Encuestas electorales: ¿tendencias reales y definitivas?

José Antonio Meyer Rodríguez

Especialista en comunicación. Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.

La presente campaña para renovar el Cabildo en el Ayuntamiento de Puebla se ha caracterizado por una inusitada difusión de encuestas de opinión en los medios de comunicación locales y nacionales, mediante las cuales se busca reflejar el ambiente de percepción pública imperante a lo largo del proceso e identificar las tendencias en la intención de voto de la población.

De esta manera, como nunca antes en este tipo de elección, los datos estadísticos y sus interpretaciones se han incorporado rápidamente a la agenda pública y convertido en tema importante de debate entre los diferentes actores políticos y los ciudadanos de la entidad.

En esta proliferación de estudios y sondeos, han participado tanto empresas encuestadoras y medios de comunicación como universidades de la capital del país y el Estado de Puebla, lo que demuestra el gran interés por conocer que partido dirigirá en los próximos tres años los destinos de la cuarta ciudad más importante de México.

De acuerdo a lo difundido por la mayoría de los estudios –sin descartar obviamente otros que muestran lo contrario-, la candidata del PRI-PVEM, Blanca Alcalá, mantiene desde el mes de septiembre una clara ventaja en las preferencias electorales sobre el candidato del PAN, Antonio Sánchez Díaz de Rivera, quien paradójicamente se perfilaba al inicio de la campaña como el personaje más reconocido y con mayores posibilidades de triunfo.

Por ello, los resultados han provocado reacciones encontradas entre los actores de las diferentes corrientes políticas al considerarse que la proliferación de encuestas en favor de la candidata por la Coalición Unidos para Ganar es una clara estrategia de propaganda electoral por parte del PRI y el gobierno estatal para favorecer una percepción social generalizada de que la contienda tiene ya una virtual ganadora muy antes del día de los comicios.

En ese contexto, y en un intento por interpretar las tendencias que para muchos son ya definitivas, los analistas políticos han destacado la presencia de factores de carácter externo e interno en el ambiente político e informativo que han incidido directa e indirectamente en el cambio de las preferencias electorales de la ciudadanía.

En primer término señalan el fallido intento del gobierno de Felipe Calderón por incrementar el precio de la gasolina, el cual ha provocado una especulación económica y el aumento en los precios de la canasta básica. Asimismo, exponen la decepción pública hacia la administración de Vicente Fox debido a supuestos tráficos de influencias en favor de familiares y amigos y un enriquecimiento poco claro que ha obligado a la creación de una comisión legislativa encargada de investigar el asunto.

En segundo lugar expresan divisiones al interior del Partido Acción Nacional como resultado de la contienda interna donde fue derrotada la candidata Ana Teresa Aranda, una persona a la que corrientes importantes del partido a nivel nacional consideraban la candidata más adecuada para ganar la elección -tanto por su condición de mujer y activismo político definido como por su posicionamiento local luego de distintas participaciones electorales-. De igual forma, destacan errores en la estrategia del candidato Antonio Sánchez Díaz de Rivera quien no ha logrado establecer un diálogo franco con los diferentes grupos sociales del municipio y desarrollado una campaña centrada en los medios de comunicación con propuestas poco novedosas y fuera del ámbito de un gobierno municipal. De manera especial, manifiestan declaraciones poco afortunadas de este candidato a lo largo del proceso y un innecesario debate con el Presidente Municipal, Enrique Doger, que lo ha desgastado a los ojos de la ciudadanía y reducido rápidamente su lugar en las preferencias electorales.

En tercer término, enfatizan como afortunada la designación de Blanca Alcalá por parte del Partido Revolucionario Institucional, debido a su condición de mujer, una trayectoria política y administrativa reconocida, una estrategia que ha sabido posicionarla rápidamente y conectar su propuesta con las demandas ciudadanas, un discurso orientado a la equidad de género y la captación del voto indeciso, así como aprovechar los errores de su principal contrincante para reducir el margen de ventaja primero y remontarlo con amplitud después. Agregan además, la justa distancia que la candidata ha marcado respecto del gobernador del Estado, lo que le ha permitido aumentar sus preferencias entre los votantes no cautivos.

Sin embargo, al no existir hasta el momento estudios de comportamiento electoral sustentados y saberse que las imágenes en la mente de los electores potenciales no se construyen a partir de procesos sistemáticamente razonados sino que intervienen múltiples elementos ideológicos, formativos, socio-económicos, de exposición mediática, emocionales, sensoriales y de mediación grupal, resulta inapropiado afirmar categóricamente que esos factores son los que en definitiva orientarán las preferencias ciudadanas de un amplio sector poblacional y constituirán las principales razones de voto para la próxima elección municipal.

En ese sentido, si bien hoy en día pocos descartan la utilidad de las encuestas como orientadoras del desarrollo estratégico de una campaña electoral, por constituir una manera eficiente y oportuna de explorar las demandas sociales a través de un esquema fiable y comprensible que mide las orientaciones manifiestas de la opinión pública, cualquier análisis serio que utilice este método de indagación debe advertir los riesgos de lo que muchos especialistas han dado en llamar la sondeocracia, Este concepto reconoce que en algunas sociedades –sobre todo aquellas cuyo proceso democrático se encuentra todavía en una etapa de maduración- es claramente manifiesta la presencia de lo que se ha definido acertadamente como la tiranía de la mayoría, un esquema político donde prevalece una sola percepción de la opinión pública y cuyos resultados son siempre aparentes y no necesariamente representativos de la diversidad social. En ese fenómeno que Neuman califica como la espiral del silencio, una minoría –calificada como de voto no cautivo o indeciso- sigue la opinión dominante por temor al aislamiento social y miedo por expresar una postura diferente a la aparentemente mayoritaria. Una minoría que no se atreve a expresar su verdadera opinión por el ambiente dominante y la avasalladora acción de los medios de comunicación en los que se fomenta la percepción de que ya existe un ganador o da lo mismo quien resulte elegido. Este ambiente de incertidumbre –previo a una elección- puede constituirse en una amenaza para la expresión de opiniones o visiones diferentes, las cuales no necesariamente tienen una suficiente difusión en los medios de comunicación.

En consecuencia, es importante considerar que los sondeos de opinión son una manera de expresión y medición cuantitativa de las percepciones ciudadanas en un tiempo determinado, sobre la base de un universo social previamente establecido según el tema de interés.

Por tanto, constituyen explícitamente una suerte de fotografía o escena dentro de una gran película que constituye la realidad, la cual es muy difícil de captar totalmente por su gran complejidad. Las encuestas miden la opinión ciudadana del momento en que se realizan y corresponden a ese ambiente político e informativo preciso. De ninguna manera pueden considerarse como un instrumento final de predicción o prospectiva –como se busca consensar-, por lo que sus resultados no pueden ser considerados con fatalismo sino como un elemento eficaz de retroalimentación para redireccionar las estrategias antes y durante las campañas políticas. En tal forma, el grado de influencia de las encuestas en los procesos electorales depende más del manejo y la interpretación que los actores políticos y los medios de comunicación hacen de ellas y de cómo son capaces de transformarlas en verdades reconocidas para satisfacer sus intereses y necesidades. A nivel mundial existe una tendencia generalizada por abusar del instrumento –utilizándolo como una herramienta más de propaganda con fines electorales– su forma de aplicación, interpretación de resultados y difusión.

En ese sentido, como las encuestas son generalmente poco analizadas, interpretadas y difundidas en aras de la inmediatez y la exclusividad noticiosa –ya que generalmente se opacan sus limitaciones metodológicas de origen-, busca considerarlas erróneamente como auténticas verdades políticas. Ello ha llevado a un relativismo y subjetivismo exagerado, donde la realidad no existe fuera del sujeto sino que se constituye por éste a través de las encuestas de opinión.

En ese contexto, la difusión extensiva y descontextualizada de encuestas por parte de los medios de comunicación puede influir en forma indiscriminada en el electorado, tanto en los de voto ganador (efecto bandwagon) como perdedor (efecto underdog). Asimismo, y esto resulta más grave aún, fomentar un pesimismo democrático en una sociedad con una cultura política precaria donde parece que no es necesario debatir porque son las encuestas las que guían la acción política, o conducir incluso a un populismo o pauperización política (donde aparentemente se gobierna, legisla, designan candidatos o hace campaña política de acuerdo a lo que las encuestas señalan).

Por lo anterior, si queremos en Puebla mejorar la calidad de la política, incrementar nuestro desarrollo democrático y transparentar el accionar público de diferentes actores sociales debemos establecer un parámetro que permita interpretar y entender el verdadero alcance, sentido y limitaciones de las encuestas, más allá de su mero resultado cuantitativo, para establecer si ellas efectivamente tienen validez como pulsadoras auténticas de la opinión pública.

La democracia auténticamente participativa y deliberativa supone la existencia de grupos cuya opinión se exprese más allá de las encuestas y los partidos políticos, desarrollando espacios de comunicación entre gobernantes y gobernados, políticos y ciudadanos que resulten esenciales. De esta manera, en la lectura de las encuestas para la próxima elección municipal resulta importante identificar quién las realiza, cuándo y cómo las realiza, desde que óptica las interpreta y a través de que medio de comunicación las difunde fundamentalmente.

En ese sentido, es conveniente que quienes se dedican seria y profesionalmente a esta actividad realicen un esfuerzo por sensibilizar a la clase política y los medios de comunicación –sus clientes principales- sobre los verdaderos alcances de las encuestas y los riesgos que implica su abuso o distorsión en el actual momento de la transición democrática regional. Lo anterior significa que además de la responsabilidad de realizarlas siempre con los debidos resguardos metodológicos y técnicos, consideren los importantes cambios producidos en el comportamiento electoral de la población, la problemática socio-económica que mayormente se enfrenta en esta zona del país. las formas de construcción de voto y participación política del electorado, así como las representaciones simbólicas que diferentes culturas urbanas realizan del entorno metropolitano.

Por ello, el debate serio y constructivo sobre la trascendencia y calidad de las encuestas realizadas y difundidas durante los procesos electorales en Puebla, permitirá que la sondeocracia no haga presa fácil de la clase política y promueva mayormente la autocomplacencia y la ausencia de un debate franco y respetuoso con ideas innovadoras que verdaderamente entusiasmen e involucren en su solución al propio electorado.

Esta artículo debe de citarse de la siguiente forma

Meyer Rodríguez, José Antonio, 2007: «Encuestas electorales: ¿tendencias reales y definitivas?»,
en Revista Mexicana de Comunicación en línea, Num. 107, México, noviembre:
Consulta realizada el7 de noviembre de 2007.

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