Estereotipos y discriminación

Responsabilidad mediática

Para nadie es una novedad saber que los medios masivos instalan en el público creencias, modelos, conocimientos, valores y opiniones acerca de su entorno. Y desde tiempo atrás han deslizado ideas e imágenes generalizadoras, simplificadoras y caricaturescas sobre tipos de personas o formas de vida o de conducta, que abierta o sutilmente incitan al rechazo o a la exclusión.

La construcción de una democracia pasa hoy día  por la expresión y estímulo de la diversidad social y política, por el fomento y la tolerancia a las diferencias, por el derecho a la información, por el respeto a la libertad de prensa, por la divulgación de las variadas opciones políticas e ideológicas, por el reconocimiento a la divergencia y el debate, pero también por la necesaria expresión de las minorías, por el estímulo y reflejo de la participación social, y por el establecimiento de compromisos prodemocráticos por parte de las instituciones mediáticas.

Pese a la importancia capital de los medios de comunicación en la contrucción política del país, lo cierto es que éstos no están exentos de graves vicios, pobrezas y desatinos cuyo arraigo induce realmente un retraso en el camino hacia la democracia.

Una de esas prácticas cuestionables consiste precisamente en la creación de estereotipos. Para nadie es una novedad saber que los medios masivos instalan en el público creencias, modelos, conocimientos, valores y opiniones acerca de su entorno. Y desde tiempo atrás han deslizado ideas e imágenes generalizadoras, simplificadoras y caricaturescas sobre tipos de personas o formas de vida o de conducta, que abierta o sutilmente incitan al rechazo o a la exclusión.

El homosexual de voz afeminada, el indígena torpe y aturdido, el rockero escandaloso y drogadicto, el ama de casa entubada y abstraida por los dramas telenoveleros, el burócrata lento y flojo, los nacos malvestidos y piorhablados… Trazos éstos que suelen aparecer en los programas de comedia, películas, telenovelas e incluso anuncios comerciales y espacios periodísticos. Estereotipos que van incorporándose en nuestra visión del mundo como algo natural y aparentemente chusco… Pero a la postre se enraizan inercialmente con cierto menosprecio. Se trata de una lenta estigmatización cotidiana que no se advierte en primera instancia por lo familiar y lo repetitivo, pero que a largo plazo encamina prejuicios y más adelante puede generar conductas o percepciones desfavorables hacia esas personas aprisionadas en nuestros cartabones humanos. 1

Otra forma de violencia

Cuando se habla de violencia, regularmente se alude al uso de la fuerza física o verbal para causar daño a otra persona u obtener una ventaja a su costa.  Un científico social, sin embargo, Johan Galtung, distingue tres clases de violencia:

1. La violencia directa: la que causa daño material, saca sangre, provoca conflictos armados y genera efectos evidentes: muertos y heridos.

2.         La violencia estructural: no se ve pero causa explotación por parte de una minoría que ocupa el poder. Produce leyes y exclusión.

3. La violencia cultural: no la vemos pero se halla en la mente de la gente: racismo, homofobia, machismo… en gran parte promovida por los medios. 2

En este contexto nos atrevemos a señalar que, casi de forma subliminal, y quizás sin un plan preestablecido, no pocos medios de comunicación incurren en una especie de violencia cultural con la excesiva difusión de contenidos plagados de estereotipos.  Si bien éstos ya circulan en el entramado social, el hecho de que reboten machaconamente vía los medios contribuye a adoptarlos sin cuestionar.

Es decir: los sectores populares acostumbran aceptar pasivamente la interpretación de sus esquemas de realidad que le ofrecen los medios electrónicos. Miradas de patrones que rayan en la superficie y muy pocas veces trascienden la anécdota para ahondar en las entretelas sociopolíticas o psicosociales de los individuos estereotipados y sus circunstancias.

Caminos posibles

Todo lo anterior nos obliga a reflexionar de manera conjunta, frontalmente y sin ambages sobre los caminos posibles.  ¿Qué hacer?

1) Sin duda resulta indispensable abrir el debate público que coloque el tema de los derechos humanos, la discriminación y los medios de comunicación, como parte fundamental de la agenda democrática del país. A ese respecto tienen la palabra los grupos de la sociedad civil, las universidades, los comunicadores y los organismos de derechos humanos como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.

2) Promover la apertura de foros  periodísticos donde se fomente la comunicación intercultural que, de acuerdo con Estrella Israel Garzón, busca centrarse en el protagonismo informativo de mujeres y grupos minoritarios.

Se trata –añade Estrella– de una postura activa con respecto a la existencia y reconocimiento de la diversidad individual, grupal y cultural y del derecho a la diferencia a fin de propiciar campos comunes para el diálogo y la solidaridad. 3

3) Crear programas universitarios sobre medios de comunicación, estereotipos discriminatorios, cultura y democracia, que  impulsen la realización de estudios en torno a este tipo de fenómenos y pugnen por la formación periodística en materia de comunicación intercultural, como plantea Estrella Israel.

4) Constituir  –desde la academia o por parte de grupos civiles o entidades autónomas–  observatorios de medios informativos enfocados específicamente a temas relativos a la discriminación, estereotipos y grupos minoritarios, con el fin de monitorear, y en su caso criticar o cuestionar, el ejercicio informativo de los comunicadores respecto de esas vertientes.

Responsabilidad

Hablar de estereotipos discriminatorios en los contenidos emitidos por los medios supone, pues, convocar a una mayor búsqueda de ecuanimidad, visión y equilibrio  o, lo que es lo mismo, promover un nivel más elevado de responsabilidad en la comunicación y particularmente en el ámbito periodístico.

Esto último no es cualquier cosa. Porque ser responsables significa hacernos dueños plenos de nuestras decisiones y responder de ellas frente a los otros al grado de asumir costos y beneficios. Implica además saberse libres al mirar y elegir; mirarse en el otro al actuar; reconocer y abrevar de la diferencia; humildad para enmendar y disposición para aprender.

Esta responsabilidad personal no es ajena a la responsabilidad colectiva que los medios conllevan al asumir entre sus mayores afanes el de contribuir al autoconocimiento de los miembros de una comunidad para definir sus destinos; el de concitar la expresión ciudadana para el progreso social; el de aportar sano esparcimiento; el de fiscalizar el ejercicio público para inhibir abusos, arbitrariedades e injusticias; el de coadyuvar a elevar el nivel educativo y cultural de la gente; el de hacer más comprensible el mundo y nuestro país para armonizar las relaciones humanas; y el de contribuir al entendimiento, la comprensión  y la comunicación entre las personas y comunidades distintas entre sí.

En suma: cuando se perfila claramente la conciencia de la responsabilidad, los estereotipos pueden comenzar a combatirse.

He ahí nuestro reto y nuestra tarea.

Notas

1) Véase Reguillo Rossana, “Derechos Humanos y comunicación”, Revista Chasqui Núm. 64, diciembre de 1998.

2) Citado por Estrella Israel Garzón, “Comunicación Intercultural para la formación de periodistas”, en Sitio Web Sala de Prensa Núm. 45, julio de 2002.  Ver: www.saladeprensa.org

3) Ibidem.

Director de Revista Mexicana de Comunicación, presidente de la Fundación Manuel Buendía y profesor de periodismo en la FES Acatlán de la UNAM.

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