Innovar la evaluación y la educación: Entrevista a Cristóbal Cobo

Sobre la sociedad del conocimiento y el aprendizaje invisible

Es fácil pensar que la irrupción de nuevos gadgets como las tabletas y los smartphones puede ayudar en los salones de clases. Y en parte es verdad. El problema es que muchas veces las políticas educativas solo se centran en dichas tecnologías dejando de lado lo más sustancial: La era digital ha cambiado los usos sociales, las formas de aprender y las formas de generar conocimiento. La educación que realmente coadyuve a generar una sociedad del conocimiento tiene como gran pendiente innovar en la forma de evaluar a los alumnos.

Cristóbal Cobo - Foto: John Moravec / Flickr

Por Jorge Tirzo

En entrevista para RMC, Cristóbal Cobo habla sobre el concepto de la sociedad del conocimiento, los retos de América Latina en materia de educación y su más reciente libro La innovación pendiente. Reflexiones sobre educación, tecnología y conocimiento. Se trata de uno de los académicos que más ha ahondado en la coyuntura de estos tres elementos. Sus libros Aprendizaje Invisible. Hacia una nueva ecología de la educación y Planeta Web 2.0. Inteligencia colectiva o medios fast food son libros de referencia en el campo.

¿Cómo se relaciona el concepto de la sociedad del conocimiento con los temas que tú has propuesto sobre el aprendizaje invisible?

Yo creo que el concepto de sociedad del conocimiento ha resultado un poco fallido. Lo que estamos viendo hoy día es una sociedad de la sobreinformación o de la desinformación. Esta etiqueta lamentablemente lo que hace es confundir información con conocimiento. Tenemos tecnologías que son muy eficientes en la gestión de información, pero generar conocimiento es una cosa totalmente diferente que tiene más que ver con conceptos y aspectos culturales o contextuales. Podemos tener mucha tecnología y poco conocimiento, o podemos tener mucho conocimiento y poca tecnología. 

Lo que plantea el aprendizaje invisible es que muchos de los procesos de aprendizaje están desarrollándose fuera de los contextos formales. Y que el currículum que es un dispositivo que compacta información articulada y organizada de una manera lógica, no termina de ser suficiente para trazar todas las rutas de los procesos de aprendizaje que nosotros tenemos. Eso no es malo, pero quizás lo que proponía ese libro, que ya tiene cinco años, es decir: Quizás hay muchos procesos de aprendizaje que son tremendamente valiosos, que ocurren dentro y fuera del aula, que no están siendo considerados. Muchos de estos procesos cognitivos van mucho más allá de los que están empaquetados en las tecnologías digitales, que ayudan a asentar esta sociedad de la información.

¿Para ti qué relación tienen el concepto de «sociedad del conocimiento» con el de «sociedad de la información» y qué validez tendrían en el análisis teórico de la comunicación?

Todos los conceptos son válidos. Lo que pasa es que hay unos que son más ubicuos que otros. Nosotros vivimos en un mosaico de sociedad. Vivimos en la sociedad industrial, agrícola y de la información de manera simultánea. Yo creo que es mucho más masiva el hecho de una sociedad de la información. Estamos mucho más expuestos a volúmenes conmensurables de información que crecen de manera exponencial. Los medios han expuesto mucho más datos que antes.

Pero la sociedad del conocimiento es mucho más restrictiva. Esta idea de sujetos con conocimiento más sofisticado, con capacidades de análisis mucho más compleja; lamentablemente no hemos sido capaces de hacerlos tan escalables como los otros. Por decirlo de manera más concreta: El acceso de sujetos a plataformas como Netflix probablemente es mayor que el acceso de sujetos a bases de datos científicas que pueden tener un enorme valor en términos cognitivos. Ahí hay como un desfase y es bien importante plantear que hay una superposición, pero responde a comunidades distintas.

¿Cuáles crees que serían los grandes retos en materia de estos dos términos, conocimiento e información, en las sociedades de América Latina? ¿Qué retos específicos ves en la región?

Indudablemente la región tiene muchas asignaturas pendientes en términos de reducir los distintos tipos de exclusión que generan estas nuevas maneras de entender la sociedad. Nuevas oportunidades siempre generan nuevos líos y una sociedad que se expone a un nuevo ciclo de innovación, también entra sujeta a nuevas formas de segregación y exclusión. Entonces lo que tenemos es que los últimos diez o quince años ha crecido de manera sustantiva el acceso a Internet, que es una muy buena noticia. En buena medida se puede decir que la brecha digital de infraestructura se ha reducido. No obstante eso no es suficiente para atender las otras capas de la brecha digital que tienen que ver justamente con la capacidad de discriminar, de eliminar información, de separar el ruido de la señal y por sobre todo, la capacidad de generar contenido de valor. No me refiero a contenido de valor académico, sino al valor cultural-contextual que puede ser de valor específico para una comunidad en particular. Es ahí donde queda mucho camino por avanzar. 

Por dar un ejemplo concreto. Cuando aparece el boom de estos modelos de educación a distancia masiva, los MOOC’s, todos estos cursos masivos de Harvard, MIT, Stanford; ponen mucho énfasis en todas las oportunidades que crean. Pero el acceso a la información es inútil, si no se cubren también las otras capas de exclusión o las otras capas de oportunidad; como la capacidad de análisis crítico, de lectura, de conexión de saberes, la capacidad de contextualización, de desarticular y tener una visión más proactiva frente al conocimiento. No es suficiente con tener acceso a los mejores videos de los mejores profesores y los mejores premios mundiales. Porque acceso a la información y acceso al conocimiento son cosas distintas. Y en la región obviamente hay mucho camino por avanzar.

En el libro La innovación pendiente mencionas que ya no solo se trata de la curaduría de conocimientos, sino de crear nuevos conocimientos. ¿Cómo describirías estos conocimientos distintos? ¿Cómo se tocan, cómo se van a concretar estos conocimientos permeados por la era digital?

Yo diría que se trata de nuevos multialfabetismos en el sentido de combinación de lenguajes, disciplinas, contextos, tiempos de aprendizaje, culturas, etc. Eso tiene que ver con el desarrollo de capacidades de negociación permanente. De aprender de otros, entender que no hay una sola fuente de saber y no hay una sola manera general de hacer ciencia. Es entender que nos toca vivir una época de alta fragmentación.

Y no es que todo sea relativo, pero hoy día debemos tener un periscopio de mucho más altura, para ver otras culturas y tener las habilidades para entenderlas. Eso nos hace ser más modestos en términos de decir: Ojo, no hay una sola manera de entender la realidad. O dos maneras como era en la Guerra Fría, sino que hoy día tenemos un ambiente mucho más fraccionado. Todos estos conflictos que tenemos en el mundo hoy día de fanatismo, son estos choques de cultura que nos hacen decir: Ojo, hay una nueva manera de entender la ciudadanía o la ciudadanía digital bajo conceptos muy distintos a los de antes. Porque solamente con la etiqueta de globalización no resulta ser suficiente. 

¿Cómo crees que se tendría que evaluar tanto a los aprendices como a los propios maestros? ¿Cómo debe ser esta nueva evaluación?

Una parte importante de la discusión de innovación en educación se ha centrado en la incorporación de tecnologías. Y si bien eso no está mal, lo que pasa es que no es suficiente reducir la innovación a la incorporación de dispositivos. Sabemos que con esos dispositivos no hay garantía de que haya innovación.

No se puede innovar en las tecnologías si no innovamos en las maneras en que reconocemos el conocimiento. La propuesta que plantea el libro es la necesidad de diversificar los dispositivos para trazar trayectorias, reconocer saberes y traducirlos a otros contextos. Los énfasis han estado en la evaluación sumativa. Es decir, cuántos puntajes se dan para que tú identifiques si aprendiste o no aprendiste, como un examen final. Lo que pasa es que nuestros procesos de aprendizaje, especialmente con esta idea del aprendizaje a lo largo de toda la vida, es un aprendizaje mucho más por procesos y por trayectorias. Si yo te pregunto yo a ti cuándo aprendiste un determinado lenguaje (multimedia o de arte u otro); lo más probable es que uno piense en un montón de instantes, montones de procesos donde hay mucho aprendizaje muy concentrado y otros donde es mucho más alivianado.

Las evaluaciones que nosotros usualmente utilizamos son más sumativas. Es decir, aprendió o no aprendió. Y el aprendizaje es más formativo, más de trayectoria, de tomar fotografías en distintos momentos. Algunos le llaman portafolios de evidencias, medallas digitales, pasaportes de competencias. Lo que hacen es ir tomando fotos en distintos momentos. Como cuando le tomamos fotos a un niño que va creciendo. 

Que eso es menos efectivo en términos de practicidad en vez de tomar una foto una vez cada doce meses, evidentemente sí. Pero hoy día no resulta suficiente eso porque muchos de los aprendizajes ocurren en otros contextos y ocurren en otros momentos. Entonces ahí en el libro se discuten algunas técnicas. Tampoco es que sean las técnicas que van a cambiar el futuro de la educación, pero al menos se plantean como preguntas. Es decir, ¿qué pasa si incorporamos esto también?

Cuando un estudiante sale del sistema escolar. ¿Qué pasa si además de preguntarle qué calificación tiene, buscamos una manera de visibilizar estos otros aprendizajes que tomaron lugar en experiencias que fueron formales e informales?

¿Qué es lo que destacas de los procesos cognitivos innovadores que ocurren más allá de los gadgets?

Hay una cosa interesante que pasó en el libro anterior a este. Si bien mi crítica a los gadgets se mantiene, también hay algo que podría ser eventualmente contradictorio. Hoy día, a diferencia de antes, el desarrollo de inteligencia artificial (Siri, traductores, autos que se conducen solos) ha crecido tanto de una manera tan exponencial que resulta más importante que nunca preguntarnos a la luz de las tecnologías que se están desarrollando… ¿Qué cosas vale la pena enseñar? ¿Y qué cosas podemos tercerizar a los dispositivos? ¿Y qué implicancias éticas tiene eso?

Porque hoy día es una realidad que en muchos super mercados del mundo ya no hay seres humanos sino hay cajeros automáticos, como pasó en los setenta con los bancos. Lo que estamos viendo es que hoy día las comunidades más desarrolladas también están desarrollando estas habilidades mucho más cognitivas. Eso me parece que en el mediano plazo va a traer preguntas estructurales sobre lo que estamos enseñando y para qué estamos enseñando.

Quizás un último concepto que puede ser de interés para los docentes es esta triangulación conceptual que se plantea en el libro entre contenido, contenedor y contexto. Entendiendo el contenido como información, el curso educativo, los materiales o datos. Contenedor, como todos los dispositivos e insumos, tecnología o gadgets que nos ayudan a gestionar esos contenidos. Y contextos, que son las bases de confianza, de construcción con otros, que pueden ser digitales o presenciales.

Lo que sugiere el libro es plantear que por ahí hay que ponerle más atención a los contextos pues las políticas educativas ponen más énfasis en comprar y desarrollar contenidos. Su apuesta es solo comprar e incorporar más contenedores. No hay que dejar en ningún momento de contemplar el valor del contexto que es lo que realmente hace que los contenedores y los contenidos sean significativos.

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