Vivir el periodismo en Chihuahua

 

Entre la violencia del narco: Testimonios de una reportera

Marisol Marín Córdova

Directora de la Revista Electrónica Tinta

 

Aún recuerdo hace algunos años: la gente oía espantada las historias sobre tiroteos, muertos que aparecían en los cerros, en las carreteras o muy lejos de cualquier comunidad. Mi mamá decía: “Son ajustes de cuentas entre narcos, en algo anda metida toda esa gente que matan”.

Existían códigos hasta en los traficantes; todas sus peleas eran en la noche, a lo lejos, donde no había familias, sin fotos grotescas que vendieran los periódicos que compramos, o que encabezaran los principales portales de internet, cuando uno escuchaba los “narco corridos”  y pensabas que eran historias fantasiosas que se daban en otras tierras, con otros hombres, no en tu ciudad, no en mi Chihuahua.

Todavía no sé en qué momento exacto cambio la sociedad, ni cuando nos involucramos en esa ola de violencia que arrasó con nosotros, no sé a qué hora nos dejamos vencer por una batalla que no sentimos si quiera haber luchado.

Siempre tuvimos fe ciega en las autoridades, pero de repente abrimos los ojos, y comenzamos a ver toda la podrida estructura, la cual ya está tan infectada, tan carcomida, ese día mataron a la confianza de la sociedad. Ese mismo día, nos convertimos en victimas del miedo. Descubrimos que cualquier lugar puede ser una tumba, sin importar la hora ni los presentes. Solo se necesita un “elegido”, y un mal día.

Desde entonces, somos una ciudad sin ley. Las muertes aumentan como el marcador de un partido en el que vamos perdiendo, se pierde hasta la noción de los cuerpos sin vida que todo esto deja, nos acostumbramos a vivir sin oír, sin ver, con apenas respirar un poco, perdemos nuestros sentidos, perdemos nuestra libertad, pagamos un precio caro, y nos hieren nuestro espíritu norteño, lastiman a nuestros hijos, hacen llorar a tantas madres, pero todos en silencio; hay que recordar que aquí, no pasa nada, ya no sabemos quién en es malo, nos preguntamos quien es el bueno.

Antes, la lógica era tan fácil: Narcotraficante=malo, ahora ya ni se sabe, los narcos abusan, la policía es corrupta, los medios sacan provecho de esto, es un circulo vicioso que tolera la sociedad, es más bien un vortex que nos absorbe.

Las palabras clave por las mañana, en los medios locales: sirenas, policía, ejecutados, drogas, impunidad, violencia, y todo lo que tenga que ver con el narcotráfico, parece ser salido de algún estado en conflicto con los mismos, leerlo en los encabezados, en las primeras páginas de todas las revistas, escucharlo una y otra vez, no se comprara con vivirlo. Ser un periodista en Chihuahua se ha vuelto un trabajo con mucho riesgo, donde vez la muerte tan a menudo que forma parte de tu labor. Nos hemos convertido en una esquela humana.

Fotografías con otro cuerpo en el asfalto, circulan en todos los periódicos impresos y digitales, se han hecho un catalogo de muertos, las personas ya solo las observan por morbo. Hasta parece que se está haciendo ya casi una «costumbre norteña» el mirar esta clase de gráficos, ya las personas no preguntan con asombro ¿Quién se murió? ahora se dice de manera incrédula: ¿Ahora cuantos se murieron?

Nos hacemos una sociedad más fría, a la defensiva, que ya no se detiene a ayudar a nadie, al cabo que no puedes ayudar a nadie o acercarte a algún carro, por el miedo de ser asesinado, uno ya no sabe distinguir quienes son los buenos o quienes los malos, esos bandos parecen haber desaparecido hace ya mucho tiempo.

Tristemente, el periodista va perdiendo su sensibilidad, vamos perdiendo esa esencia que nos hace humanos, el amor a la sociedad, tenemos que aprender a ver los cuerpos como otra nota, el no preguntar de mas, porque podemos ser los próximos en esos macabros encabezados, aprendemos a escribir con una mano mientras nuestra cabeza gira a otro lado, ya un muerto no es una persona que alguna vez tuvo familia, vivió, y estuvo en un mal momento o con gente equivocada, ahora ese es nuestro trabajo nos guste o no, ya que el hecho de que nos parezca no es una opción, sino una responsabilidad.

Algunas veces me sorprende ver con que facilidad los seres humanos nos podemos acostumbrar a lo malo, a lo que nos duele, a lo que lastima a la soledad, a lo que la lacera cada vez un poco más, haciendo heridas profundas en el tejido social que formamos entre todos, en el que no hay responsables, solo victimas, señalamos a todos con el dedo y todos nos señalan, es como un circulo vicioso donde todos le echamos la culpa al vecino, pero no somos más que mártires, más que victimas y a la vez cómplices, por tolerar todo, por nuestro silencio que pide a gritos una respuesta, por aprender a bajar la cabeza y no exigir a las autoridades nuestro derecho por la paz, por esa seguridad que tanto nos prometen en los spots de propagandas políticas, pero que siempre olvidan a la hora de pedir cuentas, no tenemos la cultura de exigir lo que por derecho es nuestro, perdemos nuestras calles, y con ellas se va nuestra dignidad y la calidad de vida a la que estábamos acostumbrados en mejores épocas, cuando Chihuahua era llamado orgullosamente 

Las agresiones al gremio cada vez son más y desgraciadamente no es solamente por el narco, los abusos se dan por el otro lado de la moneda, como el ejército mexicano, policía municipal y federal, instituciones que deberían de ser para nuestro resguardo, e incluso civiles han sido los que han cometido agresiones físicas, verbales y de omisión en contra de los periodistas que solamente tratamos de ejercer nuestro labor de una manera digna y cumplir con nuestra orden del día.

Son muchos los ejemplos, como el de nuestro compañero Sergio Hernández, reportero gráfico de un periódico que circula en la ciudad, fue agredido cuando cubría un asesinato violento la madrugada de hoy viernes por diez personas de la sociedad civil, ante la mirada pasiva de agentes de  Seguridad Pública Municipal, lo único que hizo fue cumplir con su deber de cubrir la nota. Le pegaron para impedir que tomara fotografías.

El fotógrafo fue llevado a un hospital de la ciudad, y el diagnóstico descartó alguna fractura, pero le desviaron el tabique de la nariz. La cámara resultó quebrada y a pesar de esto, continuaron golpeando al reportero gráfico. Sergio interpuso la denuncia correspondiente en la Procuraduría de Justicia del Estado de Chihuahua. Solo dios sabrá que irá a pasar, porque eso ya ni las autoridades lo saben.

A este hecho, se suma la agresión a otro fotógrafo de un medio digital, quien fue encañonado por un militar cuando acudió a dar cobertura a una balacera en la Comandancia Norte de Seguridad Pública del Municipio de Chihuahua.

En Ciudad Juárez, a 3 horas de la capital pero tan cercano a todos los hechos que agravian al gremio, un camarógrafo un canal de televisión local, fue amenazado por elementos del Ejército Mexicano con sembrar evidencias si registraba imágenes de otro hecho violento que llegó a cubrir en aquella frontera.

Hace tan sólo unos cuantos días se dio el último asesinato en gente de los medios: Isabela Cordero, quien fuera conductora de televisión por 3 años y después manejaba relaciones publicas para una cámara de comercio, fue asesinada en su carro a balazos. El cómo y el porqué lo ignoramos, las historias nacen, la gente hablan, pero la verdadera historia aún es desconocida. Nadie a querido indagar en el homicidio, nadie vio nada, aquí no paso nada.

Los periodistas exigimos a todo momento la sanción de militares por ser los agresores en estos casos y de los agentes municipales que omitieron realizar su trabajo, así como de particulares. Que la unidad de la Fiscalía Especial para la Atención a Delitos contra Periodistas y la Procuraduría de Justicia del Estado, muestren voluntad para esclarecer cada caso denunciado ante ellos y no se culpen unos a otros. Que muestren su capacidad de investigación. Los periodistas condenamos los actos de violencia y hacemos un llamado a las autoridades y a la sociedad, para no acostumbrarnos a la violencia, pero menos aún a la impunidad, a la falta de eficacia de las autoridades pero parece que nadie nos escucha, solamente existimos cuando nos necesitan para cubrir sus eventos oficiales y sus buenas notas, ahí si somos útiles para las autoridades.

La gente de otros lados del mundo critica nuestros actos violentos, los condena, los subraya en los medios internacionales, pero solo nos miran, somos la atracción

Estamos en una guerra, sin cuartel ni armas, y lo peor es que sin general, solamente nos cuidamos la espalda y le rezamos a quien sea, con tal de no ser la siguiente noticia que saldrá mañana en nuestros cientos de digitales, que buscan la nota roja como buitres compitiendo por llegar primero, por sacar la foto más grotesca, las mejores imágenes, el concurso de la sangre comenzó, mientras más grafico sea, mejor será la imagen.

Saber que tu vida puede correr peligro es algo que no deja que la conciencia más limpia tenga descanso, somos los que llegamos primero a las escenas del crimen generalmente, antes que las ambulancias, antes que los periciales, antes que las ambulancias, antes que los ministeriales, que los policías que algunas veces les toma hasta 40 minutos en llegar, nosotros no llevamos armas, no usamos ninguna placa, nadie nos cuida, vamos a la buena de dios con una cámara, con un radio que transmite la señal policiaca, y con una cámara fotográfica, eso es lo único que se necesita como mínimo para cubrir esta clase de eventos.

El trabajo a simple vista parece algo fácil, escuchas todo el día el transmisor de radio, o incluso algunos colegas te marcan y comparten el “botín”, después de eso llegas tomas fotos, subes una nota o la preparas para su próxima impresión, la hora al igual que la víctima, puede ser cualquiera, hasta tú, eso todo mundo lo sabe, pero son como esos secretos a voces, cuando decir: “Soy periodista” espanta más que cualquier oficio, el respeto por el gremio se ha rebajado a ser simplemente otro mensajero de la muerte; del cuarto poder al mensajero de la muerte, ya nadie esta salvo, ya no somos tan importantes, cuando se involucran personas que no tienen reglas ni sienten compasión si te topas con ellos.

Otro aspecto de vivir entre narcos, es el hecho de la publicación de notas, ya después de que se termina la cobertura, la etapa de publicación se ha convertido en un anonimato en la sección policiaca, nunca faltará a quien no le guste la nota que publiques o a quien no le convenga. Cuando uno decide tomar la decisión de hacer cobertura de estas notas sabes que alguien va a resultar molesto por las mismas, si no les gusta a un bando, les va a desagradar a los otros, o las autoridades no van a estar contentas, siempre existirá alguien que te pondrá un “pero”, que te amenacen. Más de una amistad se ha perdido en el gremio periodístico al ejercer la labor.

Algunas veces el narcotráfico quiere comprar tus notas, raramente se meten con los medios, pero es muy común que se metan con el periodista, total “Todos tenemos un precio”. Esto es un arma de doble filo, ya que cuando alguien no es útil o no sirve, simplemente se pueden deshacer de su vocero. Al fin y al cabo uno mas ya da igual, el mar de muertes nos alcanza, nos está ahogando.

La muerte de periodistas y atentados contra la libertad de expresión continúan, tristemente no se ve un fin a los acontecimientos en el estado, todo mundo se queja, se manifiesta, el gobernador del estado se va a Juárez a lidiar las quejas y se regresa de nuevo a la ciudad de Chihuahua a atender las otras quejas que se hicieron mientras se fue, viene de vez en cuando a visitar Felipe Calderón, presionado por los medios y por las autoridades que no sabes que hacer, todos se pasan la papa caliente, pero nadie soluciona nada, es desilusionante ver los dimes y diretes políticos, donde todos hablan, donde alistan a mas policías, donde traen más soldados, pero la delincuencia que al parecer está más organizada, no se le ven ganas de ceder el trono en el que se encuentra, solamente escoge deliberadamente sus territorios, a su gente, a sus víctimas.

Como resultado de todo en conjunto, la gente se vuelve más incrédula, los políticos prometen más cosas y los periodistas corremos más peligro.

En unos pocos meses habrán elecciones en mi estado: 33 diputados, 67 nuevos presidentes municipales y un gobernador, las autoridades cambian, pero todos prometen lo mismo: encontrar el hilo negro de la violencia, chascar sus dedos y desaparecer a los delincuentes, hacer que uno vuelva a salir de noche y dejemos de ser prisioneros de nuestras casas, de nuestros temores, de todo aquello de lo que dejamos de creer, para ahora solamente tratar de cuidarnos los unos a los otros, las funerarias hacen su agosto, la taza de población se reduce de modo significativo y la fe parece haberse ido de mojada y cruzado la frontera con nuestro hermano mayor, porque por aquí ya nadie la ha visto.

Por el momento, los periodistas del estado, vivimos en la época con mayor libertad de expresión y a la vez con la peor autocensura, donde uno no debe de hablar de más, donde debes de ignorar lo que sabes, para limitarte a escribir lo que ven unos ojos entrecerrados que no quieren ver la realidad. De una u otra manera estamos participando en los actos, somos complices involuntarios, han secuestrado nuestra voluntad propia para ordenarnos que escribir, nosotros nos limitamos a teclear lo que nos dicta el instinto de supervivencia, nos hemos rendido ante la impunidad, nos hemos dado por vencido ante nuestros miedos, al ver que si nos pasa algo no se va a hacer nada, y eso lo sabemos mejor que nadie, porque ya hemos cubierto notas como esas 100 veces: donde una persona que vivió en el anonimato toda su vida, irónicamente tiene sus 5 minutos de fama si muere de manera violenta, mientras más misterio e incertidumbre cause y más crudas sean las imágenes, mas inmortal será ante la sociedad  y tendremos más leña de donde cortar.

Por mientras que se resuelve esto o no, a nosotros no nos queda más que seguir con nuestra labor, a ver la cara de terror de nuestras familias al salir de nuestros hogares, al besar a nuestros hijos pensando que esa puede ser la última vez que los podemos ver, a aprender a ser un soldado frio que nunca fue entrenado para  la guerra, y seguir haciendo encabezados, seguir tomando fotos, seguir viendo mas cuerpos tirados en la calle y pensando que la mejor foto es la que nos dará las primeras planas en nuestros medios.

Creo que todo esto está formando parte de nuestra cultura, si se le puede llamar de ese modo, es más fácil quejarnos desde nuestras casas por el gobierno, por el país, por la decadencia en los jóvenes, por las drogas, por lo que no tenemos, por el narcotráfico, por la violencia y la delincuencia que está de más, parece que si dios está ciego y no ve lo que pasa, nosotros estamos mudos y no decimos nada.

El anterior artículo debe citarse de la siguiente forma:

Marín Córdoba, Marisol, «Vivir el periodismo en Chihuahua», en
Revista Mexicana de Comunicación en línea, México, mayo 2010

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