ER

La política en tacones

Pilar Ramírez

En nuestro país tenemos una idea sumamente torcida de los servicios públicos; hay algo que nos hace suponer que existe justificación para la mala calidad, trátese de servicios urbanos, educación o salud. Existe un falso concepto de gratuidad por el hecho de que cada ciudadano no paga sus impuestos con un cheque por la cantidad que correspondería a la construcción de un puente, por la atención médica que recibe en una institución o por el trabajo de un docente; esto hace pensar equivocadamente a los servidores públicos de esas áreas que están entregando un regalo y que, por tanto, lo pueden dar con lentitud, de mala gana o simplemente no darlo.

La semana anterior, el joven Eduardo Figueroa se entregó a la tarea de jugar futbol a su estilo –no cursi sino muy rudo- y un agujero del terreno improvisado como cancha le hizo una mala pasada; cayó redondito, tal cual es, con consecuencias funestas para su pie izquierdo y para la humanidad entera de sus padres que debieron movilizarse para atender a su inquieto vástago.

Pensamos que acortaríamos el tiempo de obtener un diagnóstico si acudíamos al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde Eduardo está debidamente registrado pero no tiene carnet porque no es el lugar donde habitualmente recibe atención de salud; preguntamos, nos dijeron que tratándose de una emergencia y comprobando el derecho a recibir el servicio, no debería haber problema alguno. En el servicio de urgencias del hospital al que acudimos en Xalapa nos dimos cuenta de nuestra realidad: la falta de carnet, en la nomenclatura oficial tiene dos importantes interpretaciones; para quien está detrás de la ventanilla de urgencias es el pretexto ideal para negar el servicio, para nosotros quiere decir que durante los 16 años de vida del joven Eduardo le hemos ahorrado dinero al IMSS porque hemos pagado por atención particular además de las cuotas, ya imaginarán cuál gana. Le expliqué en español básico a la recepcionista nuestro punto de vista y le demostré que tenemos derecho al servicio; ella insistía en su negativa con argumentos construidos en algo similar a nuestro idioma, pero que en español antiguo querían decir simplemente: “¿por qué no se van y me evitan trabajar?”

Por fin accedió a hacer la hoja para que le dieran atención a Eduardo, pero puso un obstáculo final: “Nada más que el traumatólogo ya se fue y el siguiente entra a las tres”. Eran dos y cuarto, así que pregunté si tendría que esperar una hora. “Nooo, mucho más”, dijo en tono triunfal, pensando que la espera resultaba el castigo adecuado por haber modificado su estilo personal de atender emergencias. “¿Dos?”, “Nooo, más”, subrayó la aguerrida burócrata. Releí el triage, que es la clasificación de las emergencias y el tiempo de espera máxima para recibir atención. Me di cuenta que la recepcionista ni se había enterado de ella, pero que en los hechos, ella está a cargo de la evaluación de la urgencia y no un médico.

Me di por vencida, decidí llevar a Eduardo a un servicio particular de rayos X, pues era razonable suponer que tenía alguna fractura por la inflamación y el dolor del pie, aunque para esos momentos lo que tenía más inflamado era el mal humor, estado cuasi normal en un adolescente. Antes de retirarme, decidí quejarme con el jefe del servicio, pues ya que iba a gastar, por lo menos que supiera lo que pensaba de la atención (es un eufemismo) que allí se da a los pacientes.

Me dijeron dónde estaba la oficina y me apersoné. Me atendió con amabilidad. Describí el amistoso intercambio con Miss Burocracia y le anuncié que no obstante mi sospecha de que el IMSS tiene un poco más de dinero que yo, seguiría subvencionando al instituto y me iba a procurarle atención particular a mi dulce vástago, a quien entre paréntesis, tampoco le caía mal esa lección de realidad. Como ya había renunciado a recibir servicio aproveché para externarle mi opinión sobre lo bonita que se ve el área de entrada, despejada y limpia, pero que era siniestro mantener a familiares y enfermos fuera de las instalaciones, aguantando el sol y sentados donde hay alguna piedra disponible, porque hay una policía implacable, una verdadera «terminator» que sólo deja pasar a la gente para que apunte al enfermo que llega a urgencias con «Lady Nomuevoundedo» y después deben permanecer afuera –enfermo y familiares- hasta que los llaman; cuando tal cosa sucede, los pobres enfermos realmente necesitan atención urgente.

Debo reconocer que a este George Clooney región cuatro (para los seguidores de la serie ER) le movió algo lo que le dije, o le ganó la risa, porque me pidió que no me fuera y de inmediato atendió él mismo a Eduardo, le ofreció una silla de ruedas y confirmó que requería una radiografía, la cual sacaron con relativa rapidez. El diagnóstico fue un esguince que requiere dos semanas de reposo y una férula que con la inmovilidad del pie transformó a los tres miembros restantes de la familia en sus esclavos. Yo estaba pasmada. Mi hijo es un adolescente. ¿Cómo dos semanas más si lleva cerca de seis años en reposo? Preferí no decir nada porque más valía no poner a prueba el sentido del humor del personal. Además la Princesa Caramelo me veía con cara de “ya verás cuando llegues infartada, a ver si tomas las de Villadiego”.

Le agradecí mucho a la versión jarocha del doctor Mark Green quien colocó con diligencia y buen humor la famosa férula y a todos los que ignoraron la cara de enojo del Figueroita porque lo iban a inmovilizar, pero sin duda, no puede ser ése el procedimiento habitual para que un derechohabiente reciba el servicio. Además, con padecimientos realmente graves, decir con orgullo “me voy a donde sí me hagan caso” no es una opción. No en vano el IMSS obtuvo el premio del Primer Mal Servicio de la Nación, el concurso inventado por el gobierno federal para hacer sentir a los ciudadanos que su queja puede ser oída. A pesar de los muchos adversarios, el Seguro Social no se amilanó, se llevó el premio con el peor servicio y parece que no está dispuesto a soltar la estafeta. Nada que ver con el General County Hospital de ficción que vemos en la serie de televisión, para empezar nada de médicos guapos y para seguir, escasísima atención eficiente.

Periodista y colaboradora de la RMC

El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:

Ramírez, Pilar, «ER» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 117, México, agosto. Disponible en: Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/rmxc/politica.htm
Fecha de consulta. 27 de agosto de 2009.

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