Ciudadanos
La política en tacones
Pilar Ramírez
En la ciudad de Xalapa, un grupo de habitantes ha desatado una pequeña rebelión motivada por el cambio de sentido en dos de las vialidades más importantes de esta urbe veracruzana. Es posible que la modificación haya aliviado un poco las complicaciones vehiculares que fueron en aumento desde hace poco más de año y medio en que el gobierno de la ciudad inició diversas obras en diferentes puntos, lo cual aniquiló la proverbial tranquilidad provinciana.
Por lo menos en mi encuesta personal, los votos son a favor del nuevo ordenamiento vial: cada vez que me subo a un taxi le pregunto al conductor si realmente son más rápidos los desplazamientos; casi invariablemente primero se quejan del recorrido más largo pero admiten que es más ágil y que ocupan menos tiempo en los traslados. Eso del recorrido largo es un decir, porque ahora siguen rutas que quizá les obliguen a recorrer entre cuatro y ocho cuadras adicionales.
Sin embargo, los comerciantes y algunos vecinos de las mencionadas avenidas han realizado protestas recurrentes, alimentadas por las notas de los diarios y de los informativos en medios electrónicos que magnifican el reclamo. Es cierto que algunos comercios sufrirán por el hecho de que al convertir estas calles en vías rápidas, los compradores no se detendrán exactamente afuera del negocio. Lo que resulta cierto también, es que el tamaño de la ciudad de Xalapa, hasta hace poco, daba para permitir que los consumidores llegaran en auto casi a la caja registradora del comercio en el que hacían sus compras o a las puertas del salón de clases de los hijos. Ante la costumbre de la comodidad, los quejosos se resisten a brindar un poco de su esfuerzo en aras de un beneficio para una mayor cantidad de población.
Esta falta de cultura vecinal no es privativa de los xalapeños, sino que ha generado no sólo grandes problemas de convivencia urbana sino también jugosos negocios que obtienen sus ganancias de la estratosférica incapacidad para organizarnos y considerar que las necesidades de un grupo deben anteponerse a las individuales.
A finales del año anterior, el gobierno del Distrito Federal anunció la aplicación de un programa que pretende corregir el comportamiento ciudadano. La empresa Corporavisionarios de Colombia, encabezada por el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus será la encargada de su implantación, toda vez que, afirma, obtuvo éxito en esa ciudad colombiana.
El programa consiste en identificar conductas negativas mediante encuestas y talleres vecinales para seleccionar la conducta que más afecta la convivencia y lanzar después una campaña mediática con mensajes sencillos para la gente. Tratándose de malos hábitos, habrá variedad para elegir: tirar basura en la calle, no respetar lugares para minusválidos, conducir en estado de ebriedad, tirar chicles en la calle, no recoger las heces de las mascotas, hacer graffiti, no respetar las señales de vialidad, no utilizar el cinturón de seguridad, molestar a las mujeres en el transporte público o transitar en sentido contrario.
Muchos de los problemas de la convivencia urbana se derivan de una carencia de cultura vecinal y no, como muchos quisieran, por culpa del gobierno o por la pobreza, que son los caballitos de batalla cuando se trata de buscar culpables.
Ni la pobreza ni el gobierno son los responsables de que para muchos conductores la luz roja del semáforo sea sólo una sugerencia; el alcalde xalapeño tampoco es el causante de que una señora -a la que vi escandalizada- detuviera su auto en uno de los carriles centrales del nuevo eje vial Américas para dirigirse a la acera de enfrente a solucionar su asunto personalísimo en un comercio mientras autobuses llenos de usuarios, taxis, vehículos particulares y taxis colectivos hacían maniobras para esquivarla. La mujer permaneció impasible ante los claxonazos y se tomó su tiempo. Seguramente es de las que asiste gustosa a las manifestaciones en contra “del autoritarismo y falta de sensibilidad de los funcionarios” por el “terrible cambio y la lesión a los derechos ciudadanos”.
No dudo que a las autoridades les haya faltado tacto para buscar el consenso de la población y lograr que aceptaran de mejor grado el cambio, pero, es cierto también que nuestras ciudades requieren una actitud ciudadana diferente. ¿Será que realmente necesitamos los anuncios de la tele y la radio para portarnos bien?
Periodista y colaboradora de la RMC
El artículo anterior se debe de citar de la siguiente forma:
Ramírez, Pilar, «Ciudadanos» en Revista Mexicana de Comunicación en línea,
Num. 119, México, enero. Disponible en:
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/politica.htm
Fecha de consulta 21 de enero de 2010.