(D)evaluación
La política en tacones
Pilar Ramírez
Los funcionarios mexicanos parecen someterse a la inoculación de un gen que les inclina a destruir las pocas cosas positivas o satisfactorias que encuentran en las áreas que ponen a su cargo. Esta vez tocó el turno al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), cuyo director —Felipe Martínez Rizo— «renunció» hace pocos días. La información pasó prácticamente desapercibida para la prensa nacional, lo que resulta extraño en la efervescencia del ambiente educativo actual derivada en parte por las estrategias aplicadas en la política de evaluación.
El periódico Reforma, citando fuentes del propio INEE, afirmó que la renuncia se debió a diferencias con el área de evaluación de la Secretaría de Educación Pública. En entrevista, Lorenzo Gómez Morín, ex subsecretario de Educación Básica, consideró que la dimisión de Martínez Rizo se debió a la negativa a participar en la evaluación de maestros y alumnos, pues el INEE rechazó participar en la prueba Enlace y en el examen de ingreso al servicio docente. Lo dicho por Gómez Morín no puede ser desestimado pues, desde un punto de vista martiano, vivió en el monstruo y le conoce las entrañas; es también revelador que se haya referido con cierto menosprecio al trabajo desarrollado por Martínez Rizo al frente del INEE.
Estar en el Olimpo quema, de modo que la mayoría de los funcionarios están condenados a hacer concesiones de diversa magnitud como pago a su permanencia en el paraíso del poder. El problema surge cuando la experiencia teórica y académica choca frontalmente con las decisiones políticas. Esto fue quizá lo que sucedió con Martínez Rizo, ex rector de la Universidad de Aguascalientes, un hombre con amplias credenciales académicas que supo dar forma a una institución de evaluación. Si es verdad que se negó a participar en la prueba Enlace y en la evaluación para la obtención de plazas magisteriales, no le faltan razones.
La administración actual pretende demostrar que ha logrado niveles aceptables en la calidad de la educación con el uso indiscriminado de evaluaciones estandarizadas. Este afán, en parte, es el que ha llevado a la crispación del magisterio. La información de los medios electrónicos y los encabezados de la prensa escrita son poco fieles al sentir de muchos docentes que no se niegan a ser evaluados pero rechazan que la evaluación de sus competencias quede reducida a un examen. Por otra parte, seamos realistas, es muy probable que los maestros estén mal preparados, pero seamos honestos también, el sistema que prepara a esos maestros está mal preparado. Amor con amor se paga.
En una visita reciente que hice a la prestigiosa Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, que este año logró el primer lugar entre las ocho universidades que constituyen el grupo llamado Ivy League, realicé varias entrevistas para saber cuál es el uso que dan a la evaluación estandarizada tipo PISA (Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes), Excale (Exámenes de la Calidad y el Logro Educativos), Enlace (Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares) o los exámenes aplicados por el Centro Nacional de Evaluación (Ceneval); resulta que sólo la utilizan para el ingreso a la institución. La calidad educativa depende de manera fundamental de la organización académica, de los servicios escolares y del desempeño docente, cuya exigencia hacia los alumnos es muy alta. Este engranaje está bien aceitado por los muchos recursos de esta institución privada.
Existen diferencias abismales y no aplican comparaciones absurdas, pero se puede ver que en nuestro país la evaluación estandarizada pretende convertirse en el indicador de calidad por excelencia ante una enseñanza pública que se ha masificado, con carencias severas en infraestructura escolar, ausencia de programas que garanticen la mejora docente y con políticas de dotación de recursos que profundizan las desigualdades. El abuso de este tipo de evaluación ha llevado, como bien señala el investigador Ángel Díaz Barriga, a la perversión de preparar para aprobar exámenes y no para adquirir conocimientos y habilidades. Hoy, maestros y alumnos están más preocupados por aprobar las pruebas externas que se les aplican que en ser coordinadores de un aprendizaje posible los primeros, o disfrutar la aventura de aprender los segundos.
Buena parte del prestigio logrado por el INEE es que logró poner a salvo de decisiones políticas su calidad técnica. Ese prestigio está hoy en juego y todo hace suponer que no dejará de verse asediado por la política de evaluación a la que está siendo sometida la educación, que no evalúa sólo califica.
Si nosotros, simples mortales, no podemos cambiar la fiebre evaluadora del actual régimen, hago votos porque desarrollen una prueba estandarizada para servidores públicos y sólo pueda acceder a un ministerio de educación quien tenga conocimientos básicos del único premio Nobel de literatura mexicano y no confunda los títulos de uno de sus más excelsos escritores.
Periodista y colaboradora de la RMC
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Ramírez, Pilar, «(D)evaluación», en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 113, México, noviembre. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/p26.htm
Fecha de consulta: 27 de noviembre de 2008.