Creer en el periodismo

Entrevista con Javier Darío Restrepo

Fernando Benítez decía que el “honrado ejercicio del periodismo deja ejemplos morales, no fortunas”, y sin duda alguna Javier Darío Restrepo es más que un ejemplo para los periodistas de nuestro continente

Desde su “Consultorio Ético”, en la página web de la Fundación para un  Nuevo Periodismo Iberoamericano, Restrepo brinda asesoría a quienes lo solicitan sobre sus dilemas en el ejercicio de la profesión periodística.  Todo ello y su intachable trayectoria en los medios de comunicación lo han convertido en una autoridad en el complejo tema de la ética periodística.

En la siguiente entrevista, Javier Darío Restrepo explica cuáles han sido son los grandes problemas a los que se enfrenta el oficio informativo y plantea cuál debe ser el credo del periodista,  cómo enfrentar el peligroso tema del narcotráfico y la relación del periodismo con el poder.

Nelly Olivos

Hay una serie de problemas urgentes en las naciones latinoamericanas y, sin embargo, la atención del público está en una información muy superficial y sensacionalista. ¿Dónde está el periodismo el día de hoy?

Por las preguntas que me llegan al “Consultorio Ético” y por las vertientes que tratamos en los talleres realizados en todos los países del continente, hay unos temas que son prioritarios y que están indicando en dónde estamos.

Hay un tema que se repite mucho: la independencia del periodista. Los periodistas rasos entienden que es muy difícil esa independencia con malos sueldos. En todos los países, los niveles de sueldos de los periodistas son deplorables: están obligando al periodista a fluctuar entre decirle sí al soborno o convertirse en héroes. Pero  ni uno ni el otro extremo se pueden convertir en lo normal.

En la mayoría de los países los periodistas están limitados por los malos sueldos y esa limitación tienen que ver desde luego con la calidad de periodismo que hacen.

Otra pregunta que se repite mucho tiene que ver con la responsabilidad social. Es muy común el caso del periodista que se pregunta a sí mismo: ¿para qué hago periodismo? o ¿cuál es el objetivo que a mí me mueve?

En Colombia se hizo una encuesta entre periodistas de distintas poblaciones y se les preguntó: ¿Usted para qué es periodista? ¿Para qué hace periodismo? El 30% no supo responder y eso es muy grave porque siendo una profesión tan exigente, debes tener puesta la camiseta las 24 horas del día y porque la historia no marca tarjeta; está continuamente en movimiento.

Una profesión tan exigente debe tener un gran porqué y claro que hay algunos porqués subalternos. Hay un momento en que al periodista, después de desechar todas esas motivaciones secundarias, le queda: “Yo soy periodista para servir a la sociedad”, pero eso es muy abstracto.

Por servirle a la sociedad entiende que cada día hay una forma de servicio a la sociedad muy concreta: qué es lo que en ese momento le duele a la mi sociedad, qué es lo que mi sociedad quiere ver resuelto, cuál es la pregunta que en este momento inquiete a la sociedad, y ahí es donde el periodista encuentra la forma específica y concreta de su servicio.

Eso está haciendo mucha falta: tener una razón. Los periodistas casi nunca tenemos tiempo de sentarnos a pensar la profesión. Estamos en el ajetreo cotidiano, en una pelea constante con el tiempo. Llega un momento en que, fatigadísimos, los reporteros tenemos un poco de tiempo, pero es para distraernos, no para pensar en la profesión.

–El hecho de recibir numerosas dudas de los periodistas iberoamericanos en su “Consultorio Ético”, ¿le genera profundas inquietudes en usted?¿Cuáles son los temas que más le inquietan de las preguntas que recibe?

En el “Consultorio Ético” sí hay unas preguntas que se repiten más que otras y que están revelando que hay una preocupación latente. Por ejemplo: ya perdí la cuenta de las veces que he tenido que responder sobre el uso de las cámaras ocultas. Últimamente estoy optando por decirle a las personas que me repiten la pregunta: “Busque la pregunta número tal”, y siempre les cito como cinco donde pueden encontrar la respuesta que buscan.

Ahora que resulten particularmente preocupantes, sí. Como decía antes: a mí me preocupa sobre todo la independencia del periodista y la independencia amenazada por un mal sueldo.  Aquí veo una doble injusticia: la injusticia con el periodista mismo al que se le está robando prácticamente, y  la injusticia con la sociedad porque a ésta se le condena a recibir una información mediocre.

Un periodista que tiene que estar luchando por su sueldo no puede hacer una información bien hecha, entonces sin duda es una información mediocre, y a eso condena a la sociedad el empresario que está pagándole mal al periodista. Como tales realidades se repiten tanto y tienen tantas consecuencias  –no  sólo  la información mediocre sino la pérdida progresiva de la dignidad de la profesión–, eso duele e indigna.

Este tema en realidad me preocupa por solidaridad con los colegas, pero sobre todo por las consecuencias que eso tiene sobre la información y la democracia.

El credo del periodista

Día a día muchos periodistas nos enfrentamos con temas sensibles e ineludibles para nuestra sociedad; sin embargo, “Pareciera que todas esas denuncias periodísticas se quedan en las páginas de los diarios y ya. Como dice en la introducción de su libro Del Zumbido al moscardón: parecemos Quijotes peleando contra molinos de viento…”

Es muy importante eso por dos razones: primero porque pone en tela de juicio la eficacia del periodismo. Nunca en la historia del periodismo se habían publicado tantos artículos y tantas denuncias por corrupción y nunca había estado la corrupción tan militante y tan desvergonzada. La conclusión es qué estamos perdiendo el tiempo, tal vez estamos denunciando por denunciar. Hemos convertido la denuncia en un producto comercial y cuando eso ocurre se degrada y pierde toda su fuerza.

La denuncia es otra cosa: implica una solidaridad desde el fondo de la naturaleza del periodista con las víctimas de la corrupción. Cuando eso es lo que inspira la denuncia, que está acompañada por una técnica y por un seguimiento, la información que se publica no es la que da más circulación, es la denuncia que se publica porque esto tiene que cambiar, ahí es donde está una de las diferencias.

La otra razón –y por eso me pareció importante tu pregunta–, si algo tiene que mover al periodista es su fe en el poder de la palabra. Creer en el poder de la palabra es un acto de fe muy alto porque no hay nada más frágil que una palabra que se muere en el mismo momento en que nace y tiene que empezar a producir otras palabras. Sin embargo, para el periodista, las palabras no se las lleva el viento. Las palabras son como semillas y no hay nada más vigoroso ni de mayor impacto que una semilla.

Siempre me acuerdo de la historia de los arqueólogos que descubrieron la tumba de uno de los faraones y al abrirla encontraron el cuerpo del Faraón, además de joyas y semillas de trigo. A uno de esos arqueólogos se le ocurrió llevarse unas semillas de esas y sembrarlas. Para su sorpresa, una semilla que había estado miles de años al lado del cadáver de un Faraón, reventó y produjo fruto. Es de esas anécdotas bellísimas que yo siempre  relaciono con el poder de la palabra. Uno sabe que dice las palabras, lo que no sabe es el fruto que van a producir. Pero de algo sí podemos estar seguros: no hay comunicación sin efecto, sea a corto o a largo plazo pero siempre lo tiene, y eso el periodista lo debe tener como parte de su credo personal:

Yo periodista creo en las palabras.

Yo periodista creo en el poder transformador de las palabras.

Yo periodista creo que las palabras no se mueren.

Yo periodista creo que las palabras cambian la historia.

Yo periodista creo que las palabras son mi gran orgullo y mi trabajo.

Ese es precisamente el credo del periodista en la palabra.

A nosotros nos mata mucho el inmediatismo y queremos que las cosas tengan efecto inmediato. Hay cosas que producen efecto inmediato y es cuando metemos la pata en periodismo y alguien nos viene a reclamar, incluso con un revólver o con un abogado con una demanda: ese es el efecto inmediato.

No te imaginas todas las satisfacciones que a un periodista le da encontrar a una persona que le dice: “Yo leí a usted en tal noticia o en tal comentario y eso me cambió la vida”. El día que te dicen algo parecido es cuando comprendes que para eso querías ser periodista.

Periodismo y poder

¿Hay temas pendientes en el periodismo latinoamericano?

Si, hay muchos temas pendientes, particularmente en cuanto al análisis y crítica del poder. El periodismo depende mucho del poder. Me pareció muy significativo que periodistas argentinos se quejaran de que el presidente Kirchner no les daba ruedas de prensa ni información. Entonces me di cuenta que los presidentes Correa, Ortega y Chávez estaban en las mismas, como si se hubiera generalizado entre un cierto grupo de presidentes la idea de prescindir de los periodistas, porque tienen contacto directo con la población.

Comenzamos a analizar ese fenómeno en algunos talleres de periodistas, y nos dimos en cuenta de que dependemos demasiado, como fuentes de información, de los personajes que están en el poder. Ésta es una de las grandes fallas del periodismo: estar dependiendo de la información que regala el poder a cuentagotas.

La situación ideal sería que los periodistas podamos informar sin depender de los que están en el poder, partiendo del principio de que todos los que están en el poder mienten, mientras no se demuestre lo contrario.

¿Y qué hay de la relación entre las grandes cadenas de medios de comunicación y el poder?

Allí se están creando varios problemas. Uno de ellos es la sobreexplotación del periodista, y un claro ejemplo está en el fenómeno laboral en cuanto a la aparición de las empresas multimedia: trabajabas para publicar en el periódico y resulta que éste ya  consiguió emisora y canal de televisión, y entonces te dicen: “Lo que usted haga es para el periódico, para radio y para televisión”. Hay sobreexplotación del periodista.  Eso es grave, pero más grave es que están condenando al periodista a hacer una información superficial y mediocre.

Otro problema es que ya hay un acercamiento entre ese periodismo de grandes medios con el poder en materia tributaria, legal, de información, de influencia.  Todo eso tiene que tramitarse con el poder.

Cuanto más grande es la empresa, más cercana está al poder porque la magnitud de la misma, en gran parte, se debe a su recital con el poder. Si esa empresa grande es la que está adquiriendo medios de comunicación, la conclusión es clara: el medio de comunicación tiene cercanía con el poder, y a veces se vuelve servidor de ese poder para poder mantener sus condiciones de ventaja en el negocio.

¿Qué hacer ante este panorama de crisis en el periodismo?

Las crisis se pueden tomar en dos sentidos: como un fracaso o como una oportunidad, y para el periodismo es lo mismo.

El periodismo siempre tiene que estar reaccionando sobre cosas inesperadas. La noticia por definición es algo inesperado. La reacción de un periodista depende de la medida de su solidez, de su capacidad o de sus grandes debilidades. De modo que en las crisis se ve cuál es la clase de periodismo que se tiene, dependiendo de la reacción que asuma.

La reacción de la prensa indica la calidad que tenga la misma prensa. La reacción más elemental es la reacción sensacionalista. Pero si además de mirar lo que seguramente es sensacional, hay un periodismo inteligente que analiza, explica y sobre todo que tiene proyección, o sea prospectiva, es un periodismo de alta calidad y que contribuye mucho a salir de la crisis.

Generalmente las crisis se definen como estancamiento. Superar las crisis es superar ese estancamiento para construir un mejor futuro. En eso, el periodismo tiene un papel irremplazable. ¿Qué quiero decir? Que el que conoce mejor lo que pasa también puede prever las consecuencias y es allí donde está el gran papel de un periodista: prever las consecuencias.

La cobertura del narcotráfico

¿Cómo combatir o cómo manejar la información cuando está en riesgo la vida del periodista, por ejemplo, en el caso del narcotráfico?

Una gran parte de las muertes de periodistas se debe a la naturaleza misma del fenómeno del narcotráfico, porque son actores que están acostumbrados a manejarlo todo o con el dinero, mediante un soborno, la amenaza de las armas que tienen. Son las dos soluciones que el narcotraficante tiene.

Entre esas dos soluciones, ¿el periodista qué? Hay periodistas que se dejan sobornar: eso es lo peor y ese sí es el fracaso del periodismo. El otro es el periodista que se silencia, que también es una forma de fracaso. Otro es el periodista medio suicida, que comete toda suerte de imprudencias: ahí también hay un cierto fracaso. El gran reto para uno como periodista, en situaciones como esa, es poder dar la verdad que la sociedad necesita y al mismo tiempo preservar su vida.

Yo asistí a Colombia en la junta directiva de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), que fue a entrevistarse con el Fiscal para preguntar cómo van los procesos por asesinatos de periodistas. Después de conversar con él, dijo algo muy revelador y muy interesante: “Buena parte de las muertes de periodistas se deben a que el periodista no midió el alcance de sus informaciones”. Esa fue una forma muy delicada de decir que hay responsabilidad en la información.

Resumiendo: para informar sobre este tipo de fenómenos hay que mantener unos equilibrios muy difíciles: entre el miedo que silencia y la irresponsabilidad que dice cosas sin medir las consecuencias; el equilibrio entre la posibilidad de un soborno y el otro extremo que es el periodista que informa por hacer espectáculo.

El punto de equilibrio lo da un periodismo que está pensando: ¿Qué es lo que más le sirve a la sociedad en este momento? ¿Cuáles son los datos más útiles para la sociedad? ¿Cuáles son los datos que pueden llegar a cambiar esta situación con ayuda de la sociedad? Desde luego, ese tiene que ser un periodismo muy pensante, muy bien documentado y muy profesional.

Dice que es necesario pensar y hacer pensar, pero tenemos una sociedad de la información vertiginosa que está exigiendo información rápida y espectacular. Parece que estamos ante una paradoja…

Refieres algo muy importante: cómo hacer dentro de ese vértigo para dar información que haga pensar, porque ese es el gran objetivo. Para eso es necesario tener prioridades que necesitan plantearse: ¿qué es para mí primero: el editor o el lector?, ¿qué es para mí primero: el director del medio o el gerente del medio?  Y uno llega a la conclusión de que el único amo que un periodista respeta es su público. Todos los otros están subordinados a eso. Cuando eso se tiene claro, cuando uno trabaja para un lector, un radioescucha o un televidente,  ya está introduciendo un elemento completamente distinto que rompe las rutinas y que rompe también esa fatalidad de estar buscando la noticia más espectacular.

Para que una noticia haga pensar uno tiene que haberla pensado primero. Por consiguiente, no son noticias que uno obtiene sólo con resentidos sino con el pensamiento y ese es el periodismo que se abre paso y deja huella. Uno mira los grandes hitos del periodismo, particularmente los grandes periodistas, y encuentra que todos coinciden en eso: son personas que dejaron huella porque hicieron pensar.

Cuando uno piensa en los lectores deja huella en la historia. Cuando piensa en la circulación nadie lo va a recordar.

Un buen periodista siempre busca la información o tiene muchos golpes de suerte…

Hay mucho de suerte. Los periodistas tenemos unos ángeles de la guarda muy ágiles que parecen cuando uno menos lo piensa. Claro que esa es una forma bastante irracional de explicar un fenómeno que se explica naturalmente y es que uno adquiere cierta sensibilidad, aunque otros le llaman olfato, para entender dónde están sucediendo cosas y por eso parece que uno sólo las encuentra. Pero utilizando la fórmula irracional hay que decir que los ángeles de la guarda de los periodistas tienen mucho trabajo y a veces lo hacen muy bien.

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