Coincidencias con la CIRT
El Universal, Finanzas, 6 de noviembre de 2007
Telecom y medios
Gabriel Sosa Plata
Hay algunos elementos en los que prácticamente nadie tendría objeciones y sobre los cuales podrían generarse los primeros consensos.
Más allá de los dislates de los abogados de la cúpula de la industria de radio y televisión al recomendar que el Congreso no acate el fallo de la Corte sobre la ley Televisa y su polémica posición en temas como el derecho de réplica o la rectoría del Estado en materia de radiodifusión, en el documento dado a conocer la semana pasada por la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) hay algunos elementos en los que prácticamente nadie tendría objeciones y sobre los cuales podrían generarse los primeros consensos.
El referido documento, de 92 páginas, fue entregado el 30 de octubre a los integrantes del Grupo Plural para la Revisión de la Legislación en Materia de Telecomunicaciones y Radiodifusión. Contiene 13 temas, desarrollados, según lo dijo el presidente de la CIRT, Enrique Pereda, por 24 abogados al servicio de la industria y quienes, no obstante las líneas generales definidas por sus contratantes, no pudieron evitar las contradicciones en algunas de las temáticas abordadas. Tampoco estuvieron exentos de reiteraciones y faltas de ortografía.
En materia de concesiones, la CIRT coincide con una crítica histórica que paradójicamente hoy explica los problemas de concentración de su propia industria: la discrecionalidad en su otorgamiento. Por ello apoya, como muchos otros, la licitación de frecuencias en un procedimiento transparente. Sin embargo insiste que el dinero sea el elemento objetivo para declarar al ganador de una concesión, lo cual va en contra de lo establecido por la Corte.
Sobre las radios comunitarias hay una afirmación que ya puede utilizar a su favor la AMARC: “No vemos obstáculo para que se incluya esta figura, siempre y cuando el acceso a la misma no esté restringida y no se hagan distinciones entre todos los mexicanos”. Increíble, pero cierto: la CIRT estaría de acuerdo en incluir a la radio comunitaria en la legislación mexicana, aunque al final del texto confunden, se contradicen y aseguran que los concesionarios son “la verdadera radiodifusión comunitaria” y que por lo tanto “¡ya no la tenemos que inventar!” (sic).
En cuanto a la convergencia tecnológica, corrigen y se pronuncian porque “tanto los concesionarios como los permisionarios (a los cuales no dieron esa posibilidad en la ley Televisa que tan vehementemente defendieron) puedan ser objeto de una autorización para prestar servicios adicionales” y que los procedimientos para dichas autorizaciones eviten “tratos preferentes o discrecionales”.
Por cierto, a estos “servicios adicionales”, dejaron de llamarles “servicios adicionales de telecomunicaciones” en todo el documento. Al hacerlo, aceptaron que ese agregado “de telecomunicaciones” implicaba problemas conceptuales y legales, como desde un primer momento se advirtió cuando se aprobó la ley Televisa. También apoyan la idea de que en el tema de servicios adicionales “se pague una contraprestación económica en los mismos términos en que deban hacerlo los concesionarios de telecomunicaciones, con la intervención que corresponda a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público”. Es decir, se pronuncian por que el pago ya no sea un acto discrecional de la Cofetel, como lo decía la ley Televisa, sino un acto obligatorio.
Independencia y transparencia
Radio y tv permisionadas: de entrada los reconocen como “medios públicos” y coinciden con la idea de que “el Estado mexicano debe apoyar” su conversión digital y que se impida que “estén al servicio de los gobernantes en turno” para “fines de promoción política o para atacar a sus competidores o rivales políticos”. Asimismo proponen para estos medios la creación de órganos de gobierno con consejeros independientes con el fin de garantizar la independencia editorial de sus contenidos.
Sobre competencia hay un espaldarazo a la Comisión Federal de Competencia en todo tipo de transacciones o licitaciones de radio y televisión, al afirmar que su opinión “es favorable” para “valorar el acceso o acumulación de frecuencias con el propósito de evitar fenómenos de concentración nacional y/o regional de espectro radioeléctrico, al tiempo de evitar conductas anticompetitivas o monopólicas que perjudiquen al mercado de radiodifusión”.
En conclusión: pese a sus limitaciones, el documento de la CIRT incluye reflexiones y propuestas interesantes que nada tienen que ver con la ley Televisa ni con lo que no hace mucho tiempo pensaban los radiodifusores sobre este sector. Debemos reconocer que la CIRT, a diferencia de lo que sucedía hace años, ha tomado la decisión de divulgar públicamente su opinión sobre los temas que le atañen. Forzado por las circunstancias, subió a su página (www.cirt.com.mx) dicho texto, junto con los archivos power point presentados a los senadores.
Por cierto, al final del documento, dicen que gracias a la labor de su Consejo de Autorregulación durante 2007 salieron del aire 11 programas y se modificaron otros seis, cuya calidad de contenidos “no cumplían con los estándares de calidad que la audiencia demanda”. Con ese espíritu de transparencia que ahora anima a la CIRT, estoy seguro que muchos agradeceríamos el nombre de esas producciones.
Tabasco y los medios
En Tabasco, el papel de los medios de comunicación locales previo y durante el desastre estuvo marcado por contrastes. Desde el viernes 26 de octubre, mientras la mayoría alertaron de los riesgos por las lluvias y el eventual desbordamiento de los ríos —que finalmente ocurrió—, sólo dos minimizaron la advertencia: Tabasco Hoy y La Verdad del Sureste. ¿El motivo? El 28 de octubre se realizaba una marcha del PRD contra el Acuerdo Compensatorio promovido por la CFE y el gobierno estatal, y consideraron que se exageraba la amenaza para inhibir la manifestación. Hoy los medios tabasqueños, especialmente la radio y la televisión del gobierno estatal, están haciendo una muy buena labor a favor de la población.
Este miércoles, en el Senado, la Asociación Mexicana del Derecho a la Información (AMEDI), que preside Javier Corral, presentará en el Senado su posición sobre la reforma de medios. Al día siguiente, 8 de noviembre, a las 19:00 horas, Miguel Ángel Granados Chapa, Jenaro Villamil y Carlos Narro presentan Memorias de Radio UNAM, de Josefina King Cobos, a quien felicitamos por su nueva obra. La cita es en la misma radiodifusora universitaria (Adolfo Prieto 133, Col. del Valle).
Profesor e investigador invitado de la AUM Cuajimalpa. Columnista de El Universal y
coordinador del Consejo Editorial de la Revista Mexicana de Comunicación. http://radiomexicana.blogspot.com
El siguiente es un ejemplo de cómo debe citar el anterior artículo.
Sosa Plata, Gabriel, «Coincidencias con la CIRT» en El Universal,
México, Num. 32, 854, 6 -XI – 2007, Telecom y otros medios, Finanzas.
¿Por qué despenalizar?
Omar Raúl Martínez
En distintos estados del país se discute y analiza hoy la conveniencia de sacar del código penal los llamados delitos de prensa. ¿Por qué resulta indispensable, justo y necesario despenalizar la difamación, la calumnia y la injuria?
Nadie duda hoy que las libertades de expresión e información constituyen la columna vertebral de toda democracia. Éstas amparan no sólo la difusión de pensamientos, ideas e informaciones sino también el derecho y la libertad de procurarlas y recibirlas. En tal sentido no es gratuito que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) diga que representan “uno de los principales mecanismos que tiene la sociedad para ejercer un control democrático sobre las personas que tienen a su cargo asuntos de interés público”.1
En el México actual se presentan diversas acciones para inhibir el pleno ejercicio de las libertades informativas. Por un lado están los actos directos contra el quehacer periodístico, tales como amenazas, agresiones físicas, atentados y asesinatos. Por otro ubicamos los actos inhibitorios: demandas, citas a comparecer, detenciones o bloqueos publicitarios e informativos. Entre esos actos indirectos destacan los llamados delitos de prensa que se a su vez se subdividen en dos vías: la penal con delitos contra el honor (injuria, difamación y calumnia) y la civil con las obligaciones que se desprenden de hechos ilícitos (daño moral y reparación moral).2
Si con la vía penal el periodista corre el riesgo de ser encarcelado, con la civil se le obliga a la reparación económica por concepto de indemnización al supuesto afectado.
En distintos estados del país se discute y analiza hoy la conveniencia de sacar del código penal tales delitos de prensa. ¿Por qué resulta indispensable, justo y necesario despenalizar la difamación, la calumnia y la injuria?
Razones suficientes
1. Porque es ya una tendencia en todo el mundo. Diversos organismos internacionales como la ONU, la OEA y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, entre otros, plantean que los delitos contra el honor de las personas cometidos por periodistas no deben sancionarse con la cárcel sino resolverse en la instancia civil, pues el temor a verse tras las rejas puede generar autocensura.3
2. Porque de acuerdo con el jurista mexicano Sergio García Ramírez, presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las sanciones carcelarias por asuntos del libre pensamiento y expresión son propias de regímenes autoritarios que no encuentran mejores caminos para preservar el poder. Y porque, en contraste, la tipificación penal ha de constituir el último recurso en una democracia, tras agotarse todos los caminos restantes.4
3. Porque la amenaza de sanción penal es desmedida e inhibitoria y, por elemental lógica, es contraria a la libertad de expresión. Es decir: proteger la vida privada, el honor y la propia imagen sólo a través de leyes penales lleva implícitamente a reprimir, limitar e inhibir las libertades de expresión e información por parte de figuras públicas cuyo quehacer está más expuesto al escrutinio publico por sus funciones de autoridad. Así, la CIDH considera que los delitos contra el honor limitan el libre flujo de la información, y por tanto las sanciones penales inhiben la libertad de expresión.5
4. Porque si bien el Congreso de la Unión ya despenalizó los llamados delitos de prensa a nivel federal, lo cierto es que ello sólo ha significado un avance simbólico o, si se quiere, un mensaje del camino a seguir para todas las entidades federativas. El motivo es que tal legislación no tiene un efecto jurídico práctico habida cuenta que la competencia de cada juicio se define a partir de los domicilios de los hechos. Además, vale recordar que la Ley de Imprenta –expedida en 1917– también establece el delito de prensa en sus primeros artículos y su tónica vetusta sigue vigente: no ha merecido cambio alguno.
5. Porque significa una asignatura pendiente para la mayor parte de los estados de la República, donde en muchos de ellos las estructuras de control político formales e informales siguen intocadas. Hoy día Chihuahua, Durango (aunque prevalece la injuria), Michoacán y Tamaulipas, así como Quintana Roo (despenalizó sólo la calumnia), han seguido la brecha de la despenalización. Se anuncian reformas en Guerrero y San Luis Potosí.6
6. Porque las facultades para criminalizar deben enfocarse a la delincuencia. Ahora, despenalizar los delitos de prensa no debe significar necesariamente, en el caso de los periodistas demandados, un menoscabo a su patrimonio si resultasen responsables. No pocos informadores prefieren ser arrestados a sufrir afectaciones económicas y, por ello, se inclinan por mantener las sanciones penales. Pero hay otro camino: lo aconsejable es la derogación de los apartados respectivos en el código penal y acompañarla con una adecuada reforma en materia civil que evite el lucro como fin último, defina máximos en lo económico y privilegie el resarcimiento de la imagen pública del agraviado. En otras palabras: la mejor sanción para un periodista y un medio de comunicación es a su credibilidad. En tal sentido, despenalizar, como dice Luis Ignacio Velásquez, no significa la autorización de la impunidad. Lo importante es resarcir el derecho al honor lesionado y no centrarse en el castigo al periodista.7
7. Porque ya existe un precedente que puede servir de pauta: la Ley de Responsabilidad Civil para la Protección del Derecho a la Vida Privada, el Honor y la Propia Imagen en el Distrito Federal. Ésta deroga la difamación y la calumnia y las pasa al código civil; establece sanciones razonables en lo económico (máximo 300 días de salario mínimo); introduce la Malicia Efectiva, según la cual los servidores públicos deben acreditar intenciones claras de afectarlos; y pretende reducir tiempos procesales.8
8. Más allá de la necesaria despenalización de los delitos cometidos por periodistas, también resulta preciso impulsar propuestas deontológicas que orienten a los medios informativos por iniciativa propia en los terrenos de la responsabilidad. La autorregulación ética constituye una vía que puede contribuir a armonizar la tensión entre el ejercicio de las libertades informativas y el derecho al honor, a la vida privada y a la imagen, porque un derecho humano de ninguna manera puede devorar al otro. La armonización de los derechos humanos que se entrecruzan es el camino idóneo. Y alcanzar este equilibrio armónico en los linderos del derecho a la información supone, en suma, asumir nuestra responsabilidad como periodistas. Y ser responsables significa hacerse dueños plenos de nuestras decisiones y responder de ellas frente a los otros al grado de asumir costos y beneficios. implica además saberse libres; mirarse en el otro al actuar; humildad para enmendar y disposición para aprender.9 Ésa es otra parte del reto del periodismo nuestro.
Notas
1) Ver CIDH, Informe Anual del Relator Especial para la Libertad de Expresión, 1999, Capítulo II.
2) Perla Gomez Gallardo, “Consecuencias de una mala legislación”, Etcétera, noviembre, 2006.
3) Luis Ignacio Velásquez Et Al, Despenalización de los delitos de prensa, Cámara de Diputados, México, DF, 2006.
4) Exposición de motivos, Iniciativa de Ley de Responsabilidad Civil para la Protección del Derecho a la Vida Privada, el Honor y la Propia Imagen en el DF.
5) Beatriz Mojica, “¿Factor restrictivo de la libertad de expresión?”, El Universal, 9 marzo 2006. Ver también, José Reveles, en Despenalización de los delitos de prensa, Op. Cit.
6) Perla Gomez, “Despenalizacion a favor de los periodistas”, artículo que aparece en el presente número de Revista Mexicana de Comunicación.
7) Ernesto Villanueva Et Al, en Despenalización de los delitos de prensa, Op. Cit.
8) ibidem.
9) Omar Raúl Martínez, “Defensa del honor frente al periodismo”, abril, 2005, RMC on line.
Todo se desmorona
Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Habrá sido en 1984 que en “The Atlantic Monthly” apareció el artículo “The Empire Writes Back” de Salman Rushdie sobre la “tsunami” literaria que avanzaba desde los confines del “Imperio en el que no se pone el sol” sobre la metrópoli. Ese artículo fue un parteaguas y sigue siendo una referencia para entender las corrientes literarias surgidas en los países dominados por la Pérfida Albión. Mi propia traducción del texto fue “El Imperio contraescribe” y no creo que Rushdie la aprobara, pero el sentido es sin duda el adecuado para presentar al más publicado y leído de los escritores nigerianos, a quien algunos consideran el padre de la novela africana en lengua inglesa, Albert Chinualumogu Achebe, mejor conocido como Chinua Achebe.
El 18 de noviembre del 2000 Maya Jaggi publicó un perfil de Achebe en The Guardian. Vale la pena reproducir el párrafo introductorio, pues revela al posible lector mexicano el peso que el novelista nigeriano tiene en el mundo:
“Mientras Nelson Mandela transcurría 27 años en prisión, encontró consuelo y fortaleza […] en un escritor en cuya compañía “los muros de la prisión se derrumbaron”. Para Mandela, la grandeza de Chinua Achebe […] radica en que “insertó al Africa en el mundo” sin perder sus raíces africanas. Al tiempo que el nigeriano Achebe utilizaba la pluma para liberar al continente de su pasado, dijo el ex presidente sudafricano, “ambos, en nuestras circunstancias particulares y en el contexto de la dominación blanca del continente, nos convertimos en luchadores por la libertad”.
No es sencillo capturar en unas pocas cuartillas el perfil de un creador. En el caso de escritores africanos como Achebe la complejidad se acentúa por el escaso conocimiento que tenemos de su obra, con si acaso dos títulos en español. Fuera de Senghor y los premios Nóbel Gordimer, Soyinka y Coetzee, poco nos dicen nombres como Mohamed Dib, Amos Totuola, Rui Knpfli, José Craveirinha, Mongo Beti, Peter Abrahams, Ferdinand Oyono, Kofi Awoonor, Gabriel Okara, William Conton, Agostinho Neto o Shaaban Robert, por mencionar algunos de entre la pléyade de autores originarios del continente que Conrad llamara “negro”.
(Recuerdo que durante el régimen de Luis Echeverría visitó México el presidente de Tanzania, Julius Kambarage Nyerere. Venía de una asamblea de la ONU en Nueva York y llegó en el vuelo regular de Aeroméxico, en clase turista. Los reporteros de aquel entonces, como los de hoy, no pasamos de los lugares comunes en la conferencia de prensa. A nadie le dio curiosidad por saber más de este maestro de primaria que construyó el único país africano con una lengua oficial nativa ¡y que tradujo al swahili las obras de William Shakespeare!)
Achebe nació el 16 de noviembre de 1930 en Ogidi, al sur de Nigeria en la ribera del Níger, en el seno de la más importante tribu de esa parte del mundo, los ibo. Fue el quinto de cinco hermanos hijos de un misionero cristiano que creía en la educación moderna y mandó a su prole a escuelas coloniales británicas al mismo tiempo que convivía con familiares que ofrecían sacrificio a los dioses antiguos. Ese encuentro de mundos -por no decir colisión– es la sustancia de la primer novela de Achebe, “Things Fall Apart”, aparecida en 1958. El libro “describe los efectos en la sociedad ibo de la llegada de los colonizadores y misioneros europeos a finales del siglo XIX. [Sus] novelas siguientes […] No Longer at Ease (1960), Arrow of God (1964), A Man of the People (1966) y Anthills of the Savannah (1987) están situadas en Africa y describen las luchas del pueblo africano para liberarse de la influencia política europea”, nos dice la Encarta.
Según los críticos, Todo se desmorona, aparecida poco antes de la independencia de Nigeria cuando Achebe tenía 28 años, impulsó “la reconsideración de la literatura en el mundo de lengua inglesa” y, de acuerdo a Wole Solyinka, fue la primera novela en inglés que habla desde el interior de un personaje africano más que presentarlo [en el contexto] exótico en que lo ubicarían los blancos”. De esta novela se han publicado más de diez millones de ejemplares en 45 idiomas incluido el español (Todo se derrumba,1986, y Todo se desmorona, 1998), lo que la convierte en una de las más leídas del siglo XX.
Otro Nóbel, la norteamericana Toni Morrison, confesó que Achebe fue el responsable de su romance con la literatura africana y una influencia seminal en sus inicios literarios. “Vivía su mundo de una manera diferente a la mía […] insistiendo en escribir fuera de la visión de los blancos, no en contra de ella […]. Su valor y su generosidad permean su obra… y es difícil describir la devastación y el mal de tal forma que el texto en sí no sea maligno o devastador”.
Muy joven, Achua decidió escribir en inglés y no en ibo, pese a que los tiempos en Nigeria eran de rebelión y lucha anticolonial. “Fue parte de la lógica de mi situación”, diría a Maya Jaggi en el 2000, “enfrentar las historias que se escribían sobre nosotros en el mismo idioma. Escribir en inglés es una decisión dolorosa, pero no asume uno un idioma para castigarlo: ese idioma se convierte en parte de uno. Y tampoco se puede utilizar un idioma a distancia. Se insertan el inglés y el ibo en una misma conversación, como lo son en mi vida diaria, y ello es fascinante”.
La literatura africana escrita, lo mismo que una parte de la mexicana, está en deuda con la literatura oral “que adopta formas muy diversas. Los proverbios y las adivinanzas transmiten códigos de conducta y a menudo reflejan la cultura del habitante […] mientras que los mitos y las leyendas ponen de manifiesto la creencia en lo sobrenatural, además de explicar los orígenes y el desarrollo de los estados, clanes y otras organizaciones sociales de importancia”.
Desde que quedó paralítico en un accidente de auto en Nigeria, Chinua Achebe vive en Nueva York en donde escribe y enseña en el Bard College. Hace siete años publicó el volumen de ensayos Hogar y exilio, en el que nos lleva de la mano por una tierra de recuerdos que a los sentidos de un mexicano resulta un paisaje extrañamente familiar, una suerte de déjà vu espiritual y literario que podría revelarse, por ejemplo, en un pasaje de Azuela o, mejor, de Rulfo.
En aquel pequeño gran volumen recuerda cómo en las conversaciones familiares en el patio del hogar paterno en Ogidi y en la plaza del pueblo abrevó la historia de los suyos. Ahí supo, por ejemplo, que en tiempos antiguos, los habitantes de uno de los pueblos vecinos,
“[Llegaron de otras tierras] y pidieron permiso para establecerse ahí. En aquellos tiempos había espacio suficiente y los de Ogidi dieron la bienvenida a los recién llegados, quienes poco después presentaron una segunda y sorprendente solicitud: que les enseñaran a adorar a los dioses de Ogidi. ¿Qué había sucedido con sus propios dioses? Los de Ogidi al principio se asombraron, pero finalmente decidieron que alguien que solicita en préstamo un dios ajeno debe tener una historia terrible que es mejor no conocer. Así que presentaron a los recién llegados con dos de las deidades de Ogidi, Udo y Ogwugwu, con la condición de que los recién llegados no debían llamarlas así, sino Hijo de Udo, e Hija de Ogwugwu… ¡para evitar cualquier confusión!”
¿No tiene un timbre familiar esta leyenda? Algún lector podría encontrar en ella ecos del realismo mágico latinoamericano y seguramente tendría razón, pues ¿de dónde si no del Africa llega al Caribe esa carga imaginaria que nutre las novelas de Carpentier o de García Márquez?
Presidente honorario de la Fundación Manuel Buendía.
Correo electrónico: sanchezdearmas@gmail.com
Profesor – investigador del departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP, Puebla.
El siguiente es un ejemplo de cómo debe de citar este artículo:
Sánchez de Armas, Miguel Ángel, 2007: «Todo se desmorona»,
en Revista Mexicana de Comunicación en línea, Num. 107, México, septiembre. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/magsa.htm
Fecha de consulta: 5 de noviembre de 2007.
Heroica prensa étnica
Lecciones del periodismo latino del siglo XIX en Estados Unidos
José Luis Benavides
Profesor de periodismo y director del Center for Ethnic and Alternative Media de California State University,
Northridge (CSUN). Coautor del libro Escribir en prensa.
En este ensayo se exploran los tres papeles sociales que desempeñó la prensa latina independiente del siglo XIX, utilizando el periódico El Clamor Público (1855–1859) como su paradigma. El objetivo es buscar en las raíces históricas del periodismo en español en Estados Unidos, las bases para el análisis del papel de la prensa latina contemporánea y de los medios étnicos en general.
Los periódicos en español que circulaban en Estados Unidos durante el siglo XIX, constituyeron uno de los pocos espacios públicos en donde se formulaban discursos racializados, es decir, que apuntaban la dimensión racial, que desafiaban y resistían el discurso hegemónico de supremacía blanca, a pesar del alto costo que tal desafío podía acarrear para los periodistas.
El director de El Clamor Público, Francisco P. Ramírez, reconoció con claridad este peligro. Después de informar a sus lectores que un gran jurado había decidido no procesar penalmente a un juez de paz que, además de haber decapitado a un mexicano (erróneamente acusado de asesinar a un alguacil), había estado a cargo de colgar a otros tres mexicanos inocentes, Ramírez escribió:
Sabemos muy bien que denunciando a los criminales nos exponemos a ser asesinados de un momento a otro: pero [eso] no es más que cumplir con nuestro deber como periodistas, y conocemos que en nuestra conducta estamos sostenidos por todos los buenos ciudadanos y por todos nuestros compatriotas.1
La mayor parte de la literatura académica acerca de El Clamor Público, ha apuntado el papel del periódico como defensor de los derechos de los mexicoamericanos en una época particularmente violenta, desafiando la supremacía del nuevo edificio social controlado por los blancos europeos.
Félix Gutiérrez ha desarrollado una narrativa histórica de la prensa latina del siglo XIX que basa su análisis en las dinámicas internas del neocolonialismo estadunidense, el cual es visto más como una dictadura racial, en términos de Omni y Winant, que como una verdadera democracia.2
El ensayo seminal de Félix Gutiérrez acerca de la prensa en español, es relevante porque su objeto de estudio es precisamente la prensa del siglo XIX en el suroeste estadunidense. Ésta, dice Gutiérrez, desempeñó tres papeles sociales: como institución de control social, como institución de activismo y como institución que refleja la vida de los latinos.3 En tanto que el objetivo del presente texto es explorar la visión contraria de la prensa étnica, el análisis se enfocará en el segundo papel.
El papel de la prensa latina como institución de activismo se refiere a la situación en la cual algunos periodistas están dispuestos a decir cosas que “reflejen la indignación colectiva de comunidades que sufren discriminación y violencia sistemáticas”.4 El aspecto importante aquí es la manera en que los periódicos en español se volvieron defensores de los derechos de los californios y otras comunidades hispanohablantes. Gutiérrez usa el ejemplo de El Clamor Público, el cual “ganó una reputación activista por sus duros ataques acerca del comportamiento de los conquistadores yanquis y por su defensa consistente de los derechos de los californios”.5 Gutiérrez resume el papel activista de Ramírez de la siguiente manera: “Ramírez usó a la prensa para informar a sus lectores de sus derechos, exponer injusticias e inspirar a la acción”.6
Los linchamientos eran el tema más importante de esa época. Ken Gonzales-Day registra 78 linchamientos reportados en California en los cuatro años y medio de vida del periódico, un número muy alto para un periodo de tiempo tan breve.7 De hecho, un poco más de la mitad de esos linchamientos (40) fueron cometidos en contra de californios, mexicanos y chilenos, y un buen número en contra de indígenas (12).
Al informar y comentar acerca de acontecimientos de violencia extralegal en contra de las comunidades hispanohablantes de California, El Clamor desempeñó otro papel importante al crear lo que Huspek llama significado oposicional. Huspek argumenta que la prensa negra estadunidense no es simplemente una prensa diferente a la prensa blanca, complementando sus debilidades y omisiones. Por el contrario, la tesis de oposición sostiene que:
La prensa negra y la blanca no difieren simplemente del modo en que “A” difiere de “B”, sino de una forma opuesta en la que “A” y “no A” difieren. Se pueden creer simultáneamente “A” y “B”; pero no se pueden creer simultáneamente “A” y “no-A” de la manera en que se expresen en prácticas de exclusión, deslegitimación y otras formas de contención.8
¿Un diario incendiario?
Son los papeles activista y de oposición los que llaman la atención en los comentarios negativos hacia El Clamor de parte de sus contemporáneos anglos, los cuales llamaron a este periódico “incendiario, traidor y antinorteamericano”. En febrero de 1857, por ejemplo, Los Angeles Star llamó a El Clamor una publicación incendiaria que trataba de crear y alentar “sentimientos hostiles entre las dos razas” porque, según ese periódico, El Clamor reportó erróneamente la ejecución de cuatro mexicanos sospechosos de asesinato en la misión de San Gabriel, al este de Los Ángeles. Según el Star, tres de los cuatro individuos fueron colgados después de que se registraran todas las casas del lugar, se arrestara a un grupo de sospechosos y un jurado de 12 personas encontrara culpables a tres de ellos. 9
El Clamor Público, consciente de su papel de defensor de su comunidad, publicó la siguiente respuesta al Star, el 14 de febrero de 1857:
Si para darnos semejante título [de incendiario] se funda en la defensa que hacemos de los infelices que fueron sacrificados en San Gabriel, tenemos el honor de informarle, si lo ignora, que este periódico ha sido establecido con el único objeto de defender a nuestros hermanos y compatriotas, que por todas partes son vejados y atropellados, y que si hubiera más garantías individuales podríamos publicar ciertas verdades que serían demasiado amargas para este tiempo.10
En esa misma edición, El Clamor también publicó una versión de los hechos contraria a la del Star, y más cercana a lo sucedido. El periódico narra la muerte de los cuatro mexicanos en un artículo del 14 de febrero de 1857 titulado simplemente: “Los asesinatos de San Gabriel”. Ahí se registró que uno de los supuestos criminales fue quemado, baleado, arrastrado en una mula a la misión de San Gabriel, insultado y finalmente decapitado por un juez de paz. Se informó que las personas sospechosas que fueron arrestadas eran todos los californios del pueblo (en un ejemplo temprano de lo que hoy día se conoce en inglés como racial profiling), y que otros tres sospechosos no recibieron juicio alguno, fueron colgados de un árbol y después asesinados a balazos, ya que no los colgaros correctamente.
También en 1857, el asambleísta Joseph Lancaster Brent acusó a El Clamor de diseminar “sentimientos de traición y antipatía entre la población nativa”.11 La razón: en un editorial, El Clamor Público manifestó su desacuerdo en contra de la ley que negaba a las personas consideradas de color, testificar en contra de personas blancas, utilizando el caso del californio mestizo Manuel Domínguez, quien fuera clasificado como indígena por un juez de San Francisco que le negó la posibilidad de testificar.
No deja de provocar la risa de nuestros lectores la posición ridícula de Mr. Brent, al tomar la innecesaria defensa del señor D. Manuel Domínguez –se publicó en ese periódico–, porque hasta ahora no hemos visto que nadie haya atacado a este caballero, que es uno de nuestros mejores ciudadanos. Lo que dijo el señor Shaw sobre este asunto es muy claro, quien sólo deseaba manifestar las injusticias que podían resultar de la ley que prohíbe dar declaraciones a otras personas que no tengan la piel blanca, aunque su alma sea el asilo de la perfidia y la mala fe.12
Lo que la mayoría de los historiadores de la prensa estadunidense olvidan es que la prensa étnica –y en este caso la prensa latina– ha desempeñado un papel histórico fundamental al defender los ideales democráticos de la sociedad estadunidense, a contracorriente de los esfuerzos de la gran prensa, la cual ha defendido históricamente un edificio social con jerarquías raciales que benefician a los blancos. El caso de la prensa negra es ilustrativo. Al respecto, Frankie Huton apunta:
A pesar de que durante sus años formativos, la prensa negra estaba en la periferia del periodismo estadunidense, irónicamente buscó convertirse en su centro al abrazar sus ideales republicanos y democráticos. La abolición de la esclavitud era sólo un aspecto de lo que este grupo étnico buscaba cuando creó la prensa negra. Bajo la dirección de sus editores, la gente de color trabajó para buscar la elusiva meta de la democracia en todos los aspectos: económico, educativo, social y legal.13
Éste es otro papel importante de El Clamor Público y otros periódicos latinos del siglo XIX. Ellos también hicieron suyos los ideales democráticos estadunidenses y los usaron de manera eficaz como contrapunto de la realidad racial de ese país, del mismo modo que la prensa negra lo hizo. En un editorial del 22 de marzo de 1856, El Clamor Público apuntó la contradicción entre la esclavitud y los ideales democráticos cuando dos representantes demócratas de California votaron por William Aiken, de Carolina del Sur, para el puesto de líder de la Cámara de Representantes:
Mr. Aiken –escribió Ramírez– es dueño de más de mil negros y es el hombre más rico del Congreso: dos millones de dólares de su propiedad. ¡Qué comentario tan sublime sobre las instituciones republicanas! ¡El dueño más grande de esclavos ocupa un asiento en el Congreso y hace leyes para los hombres libres! Inconsistencias tan manifiestas como ésta son las que causan risa a los europeos, y se mofan de nuestro gobierno republicano.14
Papel esencial
Francisco Ramírez, el director de El Clamor Público, también supo conectar la lucha contra la esclavitud de los negros con la lucha por los derechos de los latinos y otros grupos de color. En un editorial del 24 de julio de 1855, por ejemplo, el periódico denuncia el carácter racista de dos leyes aprobadas por el gobierno de California:
Es verdaderamente curiosa la idea que se tiene de libertad en Estados Unidos. […] Ciertas personas no tienen ninguna clase de libertad, esa libertad, decimos, es la que se niega en las cortes a todo individuo de color. […] Últimamente aquí en California hemos sido favorecidos por nuestra legislatura modelo con dos leyes tan originales que no tienen igual en los fastos de ninguna nación civilizada. Éstas son la ley del domingo y la famosa ley de los vagos. La primera prohíbe con pena de encarcelación y multa a todos [los] que contravengan a sus disposiciones de bailes y otras diversiones inocentes del día domingo, como para forzar al pueblo a quedarse en casa, ayunar y orar al Altísimo por nuestro bienestar. […] La segunda es la que afecta directamente a nuestra población californiana y mexicana. Particularmente nos distingue por el título de greasers [grasientos].15
En suma, El Clamor Público, al igual que otros periódicos latinos independientes, formó parte de la heroica prensa étnica estadunidense del siglo XIX, la cual desempeñó un papel esencial en el proceso de racialización de los linchamientos y otras formas de violencia extralegal en contra de personas consideradas de color. El periódico fue un verdadero defensor de su comunidad, un registrador de hechos que cuestionaban la jerarquía racial que los relegaba a un estatus de legal de segunda clase, y un promotor de valores democráticos incluyentes, contradiciendo con ello el estatus quo racial.
Estos tres papeles son importantes al analizar la prensa latina estadunidense contemporánea porque, a pesar de la retórica popular, los latinos y otros grupos étnicos o raciales en Estados Unidos aún siguen enfrentando formas de discriminación institucional. Los especialistas coinciden, por ejemplo, en hablar del resurgimiento de un sistema de apartheid (segregacionista) en las escuelas y en la política, sin mencionar el tema de la migración, el cual ha despertado la movilización política más importante de esta década.
Es aquí donde los medios latinos contemporáneos pueden desempeñar un papel esencial en el futuro de las comunidades latinas en Estados Unidos (dos tercios de ellas, mexicanas), al defender sus intereses, registrar una realidad alternativa, opuesta a la presentada por los grandes medios en inglés, y al renovar la lucha por una democracia más incluyente y justa. Después de todo, los linchamientos del siglo XIX eran justificados con una retórica que no está lejos de la empleada hoy día por los grupos parapoliciales como los minutemen, así como por periodistas, intelectuales y políticos que sostienen ideas abiertamente racistas.
NOTAS
1) Editorial de El Clamor Público, 11 de abril de 1857, p. 2.
2) Omi y Winant, Racial Formation in the United Status: From the 1960s to the 1990s, Nueva York, Routledge, 1994, pp. 65–66, sostienen que Estados Unidos fue una dictadura racial desde 1607 hasta 1865, ya que eliminó cualquier derecho político de los que no eran considerados blancos.
3) Félix Gutiérrez, “Spanish-language media in America: Background, resources, history”, en Journalism History, vol. 4, núm. 2, 1977, pp. 34–41.
4) Ibidem, p. 65.
5) Ibidem, p. 41.
6)Félix Gutiérrez, “Francisco P. Ramírez: Californio editor and Yanqui conquest”, en Media Studies Journal, vol. 14, núm.2, 2000,p. 23.
7) Ken Gonzales-Day, Lynching in the West: 1850–1935, Durham, Duke University Press, 2006, pp. 205–228.
8) Michael Huspek, “Black press, white press, and their opposition: The case of the police killing of Tyisha Miller”, en Social Justice, vol. 31, núms. 1–2, 2004, p. 218.
9) “The affair at the mission”, en Los Angeles Star, 7 de febrero de 1857, p. 2; “The recent affair at San Gabriel”, en Los Angeles Star, 21 de febrero de 1857, p. 2.
10) “Los asesinatos de San Gabriel”, en El Clamor Público, 14 de febrero de 1857, p. 2.
11) “Mr. Brent y el Sr. Domínguez”, en El Clamor Público, 2 de mayo de 1857, p. 2; Leonard Pitt, op. cit., p. 186; Félix Gutiérrez, “Francisco P. Ramírez: Californio editor and Yanqui conquest”, en Media Studies Journal, p. 21.
12) “Mr. Brent y el Sr. Domínguez”, en El Clamor Público, 2 de mayo de 1857, p. 2.
13) Frankie Huton, “Democratic idealism in the black press”, en Frankie Huton y Barbara Straus Reed (eds.), Outsiders in 19th-century press history: Multicultural perspectives, Bowling Green, Bowling Green State University Popular Press, 1995, pp. 6–7.
14) Editorial de El Clamor Público, 22 de marzo de 1856, p. 2.
15) Editorial de El Clamor Público, 24 de julio de 1855, p. 2.
El anterior artículo debe citarse de la siguiente forma:
Benavides, José Luis, «Heroica prensa étnica», en
Revista Mexicana de Comunicación, Num. 107, octubre / noviembre, 2007.
De la cima a la sima
Trazos de una diva del periodismo mundial: Oriana Fallaci
José Luis Esquivel Hernández
Profesor de periodismo de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
Apasionada con su carrera, Oriana Fallaci siguió el curso de las noticias por todas partes, pero sin dejar de lado su especialidad: las entrevistas, para las que se preparaba con su filosa argumentación femenina a la hora de interrogar a sus víctimas. Acarició la cumbre de la
gloria en sus años felices de periodista intrépida y escritora contumaz, pero también tocó fondo con su racismo y desplantes de diva enferma de personalidad.
Conocí a Oriana Fallaci en el verano de 2002 en Madrid. El profesor de la clase de entrevista periodística en la Universidad Complutense había contribuido a engrandecer el mito al darnos a leer las 17 páginas de una entrevista de esta ilustre italiana con otro no menos ilustre italiano, Federico Fellini. Y luego las copias de Adiós, Toro acerca del encuentro de esta gran periodista con el torero español Manuel Ordóñez. Los alumnos deseábamos saludar personalmente a quien era un referente obligado en la carrera que ilumina nuestras vidas. Pero, ¡oh sorpresa!, ya en el amanecer del nuevo siglo, la impresión que nos dejó fue muy distinta de la que teníamos de ella en la cumbre de su profesión.
Sus libros Los antipáticos y Entrevista con la historia, en 1972, pusieron de moda a Oriana Fallaci, pero esta vez, en 2002, quedaron atrás al renegar de sus éxitos periodísticos y refugiarse en la escritura de libros que le dieron otra vez fama y dinero, pero que borraron de un plumazo el encanto de sus trabajos en la prensa diaria.
De cualquier manera, su trayectoria –que comenzó a mitad de la década del siglo XX– mantiene enhiesto el valor de su periodismo por sus entrevistas polémicas a grandes figuras de la historia, ya que poco antes de cumplir los 20 años de edad decidió que su vocación era la noticia profesional en todas sus formas y se aventuró a su ejercicio contando con la venia de su padre, un carpintero de izquierda que no le ahorró riesgo alguno.
Nacida el 29 de julio de 1929 en Florencia, desde los 10 años dio muestras de un carácter especial al actuar como correo de la resistencia antifascista. Tenía claro –lo dijo años después– que su camino estaba marcado por esa vía de lucha social sin dar ni pedir cuartel.
Poco a poco comenzó a construir el edificio de lo que sería su alcázar periodístico y para 1961 publicó su primer libro titulado El sexo inútil y, un año después, Penélope en guerra, los cuales le reportaron fama y prestigio en toda Italia y más tarde, en 1969, Nada y así sea. Además, sus crónicas sobre la guerra en Vietnam para el Corriere de la Sera, la proyectaron internacionalmente para establecer la plataforma desde donde acecharía a los llamados grandes de la política.
El sabor picante de sus colaboraciones para el diario italiano, hacían ver a una mujer furibunda contra las injusticias y la violencia, que no batallaba para desbocarse cuando rasgaba con su bisturí profesional la piel purulenta de la sociedad sobre la cual hincaba su visión de socióloga práctica.
Por eso tuvo los arrestos para estar frente a frente de Henry Kissinger cuando era el todopoderoso secretario de Estado de la Unión Americana. Igual se midió en inteligentes diálogos con Golda Meir, Yaser Arafat, Ma Tse Tung y otros políticos de relevancia sinigual en la época de la Guerra Fría, dejando testimonio de su trabajo periodístico en el libro Entrevista con la historia, mismo que puede considerarse una lección de violencia verbal, al grado de que Kissinger llegó a expresar: “Jamás entenderé por qué accedí a recibir a Oriana Fallaci”.
En 1975 conmovió con un libro que no se esperaba de ella: Carta a un niño que no nació, en el que se desborda en su experiencia del aborto y que fue un auténtico best seller mundial. Pero cuatro años después, otro libro del mismo corte personalista lo aprovechó para hablar de su compañero sentimental Alekos Panagulis, héroe de la resistencia griega contra la dictadura y quien falleció en 1976 en un accidente automovillístico. Su título, Un hombre, le dio la vuelta al mundo y dejó ver a una Oriana Fallaci tocada por la nostalgia y la frustración.
La atrevida periodista, ya con el renombre en sus alforjas, se entregó de lleno a cubrir cuanto conflicto bélico se suscitaba en el planeta. Por eso le llamó la atención el fenómeno social que anticipaba una revuelta en México en 1968, y llegó dispuesta a tomarle el pulso a la realidad, siempre a su manera. Finalmente quedó marcada con la noche de Tlatelolco, aquel fatídico 2 de octubre, puesto que recibió tres heridas de bala como testigo de la matanza estudiantil, y la imagen del suceso no pudo esquivarla durante algún tiempo. “Dentro de mí hubo tal convulsión –escribió–, que mi alma se ordenó”.
Los disparos en el edificio Chihuahua le enseñaron lo que es la vida, según lo dejó asentado en su libro Nada y así sea, a pesar de haber presenciado otros hechos más sangrientos en campos de batalla entre soldados profesionales. Pero es que su texto de reflexión es el resultado de la acción emprendida por el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz, obsesionado con parar a la Fallaci en sus denuncias en primera plana en la prensa extranjera. Pero ella simplemente escribió lo que oyó, vio y sintió esa noche que no se olvida en México.
Entrevistadora única
Apasionada con su carrera, siguió el curso de las noticias por todas partes, pero sin dejar de lado su especialidad: las entrevistas, para las que se preparaba con su filosa argumentación femenina a la hora de interrogar a sus víctimas, como el Ayatola Ruhollah Jomeini en 1978, enfrente de quien criticó sus opiniones que daba sobre las mujeres. Tal desplante contribuyó a avivar su leyenda periodística, pues el líder iraní la decalificó por sus pobres valores femeninos occidentales de que hizo gala Oriana Fallaci.
En 1990 publicó Inshalá, sobre la guerra del Líbano, y ya para entonces empezó a renegar de su paso por el periodismo. Esta obra le reportó de inmediato la venta de 800 mil ejemplares, pues causó gran impacto al presentar cómo vivían y morían los soldados en los campos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Beirut.
Alejada de los reflectores y de las noticias, su silencio presagiaba alguna turbulencia en aquellos años de fin de siglo, hasta que en 2001 reapareció con virulencia, tras presenciar desde la ventana de su habitación en Nueva York cómo se derrumbaban las torres gemelas durante los ataques terroristas vindicados por Osama Bin Laden. El Corriere dela Sera le dio cabida a sus exabruptos pergeñados en textos incendiarios donde denunciaba el fanatismo islámico, al que no se cansó de comparar con el nazismo. Pronosticó incluso “el eclipse total de Occidente” por el azote de la ola verde, que es el color con que se identifica ese credo religioso.
De esos artículos periodísticos nacieron La rabia y el orgullo en 2001 y enseguida La fuerza de la razón, que fueron los dos libros que la llevaron a tribunales por demandas y a exponerse a la furia de los fanáticos musulmanes en Europa principalmente, por el veneno que destilaba en sus páginas de principio a fin. Además, les tundió duro a los gobernantes de los países que se portaban tan permisivos con los hijos de Alá.
Finalmente, en 2004, lanzó Oriana Fallaci entrevista a Oriana Fallaci, que en edición postrera llamó Oriana Fallaci se entrevista a sí misma. Buscaba sacudir a Europa –a la que llamaba irónicamente Eurabia– por su tolerancia y contra la mentira de la inteligencia y la farsa del multiculturalismo.
Con la división de opiniones en sus espaldas porque unos la querían como senadora vitalicia en Italia y otros pedían que la metieran a la cárcel, se refugió en su apartamento de Nueva York a enfrentar a un enemigo más cruel: el cáncer. Y cuando supo que se acercaba el fin de sus días, a principios de septiembre de 2006 subió al avión que la llevaría por última vez a su tierra, Florencia, donde murió a la 1:30 de la madrugada del viernes 15 de septiembre, dejando tras de sí la estela luminosa de su paso por el periodismo y su escuela de entrevistadora única, aunque se llevó al féretro el calificativo de loca, histérica y amargada por sus obras librescas a las que les sacó partido en cada presentación a la que acudía con la espada desenvainada.
Así lo hizo esa tarde en Madrid, en que prácticamente nos despedimos para siempre de ella los que asistimos a saludarla en un espacio muy cercano al Neptuno, en el centro de la capital española. Ya no era la misma, pues ahora era la escritora famosa y no la periodista temeraria de los años en que se constituyó en un emblema para los que deseábamos seguir sus pasos.
Para mejores señas de su locura, los mexicanos nos quedamos con el mal recuerdo de sus ofensas expresadas en la prensa de Estados Unidos, al condenar las marchas de los paisanos en mayo de 2006. The New Yorker consignó sus palabras contra los musulmanes otra vez y contra nuestros connacionales de esta manera: “Me dan asco las turbas de manifestantes, especialmente cuando ondean las banderas mexicanas”.
“No, no amo a los mexicanos”, reiteró en esa entrevista y recordó la triste imagen de la matanza en Tlatelolco 1968.
Por eso quizá, por su amargura final que desterró amigos y relaciones afectivas durante tantos años, en su sepelio no hubo nadie más que su hermana y sus sobrinos, quienes exigieron tener consideración del estado en que murió, pues hasta el último día pensaba que la iban a asesinar. Darío Fo, el Nobel de Literatura, fue de los pocos que tuvo ánimos de pedir que dejaran a su paisana descansar en paz.
Y así fue cómo una vida pasó de la cima a la sima. Porque acarició la cumbre de la gloria en sus años felices de periodista intrépida y escritora contumaz, pero también tocó fondo con su racismo y sus desplantes de diva enferma de personalidad. Descanse, pues, en paz, Oriana Fallaci.
El anterior artículo debe citarse de la siguiente forma:
Esquivel Hernández, José Luis, «De la cima a la sima», en
Revista Mexicana de Comunicación, Num. 107, México, octubre / noviembre, 2007.
El estilo de Kapuscinski
Prosa literariamente trabajada
El estilo de Kapuscinski
José Garza
Periodista regiomontano. Doctor en Ciencias de la Información
por la Universidad Complutense de Madrid.
Agata Orzeszek, catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona, es la traductora del polaco de los libros publicados por Anagrama del gran periodista Ryszard Kapuscinski, fallecido en enero de 2007. “La traducción es un espejo sin acabar de serlo; más bien es un retrato,
no fotografía”, dice en esta entrevista.
Ryszard Kapuscinski murió en su natal Polonia a la edad de 75 años, en enero de 2007. Vivió para compartir la experiencia de observar la construcción del planeta durante el siglo XX. Ese fue su destino y por eso sobrevivió a muchos peligros. Qué lamento la falta de oportunidad para conocerle personalmente. Qué emoción su actividad de los últimos años como maestro del oficio de reportero y promotor del humanismo por todo el mundo. Qué felicidad la lectura de sus obras: él es un autor entrañable, querido, indispensable en la formación y el desarrollo de los periodistas. Qué consuelo su memoria, en efecto: sus libros. Su herencia es una dilatada bibliografía, traducida a más de 30 idiomas. Gracias a la editorial española Anagrama…
Puede leer el artículo completo en la versión impresa. Adquiérala por sólo
35 pesos (más IVA), o suscríbase por 390 pesos.
Mayores informes: fundacionbuendia@prodigy.net.mx
El anterior artículo debe citarse de la siguiente forma:
Garza, José, «El estilo de Kapuscinski», en
Revista Mexicana de Comunicación, Num. 107, México, octubre / noviembre, 2007.
AMIPCI: Hábitos de los usuarios de Internet 2007
Excelsior, Dinero, 30 de octubre de 2007.
Octavio Islas
El pasado jueves 25 de octubre, la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) dio a conocer los resultados del estudio “Hábitos de los usuarios de Internet en México 2007”.
El anterior estudio realizado por AMIPCI -“Usuarios de Internet en México. Uso de las Nuevas Tecnologías”-, fue dado a conocer el 17 de mayo en las celebraciones del día de Internet.
Los primeros estudios realizados por AMIPCI relativos a los hábitos de los usuarios de Internet en México corrieron a cargo de la firma Select.
A partir de 2005, la Vicepresidencia de Investigación de Mercados de AMIPC – a cargo de Adriana Peña, responsable de la Dirección Comercial de Televisa Digital-, asumió la responsabilidad de realizar tales estudios.
El estudio que AMIPCI dio a conocer el pasado 17 de mayo fue decepcionante. La empresa Elogia Encuestas es citada en ese estudio como responsable de un sondeo que comprendió un total de 1,437 encuestas que fue posible responder a través del sitio web de AMIPCI [http://www.amipci.org.mx]
Los resultados que arrojó la referida encuesta fueron presentados como datos fidedignos del empleo de las “nuevas tecnologías” en México.
En el estudio que fue dado a conocer el pasado jueves, la Vicepresidencia de Investigación de Mercados de AMIPCI, de nueva cuenta incurrió en delicadas omisiones de orden metodológico.
Sin definir cuántas horas de uso diario o semanal permiten establecer la condición de “internauta”, se procedió a afirmar que el número de “internautas” en México asciende a 23.7 millones –un millón más que el total reportado en el estudio que fue dado a conocer en el mes de junio-.
Sin indicar cuál fue la fuente de información empleada, en el reciente estudio el total e “internautas” mexicanos (23.7 millones) fue determinado con base en las siguientes estimaciones:
· * 19.9 millones de “internautas” de 13 años o mayores que viven en poblaciones urbanas.
· * 1.8 millones de “internautas” de 13 años o mayores que viven en poblaciones rurales.
· * 1.8 millones de “internautas” de 6 a 12 años de edad que viven en poblaciones urbanas.
·
La tasa de penetración nacional de Internet –para la cual tendría que ser considerada la frecuencia de exposición de los usuarios al medio-, comprendió “internautas de 6 años o mayores” y fue establecida en 25.6%.
Los “internautas” de 6 a 11 años curiosamente no figuran en los resultados que arrojaron otras preguntas.
La composición del universo de “internautas” mexicanos por edad, por ejemplo, fue determinada con base en información proporcionada por TGI Katar Media Research.
El primer rango de edad considerado en el estudio realizado por TGI Katar Media Research comprende de 12 a 19 años de edad.
Los “internautas” menores de 12 años de edad que viven en poblaciones urbanas sencillamente no forman parte de las estadísticas que presenta AMICPI en su mismo estudio.
Investigador del Proyecto Internet-Cátedra de Comunicación Estratégica y Cibercultura,
Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México.
El anterior artículo debe citarse así:
Islas, Octavio, 2007: «AMIPCI: Hábitos de los usuarios de Internet 2007», en Excélsior,
Dinero, 30 -X- 2007.
Actas del Consejo de Radio y Televisión
El Universal, Finanzas, 30 de octubre de 2007
Telecom y medios
Gabriel Sosa Plata
Uno de sus propósitos es “elevar el nivel moral, cultural, artístico y social de las transmisiones” de la radio y la televisión. Pero en la práctica nada hace por ello. Baste leer las actas de sus sesiones llevadas a cabo en los últimos años. El Consejo Nacional de Radio y Televisión (CNRT), dependiente de la Secretaría de Gobernación, es otro de los organismos capturado por los regulados con la anuencia del gobierno federal, cuya suerte también deberá definirse en la reforma que se prepara en el Congreso de la Unión.
El CNRT nació desde 1960, junto con la aprobación de la Ley Federal de Radio y Televisión. Sus atribuciones se encuentran en esta última ley, así como en el Reglamento de dicha ley expedido por el gobierno de Vicente Fox en el 2002, como complemento del famoso “decretazo” que redujo de forma importante el denominado “tiempo fiscal” del 12.5% al que tenía acceso el gobierno federal.
Además de “elevar el nivel moral, cultural, artístico y social” de lo que transmiten las emisoras, el CNRT tiene, entre otras, las siguientes funciones: ser un órgano de consulta del Ejecutivo Federal sobre el servicio que presta la radio y la televisión; coordinarse con la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC) para la transmisión de los denominados tiempos del Estado; realizar estudios sobre los contenidos de radio y televisión; proponer medidas para el “eficaz cumplimiento” de la legislación en la materia, así como organizar concursos o festivales de ambos medios electrónicos.
Pero sus casi 50 años de vida han pasado inadvertidos. Sus integrantes nada han hecho para convertir a ese organismo en un espacio vivo, de análisis, de generación de investigaciones y propuestas en torno del sector. Su conformación puede explicar ese desinterés: cuatro representan al gobierno federal (secretarías de Gobernación, Educación Pública, Salud y Comunicaciones y Transportes), dos a la industria, dos a los trabajadores y, a partir de 2002, uno a la sociedad civil y otro más a la industria (estos dos últimos con voz, pero sin voto). Es decir, se trata de un organismo, uno más, en el que sólo participan gobierno y empresarios (la representación sindical siempre da su apoyo incondicional a la parte patronal).
Sin agenda
Gracias a la ley de transparencia, obtuvimos copia de las actas de las sesiones llevadas a cabo durante la administración foxista, con excepción de la correspondiente al 22 de noviembre de 2002 por no encontrarse documentación alguna. En total hubo 10 reuniones: dos en el 2002, dos en el 2003, tres en el 2004 y dos en el 2006. Ninguna en el 2005. La información asentada en las actas es escasa e irrelevante pese a la intensidad del sector en los últimos años (ley Televisa, por ejemplo), pero hay algunos elementos que es interesante mencionar:
– Aunque la legislación establece una coordinación entre RTC y el CNRT para el uso de los tiempos del Estado en medios electrónicos, en las sesiones del Consejo sólo se informa sobre la manera en cómo han sido distribuidos dichos tiempos. Este tipo de informes son el tema principal abordado por los consejeros.
– El 2 de marzo de 2007 fue publicado en el Diario Oficial el “Acuerdo mediante el cual se emiten los criterios generales de clasificación de películas, telenovelas, series filmadas y teleteatros grabados”. Para su aprobación, el acuerdo debió tener el visto bueno del CNRT, Sin embargo, como le dijo el entonces presidente del organismo, Ricardo García Cervantes, al representante de Televisa, Javier Tejado Dondé, la opinión del Consejo “no es vinculatoria para la Secretaría de Gobernación” (sesión del 9 de junio de 2004).
– En la sesión del 3 de agosto de 2004, se presentó a los consejeros el proyecto de convocatoria para la designación del invitado permanente de la sociedad civil ante el Consejo. La representante de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), Blanca Rosa Romano, pidió excluir a la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) de la lista de las organizaciones a convocar “por existir varias denuncias de radiodifusores de que operan clandestinamente”. García Cervantes le respondió que dicha selección “no prejuzgaba o se basaba en juicios de descalificación”.
– El 21 de octubre de 2004, el entonces director de RTC y secretario técnico del Consejo, Héctor Villarreal, presentó, a sugerencia de algunos consejeros, un listado de temas que debían abordarse en el CNRT, entre ellos dos que calaron fuerte a la representación de las televisoras: los concursos de radio y televisión con etapa de azar (sorteo-concursos, hoy en el limbo jurídico, lo que ha permitido un abuso en la transmisión de estos programas) y prohibiciones sobre contenidos de las transmisiones. El activo representante de Televisa, Javier Tejado, sugirió que el primer tema a abordar fuera el de la tecnología digital en radio y televisión.
En las sesiones siguientes no hubo continuidad en la agenda planteada por Villarreal por el cambio de funcionarios en la Secretaría de Gobernación y porque la representación de las otras dependencias de gobierno, de la industria, de los trabajadores y de la “sociedad civil” no mostró interés en esos temas ni en ningún otro. El Consejo está muerto en vida. En el Senado debe también analizarse qué se hará con ese organismo que mucho podría contribuir para que la sociedad tenga medios electrónicos de mayor calidad: darle más atribuciones, modificar su estructura, desaparecerlo o convertirlo en un órgano ciudadanizado o descentralizado.
Gutiérrez Vivó-Aguirre
Desde hace algunas semanas se encuentra en librerías el libro “La batalla de Gutiérrez Vivó” de Alejandro Toledo. En la obra se hace un recuento del acoso por parte del expresidente Vicente Fox a Grupo Monitor. El autor se apoya en entrevistas que le ofreció el periodista. Casi al final del libro se dice: “Hay, en el ambiente, algunos signos positivos. Lo ha buscado en la semana, con insistencia, Francisco Aguirre Gómez, del Grupo Radio Centro…” Monitor regresó al aire el 3 de septiembre de este año.
“La radio en Iberoamérica” es otra novedad editorial sobre este medio de comunicación. La obra, coordinada por Arturo Merayo, reúne textos sobre la situación de la radio en cada uno de los países de la región, entre ellos México, en cuanto a su evolución histórica, libertad de expresión, estructura, programación y prospectiva. Es editado por Comunicación Social. Ediciones y Publicaciones, de España. Se trata de una obra única en su género.
Profesor e investigador invitado de la AUM Cuajimalpa. Columnista de El Universal y
coordinador del Consejo Editorial de la Revista Mexicana de Comunicación. http://radiomexicana.blogspot.com
El siguiente es un ejemplo de cómo debe citar el anterior artículo.
Sosa Plata, Gabriel, «Actas del Consejo de Radio y Televisión» en El Universal,
México, Num. 32, 854, 30 -X – 2007, Telecom y otros medios, Finanzas.
Diablo crucificado
Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas
Tras 22 años de exilio, Ngugi wa Thiongo y su esposa volvieron a Nairobi. El 14 de agosto del 2004 varios rufianes forzaron la entrada de su vivienda. A él le quemaron el rostro con cigarrillos encendidos. A ella la violaron. Tal fue la bienvenida que dio el régimen al mayor escritor bantú.
Aunque poco o nada nos diga su nombre en estas latitudes, Ngugi wa Thiongo es una de las cumbres de la literatura africana y universal y un ser humano extraordinario. En Kenya sus libros están prohibidos desde que en 1977 el “padre de la patria”, Jomo Kenyatta, y su vicepresidente, Daniel arap Moi, lo encarcelaron y desmantelaron el teatro al aire libre en el que se presentaba su obra Me casaré cuando yo quiera, que habla de la injusticia y la inequidad en aquella nación. El arresto fue al amparo de un “decreto de seguridad pública”, pues parece que en aquel país el teatro y la literatura son instrumentos de disolución social. Se confirma que en un régimen autoritario –sea nacional, estatal o municipal-, la primera víctima es la inteligencia; la segunda, la verdad.
(Parece cuento sobre políticos mexicanos la siguiente anécdota verdadera: aparece un libro de Thiongo basado en una leyenda kikuyo en la que un luchador social, Matigari, jura alzarse en armas para lograr la independencia del país. Al popularizarse la historia, las autoridades expiden una orden de aprehensión en contra del “agitador revolucionario Matigari” por conspirar para derrocar al régimen. Podría uno morirse de risa con el chiste de no saber que hubo un baño de sangre. )
Un año el escritor estuvo encerrado y sin juicio. Al salir de prisión supo que había sido destituido de su cátedra en la universidad. Durante los años siguientes él y su familia fueron sistemáticamente hostigados. Pese a la represión, Thiongo decide permanecer en su tierra y seguir publicando hasta que las circunstancias lo obligan a exiliarse en 1982, primero a Inglaterra y después a Estados Unidos.
Al abandonar la cárcel, en una asombrosa y ejemplar decisión, da un giro a su vida: renuncia al inglés, el idioma colonial en el que fue educado; al cristianismo, que fue su religión impuesta; a los valores culturales de Occidente, ¡e incluso a su nombre, que hasta entonces había sido James Thiong’o Ngugi!
El fruto de esa decisión fue la primera novela moderna escrita en kikuyu, su idioma materno: Caitaani Muthara-ini (Diablo crucificado), publicada en 1980, con la que clava definitivamente la tapa del ataúd sobre su pasado colonial. Por si fuera poco, Diablo crucificado fue escrita en prisión, sobre tiras de papel sanitario. ¿Ecos del Knut Hamsun de Hambre y del Julius Fucik del Reportaje al pie de la horca?
“Planteó que la literatura escrita por africanos en un idioma colonial no es literatura africana, sino ‘literatura afro-europea’ y que los escritores deben utilizar su propia lengua para dar a la literatura africana su propia gramática y genealogía”, dice Jennifer Margulis.
En el adiós al inglés que fue su Descolonización del espíritu publicada en 1986, Ngugi conceptúa al idioma como el instrumento que los pueblos tienen no sólo para describir el mundo, sino para comprenderse a sí mismos. Para él, el inglés en África es una “bomba cultural” que acentúa el proceso de borrar la memoria de la cultura e historia precoloniales y un mecanismo eficiente de nuevas e insidiosas formas de dominación.
En palabras de Margulis: “El escribir en kikuyo, entonces, no es sólo una manera de dar voz a las tradiciones kikuyu, sino también de reconocer y comunicar su presente. Ngugi no está interesado primordialmente en la universalidad […] sino en preservar la especificidad de los grupos. En general, Ngugi recuerda que la lengua y la cultura son indivisibles, y que por lo tanto la pérdida de aquélla tiene como consecuencia la pérdida de ésta”.
Este sentimiento puede explicarse mejor con una pequeña muestra de su literatura. En traducción libre mía, un fragmento de “El mártir”, incluido en Literatura africana, edición de Lennart Sörensen de 1971:
De nuevo cantó el búho. ¡Dos veces!
-Una advertencia para ella –pensó Njorege.
Y de nuevo todo su espíritu se inflamó de odio, odio en contra de todos
los de piel blanca, los extranjeros que habían desplazado a
los verdaderos hijos de la tierra de su hogar sagrado. ¿Acaso no
había Dios prometido a Gekoyo que daría toda la tierra al padre de
la tribu, a él y a su descendencia? Y ahora toda la tierra había sido
arrebatada.
Ngugi wa Thiongo nació en 1938 en la congregación de Kamiriithu en el distrito Kaimbu, una zona conocida como “la meseta blanca” en la Kenya dominada por los ingleses. Fue el quinto hijo de la tercera de las cuatro esposas de su padre, un agricultor que fue degradado a jornalero a raíz del decreto imperial británico de 1915. Su tribu, los kikuyu, es el mayor grupo étnico de Kenya.
Aquella infancia y adolescencia transcurrida en una suerte de esquizofrenia cultural marcaría la obra de Thiongo, un kikuyu-africano y occidental-cristiano, educado en una escuela inglesa y en las universidades de Makerere en Kampala (Uganda) y Leeds (Inglaterra); hombre tribal heredero de una cultura enfrentada al occidente, despojado de su lengua e inserto en el mundo del colonialismo como catedrático en universidades estructuradas conforme al modelo europeo.
Por esa razón sus novelas se nutren del conflicto cultural derivado del papel del cristianismo, la educación en inglés y la creciente opresión de los kikuyus y otros pueblos africanos a manos del colonialismo europeo. De esa época son No llores, criatura, El río que divide y Un grano de trigo.
Hay otro dato que nos ayuda a entender el ambiente, los personajes y la textura de la obra de Thiongo: la participación de su familia en la rebelión de los mau mau, el movimiento nacionalista contra el dominio británico provocado por la expropiación de tierras. Su hermano mayor era militante y su madre fue torturada por esa causa. Un hermanastro murió en la campaña.
Un grano de trigo, título que alude al tema bíblico del sacrificio para la resurrección (“a menos que muera un grano de trigo”) es la historia del heroísmo de un hombre y su búsqueda del delator de uno de los dirigentes mau mau. Los hechos tienen lugar en una aldea que es destruida en la guerra, como lo fue el propio pueblo de la familia de Ngugi.
En la vida real, cuando la rebelión fue sofocada en 1956, habían muerto once mil rebeldes, y ochenta mil niños, mujeres y hombres kikuyu estaban en campos de concentración. Además perdieron la vida más de cien europeos y unos dos mil africanos leales a la Pérfida Albión.
En la descripción de la vida de Ngugi encuentro profundas semejanzas con la historia de otro gran escritor africano, apenas ocho años mayor que Thiongo: el nigeriano Chinua Achebe, también miembro de una tribu dominante, también entregado al cristianismo, también educado en inglés y también recuperado por la fuerza telúrica de su cultura, como si se tratase de una versión inversa del complejo de Anteo. Creo que esto no puede ser una coincidencia, pues ambos fueron producto de sociedades brutalmente colonizadas en donde los invasores pretendieron llevar a cabo la sistemática eliminación de la cultura local, como sucedió en la conquista de México.
Presidente honorario de la Fundación Manuel Buendía.
Correo electrónico: sanchezdearmas@gmail.com
Profesor – investigador del departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP, Puebla.
El siguiente es un ejemplo de cómo debe de citar este artículo:
Sánchez de Armas, Miguel Ángel, 2007: «Diablo crucificado»,
en Revista Mexicana de Comunicación en línea, Num. 107, México, septiembre. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/magsa.htm
Fecha de consulta: 29 de octubre de 2007
Desorden
El Financiero, 29 de octubre de 2007
Botica
Lo habíamos señalado hace tiempo: la información en el presente sexenio es un desbarajuste. Parecía que al unificar las tareas en la oficina de Maximiliano Cortazar, el ex músico, tendríamos mayor orden y una política coherente. No es así. Lo mismo han entrado y salido una buena cantidad de voceros de diferentes secretarías que hay una marcada discriminación a varios medios que en ocasiones existen mensajes contradictorios en lo que hace el gobierno federal. Una reciente prueba fue a propósito del llamado Plan México o Iniciativa Mérida, como guste. La refutación al embajador mexicano en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, hecha por cierto sin firma, acerca de si nuestro país gastará siete mil millones de dólares para combatir narcotráfico y terrorismo es elocuente. Pero además, la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, va a decir que el proyecto es no secreto sino discreto. Y en medios del otro lado del Río Bravo o por funcionarios de la administración Bush nos enteramos de cuestiones que deben ser discutidas acá. Es cierto que vivimos en la globalización y tenemos un acuerdo con Washington en muchos terrenos, pero lo mejor es que la clase política y los legisladores mexicanos discutan el asunto exhaustivamente, no que únicamente nos enteremos por otros cuáles tareas haremos. Toda la nebulosa es ajena a un país que se quiere democrático. Por eso incluso el analista Alfredo Jalife es aplaudido cuando dice: “Ese plan (mencionado arriba) es el colmo: pagamos para que la potencia del norte nos invada”. Mientras no existan datos precisos, planes concretos, esquemas ciertos, el famoso sospechosismo será lo evidente.
Necesitamos, todos, saber a qué se compromete Felipe Calderón ante la potencia mundial. Luego de casi un año de tratos entre Bush y aquél nada está claro. Incluso, como en otras épocas, el asunto puede frustrase no por el “nacionalismo mexicano”, sino por la desconfianza estadounidense.
Lenguaraces
Los extremos, obviamente, se juntan. Actualmente tenemos a un ex presidente que no para de hablar y decir cuanta idiotez se le ocurre; incluso ve complots por todos lados, asunto en el cual fue promotor fracasado. Igual ocurre con el “vocero” del PRD. Fox lanza sus dardos contra Manlio Fabio Beltrones porque el senador dijo algo conocido: los manejos poco claros de la pareja ex presidencial. Mientras que Gerardo Fernández Noroña ataca sin freno a Ruth Zavaleta, la presidenta de la Cámara de Diputados, por reunirse con la esposa de Calderón. En uno y otro caso, la esquizofrenia política muestra lo endeble de las convicciones. Solamente viendo enemigos por diferentes lados es posible reafirmarse. Las convicciones son mero papel de segunda. Los dos personajes muestran arrogancia, prepotencia, palabras sin sentido y cero entendimiento. Fox sigue deslumbrando en ciertos lugares de USA. Lo cual da idea que el nivel de entendimiento de nuestros vecinos es deprimente. Mientras que en el perredismo vemos ausencia de cortar con personajes que hacen mal al país. Grave.
El ganador es…
Mañana, 30 de octubre, saldrá un desplegado de la mayoría de los consejeros universitarios a favor de José Narro, uno de los candidatos a la rectoría de la UNAM. Algo que molestará a más de uno de los quince notables de la Junta de Gobierno, quienes serán los que elijan al sucesor de Juan Ramón de la Fuente. También preocupó a varios que el actual director de Medicina se reuniera públicamente con el hombre fuerte del calderonismo, Juan Camilo Mouriño. Tanto que su contrincante, Diego Valadés, afirmó que él no haría ningún encuentro con miembros del gobierno actual. Hasta el momento, salvo alguna sorpresa, Narro será el próximo dirigente universitario. Esperemos que a pesar de prácticas nada académicas la pasión no estalle. Pero que urgen cambios en muchos terrenos, es ya un clamor popular.
Poco tiempo
Salvador Camarena tiene los días contados en la dirección del periódico, El Centro, de no levantarlo y hacerlo rentable. Al parecer si a fin de año el cotidiano no tiene ganancias, lo cerrarán. Y es que como el diario político no es algo lucrativo, su dueño, Carlos Flores, piensa no meterse en más problemas. Lo redituable para la empresa son las cuestiones de la farándula y el futbol. Y el director de diarios, Alejandro Gómez, no supo enfrentarse a una crisis. Lástima por los compañeros que se irán de patitas a la calle, muchos de ellos por honorarios, sin contrato.
Insistente
Los estados fallidos, dice el gran Noam Chomsky, son aquellos que carecen de capacidad o voluntad para proteger a sus ciudadanos de la violencia o quizás incluso de la destrucción y se consideran más allá del alcance del derecho nacional o internacional. Uno de ellos, el más notable, es Estados Unidos. Esto queda muy claro en: Estados fallidos. El abuso del poder y el ataque a la democracia (Ediciones B). Algo que vimos hace poco en Nueva Orleáns y recientemente en California. Ante los fenómenos naturales, el gobierno de ese país ha tenido más discursos que eficacia.
Periodista de El Financiero y El Universal.
Correo electrónico: jamelendez@prodigy.net.mx
El siguiente es un ejemplo de cómo debe de citar el artículo anterior:
Meléndez Preciado, Jorge, «Desorden», en El Financiero,
29 -X- 2007, Cultura.