entrevista off the record –como indica la traducción literal, queda fuera de registro– no es para publicar ni para citar, ni mucho menos para mencionar a la fuente. En una traducción más coloquial, el off the record es, como se dice en México, “para consumo personal”, “para tu información” o “aquí entre nos”.

El reportero puede buscar en otras fuentes la confirmación de los datos obtenidos a partir de una conversación off the record, con lo cual logra respaldar la información. En España, que ha recibido una fuerte influencia del periodismo inglés, el libro de estilo del diario El País permite a los reporteros la opción de realizar entrevistas off the record, pero con la condición de que la información sea constatada con terceras personas.

El hecho de que una información haya sido facilitada por una fuente con la petición de que no sea difundida [en la jerga, una información off the record] no impide su publicación, si se obtiene honestamente por otros medios. De otra manera esa confidencialidad supondría una censura externa para una información que está al alcance del periodista.9

Casi lo mismo ocurre con la entrevista para background, que significa contexto. El reportero puede utilizar la información, pero no puede citarla entre comillas ni tampoco puede mencionar a la fuente. Se trata de una información que el reportero recibe y utiliza para mejorar la perspectiva de un tema.

Distinto es el caso de for the record, que significa para registro. En este caso, el reportero es libre de utilizar toda la información que recibe, aunque para ello puede convenir con la fuente una forma específica de mencionar al informante, ya sea en modo directo o indirecto. Si es directamente, el reportero puede señalar nombre, apellido, actividad, cargo público o actividad privada. Si es indirecta (not for atribution), el periodista puede mencionar a “fuentes del Congreso” o “una fuente del gobierno” o “un funcionario de la administración” o “un diplomático que habló a condición de no ser mencionado por su nombre”.

Estas reglas de trato deben estar siempre sobre la mesa en el momento en que se desarrolla una entrevista entre reporteros y fuentes. En un periodo de la historia en que la tecnología y la industria imponen nuevas condiciones a los medios de comunicación, las reglas de trato dan pie a una relación transparente, justa y de respeto a las fuentes, pero también de cara al público.

Hay textos y programas de estudio en escuelas de periodismo estadunidenses que se refieren a las reglas de trato entre reporteros y fuentes cuando abordan el tema general de la ética profesional.

El reportero de los diarios aprende tempranamente que debe tratar de manera justa a aquellos que entrevista. Si construye ideas erróneamente, confunde citas o identifica a un entrevistado que esperaba anonimato, su informante puede decidir nunca más ser su fuente.10

En México, las reglas de trato adoptadas en la costumbre internacional no se estudian en la academia periodística ni son de uso común. Esto propicia ocasionalmente malos entendidos entre reporteros y fuentes.

Cuando en el ejercicio cotidiano se habla de aplicar la fórmula off the record, las fuentes y los reporteros acuerdan que la información se publique y se cite literalmente, inclusive, pero sin mencionar directamente a la fuente. O sea, se hace referencia indirecta, genérica, a la persona entrevistada, como por ejemplo en notas informativas en las cuales se menciona a “fuentes diplomáticas”. Esto, según la costumbre angloparlante, en realidad es una entrevista not for atribution.

 

Las prácticas éticas y el secreto profesional

El que la prensa angloparlante disponga de reglas de trato no ha suprimido el debate sobre las prácticas periodísticas. El anonimato de las fuentes –derivado del background y el off the record– ha sido criticado en Estados Unidos por periodistas y lectores. Y más aún, frecuentemente ocurren situaciones en las que reporteros son citados en tribunales para ser interrogados sobre sus informantes.

Inclusive Robert Woodward fue sometido al juicio de sus colegas de Washington en 1994, cuando publicó The agenda, un libro que subtituló “En el interior de la Casa Blanca de Clinton”, en el cual, basado en fuentes anónimas, relata momentos íntimos de la vida de Bill y Hillary, como es el caso de una conversación sostenida por ellos en la alcoba de su residencia en Little Rock, Arkansas, una mañana de la primavera de 1991.

James Fallows, un reconocido periodista del ámbito político, reconoce la habilidad del todavía reportero del Washington Post en el uso obstinado de la entrevista y el cruce de datos proporcionados por las fuentes, pero manifiesta algunas inquietudes:

Woodward parece haber acelerado el ciclo a través de su propia reputación de Garganta Profunda, para ser como piedra de la secrecía acerca de sus fuentes y mediante el trabajo con tantas, que mucha de su información no puede ser seguida hasta llegar a uno sólo que la haya soltado.11

Pese a las dudas, la reconstrucción de ciertos hechos puede someterse a una prueba de confirmación de datos y testimonios (check and double check) y finalmente puede superar el reto, pero lo que siempre resulta improcedente es que el reportero cite opiniones de anónimos. Sobre este asunto, la cláusula 1.17 del Libro de Estilo de El País propone:

Evitar el recurso de disimular como fuentes informativas (“según los observadores…”, “a juicio de analistas políticos…”) aquellas que sólo aportan opiniones. En este supuesto, deberá identificarse a la persona consultada. En otro caso no resulta interesante conocer una opinión si no se sabe quién la avala.12

Comprender la importancia de las reglas de trato e incorporarlas a la costumbre ética del periodista mexicano es una condición para entender por qué existe el secreto profesional del periodista y por qué debe tener el derecho y la obligación de guardarlo.

El secreto profesional no está reglamentado en ley mexicana alguna, pero se ha convertido en una petición del gremio periodístico.13 Esto se debe a que desde 1996 a la fecha, varios reporteros han sido objeto de demandas judiciales para que revelen sus fuentes. Quienes han solicitado la presencia de reporteros en tribunales forman una gama que va desde empresarios hasta investigadores de la misma Procuraduría General de la República. En el caso de la corresponsal de El Financiero en Washington, Dolia Estévez, el asunto fue llevado en 2002 hasta una corte en Estados Unidos, donde el juez privilegió el derecho al secreto profesional de la reportera por encima del reclamo de empresarios mexicanos para que revelara sus fuentes.14

Entonces, las reglas de trato y el secreto profesional tienen un vínculo directo. Para que el Poder Legislativo en México pueda formular normas con base en la costumbre, es necesario que los reporteros incorporen reglas de trato a sus herramientas de trabajo. No se puede reclamar una ley que reconozca el secreto profesional del periodista, si no se practica el periodismo con reglas de trato, que incluya las entrevistas para background y off the record.

 

Otras prácticas

Otras prácticas de relación entre reporteros y fuentes en los circuitos internacionales son la “declaración (leída) a la prensa”, la “oportunidad de prensa” (a veces reducida a “oportunidad de fotografía”) y el briefing (breviario), así como las más conocidas “conferencia de prensa” y “comunicado” (“embargado” y “para difusión inmediata”).

Tales prácticas, como las reglas de trato profesional con reporteros, facilitan también a las fuentes una herramienta de relación con representantes de medios de comunicación.

La “declaración a la prensa” consiste en la presentación de una personalidad pública ante los reporteros que emite un mensaje y se retira. Un caso relevante de esta técnica ocurrió el día en que Jacques Rogozinski, encargado del proceso de desincorporación de empresas públicas, dio a conocer el ganador de la oferta pública de Teléfonos de México en 1990. Otro caso ocurrió en 2002 cuando el vocero presidencial, Rodolfo Elizondo, dio a conocer la reacción del gobierno mexicano ante la publicación, no solicitada, de una conversación entre los presidentes Vicente Fox y Fidel Castro.

En la “oportunidad de prensa”, la personalidad pública abre un espacio en su agenda para tener un encuentro con la prensa, con tiempo para tres o cuatro preguntas. En ocasiones, esa oportunidad se reduce a un acceso a los fotógrafos para hacer unas placas y retirarse. Esto es muy común en la presentación de cartas credenciales a jefes de Estado o en las giras proselitistas de políticos que buscan puestos públicos.

El briefing es una entrevista de los reporteros con una personalidad pública o con el portavoz de una institución. La información se maneja normalmente para background, pero puede ocurrir que la fuente admita que algún aspecto de la entrevista se le atribuya indirecta o, en menor medida, directamente. Dos clásicas sesiones de briefing son las de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, pero también las embajadas de Estados Unidos suelen abrir sus puertas a reporteros de medios estadunidenses –y en menor medida a los de otras nacionalidades– para tales propósitos. En la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, es también tradicional el briefing de mediodía del portavoz del secretario general.

Tratar de instituir el briefing en México presenta el riesgo de que se le confunda con la conferencia de prensa y, en consecuencia –dado que no existen reglas de trato en la costumbre periodística mexicana–, los reporteros publicarían las declaraciones con atribución directa a la fuente. La llamada declarocracia15, asociada al periodismo político y al esquema político del viejo régimen, es un obstáculo que librar para adoptar esta fórmula de relación entre reporteros y fuentes.

Para la emisión de comunicados, una práctica internacional arraigada es la de establecer un contacto de prensa y darlo a conocer en todos los despachos para medios. Esto ayuda a reporteros y fuentes a establecer intercambios adicionales para la ampliación o confirmación de datos, pero para ello también deben aplicarse reglas de trato.

En México, la vocería de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) es la entidad que tiene el contacto de prensa con más autonomía de respuesta. En la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde el vocero fue instituido en 2001, pero con menos facultades discrecionales que en la SHCP, se ha dado –por lo menos desde el periodo de Bernardo Sepúlveda, entre 1982 y 1988– la práctica de la entrevista con atribución indirecta, con mención a “fuentes de la cancillería” o “fuentes diplomáticas latinoamericanas”.

 

El periodista Hegel… o a manera de conclusión 

Establecer reglas de trato entre reporteros y fuentes puede tardar años, pero en virtud de la profundización y multiplicación de las relaciones de México con el resto del mundo y especialmente con las distintas regiones y ciudades de Estados Unidos y Canadá, es necesario conocer y difundir con precisión las fórmulas internacionalmente aceptadas.

Weber nos dejó una muestra de las dificultades que había desde principios del siglo XX entre reporteros y políticos. También quedó en deuda con la promesa de escribir más sobre la naturaleza política y sociológica de la prensa, pero al menos nos dejó un testimonio valioso de lo que pudo observar.

Es una pena, por el contrario, que Hegel no haya dejado nada escrito acerca del periodismo, a pesar de que ejerció esta actividad durante año y medio. En 1806, cuando Napoleón invadió los territorios prusianos, Hegel vivía en Jena. Había concluido la redacción de La fenomenología del espíritu. Mientras en las afueras de aquella población alemana se escenificaba una batalla, el llamado “último idealista” abandonaba su casa con tan sólo una pequeña maleta de ropa y el manuscrito de la obra básica de su pensamiento filosófico. Pudo salvar el documento y enviarlo a sus editores en Berlín, la ciudad adonde anhelaba ir para asumir la titularidad de la cátedra de filosofía en la universidad de esa ciudad, la cual finalmente alcanzó en el crepúsculo de su vida. Las autoridades universitarias no querían hacer caso a Hegel, porque preferían dar espacio en la cátedra a los seguidores de Kant, cuyo pensamiento era paradigmático.

Después de la fuga de Jena y de la publicación en 1807 de su primera gran obra, Hegel dejó la filosofía por un tiempo y aceptó entonces la dirección del Bamberger Zeitung, un periódico de actualidades regionales que se distribuía seis días a la semana en Baviera, al sur de Alemania.16 Los biógrafos de Hegel menosprecian generalmente su paso por la prensa, pero una vez de regreso a la academia, las grandes obras de Hegel sobre la historia universal comenzarían a ser escritas. Hay razones para creer que la síntesis vital del periodismo cotidiano marcó al filósofo. Hoy, por su pensamiento dialéctico, por su propuesta de reconciliación y aceptación del otro, existe la base de una filosofía moral y de una ética periodística, que se traduce en identidad profesional, autoconciencia, respeto entre reporteros y fuentes y, para empezar, reglas de trato.

 

Notas 

1) Max Weber, El político y el científico, Premiá Editores, 1980, p. 29.

2) Max Weber, op. cit., p. 26. “El periodista comparte con todos los demás demagogos, así como con el abogado y el artista (por lo menos en el continente, exceptuando lo que al respecto acontece en Inglaterra y lo que se dio antes en Prusia), el destino de evadirse de cualquier clasificación social determinada. Pertenece a la casta de parias conceptuada infaliblemente por la sociedad según el peor proceder moralmente de sus miembros. Es así como cunden las ideas más raras con respecto al periodista y a su labor. Son pocas las personas que caen en la cuenta de que una obra periodística en verdad buena, aunque originada en situaciones muy distintas, requiere al menos tanto esfuerzo como lo exige otra obra intelectual cualquiera; tanto más si se reflexiona que debe realizarse con prontitud, por mandato y con el fin de que dé resultados inmediatos. Naturalmente, aquello que acude a la mente que juzga suele ser la obra periodística irresponsable, dadas las funestas consecuencias que ocasiona.” En la edición de Alianza Editorial (México, 1992) vienen los datos sobre la conferencia dictada por Weber.

3) Paul H. Weaver, “The new journalism and the old”, en Ethics and the press, Hastings House, New York, 1975. Editado por John Merrill y Ralph Barney, p. 90. El autor también señala que el caso de Los documentos del Pentágono, manejados por The New York Times en 1971, también contribuyó a afianzar la confianza de los periodistas estadunidenses en sí mismos, aunque el efecto no tuvo las dimensiones que Watergate.

4) Clifford Christians and Catherine Covert, op. cit., p. 6. Los autores afirman que después de Watergate aumentó el debate sobre la ética en la profesión y en la “hermandad educativa”.

5) Jean Michel Palmier, Hegel, Ensayo sobre la formación del sistema hegeliano, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 14-30. Primera edición en francés, 1968. Primera edición en español, 1971.

6) Eduardo García Maynez, Introducción al estudio del derecho México, Porrúa, México, 1985. Trigésimoséptima edición, pp. 15-24. El autor dice que las reglas de trato son normas morales.

7) Clifford Christians and Catherine Covert, op. cit., p. 54. Sobre el tema de la ética aplicada, los autores afirman: “El mejoramiento de la instrucción sobre ética en los medios de comunicación y la formulación de argumentos éticos significativos para el periodismo dependerá en gran medida del más amplio desarrollo de una ética práctica, profesional”. Véase también: Hugo Osorio, Etica y compromiso del periodista y del comunicador social, Asociación Argentina de Educación a Distancia/Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, 1989, pp. 24-25. El autor afirma: “El objeto material de la ética son los actos humanos, o actos morales, o las costumbres. La costumbre puede tomarse como: un modo repetido de hacer lo mismo”, ya sea por instinto o por elección de libre voluntad. También, señala, puede ser “un acto libre cuya frecuencia puede originar la costumbre”.

8) Eduardo García Maynez, op. cit., p. 34.

9) El País. Libro de estilo. Ediciones El País, Madrid, 1977, p. 16.

10) William Rivers and Shelley Smolkin, Free lancer and staff writer, Wadsworth Publishing Company, Edmont, California, 1985, pp. 270-271. En este texto, los autores hablan de la importancia de “lidiar limpiamente” con las fuentes y señalan que los reporteros y las fuentes siempre deben dejar bien claro bajo qué términos se desarrolla una entrevista.

11) James Fallows, “Just the facts”, The Washington Monthly, julio-agosto, 1994, p. 40-43. Véase también Robert Woodward, The agenda, Inside the Clinton White House, Simon & Schuster, New York, 1994, p. 12. El autor incluye en la introducción explicaciones sobre su metodología: dice haber entrevistado a 250 personas, muchas de ellas en más de una ocasión. Precisa que la regla de trato con sus fuentes fue para deep background, es decir una modalidad que el mismo Woodward incluyó en su libro All president´s men –que aborda el caso Watergate y fue llevado a la cinematografía– para subrayar la confidencialidad de sus fuentes. “Diálogos y citas vienen de por lo menos un participante (o) de memorandas”. Aclara que cuando “se dice que alguien pensó o sintió algo, esa descripción proviene de la persona en sí o de alguien a quien se lo dijo directamente”.

12) El País, op cit., p. 17. El abuso en la utilización de fuentes anónimas para reproducir opiniones ha generado cuestionamientos al periódico español, pero la defensora del lector, Soledad Gallego-Díaz, hizo notar el 23 de enero de 1990 que “el secreto de la fuente informativa se confunde muchas veces con el supuesto derecho de una persona a dar una opinión y exigir a continuación que no se publique”. Esto es una muestra de que las fuentes de los reporteros pueden influir en los reporteros para la comisión de un acto antiético.

13) María Isabel Inclán Perea, “El secreto profesional de los periodistas” en Para conocer a los periodistas, Desper-Uníos, México, 1997, p. 131. “El secreto profesional debe ser primero una responsabilidad del periodista respecto a sus fuentes de información y, después, un derecho respecto a la autoridad judicial”. Véase también Vicente Leñero y Carlos Marín, Manual de Periodismo, Grijalbo, México, 1986, pp. 88-89. Los autores se refieren a “las fuentes dignas de crédito”.

14) Dolia Estévez, “La defensa del derecho a la libertad de prensa en México, en tribunales ajenos”, p. 173-183, en Cambio y continuidad en la política exterior de México, Planeta Mexicana, México, 2002.

15) Gideon Lichfield, “La declarocracia”, en Letras libres, Julio 2000. El autor aborda el problema de la declaracionitis en la prensa mexicana.

16) Walter Kaufmann, Hegel, Alianza Editorial, Madrid, 1982, pp. 178-179. “Mirándolo retrospectivamente, lo más importante acerca de este episodio es que en 1807 y 1808 se encontraba Hegel en contacto tan estrecho con los acontecimientos de cada día (lo cual está a cien leguas de la extramundana torre de marfil en que lo ha colocado su reputación póstuma). Además –cosa no menos importante–, se vio obligado a escribir seis días a la semana cosas que la gente corriente pudiese entender, y cada número constaba sólo de cuatro páginas, de modo que aprendió a ser breve, a abarcar concisamente mucho material y a terminar las cosas. A este respecto, el año y medio de Bamberg tuvo, en último término, una importancia decisiva”.

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