Aristegui
La política en tacones
Pilar Ramírez
Colaboradora de la RMC. Contacto: pilar.ramirez@gmail.com
“Cuando escucho la palabra cultura desenfundo mi pistola” dicen que decía Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler. El gobierno federal mexicano cuando escucha la palabra inteligencia desenfunda los mecanismos de presión, que esta vez recayeron sobre Carmen Aristegui, periodista ejemplar, comprometida con su trabajo e inteligente, atributo en el que reside seguramente la razón de su peligrosidad.
Como en muchos otros casos, la censura de Prisa-Televisa disfrazada con la decisión de no renovar el contrato de Carmen Aristegui, lo único que logra es abrillantar el trabajo periodístico de la comunicadora y desplegar la solidaridad de un importante sector del gremio al que todavía le quedan residuos de asombro ante las acciones de intolerancia que se producen desde el poder económico o gubernamental.
La sorpresa no es simplemente por atestiguar cómo se ejerce una acción que se interpreta, por donde se le quiera ver, como censura, pues en ese terreno estamos suficientemente curtidos. Lo extraordinario es que los empresarios de la comunicación sacrifiquen un espacio exitoso con tal de quedar bien con el poder que considera a la periodista una piedra en el zapato. Cómo en circunstancias tan competidas para los medios pueden despilfarrar de esa manera su principal punto de venta que es la credibilidad.
El poder gubernamental, por su parte, causa asombro por su silencio ante un hecho en el que se le involucra como autor intelectual. Ya saben, el viejo dicho de que peca tanto el que mata la vaca como el que le cancela el contrato. Uno se pregunta dónde están vacacionando los asesores de Felipe Calderón que no le pueden poner delante un breve análisis donde le muestren que ante un gobierno cuestionado que no ha podido reunir la legitimidad que requiere para obtener la aprobación de su gestión, lo que menos le conviene es la acusación de censor.
El autismo político puede adquirir dimensiones descomunales. En su comunicado de prensa para explicar la salida de Aristegui, la empresa aseguró que “no hubo manera de incorporar a Carmen Aristegui en un modelo informativo basado en el trabajo en equipo y el derecho a la información plural”, ¿eso querría decir que la periodista se negó, no se interesó o no puede integrarse en un modelo de información plural, o el modelito en cuestión no va con su atuendo? Al gobierno de Felipe Calderón, por su parte, se le olvidó que apenas el 22 de noviembre pasado durante la firma del Acuerdo Nacional para una Comunicación de Calidad reiteró su compromiso de “respetar la libertad de pensamiento” y aseguró enfático en la celebración del 84 aniversario de la Unión de Voceadores: “por convicción me opongo a la censura y a cualquier tipo de control informativo”.
Entre las muchas opiniones que se han publicado a raíz de la salida de Aristegui del espacio informativo que tenía en W radio hay una que llama la atención. Existe una corriente que defiende el derecho de la empresa a no renovar el contrato, pues no existe evidencia tangible de que se trata de un acto de censura. Quizá les asiste la razón si se mira desde un punto de vista legal, de hecho Aristegui no ha manifestado lo contrario. Lo que olvidan quienes defienden este punto de vista es que los empresarios de la comunicación están usufructuando un bien público que involucra la credibilidad y la legitimidad del poder tanto económico como político. Habría que preguntar a estos mismos opinadores y a la empresa Prisa-Televisa cuál sería su punto de vista si se llegara a tomar la decisión de no renovar la concesión sobre la cual han construido su rentable negocio de comunicación. ¿Sería tomada sólo como una acción administrativa a la cual tiene derecho el gobierno? Seguramente no, ya quedó demostrado con el caso Venezuela.
Todavía recuerdo la jornada del 2 de julio del 2000 en el que varios colegas periodistas, desde las tres de la tarde, comentaban en pequeños corrillos con un entusiasmo inocultable el inminente triunfo de Fox en las instalaciones del IFE. Hoy, las circunstancias nos obligan a recordar que el PAN ofreció terminar con la perpetuación del PRI en el poder, pero no ofreció más democracia, no ofreció más libertad de expresión, ofreció un gobierno diferente, pero no le exigimos aclarar en que se diferenciaba. El problema fue que quienes se adhirieron al voto útil pensaron que el robustecimiento de la democracia vendría solo con la alternancia.
Hoy tenemos que lamentar que de nueva cuenta haya una víctima de la censura y la intolerancia: el público mexicano, la ciudadanía que está esperando con ansías señales de que el cambio fue para bien. Veamos si aparecen.
También lamentamos que el instrumento para cometer ese atropello contra la ciudadanía sea una excelente periodista mexicana. Tampoco deja de ser irritante esa actuación contra una mujer, pero está muy claro que a Carmen Aristegui la censuraron no por ser mujer sino por ser inteligente y eso, por lo visto, no sólo a Goebbels le daba miedo.
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Ramírez, Pilar, «Aristegui», en Revista Mexicana de Comunicación en línea, No. 108, México, enero.
Fecha de consulta: 18 de enero de 2008.